Ver a la loba que sería estaba destinada a él convertirse en la compañera de su padre, había sido realmente desgarrador para él. Repugnante. Incluso, no tenía muchos recuerdos de aquello, solo un dolor atormentador mientras ella creaba un lazo al lado de alguien que no era él. Lo peor, ella… no había hecho nada para impedirle.
Tampoco era que ella supiera que él era su mate.
Era una hembra, las lobas no podían detectarlo a menos que su compañero cumpliera la mayoría de edad y exudaran las feromonas que lo identificaran y la llamaran. Y él en ese momento tenía solo 16 años, ahora 17. Así que incluso si sus caminos se cruzaban ella ni siquiera lo notaría. Todo lo contrario, a él que con solo una mirada supo que ella era su destinada.
Y no es como que se hubieran encontrado. A pesar de vivir en la residencia principal a las reinas no se les dejaba salir de sus pabellones a menos que fuera estrictamente necesario por lo que después de todo ese tiempo él no la había visto. No sabía cómo era, no sabía si la marca en su nuca era tan marcada y profunda como las demás reinas que escasas veces había visto.
-M****a, odio ser tan débil- se recriminó. No había podido proteger ni a su madre, ni a su mate. Acaso podía llamarse un lobo macho cuando ni siquiera podría hacer algo como eso. Había recibido entrenamiento desde muy pequeño, pero nunca el suficiente para hacerle frente a su padre. Hasta que no despertara sus feromonas no sería capaz de enfrentarlo.
Miró por la ventaba. Afuera aún era de noche, a mitad de la madrugada. Y él ya no tenía sueño. Más bien había algo que le estaba rondando la mente desde hacía mucho tiempo. Se levantó de la cama y se cubrió el cuerpo con una gruesa túnica roja carmín sobre los pantalones negro. El fajín negro se ajustó a su cintura antes de salir por la puerta.
En el pasado había visitado a su madre varias veces en el pabellón de la Luna Nueva, la zona más alejada destinada a la cuarta esposa. Ella le había dicho que había un collar preciado que había enterrado debajo de uno de los tres cerezos del jardín trasero. Él nunca le había puesto importancia, pero ahora… sentía que quería recuperarlos, era lo único que le quedaría de su madre tras ser todo quemado al ingresar la nueva reina.
Aprovechado que era entrada la noche no tendría que encontrarse con ella. Si era encontrado y ella hacía un escándalo, no importaba que él fuera el hijo del alfa, su cabeza podría correr.
Se escabulló fácilmente conociendo toda la enorme edificación de las construcciones principales. Lo había hecho desde cachorro por lo que no le fue complicado encontrar la entrada secreta al jardín al pabellón. Esa zona no era custodiada por guardias y ni siquiera pasaba un alma. Corrió las enredaderas que cubría la entrada e ingresó sin hacer ruido.
Se impresionó cuando se enderezó. Aquel lugar estaba prácticamente intacto a como lo recordaba un año atrás cuando lo había visto por última vez, como si no hubiera cambiado de dueño. El gran jardín con caminos de piedras blancas, las altas plantas y arbustos de flores que su madre solía cuidar y que parecían que seguían siendo tratadas. En el medio la casa de colores oscuros y el notable techo rojo en el que se había acostado varias veces en el pasado a contar estrellas con su madre.
Casi se abofeteó mentalmente. Recordar el pasado siempre lo agobiaba y lo hacía tener más resentimiento con su padre. Se centró a lo que había venido que el tiempo era importante. Si el alfa se enteraba que él había ingresado sin permiso no terminaría muy bien aquello.
Se giró y caminó inclinado hacia uno de los cerezos. El grueso tronco estaba rodeado de los pétalos rosados de las flores en sus ramas. En algún lado de allí debía estar el collar. No sería una tarea fácil. Maldijo. Sería una tarea complicada.
Se arrodilló y comenzó a palpar la tierra, después de tanto tiempo, saber dónde estaba enterrado sería todo un reto, pero algo dentro de él le decía que no se rindiera. Era lo único que tendría de aquella loba que lo trajo al mundo. Aun así, después de cavar tres huecos y volver a cubrirlos no lo encontró. Y ya amenazaba con amanecer. No podía ser encontrado allí, por lo que se fue. No deseaba cruzar camino con la loba que sabía que vivía allí o eso detonaría sentimientos que no debía tener.
Ese mismo procedimiento lo hizo dos noches más sin tener resultados. Sus manos dolían para para cuarta noche, aunque las ampollas no eran visibles por su rápida recuperación. Enterró sus dedos en la tierra sin resultado cuando se quedó helado al sentir una leve fragancia detrás de él y tuvo que saltar a un lado rápidamente para protegerse de algo que vio que venía rápido directo a su cabeza.
-¿Qué demonios?- gruñó mostrando sus colmillos a mitad de crecimiento cuando…
-Así que eres tú el maldito que se está escabullendo y destruyendo el jardín- la voz femenina de ña pequeña mujer delante de él lo estremeció.
Solo había un ser que podía hacer latir así su corazón y que sus rodillas temblaran. Y esa era su Mate. Solo que había algo diferente, y sabía el porqué. Ella… estaba marcada.
Se enderezó lentamente sacudiendo sus manos y entrecerró sus ojos intentando mantenerse controlado, sobre todo vigilando el palo en las manos de ella que parecía dispuesta a atacarlo de nuevo. Quizás no fue lo correcto hacerlo porque se quedó sin respiración. Solo pudo pensar que aquella loba era… simplemente hermosa.
«Mía» fue el pensamiento que le vino a la cabeza, pero apretó tan fuerte sus labios que estos dolieron
Joven, con un rostro serio, pálido, que hacía que su cabello oscuro y muy largo contrastaran aún más. Un par de brillantes orbes verdes que parecían fulminarlo enmarcados en espesas pestañas oscuras. Unos labios duros en una línea en su rostro que mostraban que no estaba nada feliz con su presencia allí. Su cuerpo menudo era delgado cubierto por las finas túnicas celestes que caían alrededor de ella, dejando sus hombros descubiertos y la piel del cuello donde había notables marcas… de mordidas y chupones.
Eso… hizo que el gruñera inconscientemente. Por lo visto ella las estaba llevando como si fueran un adorno. Hasta que la brisa llegó a él trayendo consigo una leve fragancia, además de la dulce que ella a yerbas. Medicina.Y al parecer ella se dio cuenta de a dónde estaba fija su mirada pues agarró los bordes de la túnica superior con una mano y se cubrió, aunque su rostro mostró una leve mueca de dolor. Acto seguido apretó el palo en sus manos de nuevo en guardia.-Sabes que está prohibido que estés aquí- ella alzó su mirada hacia él con el ceño fruncido. Sus párpados se movían lento, como analizándolo- Dime una sola razón para no gritar y llamar a los soltados-Ilayen dio un paso hacia ella lo que ocasionó que la loba retrocediera. La luz de las antorchas de iluminó el rostro de él mostrando sus rasgos hacia ella.-Y que me toquen- le recordó casi gruñendo en completa alerta, cautelosa, aunque su cuerpo parecía rígido.El lobo la recorrió con la mirada de arriba abajo. Si supiera que
La voz de la criada fue desapareciendo lentamente en lo que llamaba a la loba en sus brazos. Eso no era buena señal. Si llamaban a los guardias sería un caos completo en toda la manada y sería ella la que tendrían consecuenci…-Ah- gimió apretando los dientes al sentir un fuerte dolor recorrerlo desde sus costillas que hicieron que sus brazos perdieran fuerza y aflojara el agarrar de Asya en ellos. Momento que aprovechó para liberarse y gatear lo más lejos que podía de él.Demonios, lo había golpeado bien fuerte con su codo en sus costillas. Ese pequeño cuerpo tenía mucha más energía de la que aparentaba. Y no solo fuerza. Ella lo estaba mirando de forma amenazante, incluso mostrándole los colmillos y gruñéndolo, sus orbes en ese momento brillaban dorados e Ilayen se estremeció.No porque le diera miedo, sino porque era el primer ser que se le enfrentaba de aquella forma. Muchos simplemente se inclinaban o se alejaban dada su posición, pero ella… ella… se encontró con el corazón latie
Asya apretó la taza caliente en sus manos intentando contener sus temblores y se tomó todo el contenido amargo de un largo sorbo. Al menos eso hacía que su mente dejara de pensar en su actual realidad. No es como si ella hubiera querido estar allí… ni que hubiera tenido muchas alternativas, la vida de otros pesaban sobre sus hombros y estas podían fácilmente esfumarse con solo la palabra del alfa.-¿Desea algo más?- Lena le preguntó en medio de un bostezo.Asya negó queriendo estar sola.-Ve a dormir, yo también lo haré.La joven loba de cabello rubio cobrizo muy corto, ojos algunos tonos más oscuros, y algunas pecas encima de su nariz sonrió.-Que tenga buenas noches, reina- hizo una ligera reverencia y tras esta se giró hacia su cuarto. Cuando la puerta se cerró con un sonido sordo, este retumbó en toda la habitación haciendo estremecer a la reina sola en medio de esta.Sin embargo, Asya, no tenía sueño. No había podido dormir realmente en los últimos días. Solo había cerrado los oj
***La pequeña bola de metal jugaba entre sus largos dedos.-¿Desea algo más, alteza?- Ilayen escuchó al esclavo que lo atendía, después de dejarle bocadillos encima de la mesa de su habitación. Este sacudió su cabeza saliendo de su aturdimiento.El lobo un poco más bajo que él y delgado, de cabello negro ligeramente ondulado que llevaba recordado de forma recta a la altura del cuello, esperaba su respuesta. Se conocían desde hacía 10 años cuando este había entrado en la manada siendo un cachorro y era en él único en quien confiaba. Y este se lo había demostrado más de una vez.-No, Seth, ya puedes retirarte a descansar- negó y despidió con un gesto de la mano al esclavo.Si fuera por él no tendría ese título, no se lo merecía, pero era la única forma de mantenerlo a su lado y darle una mejor calidad de vida. Al menos al estar bajo su protección nadie podría ponerle las garras encima y Seth se encargaba de agradecérselo cada vez que podía. Bien era sabido la vida que ellos tenían.Su
La primera vez que la vio se quedó fascinado.Que bien olíaFue el pensamiento que tuvo Ilayen al ver a la loba que se convertiría en una de las tantas esposas de su padre, el actual alfa de la manada. Era la primera vez que alguien como él, todavía considerado un cachorro a sus 16 años había sentido algo tan delicioso que hacía que su cuerpo temblara y su boca salivara.La loba caminaba por el medio del pasillo, cubierta por un manto blanco que cubría gran parte de su cuerpo, pero que para él… no ocultaba nada. Aun cuando era joven era mayor que él. Con la edad suficiente para entrar en el harem de su padre donde su principal función era satisfacer el gran alfa.Pero a diferencia de otras veces esa idea no le gustaba nada. Cada fibra de su cuerpo dictaba que corriera y arrebatada la loba del lado de su padre y la hiciera suya. Más él no podía.Ella ahora tenía un dueño.Sin embargo, el destino siempre jugaba las cartas como quería y sus caminos se volvieron a encontrar un año más tar
Ilayen atravesaba el pasillo donde los cuerpos estaba desparramos de un lado a otro. Los cuerpos de lobos desgarrando y otros abriendo el camino para él. Los bordes de su túnica abierta estaban manchados de sangre de aquellos que se le habían opuesto, al igual que sus manos con sus garras desenfundadas.Él era más fuerte que todos ellos. Los genes alfas palpitaban en su interior y tras haberse manifestado los había desarrollados con un solo objetivo. Volver y tomar el lugar que le correspondía en la manada. Como el alfa absoluto de esta.Solo faltaba una cosa. Ya tenía el control de la manada, los demás lobos lo habían reconocido como el hijo del alfa actual y no habían puesto resistencia, años de sufrimiento y sumisión los había marcado al punto de desesperarlos por otra alternativa, por un nuevo camino. Sin embargo… él no tenía tan buen corazón como parecía tener. En su mente solo giraban dos cosas.Matar y vengarse. Y no a la misma persona.Con solo pensarlo apretó sus dientes y su
Él, su mate, la estaba… rechazando. Asya sintió como un balde de agua helada sobre ella.¿Por qué? ¿Por qué estaba haciendo eso? ¿No entendía? ¿Por qué la odiaba si ella… si ella…?Sin embargo, su conciencia en medio del rechazo y del rompimiento del enlace en su cuello nubló toda su mente ni siquiera permitiéndole patearle el trasero a aquel lobo que le hacía aquello después de todo el sacrificio que ella había hecho por él.Ilayen notó que ella se quedó tiesa y se fue girado para dejarla allí, no tenía nada más que hablar con ella cuando el brillo de algo filoso apareció en su rango de visión. El cuchillo en su mano. Acaso ella iba a hacerle lo mismo que a su padre. Realmente ella no amaba a na…No… no iba en dirección a él sino a…Su cuerpo se movió rápido, su mano atrapó la hoja de la daga que iba directo al cuello de la loba donde la punta se enterró a milímetros de la vena palpitante. La sangre tanto de él como de ella se mezcló cayendo al suelo.-¿QUÉ DEMONIOS CREES QUE ESTÁS H
Muchos años antes.Ilayen apretaba sus manos en su regazo delante de la tumba de su madre. Ella, una loba más del harem de su padre había muerto sola y olvidada. Aun cuando él le había pedido tantas veces a su padre que la fuera a ver, él nunca le había mostrado más interés del necesario y tras tenerlo a él, su único cachorro macho ni siquiera la había atendido más.Varios años habían pasado desde su nacimiento y su madre, sola y dolida, había muerto de tristeza, con la marca en la nuca irritada y anhelando, aunque fuera una última vez una visita. Que tontas podían ser las hembras marcadas, siempre esperando por el lobo que las había unido a ellas, o, aunque fuera un poco de su atención.Si el tuviera una pareja no le podría hacer eso. Como lobo macho sería detestable si la hacía sufrir así.Y era una de las razones por las que odiaba a su padre, no solo por haberle hecho eso a su madre, sino la facilidad con la que la reemplazaba, como ese día que entraría al harem la loba que borrar