5

Eso… hizo que el gruñera inconscientemente. Por lo visto ella las estaba llevando como si fueran un adorno. Hasta que la brisa llegó a él trayendo consigo una leve fragancia, además de la dulce que ella a yerbas. Medicina.

Y al parecer ella se dio cuenta de a dónde estaba fija su mirada pues agarró los bordes de la túnica superior con una mano y se cubrió, aunque su rostro mostró una leve mueca de dolor. Acto seguido apretó el palo en sus manos de nuevo en guardia.

-Sabes que está prohibido que estés aquí- ella alzó su mirada hacia él con el ceño fruncido. Sus párpados se movían lento, como analizándolo- Dime una sola razón para no gritar y llamar a los soltados-

Ilayen dio un paso hacia ella lo que ocasionó que la loba retrocediera. La luz de las antorchas de iluminó el rostro de él mostrando sus rasgos hacia ella.

-Y que me toquen- le recordó casi gruñendo en completa alerta, cautelosa, aunque su cuerpo parecía rígido.

El lobo la recorrió con la mirada de arriba abajo. Si supiera que ella se veía realmente débil así, hasta podría darle gracia. No daba nada de miedo, aunque esa mirada… no se le acercó más.

-El hijo de la antigua cuarta reina y dueña de este recinto, me pidió buscarle algo- mintió él. Ella no lo conocía, en la ceremonia que había durado muy poco ella no se le había permitido quitarse el velo y ver a su alrededor, así que darle su identidad podría traerle problemas en caso que ella quisiera delatarlo. Además, aprovechó el hecho que no se parecía físicamente a su padre.

-Disculpe mi descortesía, pero si su alteza, el príncipe de la manada desea algo de aquí primero debería pedirlo en base al protocolo- ella se inclinó la cabeza a un lado, aunque esto pareció dolerle- incluso si es un pedido de él me traerá problemas. Siendo la más recién llegada y última en el rango de las reinas, que tenga a un lobo macho aparte del alfa ingresando aquí podría costarme más que mi vida- su tono fue cambiando hasta volverse sombrío.

Ilayen sabía a qué ella se refería, su madre había sufrido esas consecuencias. Las otras reinas no eran precisamente desagradables, pero los beneficios disminuían en rango. Se enfocó nuevamente en la su túnica alrededor de su cuello, como si estas pudieran esconder las marcas permanentes en esa zona.

-¿La marcó?- la pregunta se le salió de sus labios. Su corazón latía con fuerza en su pecho.

Pero lejos de ofenderle la pregunta, la loba simplemente alzó una ceja.

-Si no fuera así, no estaría aquí, ¿no crees ¿A qué se debe la curiosidad? Dudo mucho que alguien de la manada esté interesado en mí.

«Porque eres mi mate» casi soltó, pero se mordió el labio inferior. Él, aun siendo un cachorro de solo 16 años no era capaz de reclamarla, no tenía la fuerza, no tenía feromonas, no podría luchar contra su propio padre. Y si la delataba como su destinada… lo más probable era que su padre la matara y a él también.

-Oye, tic tac, es momento que te vayas de una vez o llamaré a los guardias- ella volvió a gruñir alzando nuevamente su palo.

-¿Por qué aceptó casarse con mi padre?- la pregunta que salpicaba en su garganta fue escupida de ponto por parte de él.

Ella pestañeó incrédula.

-Acaso alguien puede oponerse al alfa- ella sonrió, aunque en su rostro no había nada de felicidad- No hace falta ser alguien importante para convertirse en reina, simplemente hay que ser del gusto del alfa, si le gustas más puedes tener este puesto, sino… terminas siendo un esclavo –

Ella alzó los hombros con desinterés

Ilayen sintió un nudo en su garganta. Fue a abrir de nuevo sus labios cuando.

-Reina Asya ¿dónde está?- se escuchó un grito cerca de ellos, demasiado cerca de ellos.

La loba miró por encima del hombro rápidamente y fue a responder cuando Ilayen reaccionó y corrió hacia ella. Fue tan rápido que a ella no le dio tiempo de reaccionar y para cuando se dio cuenta él le había tapado la boca y arrastrado detrás del árbol, entre los arbustos escondiéndolos completamente.

-Shh, no le voy a hacer daño, pero no puedo permitirme ser encontrado- le susurró contra él oído apretándola contra su pecho.

Por suerte y para su sorpresa ella se mantuvo quieta, girando un poco su rosto por encima del hombro para mirarlo por el rabillo del ojo. El ceño de ella estaba notablemente fruncido, pero al menos no lo atacaba. Su antigua arma improvisada había quedado en algún lado atrás.

-Reina Asyaaaa- la voz femenina que antes la llamaba volvió a hacerlo una y otra vez en lo que se alejaba.

Ilayen la pudo sentir tensarse en sus brazos junto con sus labios debajo de su palma. Tampoco era buena señal que no fuera encontrada, pero con cada segundo se le hacía más complicado soltarla. El peso de ella contra su pecho, el calor, su fragancia que aun mezclada con las medicinas se sentía suave y agradable y…

Esta vez fue él que se tensó al notar la mordida en la nuca de ella que apenas podía cubrirse. Eran profundas cicatrices donde se notaba que donde habían mordido los colmillos se había desgarrado la carne… por agresión o movimiento por parte de alguno.

Ilayen tuvo que contener todas sus ganas de lamer esa marca y poner la suya propia, borrar aquella cosa horrible de la piel de su mate, pero sabía que sería inútil. Faltaban meses para que sus colmillos florecieran como todo un macho adulto y allí si… podría reclamarla. Un pensamiento que solo se había reforzado más desde que se habían vuelto a cruzar.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP