—No quieres que nadie se entere de que su rey es un mediocre, que era un niño consentido que creía que podía tomar lo que quería, no quieres que se enteren que por un momento de pasión y venganza pusiste el futuro del reino en manos de una mujer humana. —Gumbora nada hasta plantarse frente al rey y ve como este se sume en la miseria—. No quieres que nadie más sepa lo estúpido que fuiste y no te culpo, pero aquí no tendrás la ayuda que esperas. —Levanta el rostro del rey para que este la vea directo a los ojos—. Yo te quise y me usaste hasta que ya no te serví más, me desechaste y creíste que esto era lo mejor que podías hacer por mí… ¡Que te jodan!… Que tu reino se acabe, que tu vida se consuma y que no seas capaz de pasarle el cargo a ninguno de tus hijos, que todo colapse y el mar se quede sin dueño… Felicidades, rey Adrián, aquí tienes el resultado de tu venganza. El rey dolido por las palabras de la hechicera, sintiendo que todas sus esperanzas se iban a la misma zanja que no lo d
—Bueno… Hay unos negocios aquí, unas… joyas que quiero que Tavernier venda y mi madre me envió para cerciorarme de que todo estaba saliendo bien, pero mi sorpresa fue que al llegar aquí el bergantín donde iban a salir había sido atacado, si no fuera por un informante anónimo hubiéramos perdido mucho… Cirice solo presta atención sin voltear hacia él, esa historia ya la conoce no necesita que nadie se la cuente. Ella vio perfectamente la destrucción del bergantín y las consecuencias de su atraco. De nuevo se le viene a la cabeza el pirata, sus ojos, como se veía desmayado bajo el agua, tan inofensivo. —Nos has contado que tu barco pereció con toda tu familia, pero no sé de dónde vienes, qué hacían tú y tu familia en un barco hacia la Habana. —Mi padre es… mercante… traía un cargamento de azúcar… —Piensa de inmediato en Bradley y se agarra de eso para inventar su historia. —¿De dónde venían? La pregunta deja pensando a Cirice, lo ve directo a los ojos y los caballos se detienen com
Los dos se quedan paralizados, la han encontrado y no comprenden la situación, el tiburón suelta al pirata dejándolo caer al suelo de nuevo, justo en ese momento Cirice voltea hacia ellos y los reconoce, su sorpresa hace que el príncipe se asome por el ventanal y vea el espectáculo de borrachos con reproche. —Bien, me lo llevo, creo que te queda divino —dice el príncipe regresando su atención hacia Cirice. —Sí, está hermoso, pero creo que no deberíamos de salir en este momento, parece que dos hombres están peleando allá afuera —dice Cirice algo nerviosa mientras baja de un pequeño banco donde la costurera había revisado el dobladillo del vestido. —No temas, no te harán daño… Además, vienes conmigo y no debe de tardar en llegar algún guardia para poner paz entre esos dos. Cirice, sin dejar de ver fijamente al par de hombres, asiente con la cabeza y con cuidado toma la mano del príncipe para bajar del pequeño banco y retirarse a un apartado donde le ayudarán a quitarse cada prenda d
—Pero que hermoso vestido. —La ama de llaves entra por la puerta maravillada por la fina prenda que pende de unos ganchos. Después de un suspiro, Cirice decide dejar de soñar despierta y concentrarse, pero es demasiado tarde, la mujer ya vio su semblante y empieza a imaginar cosas. —Creo que no es lo único con lo que regresaste o ¿me equivoco? —No entiendo. ¿A qué se refiere? —Cirice se pone de pie y empieza a despojarse de su ropa, la fiesta no debe de tardar en comenzar y debe de estar lista. —Criatura, yo también fui joven. —Se ríe la señora Galindez como si sospechara que la sirena le oculta lo que es obvio—. También me enamoré… —Su comentario toma por sorpresa a Cirice que se pone pálida después de pegar un brinco de sorpresa. Pareciera que le han deseado la muerte o el peor de los infortunios. Mientras estaba fantaseando con Morgan jamás se le vino a la mente esa palabra hasta que la pronunció la ama de llaves, haciendo que se sintiera traicionada. ¿Cómo pudo estar dejánd
—Dicen que es una joya muy hermosa. —Cirice le da un beso en la mejilla al hombre—. Que cualquier mujer se sentiría dichosa de tenerla alrededor de su cuello. —Besa el cuello del joyero lentamente haciendo olvidar sus miedos y preocupaciones—. Hagamos un trato previo a nuestra… «boda» o «unión» o como quieras decirle… Muéstrame la joya, déjame portarla… —Antes de que Tavernier pueda quejarse sobre las palabras dichas por Cirice, esta pone su dedo en sus labios haciéndolo callar— …y me entregaré a ti, es más… deja que sea lo único que porte cuando me hagas tuya. —Robándole la idea a Anne Bonny la usa en contra del joyero y parece funcionar, dejándolo sin aliento. Con una sonrisa aún en los labios Cirice se levanta de sus piernas, si no puede buscar la joya entonces el joyero se la traerá. De pronto la puerta de la habitación suena y el señor Tavernier todavía atolondrado por el momento que despertó sus más bajas pasiones, se levanta y la abre levemente al principio, después por complet
—¿Cómo vas a permitirlo si simplemente no te has puesto a conversar con ninguna? Para conocerlas tendrías que acercarte a ellas y dialogar —le reprocha Cirice como si la única forma en la que ella pudiera descansar es deshaciéndose del príncipe. —¡Claro que he dialogado con ellas y con sus padres! Solo hablan de propiedades, dinero y negocios. Ninguna ha parecido tener afinidad por algo, tocar algún instrumento, compartir algún gusto… ¿Entiendes lo frustrante que es eso? —Seamos sinceros, esa información no depende de ellas. Los padres son los que guían la conversación. Tendrías que darte el tiempo de tomar a una de la mano, la que más te guste y llevarla a un lugar apartado de sus padres, tal vez a algún balcón, y por fin hablar de forma más tranquila y personal. —Mientras la sirena decía eso, paseaba su mirada entre todas las señoritas que se veían ansiosas por tener un poco de la atención del apuesto príncipe. —Creo que tienes razón. Cirice voltea sorprendida hacia el príncipe,
—Que grandísimo hijo de puta… ¿Tu madre no te enseñó a respetar? Cada palabra taladraba en los oídos de la sirena mientras podía sentirse más liviana. El peso del hombre ya no hacía presión sobre ella y podía respirar mejor. La oscuridad retrocedía lentamente mientras ella volteaba su rostro hacia donde creía escuchar el ruido. Podía ver a Tavernier en el suelo, enredado en sus pantalones, con el miembro colgando, flácido y asqueroso mientras que un hombre alto que no alcanzaba a distinguir estaba plantado frente a él. El joyero se escondía detrás de sus manos y brazos, asustado, pidiendo discreción y piedad, pero ambas palabras no tenían un significado para el hombre que vio el horror ante sus ojos. Bajó las manos del joyero y con un solo golpe bien centrado en el rostro de Tavernier lo dejó inconsciente, recargado en el barandal del balcón, donde lentamente se escurrió hacia un lado mientras su boca sacaba hilos rojos. Todo pasaba en cámara lenta, la sirena aún se sentía asfixi
—Entendí, mi señor… Lo entendí perfectamente. —Bajando la cabeza y con la cola entre las patas, sale de ahí Tavernier. Parece que el golpe que le dio Morgan es suficiente para hacerlo caminar de forma incoordinada. —No hay nada que ver aquí, ¿entendido? La fiesta ha terminado —dice el príncipe y la gente poco a poco empieza a dispersarse. —¡Mi niña! —Entra corriendo la ama de llaves hacia la sirena. Se sienta a su lado y revisa su rostro como si a través de sus ojos pudiera saber cómo está, mientras que Bradley entra algo tomado y le da unos golpes en el brazo a Morgan lleno de orgullo. —¡Duncan! ¡Qué caballero! ¡Todo un héroe! —dice con la voz arrastrada y la nariz roja por el alcohol. —Exageras, Bradley. —Morgan le responde con una sonrisa, divertido por ver al mercader de aspecto bonachón. —No exagera, señor Duncan, salvó a la señorita Ariel y siempre le estaré agradecido. —El príncipe camina hacia Morgan con compromiso, una mirada llena de seriedad y admiración, en verdad expr