La nostalgia la había invadido, una enfermera se acercó a ella, era hora de visita y ella podía verlo un instante. El frío pasillo le dio la bienvenida nuevamente y pudo verlo.
—Sigue estable…—dijo la mujer.
—Parece frágil…
—Pero es un hombre fuerte… Es su novio, ¿Verdad?
—Sí, mi novio, mi amigo…—la miró.
—Tenga fe, estás situaciones son muy difíciles y solo la fe puede ayudar.
Fe era una palabra que molestaba a Carelis que le dijo a la enfermera:
—Usted no entiende...—dijo con dolor Carelis—Ya he visto irse de mi vida a muchas personas, primero a mi padre, al que nunca más volví a ver, luego mi madre, murió de una penosa enfermedad… Amigos y amigas, días y noches especiales, horas difíciles, todo se va, pero en mí van dejando una huella dolorosa.
La enfermera comprendía muy bien y con su filosofía vivencial le dijo a la joven:
—Yo sé de la vida niña, somos frágiles, es nuestro destino, he visto muchos nacimientos, son lindos, es la vida en su máxima expresión, pero también he visto morir a muchos otros.
"No hay forma de explicar esas dos balanzas poderosas, llenas de emociones, no entiendo esos polos tan opuestos, no entiendo por qué la gente muere o nace, únicamente sé que Dios lo decide de esa forma y está bien, siempre lo que Dios decide está bien, aunque no lo comprendamos".
La desgracia le estaba mostrando un camino diferente donde la soledad parecía la única compañía.
Esa mañana Carelis guardaba su uniforme azul en el armario, había pedido licencia por 15 días, aunque ignoraba si en ese tiempo Adrián mejoraría, decidió estar junto a él en esa espera.
Si reflexionaba un poco, la vida de Adrián era igual de triste que la de ella. Nació en la ciudad de Guayaquil; sin embargo, su madre se mudó a la capital y allí vivieron por muchos años, al cumplir la mayoría de edad decidió buscar respuestas sobre la identidad de su padre. Esto molestó a su madre que lo echó de casa y Adrián se aventuró en Guayaquil a encontrar a un padre desconocido, el cual todavía era un misterio en su vida.
Debió ser duro para alguien como Adrián, el rechazo de su madre y luego no cumplir su sueño de hallar la respuesta al misterio de su padre; pero, Adrián no era el clásico amargado, siempre tenía una tenue sonrisa en sus labios como si la vida le diera una alegría constante.
Mientras miraba por la ventanilla del bus pensaba:
“Dicen que los seres humanos somos seres de costumbres y estoy por creerlo, ya han pasado 4 días de todo esto y ya me estoy acoplando a este ritmo. La policía no encuentra al culpable del incidente de Adrián y hasta eso supongo que desmerece importancia, total el tiempo no retrocederá por hallarlo y cambiará todo lo pasado. Confío que mis cuidados y los de mi tío van a rendir frutos”.
Cuando ingresó en la clínica tenía la esperanza de encontrar noticias alentadoras del estado de Adrián; no obstante, al llegar, encontró a su tío en la sala de espera leyendo el diario del día.
—Hola, tío—le dio un beso y le preguntó—¿Cómo va todo?
—Te diré algo…—doblaba el diario mientras decía—Estoy por suponer que la palabra igual es una buena señal.
Ella suspiró, se sentó junto a él y le dijo:
—Pedí una licencia por quince días en el trabajo…
—Es lo más correcto.
Carelis fue sincera entonces con su tío.
—¿Sabes? Considero que en esos días nada bueno va a suceder.
Su tío no deseaba que su sobrina tuviera una visión derrotista sobre la vida, había cosas que rescatar sobre la misma y le dijo entusiasmado.
—Yo te voy a demostrar que sí pueden suceder cosas buenas…—vio su incertidumbre y le explicó—El señor Montreal estuvo aquí.
La joven se extrañó con la referencia dicha por su tío y preguntó:
—¿El jefe de Adrián estuvo aquí?
—Sí, ese hombre canceló todos los gastos de la operación de Adrián y se ofreció a pagar los venideros.
—¡Es increíble!—exclamó admirada.
—Es impresionante…—evocó al sujeto muy distinguido y serio, demasiado serio para su gusto—Estaba muy conmovido por todo lo que pasó con Adrián y dejó claro que apreciaba mucho a Adrián, se tomó la molestia de hablar con el doctor Reyes y exigió la mejor atención posible.
Carelis se levantó y dijo de pronto:
—Necesito ver a Adrián.
En efecto, fue a visitarlo detrás del gran vidrio que los separaba. No podía negar el alivio que sentía porque la parte económica se haya solucionado, pero su corazón aún se conmovía de ver que en medio de esos aparatos extraños yacía un hombre al que apreciaba mucho y por el que sentía una ternura inexplicable. De vuelta en la sala tomó asiento junto a su tío y le preguntó:
—¿Crees que Adrián sueñe con algo en especial?
—No pienso que sueñe con algo, en especial…—fue sincero—Adrián está detenido en el punto cero en medio de la nada—entonces le preguntó—¿Aún no recuerdas nada?
—No…
En ese momento el doctor Reyes se les acercó. El galeno tenía un andar lento en su caminar, como si se tomara su tiempo en todo, y en ese momento sostenía una ficha entre sus manos.
—Buenos días, tengo noticias para ustedes…—vio la inquietud en ambos y se apresuró a explicarles—tranquilos, el estado de Adrián es el mismo; sin embargo, el riesgo ha pasado, hemos tomado la decisión de trasladarlo a una sala especial, donde tenga más contacto con ustedes.
“En esta parte del tratamiento voy a necesitar de la colaboración de ustedes. Necesito que me ayuden a estimular a Adrián por medio de la lectura, a través de una charla amena; aunque al principio todo esto les resulte incómodo de realizarlo, le va a ayudar mucho en su recuperación. Hemos visto casos de personas que han llegado a despertar de su sueño profundo usando esa técnica”.
—Haré todo lo que sea necesario—dijo Carelis.
—Lo sé jovencita—antes de irse le dijo—No pierdan la fe.
Era hora de hacer algo importante por Adrián, buscó en su agenda el número de la madre de su novio, necesitaba localizarla, la llamó desde una cabina… Una timbrada, dos, tres y así hasta perderse el tono, volvió a marcar y sucedió lo mismo, así tres veces más. Sabía que Adrián necesitaba a su madre y ella tenía el deber de traérsela, ¿Cuántas veces vio a su novio escribirle cartas y mandarle dinero a su madre? Muchas y ¿Cuántas veces vio regresar la carta sin abrir y el dinero? Otras muchas veces y con ellas el desaliento del joven, aunque después todo cambió, las cartas ya no eran devueltas; pero, tampoco hubo respuestas a ellas… Intentó comunicarse de nuevo en diferentes horas y por días y todo seguía igual, no había nadie o tal vez nadie quería contestar. El fin de semana estaba a la puerta y con ello una oportunidad de estar junto a su novio.
Debió sentir que el tedio se apoderaba de su vida, pues sus ojos encontraban en el suave vaivén de la lavadora, una forma de deleite. Observar la mezcla de colores, girando, suéteres, blusas, pantalones e interiores, todo mezclándose armoniosamente, Carelis se sentía aletargada, en un suspenso constante, entonces el timbre del teléfono la despertó, era su tío, lo escuchó emocionado.
—¿Tío qué sucede?
—Acaban de trasladar a Adrián a la sala especial, justo en este instante lo están acomodando y pronto podré estar junto a él.
—¡Es, es increíble!
—Sí, y te diré que la sala es de lujo, tiene teléfono, sofá, cama adicional y baño y me olvidaba de la televisión…
Toda esa referencia la abrumó y solo pudo decir:
—No sé qué decir, tío.
—Por lo pronto serénate y trae lo necesario para asear a Adrián.
—Sí, iré a su departamento y traeré lo necesario.
Su estado era de alteración total, podía sentir su corazón retumbar dentro de su pecho y pronto estaría cerca de Adrián para tocarlo y hacer todo lo necesario para su mejoría. Pensó en llevarle libros, Adrián solía leer mucho, pero ella era de las que apenas si lo hacía, porque si sabía que un libro podía convertirse en película esperaba el estreno. En cambio, Adrián era lo opuesto, siempre culto, al día en el teatro, cine, música de aquella que no tenía cantante más que instrumentos; él le decía clásica, ella aburrida. Sacó una pequeña mochila y metió en ella tres revistas de moda y farándula de su pertenencia y luego con la copia de las llaves que un día le diera su novio al cumplir los dos años de relación se dirigió al departamento. Todo aquello evocaba recuerdos, ¿Cómo fue naciendo la amistad entre ellos?
Su mente y corazón comenzaron a recordar esas primeras charlas en donde se iban sentando las bases para una relación. «En primer lugar, tengo que dejar claro que Adrián nunca quiso ser mi amigo. Lo noté en su forma de mirarme, era una manera muy calante, como si desease desentrañar lo más oculto de mí, su voz era tenue e intimista, como si solo quisiese que yo lo escuchase, típica actitud de un enamorado intimista. La segunda vez que volví a ver a Adrián, fue una semana después, exactamente un sábado, en la mañana. Había comprado unas plantas para la jardinera que estaba desprovista de ellas y me encontraba plantándolas en ese momento, cuando escuché su voz. —¡Hola, Carelis! Respondí con mucho entusiasmo. —Hola, Adrián. Observó mi trabajo concienzudamente como si lo estuviese evaluando y luego, me dijo en son de broma: —Es noble el oficio de jardinero. —Lo sé, pero no soy jardinera, apenas si llego a ser una aficionada y ruego a Dios que la idea que tengo en mente me quede
Carelis se acomodó en la silla junto a él, intento serenarse, pero era difícil escuchar su silencio. Extrajo de la mochila los libros y revistas que había llevado y ante el silencio que imperaba tuvo que decir: —Bien, han sido días bastantes duros… Creo que podré ayudarte, confío en que puedo hacerlo, te lo debo—sonrió. Revisó los tres libros, uno decía “Tú no naciste por casualidad”, lo sintió interesante y el otro “Versos románticos de un hombre para una mujer”, demasiado cursi y el último no decía nada. No se veía recitando poemas o desentrañando misterios existenciales, así que eligió el de cuero y le comentó a su silencio. —Creo que leías este libro antes de que sucediera todo esto, espero poder continuar con la lectura y no dormirme con las primeras líneas… Ya sabes lo poco dada que soy para la lectura, no entiendo cómo me soportabas tantas tonterías—sonrió a lo tonto y abrió la primera página que resultó estar en blanco y al dar la vuelta a la hoja encontró con letra manuscr
Carelis estaba conmovida con todo lo leído y le dijo emocionada:—Me doy cuenta de que esta relación significó mucho para ti desde el principio. A veces pensaba que eras un tontuelo enamorado, un idealista del amor—hizo una pausa larga para una reflexión y luego le comentó—Me he dado cuenta de que nunca te conocí en nada, me eras simplemente familiar y muchas veces conversamos en parques, ¿Es que nunca te escuché?«No, no lo hice… Solamente reflexionaba en mi príncipe azul perdido en este inmenso mundo, pero no en ti, discúlpame. Me amabas desde hace tiempo y yo no noté o no deseé notarlo», Se daba cuenta de que ahora era esa letra la que hablaba por él y que tenía entre sus manos la vida de Adrián. Una parte de ella deseó saber más y esa ansia la llevó a voltear la página y encontró el escrito correspondiente al día siguiente. [Ninguna decisión alteró tanto mi vida, apenas pude dormir y en el trabajo estuve torpe: Emiliano fue muy tolerante conmigo, yo diría que se divertía
Una extraña exaltación recorrió su cuerpo, nunca dejó que la pasión la dominara al punto de llegar a transgredir la línea, porque había una línea que si se cruzaba quedaría comprometida para siempre, Adrián respetó como hombre ese límite. Como mujer a veces sentía la necesidad de cierto tipo de afecto y es allí donde surgían esos momentos que ella disfrutaba mucho, aunque pasado el instante evitaba profundizar en lo vivido. ¿Por qué? Porque eran tantas emociones que sentía que no podía manejarlas si las hablaba, hay cosas que nacen para ser sentidas y no habladas. Adrián era feliz, sus ojos brillaban, sabía que él deseaba hablar y expresar con toda las frases posibles lo que sentía. Pero aprendió con ella que una sola palabra podía encerrar todo ese afecto y la pasión recibida y era una simple “GRACIAS”, y entonces ella se acomodaba la blusa y luego se levantaba como si no hubiera escuchado nada y fríamente le decía “Llévame a casa” y así concluía todo. Tenía los ojos cerrados
Jonás tenía el diario del día y se lo leía al joven en ese momento: —Hola… Entró Carelis pálida y Jonás debió notarlo porque intentó aliviar las cosas con una plática casual. —Hola, acaban de asearlo y yo le estaba leyendo las noticias principales—hizo una pausa y le preguntó— ¿Viste la desgracia que sucedió en el cuarto de al lado? —Sí...—dijo nerviosa, entonces reparó en las páginas que su tío tenía y le reclamó—¿Le estabas leyendo la crónica roja? —Es lo mejor que tiene el diario. —Tío queremos motivarlo, no deprimirlo. —También le leí las sociales y el deporte. Carelis se pasó una mano por el rostro y le dijo: —Lo siento, tío—se serenó—Me impresionó lo que vi. —Lo sé…—reparó en las flores y comentó animado—Lindas flores. —Traje rosas amarillas para él, es lo más masculino que vi, quería alegrar la habitación, a veces la siento muy fría. —Pero cómoda, al padrino banquero debe estarle costando una fortuna. Buscó acomodar las flores en un jarrón y para darle un toque
Carelis se apartó de la puerta impresionada ¡El señor Emiliano Montreal era el padre de Adrián! ¿Cómo Adrián pudo callarse todo aquello? Tenía la boca abierta con miles de palabras congeladas en ella. ¿Qué podía aportar a todo eso? ¿Acaso daba don Emiliano por sentado que ella lo sabía todo? Su tío Jonás se acercó con dos cafés humeantes en las manos y le dijo con ánimo alegre: —Carelis, el señor Montreal, está de visita, ¿lo viste? Ella solo pudo comentar. —Sí, lo sé—estaba pálida. —No te ves muy bien…—se extrañó. —Estoy bien, vine apurada y se me bajó la presión—mintió. —Tranquila, toma mi café que yo le daré este al señor Montreal, a él le gusta capuchino. De repente a Carelis le embargó un sentimiento de engaño, se sentía engañada, estaba descubriendo que Adrián guardaba muchos secretos y que esa imagen diáfana de hombre transparente era exclusivamente eso pura fachada. Comenzaba a darse cuenta de que no conocía de nada a Adrián, primero descubre que su novio escr
A las nueve de la mañana una enfermera le comunicó que lo llevarían a hacerle unos estudios, vio como lo preparaban y al doctor Reyes dando instrucciones al respecto, entonces se acercó a ella y le preguntó. —¿Cómo se siente Carelis? —Un poco soñolienta, pero mejor. —Es consecuencia del remedio, voy a ordenar que hagan tomografías de la cabeza de Adrián, necesito saber cómo va la lesión de su cabeza. Entonces le preguntó bastante seria: —¿Y si no hay mejoría? —Es impredecible dar un diagnóstico sin ellas, solo le pido que tenga fe—entonces ordenó a su equipo—Llévenlo. Carelis no se iba a dar por vencida y le dijo. —¿Fe doctor?—captó su atención—Yo la tengo y usted viene y me dice que tal vez Adrián no despierte nunca, ¿Y aún quiere que tenga fe? El doctor la miró con ternura para los jóvenes, el tema de la fe era bastante extraño, se podía tener fe en artefactos y no en el destino… —Carelis, soy médico desde hace treinta años en esta clínica, conozco el cuerpo human
Carelis recorría el pasillo de la clínica, no había mucho que ver y sentía que el cansancio le estaba pasando factura. Las enfermeras iban y venían y a veces esos pasillos se volvían tan silenciosos, fríos, con sus tonos claros que helaban la sangre. Recordó que cuando era niña solía colocar sus dedos sobre la superficie de las paredes y las rozaba hasta llegar al final, era placentero y hasta relajante poder hacer eso y ver como otros niños se acercaban a imitarla, sin querer sus dedos hacían lo mismo en ese momento y sí, podía percibir la misma sensación relajante de cuando era niña. La pared estaba fría y ella sintiendo que aquel frío menguaba su contrariedad. Recordó la noticia que había salido en él periódico sobre Sellares y sus terapias de encontrar el alma gemela, sintió que su corazón se llenaba de esperanza por eso, luego lo vio en un programa de televisión y verlo hablar con soltura del tema la convenció por completo y ahora todo había quedado a medias, su respuesta no se h