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Ilayen atravesaba el pasillo donde los cuerpos estaba desparramos de un lado a otro. Los cuerpos de lobos desgarrando y otros abriendo el camino para él. Los bordes de su túnica abierta estaban manchados de sangre de aquellos que se le habían opuesto, al igual que sus manos con sus garras desenfundadas.

Él era más fuerte que todos ellos. Los genes alfas palpitaban en su interior y tras haberse manifestado los había desarrollados con un solo objetivo. Volver y tomar el lugar que le correspondía en la manada. Como el alfa absoluto de esta.

Solo faltaba una cosa. Ya tenía el control de la manada, los demás lobos lo habían reconocido como el hijo del alfa actual y no habían puesto resistencia, años de sufrimiento y sumisión los había marcado al punto de desesperarlos por otra alternativa, por un nuevo camino. Sin embargo… él no tenía tan buen corazón como parecía tener. En su mente solo giraban dos cosas.

Matar y vengarse. Y no a la misma persona.

Con solo pensarlo apretó sus dientes y sus ojos brillaron de un intenso dorado. Sus feromonas sofocaron a todos los presentes haciéndolos retroceder.

-Su alte… no… Alfa- uno de los lobos se acercó corriendo hacia él y bajó su cabeza en su sumisión.

El ceño de Ilayen se frunció. Que ya lo llamaran así significaba.

-¿Dónde está mi padre?- gruñó mostrando sus colmillos- Dejé dicho que nadie podría tocarlo que no fuera yo.

El lobo, como los demás retrocedieron con la cola entre las patas. La presencia imponente de Ilayen realmente lo aterraba.

-Es que… no fuimos nosotros- su voz temblaba.

El ceño de Ilayen se función aún más y apresuró su paso buscando el olor de su padre que estaba bañado en el metálico de la sangre. No se demoró en encontrar la habitación, solo que… la imagen no fue la que se esperó.

La rabia lo quemó por dentro. Tanto, que tuvo que contenerse de transformarse por completo y saltar encima de quien estaba allí. Sentada en el borde de la cama, con solo un vestido blando casi bañado del carmín de la sangre, su piel con manchas de esta por doquier a pesar de no haber heridas frescas en ella. Y en sus manos…

Ilayen se acercó con pasos pesados. Los demás lobos se quedaron detrás impactados con lo encontrado. Byron… el cuerpo del anterior alfa, estaba allí también, más no respiraba. Acostado en la cama, sin ropa, el hueco en su pecho dejaba claro la falta del órgano más importante, ese que estaba en las manos de quien llegó a considerarse… su favorita.

El ahora alfa se detuvo delante de ella, y la miró directamente al rostro. Ese rostro que tanto conocía, que hacía vibrar su cuerpo. Esa misma loba que tanto le había hecho sentir, que había tomado todas sus primeras veces, que le había enseñado que era ser un lobo adulto, que lo había enseñado a querer, pero que a la vez lo había abandonado como un perro cuando más la había necesitado.

Sí, ella era esa loba que tanto amo, y que estaba destinada para él, a pesar de ser una de las tantas esposas de su padre.

Su mate.

-Has vuelto- la voz de ella lo sacudió. Siempre lo hacía, baja, suave, pero con una fuerza y seguridad que antes lo había cautivado, ahora… nada que ver.

Ilayen no respondió. Apretaba sus manos a cada lado de su cuerpo, sin saber si llevarlas a ella, a su cuello… y apretarlo tanto hasta que se quebrara. La fulminó con la mirada, con una expresión de odio que ella no podía ver.

Esos ojos verdes que en el pasado habían perdido la visión, eran simplemente dos piedras opacas en sus cuencas que no podían divisar nada. Era una total lástima porque entonces no podría ver ahora el desprecio que él tenía por ella.

Ella notó el silencio por parte del lobo y se levantó. Su cuerpo mucho más pequeño que el de él había perdido peso con el paso de los años y se tambaleaba producto del dolor que lo atravesaba tras haber sido ella la que matara a su pareja. El enlace se estaba rompiendo junto con su interior, había marcas y cicatrices que antes no estaban y que a él… ya no le importaban, no cuando ella le había hecho sufrir tanto.

Alzó en una mano el órgano manchado en sangre entre ellos.

-Te ofrezco el corazón de tu padre, ahora eres el nuevo alfa- dijo ella con un rostro tranquilo, como si estuviese satisfecha… incluso con un deje de felicidad en su hermoso rostro.

Por lo que su expresión se torció cuando Ilayen golpeó su mano con fuerza haciendo que el corazón golpeara el suelo varios metros a un costado de ellos. La piel de ella rápidamente se enrojeció donde fue golpeada.

-Debería darte vergüenza aparecer delante de mí, Asya- gruñó él haciendo que el ambiente se pusiese tenso.

La loba pestañeó lentamente sin comprender la reacción de él. Ilayen soltó un bufido de incredulidad.

-¿Qué harás ahora? Matarme a mí también, usarme como lo hiciste con él- se inclinó hacia ella dejando que pudiera sentir su aliento caliente- Desaparece de mi vista Asya, tu presencia me repugna.

La loba, tiesa en el lugar parecía completamente conmocionada por aquello. Sus ojos completamente oscurecidos por la falta de visión se movían de un lado a otro confundida.

- ¿Ilayen? ¿Qué demonios…?

El lobo se enderezó y la miró con los ojos entrecerrados.

-Sabes, llevó años, desde que nos separamos queriendo decirte esto Asya, y espero que te duela y sufras, como mismo lo hice yo- no le importaba el rostro de confusión de la loba, para él eso ya no significaba nada, la odiaba, la detestaba, ella… debía sufrir, esa era la venganza que estaba buscando, incluso por encima de su lugar de alfa- Yo Ilayen, Nuevo alfa de la manada…a ti, mi mate, TE RECHAZO.

Y fue… como si todo el dolor de que Asya estaba teniendo en aquel momento se congelara. Todo en ella se quedó quieto, en silencio, en total oscuridad.

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