Carelis recorría el pasillo de la clínica, no había mucho que ver y sentía que el cansancio le estaba pasando factura. Las enfermeras iban y venían y a veces esos pasillos se volvían tan silenciosos, fríos, con sus tonos claros que helaban la sangre. Recordó que cuando era niña solía colocar sus dedos sobre la superficie de las paredes y las rozaba hasta llegar al final, era placentero y hasta relajante poder hacer eso y ver como otros niños se acercaban a imitarla, sin querer sus dedos hacían lo mismo en ese momento y sí, podía percibir la misma sensación relajante de cuando era niña. La pared estaba fría y ella sintiendo que aquel frío menguaba su contrariedad. Recordó la noticia que había salido en él periódico sobre Sellares y sus terapias de encontrar el alma gemela, sintió que su corazón se llenaba de esperanza por eso, luego lo vio en un programa de televisión y verlo hablar con soltura del tema la convenció por completo y ahora todo había quedado a medias, su respuesta no se h
Para paliar el asunto, Carelis preguntó: —¿Usted también tiene un enfermo aquí? —Sí, es el enfermo de final de pasillo—señaló hacia el pasillo del lado de Adrián—Tiene cáncer en etapa terminal; sin embargo, no perdemos la fe de que suceda un milagro. Carelis ignoraba si Dios obraba esa clase de milagros, en realidad no tenía claro el poder de Dios, ni en su vida, ni en la de nadie. Entonces le dijo: —Un milagro debe ser esperanzador para usted. —El mejor milagro que se nos puede dar es que nuestro amigo acepte a Cristo en su corazón y se vaya en la luz del Señor. Entonces miró hacia el frente y le comentó a Carelis. —En cambio, Adrián tiene a Cristo en su corazón y te tengo que decir algo importante, Carelis—la apuntó con el dedo y le dijo con autoridad—Nunca pierdas la fe. Háblale, llámalo y debes tener la seguridad de que en el fondo de ese sueño profundo Adrián te escucha y que va a encontrar el camino en medio de su sueño para volver a ti. Era extraña la forma en cómo
“Cuando era niña pensaba que era un comunicador colgado para que yo lo tomase y hablase con Dios—sonrió a lo tonto—y hay estrellas, pocas, pero las hay... Es un privilegio poder verlas, son como brillitos salpicando la noche, soñaba que eran parte de un vestido de la dama más elegante del mundo. ¿Recuerdas el chiste de que la luna te seguía? Solía reflexionar en eso mucho, opinaba que si corría y ella lo hacía donde estaba su sudor e incluso creía que su sudor se convertía en nuevas estrellas. El cielo es de un lindo color azul oscuro y hay pocas nubes en el firmamento, nubes blancas que se diluyen con el viento dando una sensación de difuminación al firmamento, así lo explicaría mi tío pintor. Afuera debe correr un rico viento de verano, ese viento helado que te traspasa hasta los huesos—sonrió—viento de cometas y de sueños… Recuerdo que cuando volé mi primera cometa fue la sensación más rica de todas, sentía que podía elevar cualquier cosa, ¿Sabes? Me gusta esta noche, a veces co
La anciana analizaba cada gesto de la joven, podía ver la lucha interna de la joven:—¿Y si tú fueses su alma gemela?—A veces, lo pensaba, pero tenía miedo—miró a su novio dormir y comentó con tristeza—Siempre me negué a considerar eso, entonces salió ese artículo en el diario que decía que un importante siquiatra había ayudado a encontrar a otros su alma gemela, mediante regresiones—hizo una pausa para recordar su ingenuidad y continuó—Se lo dije a Adrián y se enojó, luego discutimos y…—sollozó—Sucedió esto. La anciana le preguntó suspicazmente:—¿Deseabas encontrarla o cerciorarte de que era él?—captó su atención, entonces añadió—Sé que estabas casi segura que era él. Carelis miró a su novio dormido y en silencio respondió:—Deseaba cerciorarme, aunque somos tan diferentes, Adrián creyó en mí, en que era su gran amor.—Carelis…—hizo una pausa reflexiva que ella misma interrumpió en su momento—He pasado muchos años en este mundo, he visto a muchas personas buscar al amor ver
Esa tarde, al ingresar al pasillo, vio a Noelia fuera, se supone que debía cuidar de Adrián y se acercó curiosa a preguntar: —¿Pasó algo? —Emiliano está adentro—acarició el cabello de Carelis con ternura y comentó—Ya tienen el resultado de los últimos exámenes de Adrián. El corazón de Carelis se apretó de emoción y miedo. —¿Cuáles son? —La lesión está cediendo—vio su emoción y no quiso engañarla—Pero no te ilusiones, el doctor dice que el tiempo lo dirá todo. Respiró hondo, siempre el tiempo metido entre ellos y le dijo con paciencia a la señora: —Eso lo sé de memoria. —¿Descansaste? —Un poco… Noelia la acarició y le dijo en tono recomendador: —Debes descansar Carelis, pasar la noche aquí es mucho esfuerzo para una joven, espero que te estés alimentando bien. —Me cuido lo necesario. —Eso espero, eso espero. Carelis entró a dejar la mochila y las flores y encontró a Emiliano con lentes leyéndole un libro a su hijo, verlo así le dio la impresión de que veía a
Esas palabras eran tan poderosas y verdaderas y le hicieron bien escucharlas. La anciana entonces le preguntó: —¿Lo amas? Carelis lo miró y entonces respondió segura. —Sí. La anciana tomó su mano y le dijo con mucha certeza: —Él sabe que tiene que volver y ese cariño que le das le está todo lo que haces le está haciendo tanto bien; el sentirse amado por alguien hace un bien enorme. Carelis sonrió y entonces le preguntó: —¿Cómo está su enfermito? La mujer hizo un gesto con su mano y le dijo: —Está entendiéndolo todo, no te preocupes por él, que de él me ocupo yo, siempre es todo, es un proceso y no se ve el resultado hasta el final—tomó su mano y le dio unas palmaditas—Es hermoso ver a un hombre como Adrián, él nos hace revisar nuestro concepto del amor y de la vida. Eso no lo entendió, tal vez su estado hacía reflexionar en esos detalles; sin embargo, la joven preguntó intrigada: —¿De qué forma? —Querida, el más grande amor que una persona puede lograr es el dar la vida
Nadie podía culparla por desear algo especial, pero si eso especial la separaba de la realidad era lo complicado. Le pareció una cursilería bastante grande de su parte, si algo debía reconocer era que Adrián siempre fue honesto con ella y un hombre de ideas y conceptos claros, además poseía un espíritu romántico que lo volvía sensible y se lo demostró al decirle: —Carelis, te amo y lo que siento por ti me hace pensar que en el amor hay perfección. En cambio, ella era lo más parecido a una pared firme, rígida, fría y a veces inamovible y le respondió. —Yo necesito a un hombre perfecto… Aunque, solo sea perfecto para mí. —Entonces me rindo…—lo dijo con una dolorosa resignación— No voy a dejar que me evalúes, si lo permito ahora siempre será así… Entonces añadió dolido: —Es mejor terminar aquí y ahora, se acabó Carelis, se acabó… En ese momento le pareció un vil chantaje de su parte, pero no se iba a dejar impresionar y con el periódico en la mano le dijo: —Se me hace tarde, d
Se levantó y fue hasta él, acarició su piel y se dijo que ya era hora de hacer algo especial por Adrián, algo que verdaderamente saliese de su corazón. Se arrodilló junto a él y tomó su mano con fuerza y dijo: “Padre Dios, hace tiempo que no recurro a ti, no consideraba necesitarlo, pero esta noche no te voy a pedir por mí, sino por Adrián, mi novio, sé que lo conoces, sabes lo bueno que ha sido. Adrián ahora está dormido, es un sueño largo el que lo acoge y mantiene alejado de las personas que ama. Yo sé que con tu infinito amor lo acompañas este donde este y que siempre le harás compañía. Padre, amo a este hombre y desearía verlo de nuevo bien, pero no se haga mi voluntad, sino la Tuya… Y dile… Que lo amo”. Por primera vez en mucho tiempo se sintió bien, le dio un beso en los labios y salió a comer a la cafetería. No miró el reloj, disfrutó de un sanduche de pollo, charló con parientes de pacientes que pasaban su propio periplo como ella con sus dolientes, le contaban sus