CAPÍTULO:17

Lucía permaneció en la entrada de la habitación, sintiendo el calor subirle al rostro mientras sus ojos recorrían la imagen frente a ella. Massimo estaba de pie, con el cabello húmedo cayendo en desorden sobre su frente y una simple toalla ceñida a su cintura. Su piel aún brillaba con rastros de agua, y su postura relajada solo aumentaba su atractivo. Apretó los labios, obligándose a desviar la mirada para no delatarse.

—No te quedes ahí. Entra y cierra la puerta —dijo él con su tono grave, sin dejar de mirarla.

Lucía respiró hondo y avanzó con pasos medidos, cerrando la puerta detrás de ella. Intentaba actuar con naturalidad, como si su jefe no estuviera semidesnudo frente a ella, pero su cuerpo reaccionaba de otra manera. Su corazón latía acelerado, y un cosquilleo se deslizaba por su piel.

—¿Para qué querías verme? —preguntó, cruzando los brazos como si eso pudiera darle algo de seguridad.

Massimo se pasó una mano por el cabello, despeinándolo aún más, y caminó hacia la mesa donde
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