"Luché por mi libertad, y cuando la obtuve, no tenía nada qué hacer con ella". Gonzalo es un hombre que lo tiene todo para ser feliz, y lo es. Al menos es lo que él piensa hasta que un día se da cuenta de que su vida no es lo que cree. Sofía es una mujer que sabe lo que quiere y está decidida a lograrlo, pero ¿estará dispuesta a sacrificar algo de sí por el amor? Sofía y Gonzalo se conocen y, pese a todo aquello que debería separarlos , su amor se convierte en algo por lo cual deben atravesar muchas barreras. Ambos esperan cosas difíciles de aceptar para el otro, pero esperan que sus sentimientos sean tan fuertes como para mantenerlos juntos. Las diferencias entre ellos quizás sean demasiadas, pero eso no los detiene al emprender una relación que nadie apoya. Se verán enfrentados a su entorno, y peor aún, a la lucha contra sus propios miedos. ¿Podrá el amor entre ellos ser suficiente para enfrentar sus diferencias? Un relato dialogado, lleno de sentimientos intensos y delicado erotismo, que retoma el amor romántico, el romance que cada persona quiere vivir, con personajes realistas, naturales, que protagonizan la historia de amor de muchas parejas. Muchos podrán verse retratados en sus personajes, y compartir con Gonzalo y Sofía, este primer encuentro y el amor que experimentan. La historia evocará en el lector sensaciones que si no las ha vivido, deseará hacerlo, para disfrutar las maravillas del amor que se puede sentir a cualquier edad.
Leer másReunidos todos para celebrar el cumpleaños de Gonzalo, en aquel hermoso lugar donde tiempo atrás sorprendieran a Sofía para el suyo, la joven notó en su novio una actitud distante.A pesar de que durante la fiesta él trataba de mostrarse alegre, su mirada no era la de siempre. Tomaba un trago conversando con su hijo, pero miraba a Sofía que saltaba de grupo en grupo, riendo y bromeando con todos. Miraba a la gente a su alrededor y aquello se podría considerar su sueño, pero algo le estaba molestando y tuvo que aceptar que coleccionar otro año, no le resultaba particularmente agradable. Sin embargo, tenía que aceptar que esa preciosa jovencita lo amaba aunque le doblara la edad y debía sentirse feliz y agradecido con la vida por ello. Verla con aquel lindo vestido color perla, sonriendo a todos y de vez en cuando, volteando a verlo con aquellos ojos brillantes le infundía nueva vida a Gonzalo.La observaba con una sonrisa cuando la vió dirigirse al escenario donde tocaba la banda.
Aquel día de diciembre, Sofía caminaba por el boulevard haciendo sus compras navideñas. La nochebuena y la venida de Los Reyes estaban muy cerca y tenía que conseguir los regalos para su familia. Miraba algunas vitrinas sin mucho interés, con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta, protegiéndolas del frío mientras sus pensamientos divagaban. Cuando levantó la mirada de aquel reloj que le pareció un buen regalo para su hermano Roberto, por un momento pensó que su mente le jugaba una mala pasada al ver reflejada en el cristal la alta figura de pie detrás de ella. Cerró los ojos por un instante y los abrió de nuevo, pero la imagen seguía allí. Con miedo de que fuera su imaginación, se dio la vuelta y se convenció de que era real. Allí, frente a ella, estaba Gonzalo viéndola con aquellos ojos profundos, pero sin el brillo que impactó a Sofía al conocerlo. Estaba tan guapo y elegante como siempre, sin embargo su rostro era una máscara, y unas leves ojeras marcaban sus ojos. — G
Aún le costaba creer que había perdido a Gonzalo, pero la vida debía continuar. Muchas veces se sintió tentada a buscarlo, pero aún no podía aceptar las condiciones que le exigía, de modo que contenía la tentación y los deseos de verlo y seguía adelante.Pese a las protestas de sus padres, tomó la decisión de mudarse sola. Alquiló un pequeño piso no lejos del hospital, que era lo que podía permitirse con su sueldo, porque había comenzado su máster en Neurología y los gastos eran mayores, y aunque sus padres habían ofrecido pagar por algo mejor al darse cuenta de que su mudanza era inminente, ella se negó a aceptarlo. Su independencia comenzaba allí.Era un lugar muy agradable, con una vista no muy ancha pero hermosa, hacia un gran parque. Sólo constaba de una habitación con baño y un espacio que juntaba salón, comedor y cocina, pero para ella eso era más que suficiente. Le gustaba llegar allí cuando venía cansada del trabajo, y encerrarse en su escondite del mundo, como lo llamaba Ana
Los meses pasaban y Sofía llegó a sentir que vivía más tiempo con Gonzalo que en su casa.— ¡Buenas noches, preciosa! Le sonrió Gonzalo al verla llegar arrastrando su maletín, exhausta.— ¡Por favor, dime que sigo en el mundo de los vivos!— se abrazó al pecho de Gonzalo.— Sí, amor, sigues aquí, con nosotros.¿Qué te parece si tomas un baño caliente, te llevo una copa de vino, y te doy un delicioso masaje?— Uhmmmm! eso suena como el paraíso. Te tomo la palabra, te espero en el jacuzzi...— dijo con voz provocativa y caminó hacia la habitación.Más tarde, esa noche, abrazados en la cama, Sofía le comentó a Gonzalo que debía ir a su casa a por más ropa y cosas que estaba necesitando.— ¿Y si te lo traes todo y mudas conmigo? Además, le darás un gusto a tus padres de verte formalizar aún más nuestra relación.— No voy a hacer algo sólo por darle gusto a nadie. Así estamos muy bien.— Si esa es tu decisión, te apoyo. No te niego que me gustaría que vivieras conmigo.— Ya lo veremos un poc
Sofía miró el anillo que le ofrecía Gonzalo y las palabras no salían de su boca. Sentía un nudo en su garganta que no le permitía hablar. Un torbellino de emociones se agolpaba en su pecho, y no le dejaban respirar.— Sofía... ¿vas a darme una respuesta? — preguntó angustiado ante la actitud de la joven, hasta que finalmente Sofía logró articular palabras.— Gonzalo... no me esperaba esto. Es tan repentino. — decía ofuscada.— ¿Y cuál es tu respuesta, Sofía?Sofía levantó sus grandes ojos con una mirada desesperada y miró a Gonzalo.— Cariño, te amo, no tengo duda de eso, pero...— Pero, no quieres casarte conmigo... ¿Sofía, por qué te cuesta tanto aceptar? Si estás segura de lo que sientes y hemos luchado para estar juntos.— Y podemos estar juntos, pero no hace falta que estemos casados para eso... no quiero presiones en mi vida.— Pero yo necesito que te comprometas en esta relación.— No hace falta estar casados para estar comprometidos. Yo te amo, Gonzalo, pero no quiero sentirme
— Señorita Montemayor — dijo la voz de Adolfo como único saludo cuando Sofía atendió su teléfono.— Su Señoría— dijo Sofía sin inmutarse ante el tono formal de su padre.— ¿Serías tan amable de comer conmigo esta noche?— recordó Adolfo la sugerencia de Gonzalo y decidió dejar la ceremonia a un lado.— ¿Es una invitación normal o me estás llevando con engaños a mi juicio?— Quiero verte, hija. Necesitamos hablar sobre lo que ocurre — dijo con calma.— Papá —se sintió confundida con el tono conciliador de su padre —Me encantará verte, pero...— Prometo escucharte sin juzgarte, hija.— En ese caso, cuando quieras.— ¿Te parece esta noche? Puedo pasar por ti al hospital.— Me parece perfecto, te espero cuando termine mi jornada.— Entonces, es una cita.— Si, papá, una cita ¡Te espero! ¡Ah, papá!— lo detuvo antes de que cortara la llamada —Te quiero mucho.— Y yo a ti, Sofía—la chica no pudo ver la sonrisa de afecto que cubrió el rostro de su padre.Al terminar de hablar con Adolfo, le
— Hola, amor... — se acercó a ella y la besó— ¿me extrañaste?— Con desesperación — puso sus brazos alrededor del cuello de Gonzalo—pensé que te habrías olvidado de mí.—Nunca, preciosa, nunca.— ¿Hablaste con tu familia?— Sí y quieren conocerte.— ¿Quieren o les exigiste?— le preguntó preocupada— no quiero imponerme ante nadie. En realidad, creo que podrías darles tiempo para...— Para nada...—le detuvo—van a conocerse y si funciona bien, fenomenal, si no, ya veremos cómo lo resolvemos en el camino. Tendremos una comida familiar y tu estarás allí. Voy a organizarlo todo. Quiero presumirte delante de mi gente.— ¡Ay, por Dios! ¿No crees que sería mejor uno a uno?— replicó intimidada por lo que podría significar.— Todos de una vez. ¡No te preocupes por nada! Te van a amar tanto como yo.— ¡Sí, suéñalo!— suspiró sabiendo que nada iba a ser tan fácil como él sugería.— Preciosa, no sé tú, pero yo estoy exhausto. Quisiera tomar un baño y cenar algo... ¿te apetece una pizza?— ¡Me encant
Gonzalo se dirigió a su tienda, y se ocupó un rato en organizar algunas cosas pendientes. Al terminar, llamó a Sofía y quedaron en verse en el club junto a Ana para almorzar y él decidió adelantarse. Allí se encontró con algunos amigos y al llegar las jóvenes, las guió al restaurante. Se ubicaron en una mesa y ordenaron. La charla era amena y se reían cuando una mano de uñas perfectamente manicuradas se posó sobre el hombro de Gonzalo.— ¡Hola querido! que sorpresa verte por aquí! — los hermosos labios de Diana se curvaron en una sonrisa, pero sus ojos no sonreían de la misma forma. Gonzalo se puso de pie, y cuando iba a saludar la mujer volvió a hablar —¿Estás con la familia? ¿Cuál de ellas es tu hija?— preguntó a sabiendas de que molestaba con ese comentario — Ninguna — le respondió Gonzalo imperturbable —Sofía, Ana María, la señora Diana Valdez, una amiga... —antes de que terminara las presentaciones, Diana lo interrumpió.— ¡Que tonta soy! Como son tan jovencillas me imaginé que
— No es el momento para hablar de eso, papá, es tu fiesta. Espero que os guste vuestro regalo.— Sofía, no voy a permitir que eches a perder tu vida de esta forma.— Lo acabas de decir tú mismo. Es mi vida papá, no quiero discutir contigo, pero si sigo o no esta relación, no será por lo que tú opines, sino por lo que decidamos Gonzalo y yo.— No puedes entender que ese hombre tiene casi mi edad?— Eso no es relevante, sino si me hace feliz y juraría que eso debería ser lo más importante para vosotros también. Comprendo que es algo que tenéis que digerir, pero, debéis comprender que la única dueña de mi vida soy yo y si me va bien o no con Gonzalo, es a mí a quien va a afectar, soy yo quien se arriesga.— Así que vas a insistir en ese absurdo comportamiento.— Debo hacer las cosas por mí misma o permaneceré para siempre bajo tus alas. Déjame volar, porque no puedes encerrarme en una jaula. Te guste o no, tu niñita creció y ya salió del nido...estoy segura de que si no estuvieras empeña