2

Él, su mate, la estaba… rechazando. Asya sintió como un balde de agua helada sobre ella.

¿Por qué? ¿Por qué estaba haciendo eso? ¿No entendía? ¿Por qué la odiaba si ella… si ella…?

Sin embargo, su conciencia en medio del rechazo y del rompimiento del enlace en su cuello nubló toda su mente ni siquiera permitiéndole patearle el trasero a aquel lobo que le hacía aquello después de todo el sacrificio que ella había hecho por él.

Ilayen notó que ella se quedó tiesa y se fue girado para dejarla allí, no tenía nada más que hablar con ella cuando el brillo de algo filoso apareció en su rango de visión. El cuchillo en su mano. Acaso ella iba a hacerle lo mismo que a su padre. Realmente ella no amaba a na…

No… no iba en dirección a él sino a…

Su cuerpo se movió rápido, su mano atrapó la hoja de la daga que iba directo al cuello de la loba donde la punta se enterró a milímetros de la vena palpitante. La sangre tanto de él como de ella se mezcló cayendo al suelo.

-¿QUÉ DEMONIOS CREES QUE ESTÁS HACIENDO?- su grito hizo que las paredes temblaran. Su objetivo era que ella sufriera, no que terminara matándose, su sufrimiento no podía terminar tan pronto.

Sus ojos la fulminaron, pero ella no respondió. Ni siquiera cuando le arrebató el cuchillo y lo lanzó a un lado. Haciendo que ella cayera sobre el borde de la cama apenas sin fuerza.

-Acaso esa es tu intención- le gritó con las venas en su rostro marcándose por la furia- Seguir torturándome. No te pareció suficiente con ilusionarme, hacerme creer que estarías conmigo, te confié todos los planes para derrocar a mi padre, y con que me pagaste, con decirle todo a él, y en vez de venir conmigo cuando teníamos que huir simplemente delataste nuestra ubicación y pusiste en peligro a todos. Nos abandonaste, me abandonaste-

Asya… tampoco le respondió. Su rostro completamente helado, su nuca ardiendo, su pecho herido y su corazón destrozado. Ni siquiera escuchaba lo que él decía. Su mente no estaba consciente tras haberse quebrado algo en su interior. El dolor era el que reinaba en todos los sentidos con más intensidad que antes.

Ilayen vio el cuerpo de ella y los músculos de sus manos se tensaron tanto que sus venas se marcaron. Se giró antes que fuera a hacer algo y perdiera el control.

-Agárrenla y enciérrenla- gruñó a dos lobos en la puerta- y que ella sufra todo lo que le corresponde, y no será poco- para él fueron muchos años y se los haría pagar, su rabia no se esfumaría de la noche a la mañana.

Los lobos de la puerta lo miraron con duda.

-Alte… Alfa… ella es… la reina del harem, no podemos…

Ilayen gruñó haciendo que estos bajaran su cabeza y después enfocó a la hembra por encima de su hombro. Así que reina. El título que se le daba a…

-Así que hasta te convertiste en la favorita de mi padre- inclinó la cabeza con notable desprecio hacia ella- Hasta donde tuviste que abrir las piernas para pasar de la cuarta y olvidada esposa del harem, a la más cotizada e importante- bufó con ironía- Y pensar que antes me decías que solo me querías a mí y serías mi fiel compañera- se acercó a ella agarrándola de la barbilla mirando por encima del hombro el cuerpo muerto de su padre detrás de ella, los ojos del lobo estaban blancos y la sangre manchaba cada parte de él. La podía sentir fría debajo de su tacto y como temblaba- Que asco de mate me envió la Diosa Luna.

Ante esas palabras pudo ver una lágrima recorrió la mejilla pálida de su mate.

-Me arrepiento tanto… de haberte conocido, Asya- y la soltó con brusquedad.

Y así, con el corazón pesado se fue aleando hasta salir. Sin embargo, Ilayen no se sentía satisfecho.

Su padre… estaba muerto, el cuerpo de él sobre la cama, su corazón en algún lado de cuarto era prueba de ella, aunque no lo había podido matar él mismo. Hasta ese derecho se lo había arrebatado.

Y en segundo ¿se suponía que su sufrimiento terminara cuando la rechazara, cuando por fin pudiera renunciar a ella, cuando por fin la viera en aquel estado, complemente destruida, como lo había estado él. Mas no era así.

Su pecho pesaba, y lejos de estar satisfecho, tenía decepción y rabia… pero por él mismo.

Acaso ella seguiría haciéndolo padecer aun después de lograr su cometido.

Si solo… si solo… ella no hubiera aparecido en su vida.

***

Ilayen no miró atrás mientras salía de allí y se encaminaba hacia la sala que más su padre disfrutaba. Aquella del trono lunar. Donde el alfa mandaba a toda su manada desde la gran silla de diamnates talladas muchos años atrás y que había pasado de generación a generación y en la que él se sentaría ahora.

Sus pasos resonaron en el suelo, los lobos se separaban a su paso dejándolo pasar tras ser anunciado con un aullido su nuevo rango. Aquel que se opusiera seguiría el mismo destino de todos aquellos que estaban en el suelo.

Ilayen abrió las pesadas puertas de aquel salón. El espeso olor que golpeó su rostro lo hizo gruñir y cerrar sus ojos.

-Alfa- escuchó una voz familiar detrás de su espalda y no tuvo que girarse- No se ve feliz.

No, no lo estaba. Feliz estaría muy lejos de lo que realmente sentía en ese momento.

-Seth, no dejes que nadie me moleste- dijo con voz ronca en lo que avanzaba hacia el trono frente a él.

Su segundo al mando y el que seguramente sería su beta, se inclinó y cerró las puertas dejando al actual alfa solo. Ilayen subió los cinco escalones hacia la enorme silla. Esta se sentía dura, fría, solitaria. Y es como él se sentía por dentro.

Se dejó caer y recostó su cabeza hacia atrás. Se suponía que todo aquel que se sentara allí estaría cubierto por un velo de empeoramiento que haría temblar a los demás, pero ahora… simplemente se sentía vacío. Como si algo se hubiera quebrado dentro de él.  

Porque si. Él había rechazado a su mate.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP