Reunidos todos para celebrar el cumpleaños de Gonzalo, en aquel hermoso lugar donde tiempo atrás sorprendieran a Sofía para el suyo, la joven notó en su novio una actitud distante.A pesar de que durante la fiesta él trataba de mostrarse alegre, su mirada no era la de siempre. Tomaba un trago conversando con su hijo, pero miraba a Sofía que saltaba de grupo en grupo, riendo y bromeando con todos. Miraba a la gente a su alrededor y aquello se podría considerar su sueño, pero algo le estaba molestando y tuvo que aceptar que coleccionar otro año, no le resultaba particularmente agradable. Sin embargo, tenía que aceptar que esa preciosa jovencita lo amaba aunque le doblara la edad y debía sentirse feliz y agradecido con la vida por ello. Verla con aquel lindo vestido color perla, sonriendo a todos y de vez en cuando, volteando a verlo con aquellos ojos brillantes le infundía nueva vida a Gonzalo.La observaba con una sonrisa cuando la vió dirigirse al escenario donde tocaba la banda.
Su tienda era su orgullo. La había fundado y visto crecer con esfuerzo. Cada antigüedad había sido escogida con esa destreza especial que él tenía para seleccionar las mejores piezas. A sus cincuenta y cinco años había logrado todo lo que se había propuesto. Incluso un buen matrimonio mientras duró. La rutina hizo mella en aquella unión tranquila que tuvo con Estela, pero se dieron cuenta de que ya no había amor, la pasión se había perdido. Estela era guapa, sofisticada, pero no había química entre ellos. Tuvieron dos hijos, Armando y Lucía. Veinteañeros cuando el matrimonio de sus padres se derrumbó. Tuvieron un divorcio como lo había sido su matrimonio, amistoso, y sin mayores emociones. Ahora era un hombre soltero de nuevo. Alto, guapo, sofisticado, distinguido, sonrisa encantadora y mirada profunda. Su soltería le gustaba, se sentía cómodo con la vida que tenía. No sabía cuán cerca estaba de vivir el mayor cambio en su vida cuando abrió su tienda esa mañana.Allí se encontraba, ta
Finalmente se decidió a ir a la habitación, y comenzó a caminar, pero al llegar al salón, allí estaba Ana María esperando. Sofía saltó de la sorpresa de encontrarse a alguien de esa forma.— ¡¡¡An!!! ¡Tía, que casi me matas del susto!- le reclamó. — ¿Qué haces despierta a esta hora y deambulando por la casa en la oscuridad?—Y tú creíste realmente que me iba a dormir muy tranquila. ¡Cuéntame qué pasó con el viejo! — respondió la muchacha quien iba vestida con un pijama que le iba muy grande.— An, no hables de esa forma de Gonzalo.— Cómo se supone que le diga: ¿el joven del ayer? Le digo viejo, porque es un viejo.— ¡Es un caballero estupendo! — le contó a su amiga. — Pasamos una velada fabulosa. No nos alcanzó la noche para conversar ¡Sabe tanto de tantas cosas! —dijo ensoñadora Sofía.— Amiga, ¿te estás escuchando? — le reclamó Ana María — ¡Sabe de todo porque tiene mil años en la tierra! ¡Es un dinosaurio! — agarró a Sofía por los hombros y la zarandeó — ¡Despierta, tonta! ¡Ese ho
Gonzalo se fue directamente a su apartamento, en el que vivía desde su divorcio. Entró al lugar, exquisitamente decorado con un estilo ecléctico que combinaba con inmejorable gusto elementos modernos típicos de un hogar masculino con las antigüedades favoritas de Gonzalo.Los muebles en tonos negros, gris y café dominaban el lugar, que contaba con una vista excelente de la ciudad al encontrarse en el piso 20 del edificio.Fue a su habitación y se desnudó para entrar a la ducha. Mantenerse activo, practicar tenis los fines de semana y correr un par de kilómetros cada mañana, le habían permitido conservar su cuerpo firme y definido, y a sus 55 años, sin la menor duda era un hombre extremadamente atractivo.Nunca le faltó compañía femenina, pero siempre se mantuvo en el rango de edades por encima de los 40 años, pues consideraba que las mujeres maduras eran mucho menos complicadas que las más jóvenes. Solían buscar compañía, pero la mayoría no estaba interesada en relaciones profundas o
El domingo hablaron por teléfono muy temprano y Gonzalo le dijo que pasaría el día con su familia y acordaron que sacarían tiempo durante la semana para verse nuevamente cuando sus ocupaciones se los permitiera.Varios días transcurrieron antes de que las guardias del hospital le dejaran algún tiempo libre para verse.Las bombas que predijo Sofía comenzaron a detonar mucho antes de lo esperado, cuando demasiado ocupada con sus obligaciones, y deseosa de ver a Gonzalo, lo instó a comer con ella en la cafetería del hospital.Él llegó a mediodía y le escribió a su móvil para avisarle. Acordaron verse en la cafetería. Allí se dirigió Gonzalo, ubicó una mesa en el atestado local y se sentó a esperar. Poco después Sofía llegó y se sentó a su lado.— Hola bellísima doctora — se levantó y le movió la silla para que se sentara — Si la montaña no va a Mahoma...— un rápido beso entre ellos y se sentaron.— Lamento haber estado tan complicada, este semestre es el último de práctica profesional ¡y
La mañana llegó antes de que Sofía sintiera haber dormido lo suficiente, pero igualmente y a regañadientes se levantó y entró al baño a terminar de despertarse en la ducha. Se arregló y vistió su uniforme, metió un cambio de ropa en su morral para vestirse en la tarde para verse con Gonzalo y bajó a la cocina. Allí se encontró con toda la familia preparándose para su día. La joven del servicio le colocó en las manos una taza de café con leche y una tostada de pan untado, lo cual constituía su desayuno regular. Rara vez tomaba algo más a esas horas.— Buen día papá, mamá— le dio un beso a cada uno y se dirigió a sus hermanos, quienes atacaban sendos desayunos — ¡Bestias! — dijo a modo de saludo a sus hermanos, Roberto y Manuel y mordió su tostada.— Dichosos los ojos que la ven, señorita— le reclamó su padre, quien con mirada adusta, le recriminó— cuántos días sin saber de usted.— Días duros, Su Señoría— burló a su padre —Procuraré en adelante agendar citas con ustedes más a menudo— s
Gonzalo respiró profundo y se volvió a mirar a las chicas una a una. Sonrió ampliamente y fue hasta su hija, quien estaba más cerca de él, le dio un beso al rostro inmóvil de Lucía y la saludó con afecto, pero su hija no le correspondió. Luego fue hasta Sofía y la besó muy brevemente en los labios, para sorpresa de ambas.— ¡Qué bonita sorpresa encontrarlas a ambas aquí! — colocó su maleta en un rincón y se volvió a mirarlas. —Me alegra que se hayan conocido. Cariño... —miró a Sofía— estoy feliz de verte por fin. ¡Fue una semana muy larga! — fue hasta el bar y se sirvió un trago y les ofreció algo de tomar a las mujeres, a lo cual ambas declinaron, mirándolo sin saber qué hacer al verlo a él tan sereno ante la incómoda situación. Fue Lucía quien rompió el silencio.— ¿Papá, puedes explicarme que significa esto?- le preguntó evidentemente molesta con la actitud natural de Gonzalo.—¿Qué debo explicarte, cariño?— le preguntó con tono conciliador — Creo que todo está claro.— ¿Cómo te a
— Debes darle tiempo para asumir esto, no es fácil para tus padres y yo lo comprendo así, de modo que vas a tener que ser paciente y comprensiva con tu familia porque no les estás diciendo que vas a Hawái—rozó sus labios en un ligero beso.Fue en ese momento justamente cuando un nudillo tamborileó en el cristal del coche del lado de Sofía.La chica sintió como le daba un vuelco el estómago al ver a su padre de pie justo a su lado.— ¿Sofía, serías tan amable de bajar de ese coche en este preciso instante, por favor?— ordenó tajante Adolfo Montemayor—y dile al caballero que ya puede marcharse de mi casa.Gonzalo y Sofía se miraron a los ojos y Gonzalo vio la aprensión en el rostro de la chica.— Llegó la hora, amor, hablaré con tu padre.—No, Gonzalo, esto debo hacerlo yo.— No voy a dejarte afrontar sola este momento.— Ya estoy mayorcita, cariño, y como te dije antes, no me rompo fácilmente, no le tengo miedo a mi padre, sólo no quisiera tener que discutir con él por esto.— Sof