Capitulo:2

Lucía despertó aquella mañana con la presión de la deuda aún sobre sus hombros, el peso de la situación de su madre como una losa. Desde que Massimo le había dado dos días para pensar, las horas parecían arrastrarse a una velocidad insoportable. Había pasado toda la noche buscando formas de conseguir el dinero que necesitaba, haciendo llamadas, contactando viejos amigos y revisando todos sus ahorros. Pero nada. Nada había sido suficiente. Los 50,000 euros que necesitaba para su madre seguían siendo inalcanzables.

Con cada intento fallido, la ansiedad aumentaba. No podía dejar de pensar en la propuesta de Massimo. Sabía que él estaba acostumbrado a tenerlo todo a su alcance, que el dinero nunca había sido un problema para él. Y esa era precisamente la razón por la que se resistía a su oferta. No quería que la situación de su madre fuera aprovechada por un hombre como Massimo, alguien tan ególatra y calculador.

Pero la situación se complicó aún más cuando llegó a su puesto de trabajo esa mañana. Justo al llegar a su escritorio, le entregaron un sobre con el sello de recursos humanos. Lo abrió con rapidez, casi sin saber qué esperar. Al leer las palabras en el papel, su corazón se detuvo por un segundo.

"Estimadísima Lucía Martín, lamentablemente, debemos informarle que, a pesar de nuestras mejores intenciones, la empresa no puede proporcionarle un préstamo personal por la cantidad que ha solicitado. Massimo Ricci ha indicado que no es posible."

Lucía sintió como si todo se derrumbara alrededor suyo. Sabía que el poder de Massimo llegaba hasta esos límites. Él no solo controlaba la empresa, sino también la vida de todos los que trabajaban allí. Y ahora, con su madre luchando por sobrevivir, la única salida que parecía tener era una propuesta que no quería aceptar.

—Lo siento mucho, Lucía —le dijo el encargado de recursos humanos con una mirada de condolencia. — Massimo nos indicó que no era apropiado. Hay situaciones personales que debemos respetar, pero también las reglas de la empresa.

Lucía asintió sin decir palabra. Se levantó de su silla, sentía el nudo en su garganta que la hacía casi imposible hablar. ¿Qué le quedaba ahora? Massimo había cortado cualquier opción de conseguir el dinero por la vía que ella había considerado. La desilusión la inundaba, y la rabia no se hizo esperar. ¿Cómo podía hacerle esto? ¿Por qué lo hacía? Pensó. La respuesta parecía clara: control. Siempre había sido así, y ella, aunque lo odiara, también lo sabía.

Salió de la oficina en dirección a la salida, sin más energía que la que le quedaba para caminar. La tarde pasó rápidamente entre intentos de buscar una solución. Habló con más personas, algunas de las cuales ofrecieron préstamos de pequeñas cantidades, pero nada se acercaba siquiera a lo que necesitaba. La opción más viable parecía ser un préstamo bancario, pero en cuanto vio la cifra, algo en su interior se retorció.

A la hora de almuerzo, con el corazón acelerado y la mente fija en su objetivo, Lucía se dirigió hacia varios bancos cercanos. No podía perder más tiempo. Necesitaba resolver la situación, encontrar una salida antes de que fuera demasiado tarde. Su madre dependía de ella, y no podía rendirse. Aunque la idea de pedir un préstamo con tanto interés la horrorizaba, el tiempo era implacable. A cada segundo, la angustia crecía en su interior.

En un banco en particular, tras una larga conversación con un ejecutivo, Lucía quedó finalmente con una oferta. El banco le otorgaría un préstamo de 100,000 euros, sin importar la cantidad exacta que necesitaba. La oferta estaba ahí, pero algo en su interior la hizo vacilar. Aunque no le faltaba el dinero, se le ofrecía una suma mucho mayor de la que pedía, lo cual la ponía en una situación de deuda mucho más grande de la que había planeado inicialmente.

Salió del banco con la oferta en las manos, caminando rápidamente hacia la calle, su mente procesando la información, pero sintiendo que la presión de tomar una decisión correcta le oprimía el pecho. Podía sentirse tentada a aceptar, pero la idea de quedar atrapada en una deuda que excediera sus necesidades la aterraba. ¿Qué pasaría si, después de todo, su madre no sobrevivía? ¿Qué pasaría si tomaba ese dinero y quedaba aún más atrapada en un círculo del que nunca podría salir?

Pensó en Massimo. En la arrogancia con la que le había hablado, en su propuesta de ser su amante. En la manera en que había hablado de su dinero como si fuera algo que podía repartir a su antojo. Lucía lo odiaba por ello, y ahora, además de su desprecio, también sentía un vacío en su interior. Sabía que él tenía los medios para ayudarla, pero su orgullo y su deseo de control se lo impedían.

Decidió regresar a la empresa, ya que no podía perder más tiempo. Tenía solo un día para encontrar la forma de conseguir el dinero, pero sus opciones se iban agotando rápidamente. En cuanto llegó a la oficina, su mente seguía en blanco. Se sentó frente a su escritorio, mirando la pantalla de su ordenador sin ver nada en ella, solo pensando en lo que vendría al día siguiente.

El reloj avanzaba. Un par de horas después, la jornada de trabajo terminó. Massimo no había vuelto a hablarle de su propuesta. Él seguía en su mundo, como si nada de lo que ocurría alrededor le afectara. Lucía estaba agotada, pero aún no podía rendirse. Solo le quedaba una última opción: esperar al día siguiente y ver qué sucedía. El plazo de dos días se estaba agotando.

Esa noche, Lucía no pudo dormir. Estaba atrapada entre lo que debía hacer y lo que no quería hacer. Si aceptaba el préstamo de Massimo, todo cambiaría. Sabía que él esperaría algo a cambio. Pero su madre… Su madre no podía esperar más. Mañana tendría que tomar una decisión. Pero hasta entonces, Lucía sabía que solo podía confiar en sí misma, aunque la presión la estuviera aplastando.

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