El domingo hablaron por teléfono muy temprano y Gonzalo le dijo que pasaría el día con su familia y acordaron que sacarían tiempo durante la semana para verse nuevamente cuando sus ocupaciones se los permitiera.
Varios días transcurrieron antes de que las guardias del hospital le dejaran algún tiempo libre para verse.
Las bombas que predijo Sofía comenzaron a detonar mucho antes de lo esperado, cuando demasiado ocupada con sus obligaciones, y deseosa de ver a Gonzalo, lo instó a comer con ella en la cafetería del hospital.
Él llegó a mediodía y le escribió a su móvil para avisarle. Acordaron verse en la cafetería. Allí se dirigió Gonzalo, ubicó una mesa en el atestado local y se sentó a esperar. Poco después Sofía llegó y se sentó a su lado.
— Hola bellísima doctora — se levantó y le movió la silla para que se sentara — Si la montaña no va a Mahoma...— un rápido beso entre ellos y se sentaron.
— Lamento haber estado tan complicada, este semestre es el último de práctica profesional ¡y estoy realmente a tope! Creo que lo hacen exprofeso para que huyamos antes de perder tiempo en la práctica, supongo que es para que sepamos lo que viene con el título — hablaba atropelladamente, con evidente tensión.
— Disculpa, sé que estás ocupada, no debí venir. Pero deseaba intensamente verte otra vez.
— Por el contrario, es como tomar una bocanada de aire puro en un ambiente viciado — le sonrió y acarició su mejilla con el dorso de su mano — estoy feliz de que estés aquí
—Dicho así, todo cambia — miró a su alrededor y suspiró — ¿Crees que exista algo aquí que podamos comer sin correr ningún riesgo de que nos envíe a la emergencia?
—Depende de lo que esperes obtener, como nosotros estamos acostumbrados a comer de prisa, debo decirte que ni saboreamos lo que nos llevamos a la boca, pero un bocadillo relativamente aceptable puedo conseguirte con mis influencias —le sonrió con picardía y se volvió para buscar con la mirada a la empleada en el atestado lugar. Al verla le hizo señas y casi a gritos le pidió— ¡Rosy, por fa, trae dos número 3, con todo! Especiales, porque tengo un invitado y no queremos que se lleve una mala impresión — le guiñó un ojo a la sonriente chica y nuevamente fijó su atención en Gonzalo —si sobrevives al No. 3, habrás entrado y salido airosamente del Templo de la Perdición. Puede que hasta "un premio" obtengas...- sonrió sugestiva.
—Creo que me estás asustando a propósito, no puede ser tan malo.
Conversaron un rato hasta que llegó la chica con dos enormes bocadillos cortados a la mitad, zumos de fruta y patatas fritas en grandes platos ovalados . Gonzalo observó la comida y sonrió.
— ¿Comes esto a menudo?— preguntó azorado.
— Más de lo que quisiera reconocer, bienvenido al mundo secreto de los estudiantes de Medicina. ¡Que aproveche!
Con cierta duda, Gonzalo comenzó a comer y con sorpresa encontró que el bocadillo no estaba del todo mal.
— ¿Y, cuéntame, cómo ha estado tu semana hasta ahora?— inquirió Sofía mientras atacaba su plato de patatas fritas.
— Bastante normal, trabajo, mucho en realidad, reuniones, nada fuera de lo común. No hay muchas emociones en el mundo de las antigüedades.
Conversaban tranquilamente mientras comían, hasta que entró un bullicioso grupo de residentes vestidos con sus batas características. Caminaron entre las mesas y pasaron al lado de la pareja. Saludaron a Sofía con expresiones de cansancio y continuaron buscando una mesa libre, excepto un joven alto y delgado, quien se quedó viendo las manos unidas de la pareja, y que Gonzalo acariciaba con un dedo la de Sofía mientras tomaba de su vaso.
El joven se acercó a ellos y mirando a Gonzalo de frente, le habló a Sofía.
— ¿Qué tal, Sofía?— saludó informalmente— ¿no presentas al "señor" con tus compañeros? - Sofía lo ignoró y el joven habló de nuevo mirando desdeñosamente a Gonzalo —Voy a creer que te criaron los lobos — agregó con ironía observando al elegante caballero que sobresalía entre los demás.
La joven lo miró a la cara con gesto de fastidio y le respondió.
—Quizás si me importara tu opinión, me habría tomado la molestia, pero...— dejó la oración sin terminar deliberadamente
— ¡Voy a tener que enseñarte modales! — el muchacho se acercó a Gonzalo y se presentó a sí mismo— Doctor Javier Sierralta, compañero de Sofía ¿Con quién tengo el placer? — extendió la mano hacia Gonzalo, quien con toda calma, limpió sus manos con la servilleta, se puso de pie y estrechó la mano que le ofrecían.
— Gonzalo Márquez, amigo...— hizo un leve hincapié en la palabra — de la señorita Montemayor.
— ¿Y a qué debemos el grato placer de su visita a nuestro lugar de trabajo?
—Al simple hecho de que me pareció agradable venir — respondió secamente Gonzalo.
— Muy bien, Javier —intervino Sofía — ya dejaste claro que sigues siendo un patán, ahora, por favor, si eres tan amable de continuar tu camino, para que Gonzalo y yo continuemos comiendo en paz. Se te agradece que circules.
— ¡Pero mira cómo saca las garras!
— Y cada vez que personas que no tienen educación se me atraviesen en el camino... largo de aquí.
— Muy bien, pero te recuerdo que tenemos que seguir viéndonos, preciosa.
—No necesito que me recuerdes ese lamentable hecho — le sonrió sarcástica— Adiosito, Javier.
Volvió su rostro hacia Gonzalo e ignoró al joven, quien se retiró hasta donde se encontraba el resto del grupo.
Gonzalo miró a Sofía intrigado y sonrió.
—Creo que acabo de presenciar una escena de celos ¿o me equivoco?
—Javier es un experto patán, el semestre pasado salimos un par de veces, pero cuando le obligué a pisar el freno en sus avances se sintió ofendido y comenzó a divulgar un rumor sobre nosotros, bastante subido de tono. Se enojó conmigo porque le acomodé dos cachetadas en pleno pasillo de la facultad — sonrió — A veces hay que hacer lo que hay que hacer — se encogió de hombros y continuó comiendo— Supongo que más de una vez te habrás encontrado con alguien que no entiende que NO es NO.
— No con frecuencia, en realidad— sonrió a la joven y tomó la servilleta para limpiarle una pequeña mancha de salsa — Eres tan hermosa hasta cuando pones a alguien en su lugar.
— No te asustes, no saco las garras a menudo— y le dio a comer una patata frita — Ahora, querido, vas a tener que irte, porque esta esclava tiene que volver a su trabajo.
—Con una condición— ante el gesto de extrañeza de Sofía agregó— Permíteme que te lleve a comer a lugares un poco más tranquilos la próxima vez.
— ¡Qué lástima! Y yo que pensé que compartiríamos todo el menú de la cafetería — bromeó fingiendo sentirse ofendida.
— ¡Por favor, no! Creo que sólo los estudiantes pueden sobrevivir a esta dieta de colesterol. Estoy seguro de que podremos conseguir algunas opciones menos riesgosas.
— Estoy de acuerdo. Por ahora vuelvo a mis obligaciones, y tú, vuelve a tu precioso mundo de objetos de arte— se levantó y Gonzalo la detuvo.
— ¿Piensas huir sin que pague por la comida?
— ¡No, cariño, eso va por mi cuenta! No pretendo que pagues por provocarte un infarto— rió a carcajadas y le plantó un rápido beso en los labios.
— Las chicas de hoy en día nos hacen muy difícil ser caballeros.
— Tú, mi querido Gonzalo, serás un perfecto caballero hasta el fin de tus días— tomó su bata del respaldo de la silla y comenzó a ponérsela, a lo cual inmediatamente Gonzalo acudió para ayudarla—"estoy más que segura de que todas estas mujeres se mueren de envidia en este preciso momento", pensó para sus adentros Sofía — se volvió a mirarlo y tomó sus manos— Mañana estaré libre por la noche, ¿te gustaría que hiciéramos algo?
— Nada me gustaría más ¿vengo a por ti?
— Perfecto, te llamo cuando me desocupe.
Ambos caminaron hacia la salida bajo la mirada escrutadora de los compañeros de estudio de Sofía, quienes no salían de su asombro al verla con él y cuchicheaban en voz baja.
Gonzalo se marchó y Sofía volvió a la sala de urgencias luego de acompañarlo hasta la entrada del hospital. Al entrar ya se encontraban allí los otros residentes y fue Javier quien comenzó a hablar.
— ¡Hala Sofía! ¿De dónde sacaste ese ejemplar? Por un momento creí que tu padre había venido a visitarte.
— Como ya habrás notado, no es mi padre. Es mi novio, por si te quedan dudas, como a veces el cerebro se te queda en casa.
— Por favor, Sofía, dime que estás bromeando.
— Si fuera a bromear, puedes estar seguro de que no sería contigo.
Fue en ese momento cuando llegó Ana María y la tomó por el codo, alejándola del grupo.
— ¿Estás completamente loca, Sofi? ¿Cómo vas a traer a Gonzalo aquí?
— ¿Y por qué no habría de hacerlo?— le preguntó a su amiga desafiante— ¿Se supone que debo avergonzarme de él? Porque si es así, quiero que os quede claro que me importa un pepino la opinión de todos aquí y si tú también me vas a criticar, ya te puedes ir guardando los comentarios, porque no me interesan. Ni siquiera a ti te pienso permitir que te metas en mi vida y en mis decisiones. Eres mi amiga y te quiero, pero todo tiene límites.
— Pero Sofi, entiende que no es necesario que los demás se enteren de este capricho tuyo con Gonzalo.
—¿Por qué hablas así? ¿Por qué dices que es un capricho? ¿No puedes entender que me gusta Gonzalo y que estamos comenzando una relación?
— Sí, lo entiendo, pero también entiendo que es algo sin sentido, estás deslumbrada por el hombre, pero a la larga las diferencias entre ustedes van a mostrarte que esa relación es absurda y todo va a caer por su propio peso.
—Si eso ocurre, sólo Gonzalo y yo somos los que debemos decidir, nadie más, pero mientras tanto, hasta tú vas a tener que ahorrarte tu opinión a menos que te la pida.
— Soy tu amiga de mucho tiempo y eso me da el derecho a decirte cuando estás cometiendo un error.
— Cuando "tú crees" que cometo un error. No tiene que ser cierto, porque es tu opinión la puedo considerar porque sé que tienes la mejor intención de cuidarme, pero no estoy obligada a hacer lo que digas porque soy dueña de mis actos. Así que, por favor, mantén las cosas en su lugar y si no te importa, vamos a trabajar porque los pacientes no se van a curar solos.
— ¿Y qué vas a hacer con los comentarios de los otros compañeros ?¿ Cómo lo va a tomar tu familia?
— Eso es asunto de cada quien lo que va a hacer con su opinión, porque si me lo preguntan a mí ya sabes lo que les voy a decir. Por el momento sólo me preocupa lo que sentimos Gonzalo y yo, más adelante según vayan las cosas, me preocuparé por el resto del mundo. Ya veré cómo cruzar ese puente cuando llegue a él. Ahora a trabajar— caminó hacia la sala que le correspondía y al pasar escuchó risitas entre sus amigos.
—Qué maduros, doctores! He visto más sensatez en chiquillos de infantil. —giró sobre sus talones y se fue a trabajar.
El día terminó sin más situaciones incómodas y Sofía volvió a casa. Se fue directo a su habitación y, luego de una ducha rápida, se acostó pensando en Gonzalo.
— Ay Sofía, me temo que te enamoraste de ese hombre — se dijo a sí misma y se durmió.
La mañana llegó antes de que Sofía sintiera haber dormido lo suficiente, pero igualmente y a regañadientes se levantó y entró al baño a terminar de despertarse en la ducha. Se arregló y vistió su uniforme, metió un cambio de ropa en su morral para vestirse en la tarde para verse con Gonzalo y bajó a la cocina. Allí se encontró con toda la familia preparándose para su día. La joven del servicio le colocó en las manos una taza de café con leche y una tostada de pan untado, lo cual constituía su desayuno regular. Rara vez tomaba algo más a esas horas.— Buen día papá, mamá— le dio un beso a cada uno y se dirigió a sus hermanos, quienes atacaban sendos desayunos — ¡Bestias! — dijo a modo de saludo a sus hermanos, Roberto y Manuel y mordió su tostada.— Dichosos los ojos que la ven, señorita— le reclamó su padre, quien con mirada adusta, le recriminó— cuántos días sin saber de usted.— Días duros, Su Señoría— burló a su padre —Procuraré en adelante agendar citas con ustedes más a menudo— s
Gonzalo respiró profundo y se volvió a mirar a las chicas una a una. Sonrió ampliamente y fue hasta su hija, quien estaba más cerca de él, le dio un beso al rostro inmóvil de Lucía y la saludó con afecto, pero su hija no le correspondió. Luego fue hasta Sofía y la besó muy brevemente en los labios, para sorpresa de ambas.— ¡Qué bonita sorpresa encontrarlas a ambas aquí! — colocó su maleta en un rincón y se volvió a mirarlas. —Me alegra que se hayan conocido. Cariño... —miró a Sofía— estoy feliz de verte por fin. ¡Fue una semana muy larga! — fue hasta el bar y se sirvió un trago y les ofreció algo de tomar a las mujeres, a lo cual ambas declinaron, mirándolo sin saber qué hacer al verlo a él tan sereno ante la incómoda situación. Fue Lucía quien rompió el silencio.— ¿Papá, puedes explicarme que significa esto?- le preguntó evidentemente molesta con la actitud natural de Gonzalo.—¿Qué debo explicarte, cariño?— le preguntó con tono conciliador — Creo que todo está claro.— ¿Cómo te a
— Debes darle tiempo para asumir esto, no es fácil para tus padres y yo lo comprendo así, de modo que vas a tener que ser paciente y comprensiva con tu familia porque no les estás diciendo que vas a Hawái—rozó sus labios en un ligero beso.Fue en ese momento justamente cuando un nudillo tamborileó en el cristal del coche del lado de Sofía.La chica sintió como le daba un vuelco el estómago al ver a su padre de pie justo a su lado.— ¿Sofía, serías tan amable de bajar de ese coche en este preciso instante, por favor?— ordenó tajante Adolfo Montemayor—y dile al caballero que ya puede marcharse de mi casa.Gonzalo y Sofía se miraron a los ojos y Gonzalo vio la aprensión en el rostro de la chica.— Llegó la hora, amor, hablaré con tu padre.—No, Gonzalo, esto debo hacerlo yo.— No voy a dejarte afrontar sola este momento.— Ya estoy mayorcita, cariño, y como te dije antes, no me rompo fácilmente, no le tengo miedo a mi padre, sólo no quisiera tener que discutir con él por esto.— Sof
— No es el momento para hablar de eso, papá, es tu fiesta. Espero que os guste vuestro regalo.— Sofía, no voy a permitir que eches a perder tu vida de esta forma.— Lo acabas de decir tú mismo. Es mi vida papá, no quiero discutir contigo, pero si sigo o no esta relación, no será por lo que tú opines, sino por lo que decidamos Gonzalo y yo.— No puedes entender que ese hombre tiene casi mi edad?— Eso no es relevante, sino si me hace feliz y juraría que eso debería ser lo más importante para vosotros también. Comprendo que es algo que tenéis que digerir, pero, debéis comprender que la única dueña de mi vida soy yo y si me va bien o no con Gonzalo, es a mí a quien va a afectar, soy yo quien se arriesga.— Así que vas a insistir en ese absurdo comportamiento.— Debo hacer las cosas por mí misma o permaneceré para siempre bajo tus alas. Déjame volar, porque no puedes encerrarme en una jaula. Te guste o no, tu niñita creció y ya salió del nido...estoy segura de que si no estuvieras empeña
Gonzalo se dirigió a su tienda, y se ocupó un rato en organizar algunas cosas pendientes. Al terminar, llamó a Sofía y quedaron en verse en el club junto a Ana para almorzar y él decidió adelantarse. Allí se encontró con algunos amigos y al llegar las jóvenes, las guió al restaurante. Se ubicaron en una mesa y ordenaron. La charla era amena y se reían cuando una mano de uñas perfectamente manicuradas se posó sobre el hombro de Gonzalo.— ¡Hola querido! que sorpresa verte por aquí! — los hermosos labios de Diana se curvaron en una sonrisa, pero sus ojos no sonreían de la misma forma. Gonzalo se puso de pie, y cuando iba a saludar la mujer volvió a hablar —¿Estás con la familia? ¿Cuál de ellas es tu hija?— preguntó a sabiendas de que molestaba con ese comentario — Ninguna — le respondió Gonzalo imperturbable —Sofía, Ana María, la señora Diana Valdez, una amiga... —antes de que terminara las presentaciones, Diana lo interrumpió.— ¡Que tonta soy! Como son tan jovencillas me imaginé que
— Hola, amor... — se acercó a ella y la besó— ¿me extrañaste?— Con desesperación — puso sus brazos alrededor del cuello de Gonzalo—pensé que te habrías olvidado de mí.—Nunca, preciosa, nunca.— ¿Hablaste con tu familia?— Sí y quieren conocerte.— ¿Quieren o les exigiste?— le preguntó preocupada— no quiero imponerme ante nadie. En realidad, creo que podrías darles tiempo para...— Para nada...—le detuvo—van a conocerse y si funciona bien, fenomenal, si no, ya veremos cómo lo resolvemos en el camino. Tendremos una comida familiar y tu estarás allí. Voy a organizarlo todo. Quiero presumirte delante de mi gente.— ¡Ay, por Dios! ¿No crees que sería mejor uno a uno?— replicó intimidada por lo que podría significar.— Todos de una vez. ¡No te preocupes por nada! Te van a amar tanto como yo.— ¡Sí, suéñalo!— suspiró sabiendo que nada iba a ser tan fácil como él sugería.— Preciosa, no sé tú, pero yo estoy exhausto. Quisiera tomar un baño y cenar algo... ¿te apetece una pizza?— ¡Me encant
— Señorita Montemayor — dijo la voz de Adolfo como único saludo cuando Sofía atendió su teléfono.— Su Señoría— dijo Sofía sin inmutarse ante el tono formal de su padre.— ¿Serías tan amable de comer conmigo esta noche?— recordó Adolfo la sugerencia de Gonzalo y decidió dejar la ceremonia a un lado.— ¿Es una invitación normal o me estás llevando con engaños a mi juicio?— Quiero verte, hija. Necesitamos hablar sobre lo que ocurre — dijo con calma.— Papá —se sintió confundida con el tono conciliador de su padre —Me encantará verte, pero...— Prometo escucharte sin juzgarte, hija.— En ese caso, cuando quieras.— ¿Te parece esta noche? Puedo pasar por ti al hospital.— Me parece perfecto, te espero cuando termine mi jornada.— Entonces, es una cita.— Si, papá, una cita ¡Te espero! ¡Ah, papá!— lo detuvo antes de que cortara la llamada —Te quiero mucho.— Y yo a ti, Sofía—la chica no pudo ver la sonrisa de afecto que cubrió el rostro de su padre.Al terminar de hablar con Adolfo, le
Sofía miró el anillo que le ofrecía Gonzalo y las palabras no salían de su boca. Sentía un nudo en su garganta que no le permitía hablar. Un torbellino de emociones se agolpaba en su pecho, y no le dejaban respirar.— Sofía... ¿vas a darme una respuesta? — preguntó angustiado ante la actitud de la joven, hasta que finalmente Sofía logró articular palabras.— Gonzalo... no me esperaba esto. Es tan repentino. — decía ofuscada.— ¿Y cuál es tu respuesta, Sofía?Sofía levantó sus grandes ojos con una mirada desesperada y miró a Gonzalo.— Cariño, te amo, no tengo duda de eso, pero...— Pero, no quieres casarte conmigo... ¿Sofía, por qué te cuesta tanto aceptar? Si estás segura de lo que sientes y hemos luchado para estar juntos.— Y podemos estar juntos, pero no hace falta que estemos casados para eso... no quiero presiones en mi vida.— Pero yo necesito que te comprometas en esta relación.— No hace falta estar casados para estar comprometidos. Yo te amo, Gonzalo, pero no quiero sentirme