Los días de invierno eran los más calurosos en la ciudad. El sol demostraba su vigor a tempranas horas del día, algunos rayos se filtraban por las cortinas de su habitación y llegaban hasta su rostro.
Carelis yacía en la cama, su vista estaba fija en un punto equis del techo, no había dormido en toda la noche porque las imágenes de lo vivido la acuciaban atormentando su mente. Había tomado la decisión de no ir a trabajar por unos días porque Adrián la necesitaba junto a él y no le iba a fallar, no podía fallarle en esos momentos.
Carelis ignoraba el tiempo que Adrián permanecería internado. Una parte de ella deseaba que fuese poco, odiaba los hospitales y clínicas; le traían malos recuerdos. Su madre había muerto en uno de ellos, fue una convalecencia larga y penosa, como una persona sensible, hubo noches en que pudo sentir la muerte rondando, su presencia era la de un frío extremo que hiere voluntades. Nunca pensó vivirlo de nuevo, pero no es lo que uno desee, es lo que está escrito y en ese momento el desenlace esperaba que fuese diferente.
Recordó a su madre en la cama del hospital, su mandíbula estaba prácticamente soldada de lo que no quería comer y los doctores la alimentaban con sonda. Carmen se estaba dejando morir.
—Reflexiona en mí, te necesito y no podré sola.
En vano fue suplicar su sufrimiento existencial era mayor y verla consumirse era letal para cualquiera. Quería entenderla, es decir, desde que su padre se había ido de sus vidas, ella entró en una especie de depresión. Comenzó a decaer en sus cuidados, en su apariencia y también en su forma de socializar. Perdió amigos, oportunidades laborales, simplemente cayó en el hoyo oscuro de la depresión. Todo por un mal amor. Ahora volvía a las filas del infortunio y esta vez era por su novio.
Apenas llegó al hospital preguntó en información por su novio y le dijeron que seguía igual, no supo si eso era bueno o malo; pero, si Adrián estaba vivo, debía estar aliviada y contrario a todo lo que se esperaba, no lo estaba y al ver a su tío con su mirada taciturna notó que algo malo sucedía.
—Hola, sobrina… El doctor Reyes estuvo hace poco conmigo.
—¿Qué sucede?
—Adrián está estable…
—Eso es bueno por lo que sé.
—En parte, el doctor dice que sigue en coma.
—¿Sigue en coma?
—Sí, y eso es lo preocupante, el estado de Adrián es delicado—hizo una pausa y añadió—Vamos a necesitar ayuda, los gastos aquí son altos y me pidieron dinero.
La joven le dijo muy segura:
—Yo tengo ahorros, podemos usarlos.
—Verás cariño…—utilizó un tono suave con ella—No creo que tus ahorros sean suficientes para sobrellevar esto, he pensado en hablar con el jefe de Adrián.
—¿Con el señor Montreal?
—Sí, él debe enterarse del accidente, tal vez nos adelante algo del sueldo de Adrián.
—Encárgate de todo eso tío, yo no puedo ahora, debo quedarme junto a Adrián.
Antes de que se enfriara el tema le dijo a su sobrina:
—He considerado que debemos llamar a la mamá de Adrián, él la necesita en estos momentos.
—Sí… Opino que será lo mejor.
—Apenas llegue a casa, haré todo...
—Suerte.
El dinero, siempre el dinero. No deseaba perder a Adrián por dinero, iba a luchar y a dejar su cuenta en cero por él, se lo debía. En la sala de espera, empezó a darse cuenta de las ironías de la vida. Había estado con Adrián por cinco años, se acostumbró a su compañía, cariño y a su presencia, hasta pensó que aunque hiciese lo que hiciese siempre lo tendría a su lado y ahora estaba consciente de lo ilusa que fue al pensar así. Por un giro del destino podía estar sin Adrián y hasta ese momento había ignorado la magnitud que tuvo el primer día en que lo conoció:
Vestía de negro, su madre recién había muerto para ese momento tenía 18 y todo había cambiado para ella. No era un día en especial, eran de esos días en que tienes que dar un paso a la vez y luego otro, tratando de no darte cuenta de que alguien en tu vida falta y que ya no volvería nunca.
Sin querer, ese día fue el más especial de todos; fue el momento en que tuvo a su primer amigo y tal vez si se atrevía a reconocerlo su primer amor. »
«Cuando reflexiono en nuestro primer encuentro—se dijo reflexiva—Debo de recordar las circunstancias que lo precedieron. Estaba de luto, mi madre había muerto, su enfermedad me desgastó emocionalmente, tenía 18 años y estaba sola. El único familiar que me quedaba era un tío pintor al que había tratado muy poco.
Este había comprado una casa en un barrio acomodado y allí tenía su taller montado. Jonás me recibió gustoso, la casa era grande y silenciosa, a veces me abrumaba verla tan grande, tal vez eso hizo que mi tío comenzara a pintar con más ahínco y llenara el lugar con cuadros que evocaban la paz y tranquilidad. Me gustaba verlo pintar, además el barrio era tranquilo y de gente decente.
Comencé a conocer los alrededores del sector, cerca había un supermercado y elaboré una lista con todo lo que hacía falta en la casa, era sábado, el supermercado tenía acogida, mucha gente del sector acudía a él y entonces al intentar tomar un carrito alguien se me acercó:
—¡Espera!—era Adrián—Te ayudaré, siempre se atoran.
Él me sonrió afablemente y yo lo imité, con costes sacó el carrito y comentó:
—Soy Adrián Reinoso, vivo en el mismo barrio que tú, te vi mudarte la semana pasada.
Aquella referencia me sorprendió, parecía que el joven estuvo pendiente de todo el movimiento. Tuve que confirmar su observación.
—Tienes razón…—le dije— Me mudé hace poco, me llamo Carelis Varela.
—Carelis es un lindo nombre…—me sonrió y añadió—Sé que vives con un señor que hace lienzos para pintores o es pintor, ¿es pintor?
Parecía muy informado sobre nuestra vida, cosa rara de un desconocido, entonces le respondí:
—Sí, es pintor y es mi tío Jonás… Su nombre artístico es Jonás del Mar.
Comenzaba a inquietarme el darle información a un desconocido.
—Compró esa casa, lo sé, porque estuvo en venta por varios meses, lo vi mudarse… Fue un fin de semana de eso, estoy seguro—me explicaba—Estoy libre los fines de semana y aprovecho para asomarme al balcón y veo lo que Dios pone ante mis ojos, ¿puedo acompañarte?
Accedí, tenía buena vibra, conversamos acerca del barrio, de su vida, supe detalles de la misma: Recientemente, había sido ascendido a asistente de gerencia en un banco y estudiaba en las noches, administración, estaba solo, aquello lo recalcó bastantes veces, en fin fue un libro abierto conmigo, en cambio, le hablé de mi luto y por primera vez en ese tiempo alguien me preguntó:
—¿Cómo te sientes?
Era una pregunta que evitaba contestarme, pero en ese momento pude encontrar una respuesta para compartir:
—Me estoy acostumbrando—le dije—Al principio fue difícil, la vi sufrir, a veces deseaba que terminara.
Esa era la parte que más me molestaba, había deseado que mi propia madre muriera para que dejara de sufrir y eso siempre me hizo sentir como una especie de arpía o de monstruo insensible, pero lo que dijo Adrián me impresionó:
—Es normal. Es normal no desear ver sufrir a una madre.
—Sin embargo, eso me hacía sentir culpable, el solo desearlo o pensar en ello y cuando sucedió—cerré mis ojos—me impresionó… De cierta forma es bueno que alguien Superior decida por ti esas cosas, si me tocara a mí no podría elegir lo que es mejor.
—Es verdad—dijo reflexivo—Carelis, cuando desees conversar con alguien, puedes hacerlo conmigo, me encantaría ser tu amigo…
Mi primer amigo, en mucho tiempo, había perdido a todos con lo sucedido con mi madre. Adrián me acompañó a casa con las compras y conoció a mi tío, se agradaron mutuamente y lo invitamos a ver los cuadros, estaba maravillado por el arte de Jonás…
—Tiene mucho talento, en verdad sé un poco de esto, suelo ir a las exposiciones en la Casa de la Cultura y he visto cosas hermosas, pero lo suyo sobrepasa a muchos.
—Gracias por decirlo—le respondió mi tío—es lo que más amo.
Jamás vi a alguien tan feliz por el simple hecho de que se le abrieran las puertas de una casa y con Adrián fue así…»
La nostalgia la había invadido, una enfermera se acercó a ella, era hora de visita y ella podía verlo un instante. El frío pasillo le dio la bienvenida nuevamente y pudo verlo. —Sigue estable…—dijo la mujer. —Parece frágil… —Pero es un hombre fuerte… Es su novio, ¿Verdad? —Sí, mi novio, mi amigo…—la miró. —Tenga fe, estás situaciones son muy difíciles y solo la fe puede ayudar. Fe era una palabra que molestaba a Carelis que le dijo a la enfermera: —Usted no entiende...—dijo con dolor Carelis—Ya he visto irse de mi vida a muchas personas, primero a mi padre, al que nunca más volví a ver, luego mi madre, murió de una penosa enfermedad… Amigos y amigas, días y noches especiales, horas difíciles, todo se va, pero en mí van dejando una huella dolorosa. La enfermera comprendía muy bien y con su filosofía vivencial le dijo a la joven: —Yo sé de la vida niña, somos frágiles, es nuestro destino, he visto muchos nacimientos, son lindos, es la vida en su máxima expresión, pero tambi
Su mente y corazón comenzaron a recordar esas primeras charlas en donde se iban sentando las bases para una relación. «En primer lugar, tengo que dejar claro que Adrián nunca quiso ser mi amigo. Lo noté en su forma de mirarme, era una manera muy calante, como si desease desentrañar lo más oculto de mí, su voz era tenue e intimista, como si solo quisiese que yo lo escuchase, típica actitud de un enamorado intimista. La segunda vez que volví a ver a Adrián, fue una semana después, exactamente un sábado, en la mañana. Había comprado unas plantas para la jardinera que estaba desprovista de ellas y me encontraba plantándolas en ese momento, cuando escuché su voz. —¡Hola, Carelis! Respondí con mucho entusiasmo. —Hola, Adrián. Observó mi trabajo concienzudamente como si lo estuviese evaluando y luego, me dijo en son de broma: —Es noble el oficio de jardinero. —Lo sé, pero no soy jardinera, apenas si llego a ser una aficionada y ruego a Dios que la idea que tengo en mente me quede
Carelis se acomodó en la silla junto a él, intento serenarse, pero era difícil escuchar su silencio. Extrajo de la mochila los libros y revistas que había llevado y ante el silencio que imperaba tuvo que decir: —Bien, han sido días bastantes duros… Creo que podré ayudarte, confío en que puedo hacerlo, te lo debo—sonrió. Revisó los tres libros, uno decía “Tú no naciste por casualidad”, lo sintió interesante y el otro “Versos románticos de un hombre para una mujer”, demasiado cursi y el último no decía nada. No se veía recitando poemas o desentrañando misterios existenciales, así que eligió el de cuero y le comentó a su silencio. —Creo que leías este libro antes de que sucediera todo esto, espero poder continuar con la lectura y no dormirme con las primeras líneas… Ya sabes lo poco dada que soy para la lectura, no entiendo cómo me soportabas tantas tonterías—sonrió a lo tonto y abrió la primera página que resultó estar en blanco y al dar la vuelta a la hoja encontró con letra manuscr
Carelis estaba conmovida con todo lo leído y le dijo emocionada:—Me doy cuenta de que esta relación significó mucho para ti desde el principio. A veces pensaba que eras un tontuelo enamorado, un idealista del amor—hizo una pausa larga para una reflexión y luego le comentó—Me he dado cuenta de que nunca te conocí en nada, me eras simplemente familiar y muchas veces conversamos en parques, ¿Es que nunca te escuché?«No, no lo hice… Solamente reflexionaba en mi príncipe azul perdido en este inmenso mundo, pero no en ti, discúlpame. Me amabas desde hace tiempo y yo no noté o no deseé notarlo», Se daba cuenta de que ahora era esa letra la que hablaba por él y que tenía entre sus manos la vida de Adrián. Una parte de ella deseó saber más y esa ansia la llevó a voltear la página y encontró el escrito correspondiente al día siguiente. [Ninguna decisión alteró tanto mi vida, apenas pude dormir y en el trabajo estuve torpe: Emiliano fue muy tolerante conmigo, yo diría que se divertía
Una extraña exaltación recorrió su cuerpo, nunca dejó que la pasión la dominara al punto de llegar a transgredir la línea, porque había una línea que si se cruzaba quedaría comprometida para siempre, Adrián respetó como hombre ese límite. Como mujer a veces sentía la necesidad de cierto tipo de afecto y es allí donde surgían esos momentos que ella disfrutaba mucho, aunque pasado el instante evitaba profundizar en lo vivido. ¿Por qué? Porque eran tantas emociones que sentía que no podía manejarlas si las hablaba, hay cosas que nacen para ser sentidas y no habladas. Adrián era feliz, sus ojos brillaban, sabía que él deseaba hablar y expresar con toda las frases posibles lo que sentía. Pero aprendió con ella que una sola palabra podía encerrar todo ese afecto y la pasión recibida y era una simple “GRACIAS”, y entonces ella se acomodaba la blusa y luego se levantaba como si no hubiera escuchado nada y fríamente le decía “Llévame a casa” y así concluía todo. Tenía los ojos cerrados
Jonás tenía el diario del día y se lo leía al joven en ese momento: —Hola… Entró Carelis pálida y Jonás debió notarlo porque intentó aliviar las cosas con una plática casual. —Hola, acaban de asearlo y yo le estaba leyendo las noticias principales—hizo una pausa y le preguntó— ¿Viste la desgracia que sucedió en el cuarto de al lado? —Sí...—dijo nerviosa, entonces reparó en las páginas que su tío tenía y le reclamó—¿Le estabas leyendo la crónica roja? —Es lo mejor que tiene el diario. —Tío queremos motivarlo, no deprimirlo. —También le leí las sociales y el deporte. Carelis se pasó una mano por el rostro y le dijo: —Lo siento, tío—se serenó—Me impresionó lo que vi. —Lo sé…—reparó en las flores y comentó animado—Lindas flores. —Traje rosas amarillas para él, es lo más masculino que vi, quería alegrar la habitación, a veces la siento muy fría. —Pero cómoda, al padrino banquero debe estarle costando una fortuna. Buscó acomodar las flores en un jarrón y para darle un toque
Carelis se apartó de la puerta impresionada ¡El señor Emiliano Montreal era el padre de Adrián! ¿Cómo Adrián pudo callarse todo aquello? Tenía la boca abierta con miles de palabras congeladas en ella. ¿Qué podía aportar a todo eso? ¿Acaso daba don Emiliano por sentado que ella lo sabía todo? Su tío Jonás se acercó con dos cafés humeantes en las manos y le dijo con ánimo alegre: —Carelis, el señor Montreal, está de visita, ¿lo viste? Ella solo pudo comentar. —Sí, lo sé—estaba pálida. —No te ves muy bien…—se extrañó. —Estoy bien, vine apurada y se me bajó la presión—mintió. —Tranquila, toma mi café que yo le daré este al señor Montreal, a él le gusta capuchino. De repente a Carelis le embargó un sentimiento de engaño, se sentía engañada, estaba descubriendo que Adrián guardaba muchos secretos y que esa imagen diáfana de hombre transparente era exclusivamente eso pura fachada. Comenzaba a darse cuenta de que no conocía de nada a Adrián, primero descubre que su novio escr
A las nueve de la mañana una enfermera le comunicó que lo llevarían a hacerle unos estudios, vio como lo preparaban y al doctor Reyes dando instrucciones al respecto, entonces se acercó a ella y le preguntó. —¿Cómo se siente Carelis? —Un poco soñolienta, pero mejor. —Es consecuencia del remedio, voy a ordenar que hagan tomografías de la cabeza de Adrián, necesito saber cómo va la lesión de su cabeza. Entonces le preguntó bastante seria: —¿Y si no hay mejoría? —Es impredecible dar un diagnóstico sin ellas, solo le pido que tenga fe—entonces ordenó a su equipo—Llévenlo. Carelis no se iba a dar por vencida y le dijo. —¿Fe doctor?—captó su atención—Yo la tengo y usted viene y me dice que tal vez Adrián no despierte nunca, ¿Y aún quiere que tenga fe? El doctor la miró con ternura para los jóvenes, el tema de la fe era bastante extraño, se podía tener fe en artefactos y no en el destino… —Carelis, soy médico desde hace treinta años en esta clínica, conozco el cuerpo human