Capitulo:3

Lucía se miró al espejo una última vez antes de salir de su apartamento. Su reflejo le devolvía una imagen de poder y determinación. Se había vestido con elegancia, sabiendo que esa era la única armadura que necesitaba para enfrentarse a Massimo Ricci en su oficina. Los pantalones altos de lino verde se ajustaban a su figura de manera impecable, realzando sus curvas, mientras que la blusa blanca de cuello alto acentuaba su porte elegante y profesional. Un toque de labial rojo brillante completaba el conjunto, dándole un aire de confianza que no pasaba desapercibido. Lucía sabía lo que significaba estar frente a él, y si algo podía hacer, era controlar su apariencia.

Al llegar a la oficina, el ambiente era tan tenso como la vez anterior. Massimo ya estaba en su despacho, sumido en el trabajo, pero no pudo evitar notar su presencia en cuanto entró al lugar. Los ojos de él recorrieron cada uno de sus movimientos, admirando su porte impecable y la forma en que su atuendo resaltaba su figura sin esfuerzo. Lucía, consciente de esa mirada, decidió no dejarse intimidar. La misión estaba clara: cumplir con su trabajo, y nada más.

—Lucía, necesito esos informes sobre el proyecto que discutimos ayer. —Massimo habló con tono autoritario, pero sin perder ese toque de seducción velada que no se le escapaba a ella.

Lucía asintió y se acercó a su escritorio, sacando los papeles que había preparado para él. El ambiente se llenó de una tensión palpable mientras ambos discutían los detalles del proyecto. Massimo la observaba con atención, sus ojos oscuros no perdían ni un solo movimiento de su cuerpo, pero Lucía se mantenía enfocada. A pesar de la atracción que sentía hacia él, no podía permitirse caer en su juego. Estaba allí para trabajar, no para ceder a sus encantos.

Cuando la conversación terminó, Lucía se levantó para irse, pero antes de que pudiera dar un paso hacia la puerta, Massimo la detuvo con su voz grave.

—Lucía… —dijo él, y por un momento, su tono se suavizó, pero algo en su mirada seguía siendo desafiante—. ¿Has pensado en mi propuesta?

Lucía, aunque sintió el nudo en el estómago, se mantuvo firme.

—Aún no tengo una respuesta. —Dijo, con voz controlada—. Mi madre sigue en estado delicado, y eso es lo que ocupa mi mente en este momento.

Massimo la observó en silencio por unos segundos, como si evaluara sus palabras. Pero antes de que pudiera contestar, su celular vibró sobre la mesa. Sin mirar a Lucía, lo tomó con rapidez y vio el número en la pantalla. Era una llamada urgente, algo que no podía esperar. Con un suspiro, levantó la mirada y la fijó en ella, como si estuviera decidido a deshacerse de cualquier otra preocupación.

—Tengo que ir a un restaurante ahora mismo —dijo sin rodeos, y luego, como si fuera algo obvio—. Cancela mis citas de la tarde, Lucía.

La dureza en su voz le dejó claro a Lucía que no era una solicitud, sino una orden. Pero lo que sucedió a continuación hizo que su piel se erizara. Massimo se acercó un par de pasos, y mientras ella se mantenía inmóvil, el tono de su voz cambió por completo. Ahora, estaba más cerca de lo que nunca había estado, con una energía que parecía volátil.

—Quedan pocas horas para que me des una respuesta, Lucía —le dijo en voz baja, casi ronca, su aliento tocando su piel. La cercanía hizo que Lucía sintiera un estremecimiento, pero ella no retrocedió. Se mordió el labio inferior, nerviosa, sin saber cómo manejar esa tensión palpable que aumentaba entre ellos.

Massimo sonrió, como si disfrutara ver el conflicto interno reflejado en su rostro. Con un movimiento lento y deliberado, levantó su pulgar y lo pasó suavemente por su labio inferior, apartándolo de sus dientes.

—No te hagas daño, gatita —susurró, con una sonrisa juguetona, pero cargada de deseo.

Lucía quedó completamente paralizada, su mente tratando de procesar lo que acababa de ocurrir. No pudo evitar sentir cómo su corazón aceleraba, cómo sus pensamientos se nublaban. ¿Qué se supone que era esto? ¿Un juego? ¿Una amenaza? Todo en Massimo irradiaba poder, y, aunque lo odiara por manipularla, no podía evitar sentir la atracción que provocaba en ella.

Él la miró por un momento más, con esa mezcla de arrogancia y deseo en sus ojos, y antes de que pudiera decir algo más, se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta. Mientras salía de la oficina, le echó un último vistazo, y con una mirada que decía mucho más que mil palabras, dijo en voz baja:

—Por cierto, estás verdaderamente hermosa con ese atuendo, Lucía. —Le guiñó un ojo con esa confianza inquebrantable que tanto lo caracterizaba. Luego, salió de la oficina, dejándola sola con sus pensamientos, una mezcla de inseguridad y frustración.

Lucía no pudo evitar sentir cómo la incomodidad la invadía al quedar completamente sola. Estaba atrapada entre dos mundos: su deseo de mantener su independencia y la necesidad de ayudar a su madre. Massimo le había lanzado una oferta peligrosa, y, aunque podía sentir que no era el tipo de hombre que aceptaría un "no" por respuesta, algo dentro de ella le decía que ceder a sus deseos sería un paso peligroso.

Se quedó mirando la puerta unos segundos, la imagen de él todavía fresca en su mente. ¿Qué haría ahora?

Lucía se encontraba, una vez más, en un cruce de caminos. Massimo había hecho su jugada, y la presión sobre ella aumentaba a cada minuto. Sabía que tenía que decidir, pero las consecuencias de esa decisión la atormentaban. ¿Debería aceptar su propuesta y perderse en su mundo? ¿O resistirse, y arriesgar la vida de su madre?

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