Lucía despertó aquella mañana con la presión de la deuda aún sobre sus hombros, el peso de la situación de su madre como una losa. Desde que Massimo le había dado dos días para pensar, las horas parecían arrastrarse a una velocidad insoportable. Había pasado toda la noche buscando formas de conseguir el dinero que necesitaba, haciendo llamadas, contactando viejos amigos y revisando todos sus ahorros. Pero nada. Nada había sido suficiente. Los 50,000 euros que necesitaba para su madre seguían siendo inalcanzables.
Con cada intento fallido, la ansiedad aumentaba. No podía dejar de pensar en la propuesta de Massimo. Sabía que él estaba acostumbrado a tenerlo todo a su alcance, que el dinero nunca había sido un problema para él. Y esa era precisamente la razón por la que se resistía a su oferta. No quería que la situación de su madre fuera aprovechada por un hombre como Massimo, alguien tan ególatra y calculador.
Pero la situación se complicó aún más cuando llegó a su puesto de trabajo esa mañana. Justo al llegar a su escritorio, le entregaron un sobre con el sello de recursos humanos. Lo abrió con rapidez, casi sin saber qué esperar. Al leer las palabras en el papel, su corazón se detuvo por un segundo.
"Estimadísima Lucía Martín, lamentablemente, debemos informarle que, a pesar de nuestras mejores intenciones, la empresa no puede proporcionarle un préstamo personal por la cantidad que ha solicitado. Massimo Ricci ha indicado que no es posible."
Lucía sintió como si todo se derrumbara alrededor suyo. Sabía que el poder de Massimo llegaba hasta esos límites. Él no solo controlaba la empresa, sino también la vida de todos los que trabajaban allí. Y ahora, con su madre luchando por sobrevivir, la única salida que parecía tener era una propuesta que no quería aceptar.
—Lo siento mucho, Lucía —le dijo el encargado de recursos humanos con una mirada de condolencia. — Massimo nos indicó que no era apropiado. Hay situaciones personales que debemos respetar, pero también las reglas de la empresa.
Lucía asintió sin decir palabra. Se levantó de su silla, sentía el nudo en su garganta que la hacía casi imposible hablar. ¿Qué le quedaba ahora? Massimo había cortado cualquier opción de conseguir el dinero por la vía que ella había considerado. La desilusión la inundaba, y la rabia no se hizo esperar. ¿Cómo podía hacerle esto? ¿Por qué lo hacía? Pensó. La respuesta parecía clara: control. Siempre había sido así, y ella, aunque lo odiara, también lo sabía.
Salió de la oficina en dirección a la salida, sin más energía que la que le quedaba para caminar. La tarde pasó rápidamente entre intentos de buscar una solución. Habló con más personas, algunas de las cuales ofrecieron préstamos de pequeñas cantidades, pero nada se acercaba siquiera a lo que necesitaba. La opción más viable parecía ser un préstamo bancario, pero en cuanto vio la cifra, algo en su interior se retorció.
A la hora de almuerzo, con el corazón acelerado y la mente fija en su objetivo, Lucía se dirigió hacia varios bancos cercanos. No podía perder más tiempo. Necesitaba resolver la situación, encontrar una salida antes de que fuera demasiado tarde. Su madre dependía de ella, y no podía rendirse. Aunque la idea de pedir un préstamo con tanto interés la horrorizaba, el tiempo era implacable. A cada segundo, la angustia crecía en su interior.
En un banco en particular, tras una larga conversación con un ejecutivo, Lucía quedó finalmente con una oferta. El banco le otorgaría un préstamo de 100,000 euros, sin importar la cantidad exacta que necesitaba. La oferta estaba ahí, pero algo en su interior la hizo vacilar. Aunque no le faltaba el dinero, se le ofrecía una suma mucho mayor de la que pedía, lo cual la ponía en una situación de deuda mucho más grande de la que había planeado inicialmente.
Salió del banco con la oferta en las manos, caminando rápidamente hacia la calle, su mente procesando la información, pero sintiendo que la presión de tomar una decisión correcta le oprimía el pecho. Podía sentirse tentada a aceptar, pero la idea de quedar atrapada en una deuda que excediera sus necesidades la aterraba. ¿Qué pasaría si, después de todo, su madre no sobrevivía? ¿Qué pasaría si tomaba ese dinero y quedaba aún más atrapada en un círculo del que nunca podría salir?
Pensó en Massimo. En la arrogancia con la que le había hablado, en su propuesta de ser su amante. En la manera en que había hablado de su dinero como si fuera algo que podía repartir a su antojo. Lucía lo odiaba por ello, y ahora, además de su desprecio, también sentía un vacío en su interior. Sabía que él tenía los medios para ayudarla, pero su orgullo y su deseo de control se lo impedían.
Decidió regresar a la empresa, ya que no podía perder más tiempo. Tenía solo un día para encontrar la forma de conseguir el dinero, pero sus opciones se iban agotando rápidamente. En cuanto llegó a la oficina, su mente seguía en blanco. Se sentó frente a su escritorio, mirando la pantalla de su ordenador sin ver nada en ella, solo pensando en lo que vendría al día siguiente.
El reloj avanzaba. Un par de horas después, la jornada de trabajo terminó. Massimo no había vuelto a hablarle de su propuesta. Él seguía en su mundo, como si nada de lo que ocurría alrededor le afectara. Lucía estaba agotada, pero aún no podía rendirse. Solo le quedaba una última opción: esperar al día siguiente y ver qué sucedía. El plazo de dos días se estaba agotando.
Esa noche, Lucía no pudo dormir. Estaba atrapada entre lo que debía hacer y lo que no quería hacer. Si aceptaba el préstamo de Massimo, todo cambiaría. Sabía que él esperaría algo a cambio. Pero su madre… Su madre no podía esperar más. Mañana tendría que tomar una decisión. Pero hasta entonces, Lucía sabía que solo podía confiar en sí misma, aunque la presión la estuviera aplastando.
Lucía se miró al espejo una última vez antes de salir de su apartamento. Su reflejo le devolvía una imagen de poder y determinación. Se había vestido con elegancia, sabiendo que esa era la única armadura que necesitaba para enfrentarse a Massimo Ricci en su oficina. Los pantalones altos de lino verde se ajustaban a su figura de manera impecable, realzando sus curvas, mientras que la blusa blanca de cuello alto acentuaba su porte elegante y profesional. Un toque de labial rojo brillante completaba el conjunto, dándole un aire de confianza que no pasaba desapercibido. Lucía sabía lo que significaba estar frente a él, y si algo podía hacer, era controlar su apariencia.Al llegar a la oficina, el ambiente era tan tenso como la vez anterior. Massimo ya estaba en su despacho, sumido en el trabajo, pero no pudo evitar notar su presencia en cuanto entró al lugar. Los ojos de él recorrieron cada uno de sus movimientos, admirando su porte impecable y la forma en que su atuendo resaltaba su figu
El sonido del teléfono resonó en su bolso, pero Lucía no lo miró. Estaba a punto de entrar al hospital, con el corazón pesado y la mente atrapada en la misma batalla que había tenido durante los últimos días. A medida que cruzaba el pasillo del hospital, sus pasos se aceleraban, como si en algún rincón de su alma supiera que ese sería un día crucial. Hoy tenía que tomar una decisión.Al llegar a la habitación de su madre, la visión que encontró la dejó helada. Doña Carmen seguía tan débil, con los ojos cerrados y la piel pálida, respirando con dificultad. Lucía se acercó lentamente a la cama, acariciando la mano de su madre con delicadeza, como si eso pudiera devolverle algo de vitalidad. La enfermera que estaba al lado de la cama la observó con una mirada de comprensión, pero también con tristeza.—Lucía, su estado es grave… —la enfermera susurró, sabiendo lo que eso implicaba. — Necesita cuidados inmediatos. El costo de la hospitalización sigue aumentando.Lucía cerró los ojos, cont
Massimo Ricci se reclinó en su silla de cuero negro, con las manos entrelazadas detrás de su cabeza. Estaba solo en su oficina, observando el horizonte desde su ventana de cristal, pero su mente no estaba allí. La vista de la ciudad de Florencia se desdibujaba mientras sus pensamientos volvían a la mujer que acababa de dejar en su despacho.Lucía… esa mujer que había irrumpido en su vida de una manera que no esperaba. A pesar de todo lo que había logrado a sus 35 años, con el imperio empresarial que había construido a base de decisiones implacables y años de arduo trabajo, había algo en ella que lo sacudía por dentro. Nunca pensó que una mujer de la edad de Lucía podría despertar en él esos deseos primitivos y salvajes que había intentado mantener controlados durante años.Massimo había sido un hombre cerrado, escéptico en cuanto a las relaciones. Había sufrido la traición de mujeres en el pasado, y eso lo había dejado marcado. En su mundo, las personas eran solo piezas en su ajedrez,
Massimo Ricci arrancó su Maserati y se adentró en las estrechas calles de Italia. La ciudad, siempre vibrante y llena de vida, parecía estar más calmada esa noche, pero él no podía dejar de sentir que algo importante se estaba gestando. El suave rugir del motor y el aroma del cuero de su coche lo rodeaban, mientras un perfume exclusivo y sofisticado lo envolvía, como una segunda piel. Con su traje negro perfectamente ajustado, sus zapatos de cuero impecables y el brillo de su Rolex en su muñeca, parecía un hombre que estaba destinado a dominar todo lo que tocara. Y Lucía, la mujer que había entrado en su vida como una tormenta, no sería la excepción.La noche estaba despejada, y Massimo no aceleró. Sabía que tenía tiempo de sobra, y su mente, siempre calculadora y controlada, se mantenía centrada en la situación que se desarrollaría esa noche. Había algo en Lucía que lo desconcertaba. Esa mujer, tan aparentemente distante, tan disciplinada y decidida, lo estaba desconcertando de una m
Lucía no podía dejar de sentir un nudo en el estómago. Había tomado una decisión, una que la atormentaba, pero sabía que no había vuelta atrás. Massimo Ricci no era un hombre fácil de ignorar, y mucho menos de evitar. Con su poder, su arrogancia y su mirada desafiante, lo había dejado claro desde el principio: este era un juego en el que ella no podría salir indemne si no aceptaba las reglas.Pero algo dentro de ella le decía que no tenía opción. Si salía corriendo, él podría hacerle daño de una forma u otra. Y, lo peor, sería la angustia de no poder ver a su madre. Él no lo diría, pero sabía que Massimo, con su poder, podría hacerle la vida aún más difícil. Y eso la aterraba. Con pasos vacilantes, se acercó a él, que estaba sentado en el sofá, observándola con una mirada fija que parecía penetrar más allá de su piel."No puedes rendirte ahora, Lucía," pensó para sí misma. Estaba demasiado involucrada, demasiado comprometida. La única salida era seguir adelante, aunque cada parte de s
Los días después de la cita con Massimo habían sido una mezcla de emociones contradictorias. Lucía no podía dejar de pensar en lo que había sucedido. Aunque se había mantenido firme en su decisión, una parte de ella sentía una constante tensión, como si algo dentro de ella se estuviera preparando para una tormenta. La sensación que había quedado en su piel después de ese encuentro no desaparecía. Massimo Ricci era una presencia que no se olvidaba fácilmente.El domingo llegó con la rapidez de siempre. Lucía sabía que ese día marcaría el inicio de algo que no tenía vuelta atrás. Sabía lo que implicaba aceptar la propuesta de Massimo, aunque su mente intentaba racionalizarlo. Había aceptado, sí, pero lo hacía por su madre, no por él. Aun así, una parte de su ser le decía que era más complicado que eso. Había algo en él que la atraía, algo que no podía explicar.Aquel día, Lucía salió de compras. Quería sentirse bien consigo misma, sentir que, aunque todo estuviera ocurriendo rápidamente
Massimo sabia que la Lucia estaba en el hotel, no habia llegado antes porque tuvo una reunion importante en casa de sus padres, el no era un hombre de rendir cuentas pero cuando su madre trataba de verlo a el le daba gusto complacerla. Asi que paso la tarde con sus padres.Salio de la masion de los Ricci y se dirigio a uno de los hoteles mas lujosos que tenia italia, sin prisa y sin nervios el sabia que ella habia acudido al hotel y hasta que salio de la habitacion y habia cenado, ella habia cumplido con su parte le habia entregado su analitica y la planificacion y los resultados de su visita al ginecologo, asi que comprobo que de verdad seria el unico hombre que va a probar por primera vez semajante mujer. El no se concideraba un hombre feo, es mas piensa que Dios lo premio con tanta belleza, pero esa mujer era innegablemente hermosa y determinada.Con esos pensamientos aparco en el hotel, y se dirigio al bar del tomo un trago de wisky y se retiro a la suit que habia recerbado. Cuand
Lucia se encontraba sentada en el borde de la cama, mirando fijamente la pared de la habitación del hotel. La luz del sol de la mañana entraba tímidamente a través de las cortinas, pero a pesar de la claridad exterior, su mente estaba envuelta en sombras. No era cansancio físico lo que la agobiaba, sino una sensación mucho más profunda, más dolorosa: la vulnerabilidad. La noche anterior había sido un punto de quiebre, un antes y un después que la había dejado expuesta, más de lo que hubiera querido admitir. La frialdad con la que Massimo había manejado todo… cómo la había utilizado sin ningún remordimiento, como una pieza más en su juego.Recordaba perfectamente el momento en que su cuerpo había cedido a la atracción, cuando sus manos, tan firmes y seguras, la habían sostenido, y cómo se había dejado llevar por la pasión que él tan habilidosamente había despertado en ella. Pero, más que el ardor de esa pasión, lo que realmente la desbordaba ahora era la sensación de haberse entregado