“Las tragedias suelen remover nuestra fibra más honda y causan transformaciones; a veces, nos cambian para bien y otras sacan lo peor de nosotros, lo sé bien, he vivido unas cuantas en mi vida.
Todo parece una cuestión de elección, la vida nos desafía cuando nos muestra un camino distinto al que seguimos, un camino que muchas veces suele ser revelador”.
Los ojos cafés de Carelis seguían cada movimiento de los paramédicos, veía acomodar el cuerpo de Adrián en la camilla, aún estaba vivo, pero, por la forma en cómo se expresaban los médicos, el estado de su novio era alarmante.
La clínica Santa Rita los recibió inmediatamente y le dieron el ingreso a cirugía, aunque Carelis deseó acompañarlo, hasta el final se lo impidieron y Adrián se perdió tras una puerta de cristal. Carelis quedó en medio del pasillo, sola esperando noticias alentadoras.
Sentía su corazón sobrecogido por el miedo y un nudo en la garganta que le impedía gritar su pena y lo peor era que su mente estaba en blanco con respecto al incidente. Se sobó las sienes con las manos tratando de activar sus recuerdos; sin embargo, había una pared dentro de su cabeza que le impedía ver más allá del cuerpo de Adrián en la calzada… Entonces volvió sobre sus pasos y trató de recordar, poco a poco.
Recordaba su salida del almacén en el que laboraba…
Caminaba por las calles de Guayaquil, usaba su uniforme azul que la hacía ver elegante, como solía presumir; tenía aires, de quien lo puede todo en la vida, de aquel que vive arrasando a su paso; sin embargo, todo cambió cuando en su camino encontró a Adrián, su novio, que iba a su encuentro.
Adrián no parecía el mismo de siempre, se lo veía molesto y sus ojos color miel reflejaban dolor, un profundo dolor. Entonces discutieron, se dijeron muchas cosas desagradables que no recordaba en esos momentos claramente, solo le vinieron a la mente las palabras contundentes que empleó para el final…
—Carelis, no sé si existe el amor perfecto que tú buscas, no soy perfecto—y añadió dolido—Yo me equivoco Carelis; pero, cuando se trata de lo que siento por ti, no creo equivocarme.
Si algo debía reconocer era que Adrián siempre fue honesto con ella y un hombre de ideas y conceptos claros, además poseía un espíritu romántico que lo volvía sensible y se lo demostró al decirle:
—Carelis, te amo y lo que siento por ti me hace pensar que en el amor hay perfección.
En cambio, ella era lo más parecido a una pared firme, rígida, fría y a veces inamovible y le respondió.
—Yo necesito a un hombre perfecto… Aunque, solo sea perfecto para mí.
—Entonces me rindo—lo dijo con una dolorosa resignación— No voy a dejar que me evalúes, si lo permito ahora siempre será así… Es mejor terminar aquí y ahora, se acabó Carelis, se acabó.
Siempre le sorprendió la facilidad que tenía para perder a las personas, era tan fácil decepcionar a todos. Fue en esos momentos que llegó su tío, Jonás, para sacarla de sus cavilaciones. Carelis apenas vio un rostro conocido, se abrazó a él con fuerza y pudo desahogarse.
—Tío, Adrián está muy mal…
—Querida mía…—observó su estado, era lamentable, su ropa estaba manchada de sangre, su cabello despeinado y su rostro reflejaba la angustia de lo vivido—Vamos a sentarnos.
—Tío, tengo miedo.
Buscaron sentarse en unas bancas de la sala de espera y Jonás le dijo:
—Tu amiga Rita me contó todo y apenas pude vine a verte—besó su cabeza—Calma Carelis, ahora no es tiempo de temer, Adrián nos necesita fuertes.
Ella apoyó su cabeza en su pecho, una parte de ella se sentía responsable, no sabía cómo, pero era así. Estaba segura de que debía continuar con su recorrido mental para obtener una respuesta. Vio a Adrián alejarse de ella…
Lo siguió, necesitaba luchar, aunque no sabía la razón, su voz era una súplica:
—¡Adrián! ¡Por favor! No quiero perderte—le rogó—¡Ayúdame!
Adrián se detuvo y le dijo:
—Carelis no puedo—se volteó hacia ella—Todo depende de ti, solamente tú puedes acabar con esta búsqueda que nos separa.
Adrián se alejó de ella y caminó hacia la parada de buses, intentó ir tras él, pero algo se lo impidió… Todo se borraba a partir de ese momento: sus recuerdos se distorsionaban. Hizo un gesto de dolor, le dolía no recordar, se levantó de la silla, veía la imagen de Adrián en el suelo inconsciente y herido, no había explicación alguna para ello.
—Carelis cálmate—intentó llevarla hacia una banca; sin embargo, ella se negaba—Vamos niña, debes ser fuerte.
Su tío no entendía su angustia interna y le dijo desesperada.
—No recuerdo lo que sucedió… Únicamente recuerdo que discutíamos y luego… Luego Adrián ya estaba en el suelo, pero no recuerdo cómo sucedió.
—Cálmate ya lo recordarás…—la sentó a su lado y la abrazó.
Tuvieron que esperar algún tiempo más, las enfermeras pasaban de un lado a otro y ninguna les daba noticias de Adrián, por fin un médico se les acercó, usaba un traje verde de tono fuerte y su semblante denotaba cansancio y preocupación.
—¿Son familiares de Adrián Reinoso?
—Sí…—se adelantó Carelis—Soy su novia y él es mi tío, ¿Cómo está Adrián?
—Ante todo debo presentarme, soy el doctor Marlon Reyes, soy médico cirujano y me especializo en casos como el de Adrián—Hizo una pausa, iba a entrar en la parte difícil y debía ser honesto y claro—Debo decirles que el estado de Adrián es crítico…
Carelis sintió una opresión en el pecho, su corazón latía con fuerza y el galeno continuó:
—Adrián recibió un fuerte golpe en la cabeza, esto produjo un serio traumatismo, tuvimos que operar y contener la hemorragia; pero, el paciente entró en coma.
—¿Coma?—dijo Carelis en un grito.
—Así es, lo tenemos en observación…—notó la conmoción de la noticia—Las próximas horas son importantes, si él reacciona podemos hablar de un restablecimiento total.
Jonás debía cerciorarse y le preguntó:
—¿Y si no es como usted dice doctor?
—Su estado puede ser permanente.
Carelis podía sentir al infortunio, sonreírle irónicamente
“Una tragedia, parece derrumbar nuestra fortaleza dejándonos en escombros emocionales, yo sé de eso mejor que nadie, porque viví la muerte de mi madre, la vi consumirse lentamente en una penosa depresión y ahora, una vez más, estoy en el ring y el contrincante es más grande que yo”.
La fortaleza de Carelis cayó, su llanto era desgarrador y convulsivo, su corazón sabía que Adrián estaba pasando por un momento crítico en su vida y nada podía hacer para ayudarlo.
Jonás ignoraba los conflictos internos de la joven y lo que esa noticia significaba para su sobrina, él también quería a Adrián; pero, Carelis tenía una deuda con él, entonces dijo:
—Sé que Adrián es fuerte y que saldrá bien librado de esto.
El doctor Reyes les comentó:
—Deben tener fe, no todo está dicho.
—¡Es que no puedo explicarme todo esto!—dijo la joven—Ni siquiera recuerdo cómo llegue aquí.
—Ordenaré que le den un sedante.
El doctor sabía que la joven estaba en shock y por su aspecto el presenciar el incidente debió ser impactante. Antes de retirarse le permitió verlo un instante, Carelis no sabía qué esperar, su corazón retumbaba en su interior, fue conducida hacia un pasillo, un letrero decía: “Terapia intensiva” y abajó con letras doradas “Pabellón Esperanza Dávila P.”, en aquel sector el aire acondicionado era más fuerte y ya no reconocía si era su miedo el que provocaba ese frío o era el aire acondicionado. Una enfermera le explicó que no entraría, tan solo lo vería a través del el vidrio y en efecto, allí estaba Adrián, al joven lo rodeaban extraños aparatos que monitoreaban sus signos vitales, su cabeza estaba vendada y parecía dormido. Apoyó su frente en el vidrio, una parte de ella deseaba traspasarlo y poder sentir su calor y no podía.
Desde ese momento comenzó su travesía. Jonás se ofreció a quedarse con él esa noche y ella se fue a descansar. En el camino a casa de su mente no se apartaban la imagen de Adrián en esa clínica, casi pudo sentir a la muerte acariciándole la mejilla, la muerte era una enemiga difícil de derrotar.
Desnuda en la ducha, puso la máxima presión, el agua fría golpeó con fuerza su piel, eso era bueno, aún sentía, estaba viva y podía luchar. Aunque el llanto brotaba de lo más hondo y sintiera que esa noche iba a enfrentar por primera vez a sus demonios.
“Las tragedias, cuando llegan suelen ser como rayos fulminantes en el espíritu humano, causan los llamados desbarajustes emocionales, dolor y muchas veces pérdidas irreparables; pero, sea cual sea la magnitud de la desgracia, el tiempo es el remedio para sanar el alma”. Pensó Carelis.
Ahora tendría que afrontar otra vez el camino de la tristeza y estaba sola de nuevo.
Una vuelta al pasado¿Era malo tener espíritu romántico? ¿Creer en cuentos de hadas? ¿O en amores verdaderos? Tal parecía que a Adrián el lado romántico se le había ido y actuaba como si cosas maravillosas o especiales no podían sucederle.—Solo creo que es especial… Me parece lo más acertado del mundo.—¿Eso piensas?—dijo molesto.—Sí.—¿Te has puesto a reflexionar si ese sujeto lo encontró?Carelis hizo una mueca y entonces le dijo a su novio.—Supongo que sí.—Pero no estás segura…—¿Eso que tiene que ver?—dijo molesta.—Tiene que ver que no sabes si ese tipo dice la verdad y ya deseas ponerle tu vida en sus manos.Adrián era muy teatral, estaba renuente a ir a visitar a un sicólogo que había experimentado por medio de regresiones y ayudado a parejas a encontrar a su amor verdadero. Entonces se alzó de hombros y le dijo a su novio de dos años.—Quiero saber…Adrián fijó sus ojos miel en la joven y le dijo:—¿Y si te dice que no soy yo?—Entonces tendré que seguir buscando.Él se ri
Carelis miraba por la ventana del jardín de la casa de su tío, las flores que un día plantó estaban floreciendo, veía de cuando en cuando un ave amarilla revolotear y algunas abejas. Podía hasta escuchar el zumbido de ellas en esos momentos; también había sembrado una planta de Abejón y sabía que cuando floreciera los abejones negros serían clientes de ellos, entonces se escucharía más vida en su pequeño jardín y eso era bueno.Su tío era pintor y había dejado un cuadro a medio terminar, era de un mar o algo parecido. El pitido de la cantina de agua se escuchó en esos momentos y ella fue a retirarla del fuego, le venía bien un té a esa hora, algo para los nervios, pues estaba ansiosa porque llegará el día en que pudiera hacerse su primera regresión.Pensó en épocas: francesa, clásica, renacentista, hundimiento del Titanic. La mente volaba en ideas locas… Tomó su móvil y vio que no había pasado muchas horas desde la cita. Revisó los innumerables casos de personas que aducían haber enco
Los días de invierno eran los más calurosos en la ciudad. El sol demostraba su vigor a tempranas horas del día, algunos rayos se filtraban por las cortinas de su habitación y llegaban hasta su rostro.Carelis yacía en la cama, su vista estaba fija en un punto equis del techo, no había dormido en toda la noche porque las imágenes de lo vivido la acuciaban atormentando su mente. Había tomado la decisión de no ir a trabajar por unos días porque Adrián la necesitaba junto a él y no le iba a fallar, no podía fallarle en esos momentos.Carelis ignoraba el tiempo que Adrián permanecería internado. Una parte de ella deseaba que fuese poco, odiaba los hospitales y clínicas; le traían malos recuerdos. Su madre había muerto en uno de ellos, fue una convalecencia larga y penosa, como una persona sensible, hubo noches en que pudo sentir la muerte rondando, su presencia era la de un frío extremo que hiere voluntades. Nunca pensó vivirlo de nuevo, pero no es lo que uno desee, es lo que está escrito
La nostalgia la había invadido, una enfermera se acercó a ella, era hora de visita y ella podía verlo un instante. El frío pasillo le dio la bienvenida nuevamente y pudo verlo. —Sigue estable…—dijo la mujer. —Parece frágil… —Pero es un hombre fuerte… Es su novio, ¿Verdad? —Sí, mi novio, mi amigo…—la miró. —Tenga fe, estás situaciones son muy difíciles y solo la fe puede ayudar. Fe era una palabra que molestaba a Carelis que le dijo a la enfermera: —Usted no entiende...—dijo con dolor Carelis—Ya he visto irse de mi vida a muchas personas, primero a mi padre, al que nunca más volví a ver, luego mi madre, murió de una penosa enfermedad… Amigos y amigas, días y noches especiales, horas difíciles, todo se va, pero en mí van dejando una huella dolorosa. La enfermera comprendía muy bien y con su filosofía vivencial le dijo a la joven: —Yo sé de la vida niña, somos frágiles, es nuestro destino, he visto muchos nacimientos, son lindos, es la vida en su máxima expresión, pero tambi
Su mente y corazón comenzaron a recordar esas primeras charlas en donde se iban sentando las bases para una relación. «En primer lugar, tengo que dejar claro que Adrián nunca quiso ser mi amigo. Lo noté en su forma de mirarme, era una manera muy calante, como si desease desentrañar lo más oculto de mí, su voz era tenue e intimista, como si solo quisiese que yo lo escuchase, típica actitud de un enamorado intimista. La segunda vez que volví a ver a Adrián, fue una semana después, exactamente un sábado, en la mañana. Había comprado unas plantas para la jardinera que estaba desprovista de ellas y me encontraba plantándolas en ese momento, cuando escuché su voz. —¡Hola, Carelis! Respondí con mucho entusiasmo. —Hola, Adrián. Observó mi trabajo concienzudamente como si lo estuviese evaluando y luego, me dijo en son de broma: —Es noble el oficio de jardinero. —Lo sé, pero no soy jardinera, apenas si llego a ser una aficionada y ruego a Dios que la idea que tengo en mente me quede
Carelis se acomodó en la silla junto a él, intento serenarse, pero era difícil escuchar su silencio. Extrajo de la mochila los libros y revistas que había llevado y ante el silencio que imperaba tuvo que decir: —Bien, han sido días bastantes duros… Creo que podré ayudarte, confío en que puedo hacerlo, te lo debo—sonrió. Revisó los tres libros, uno decía “Tú no naciste por casualidad”, lo sintió interesante y el otro “Versos románticos de un hombre para una mujer”, demasiado cursi y el último no decía nada. No se veía recitando poemas o desentrañando misterios existenciales, así que eligió el de cuero y le comentó a su silencio. —Creo que leías este libro antes de que sucediera todo esto, espero poder continuar con la lectura y no dormirme con las primeras líneas… Ya sabes lo poco dada que soy para la lectura, no entiendo cómo me soportabas tantas tonterías—sonrió a lo tonto y abrió la primera página que resultó estar en blanco y al dar la vuelta a la hoja encontró con letra manuscr
Carelis estaba conmovida con todo lo leído y le dijo emocionada:—Me doy cuenta de que esta relación significó mucho para ti desde el principio. A veces pensaba que eras un tontuelo enamorado, un idealista del amor—hizo una pausa larga para una reflexión y luego le comentó—Me he dado cuenta de que nunca te conocí en nada, me eras simplemente familiar y muchas veces conversamos en parques, ¿Es que nunca te escuché?«No, no lo hice… Solamente reflexionaba en mi príncipe azul perdido en este inmenso mundo, pero no en ti, discúlpame. Me amabas desde hace tiempo y yo no noté o no deseé notarlo», Se daba cuenta de que ahora era esa letra la que hablaba por él y que tenía entre sus manos la vida de Adrián. Una parte de ella deseó saber más y esa ansia la llevó a voltear la página y encontró el escrito correspondiente al día siguiente. [Ninguna decisión alteró tanto mi vida, apenas pude dormir y en el trabajo estuve torpe: Emiliano fue muy tolerante conmigo, yo diría que se divertía
Una extraña exaltación recorrió su cuerpo, nunca dejó que la pasión la dominara al punto de llegar a transgredir la línea, porque había una línea que si se cruzaba quedaría comprometida para siempre, Adrián respetó como hombre ese límite. Como mujer a veces sentía la necesidad de cierto tipo de afecto y es allí donde surgían esos momentos que ella disfrutaba mucho, aunque pasado el instante evitaba profundizar en lo vivido. ¿Por qué? Porque eran tantas emociones que sentía que no podía manejarlas si las hablaba, hay cosas que nacen para ser sentidas y no habladas. Adrián era feliz, sus ojos brillaban, sabía que él deseaba hablar y expresar con toda las frases posibles lo que sentía. Pero aprendió con ella que una sola palabra podía encerrar todo ese afecto y la pasión recibida y era una simple “GRACIAS”, y entonces ella se acomodaba la blusa y luego se levantaba como si no hubiera escuchado nada y fríamente le decía “Llévame a casa” y así concluía todo. Tenía los ojos cerrados