8

***

La pequeña bola de metal jugaba entre sus largos dedos.

-¿Desea algo más, alteza?- Ilayen escuchó al esclavo que lo atendía, después de dejarle bocadillos encima de la mesa de su habitación. Este sacudió su cabeza saliendo de su aturdimiento.

El lobo un poco más bajo que él y delgado, de cabello negro ligeramente ondulado que llevaba recordado de forma recta a la altura del cuello, esperaba su respuesta. Se conocían desde hacía 10 años cuando este había entrado en la manada siendo un cachorro y era en él único en quien confiaba. Y este se lo había demostrado más de una vez.

-No, Seth, ya puedes retirarte a descansar- negó y despidió con un gesto de la mano al esclavo.

Si fuera por él no tendría ese título, no se lo merecía, pero era la única forma de mantenerlo a su lado y darle una mejor calidad de vida. Al menos al estar bajo su protección nadie podría ponerle las garras encima y Seth se encargaba de agradecérselo cada vez que podía. Bien era sabido la vida que ellos tenían.

Su
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