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Cap. 2 La loca soñadora

Una vuelta al pasado

¿Era malo tener espíritu romántico? ¿Creer en cuentos de hadas? ¿O en amores verdaderos? Tal parecía que a Adrián el lado romántico se le había ido y actuaba como si cosas maravillosas o especiales no podían sucederle.

—Solo creo que es especial… Me parece lo más acertado del mundo.

—¿Eso piensas?—dijo molesto.

—Sí.

—¿Te has puesto a reflexionar si ese sujeto lo encontró?

Carelis hizo una mueca y entonces le dijo a su novio.

—Supongo que sí.

—Pero no estás segura…

—¿Eso que tiene que ver?—dijo molesta.

—Tiene que ver que no sabes si ese tipo dice la verdad y ya deseas ponerle tu vida en sus manos.

Adrián era muy teatral, estaba renuente a ir a visitar a un sicólogo que había experimentado por medio de regresiones y ayudado a parejas a encontrar a su amor verdadero. Entonces se alzó de hombros y le dijo a su novio de dos años.

—Quiero saber…

Adrián fijó sus ojos miel en la joven y le dijo:

—¿Y si te dice que no soy yo?

—Entonces tendré que seguir buscando.

Él se rio, lo cierto es que Carelis podía ser muy ingenua y le dijo.

—¿Nunca piensas en mí? En lo que sufriría.

—Creo en lo que te ahorraría si no nos equivocamos.

Adrián meneó la cabeza y le dijo:

—Así no es el amor…

—Quiero estar segura y es más, voy a apartar una cita para poder ir.

—No cuentes conmigo para nada.

—Ok, no cuento entonces.

Era terca como una mula, porque se trataba de su felicidad y futuro, deseaba que el rótulo de felices para siempre viniera con fundamento y no pasar por terribles consecuencias. No, a ella no le pasaría lo de su madre, ella sería diferente y cuando marcó el número una mujer contestó.

—¿Con el doctor Sellares?

—El doctor en este momento está ocupado, ¿desea agendar una cita?

—Esteee… ¿En serio lo hace?

Silencio y ella reformuló la pregunta.

—¿En serio puede hallar al alma gemela?

—Por supuesto—dijo escuetamente—él puede hacer muchas cosas.

—Entonces… ¿Él puede hallarlo?

—Sí… Todo es cuestión de fe, ¿desea una cita?

—Sí…

—Hay disponible cupo para junio 14, ¿le parece bien?

—Claro…

Tenía que esperar dos meses, pero qué rayos, mejor era eso a toda una vida de llanto

El dilema de las almas gemelas

Había escuchado de la teoría de las almas gemelas cuando era niña. Escuchó sobre amores eternos, palabras como estaban destinados a estar juntos y algunas historias de personas que decían que habían nacido junto a otra; sin embargo, se separaron en el momento del alumbramiento. Incluso la teoría de una vidente que decía que el sentido de la vida era hallar a esa persona, que era tu otra mitad, para ser feliz.

Cuando era niña creía en las pelusas mágicas, sí, esas pequeñas pelusitas blancas que solían aparecerse de cuando en cuando empujadas por el viento, parecía de locos, pero creía que eran hadas camufladas y que concedían deseos.

 Su abuelo le había explicado que cuando estas pelusitas volaban alto estaban libres para poder pedirles deseos. La otra parte que había que tener en cuenta era cuando volaban bajo. Eso significaba que se asentarían con todos los deseos que se le habían pedido en ese trayecto.  Si le pedías un deseo antes de que se asentase este se cumpliría y eso era lo que lo hacía todo un desafío, porque muchas de esas pelusas volaban alto y ella era pequeña; sin embargo, tenía la total seguridad de que si tomaba una antes de que eso sucediese podía lograr lo que desease y eso era encontrar a su otra mitad perdida en el mundo.

Tal vez y solo tal vez estuviera perdido como ella en el mundo, o tal vez no recordara nada sobre ella… Ese era el problema básico de las almas: al llegar a la tierra la memoria se borraba y eso volvía al asunto de las almas gemelas en un desafío de vida. Tenía que recordar algo especial, un detalle, algo que lo acercase a la otra persona. Tal vez una promesa hecha en la eternidad y así… Pero ella no recordaba nada de eso y el miedo la embargaba.

Carelis quería a su alma gemela, si tenía que ser feliz debía encontrarla y valerse de todo, incluso de médicos si fuese el caso.

El doctor Sellares, decía que había encontrado un patrón por medio de regresiones. Según había salido en las entrevistas en televisión y periódicos, llevaba a la mente a una vida pasada o dos más atrás, para así lograr ver el patrón de su alma gemela.  Según los estudios hechos a cien parejas, el ochenta por ciento había encontrado el patrón por medio de las regresiones. Algunos de ellos se reencontraron con su alma gemela perdida en el tiempo. 

Había que señalar que Carelis tenía novio, pero no estaba segura de que Adrián fuese el indicado, no coincidían en su forma de pensar o no terminaban de hablar la frase del otro, (indicativo de que era tu alma gemela). No hubo entre ellos esos encuentros destinados, ni nada relevante: lo conoció en un supermercado una mañana, ¿eso era el destino? ¿Así se daban las cosas? Por un carrito atorado que él destrabó iniciaron una relación y no concebía que todo fuese tan básico, debía haber algo más y ella lo iba a encontrar.

Afectado

Esa mañana Adrián se notaba que no estaba de humor para charlas y Emiliano, su jefe, lo miraba de cuando en cuando contrariado. Hasta que se animó a preguntar.

—¿Problemas en el paraíso?

Adrián tiró la pluma en el escritorio.

—Carelis y sus ideas raras.

—¿Qué pasó esta vez?

—No entiendo, es decir… Para ella no soy suficiente.

Emiliano esbozó una sonrisa y le comentó a su pupilo.

—Es una chica exigente, lo que te hace volverte especial.

Se tiró hacia atrás y mirando al techo comentó.

—Es que le doy todo y ella solo… Quiere una fantasía.

Emiliano preguntó curioso.

—¿Qué te dijo para que estés así?

—Quiere buscar a su alma gemela…

Eso no se lo esperaba y Emiliano comentó.

—¿Puedes culparla?

—Es que se supone que soy yo—dijo él.

—Pero ella tiene dudas…

—Exacto—se levantó—¿cómo podemos determinar si somos lo que la persona espera?

Eso era de altas ligas y le dijo:

—Espera yo no…

—¿Qué te hizo decidirte por tu esposa?

Sentía que le estaban disparando y sin poder cubrirse.

—No lo sé, es que todo resulto tan distinto… Eran otros tiempos.

—¿El amor tiene tiempo?

—Bueno…

—Es que deseo saber, ¿qué te lleva a pensar que esa persona es la indicada? Yo lo tengo claro: amo a Carelis, ella es todo cuanto he deseado y punto, es fácil.

Emiliano le dijo entonces.

—Para ti es fácil, para ella no…

—Solo es cuestión de amor, ¿verdad?

—Sí, y no, Adrián, no sé la respuesta, es más, creo que nadie la sabe… Hay cosas que se dan, son como ese impacto profundo que lo cambia todo y simplemente el corazón se aquieta junto a esa persona.

Él sentía así todo eso por Carelis y entonces se llevó una mano a la quijada y comentó.

—Yo siento así, entonces, si Carelis no lo siente, ¿no es real para mí?

Emiliano entonces le explicó.

—A veces solo ama una parte, la otra no lo hace, suele pasar… Por eso hay mujeres que se entregan todas y hombres…—se le hizo delicado el tema—no todos sienten lo mismo.

Adrián dijo confuso.

—¿Entonces cómo puedo hacer que Carelis entienda que la amo?

Su jefe dijo lo primero que se le vino a la cabeza:

—Un salto de fe, cuando hay estos casos se debe dejar que la persona de un salto de fe…

—¿A dónde?

Esa era la parte más dura:

—Hacia donde ella quiera, por eso es una salto de fe—le explicó—Si Carelis necesita eso para poder tener seguridad, dáselo.

Aquello no le gustó y dijo molesto.

—Si hago eso le estaré dando el poder a terceros siempre y eso no es correcto.

Emiliano intentó poner orden en el asunto.

—Hagas lo que hagas, deja esas cuestiones para los fines de semana.

Adrián hizo una mueca y él se apresuró a decir:

—Es que no sé qué decirte.

—De todas formas gracias por escucharme.

Sabía que no ayudaba mucho, pero  qué podía aportar al tema, pues no fue un buen amante, ni nada parecido. Al verlo así solo deseaba poder darle todas las respuestas del mundo y no podía.

Carelis acomodaba unos documentos, su mejor amiga Rita se le acercó:

—¿Qué tal lo tomó, Adrián?

—Mal como siempre, es que no puedo creer que me haya enamorado de un sujeto que conocí en un supermercado.

—Cupido si es un estúpido… Aunque no veo nada de malo en querer saber—miró a su amiga y le preguntó—¿y si es él?

Eso no lo había considerado y comentó desconcertada.

—No lo he pensado…

—Podría ser que tu cita en la eternidad haya sido en un supermercado…

¿Hasta en eso era una ilusa? No, eso era un error, ella debía de tener algo especial, algo único y Adrián no lo era.

“Porque no puede ser tan fácil… Me niego a creer que lo fuera”.

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