El corazón de Alan latía con mucha más fuerza, sus pasos eran cada vez más largos, llenos de ansiedad, preguntas y anhelos.Hoy Alan volvía a lo que alguna vez fue su hogar, su lugar feliz, “su casa”.Tenía buenos recuerdos de ahí, pero también tenía malos. Alan, suspiró profundo, su felicidad era evidente, darle una nueva oportunidad a su padre después de esa fatídica discusión era lo que más anhelaba.Él frunció el ceño, todas las luces estaban apagadas, un silencio abrumador se sentía en toda la casa, él dejó las cosas a un lado mientras caminaba hasta el despacho, ese lugar en donde su papá se la pasaba día tras día.Sintió como una fuerte punzada atravesaba su corazón de lado a lado, giró la perilla, estiró una de sus manos y encendió la luz, la cual hubiera preferido nunca haber encendido.—¡Papá! —exclamó Alan al ver a su padre con un arma en sus manos, borrando la sonrisa que traía consigo.Jacob alzó su mirada, y esbozó una pequeña sonrisa, su hijo había vuelto, lo había esp
Las manos húmedas sobre la tierra húmeda e inerte, hacían que su dolor fuera mucho más profundo. Gabriela tomó aire, respiró profundo y miró a su madre, quien lucía radiante, como si nada le hubiera afectado.—¡Deberías irte!, no tienes nada que hacer aquí —exclamó Gabriela sorbiendo su nariz. Le dolía el alma, el corazón, el hombre que ella había amado tanto, se había ido y la había dejado sola.—¡Lo siento cariño!, yo no tengo la culpa que tú padre hubiese querido quitarse la vida —exclamó Amelia, una pequeña sonrisa ladeada se dibujó en su rostro, levantó sus gafas y guiño un ojo al hombre que estaba justo al frente, sin pudor alguno.Gabriela abrió sus ojos de par en par, su madre era una completa descarada, como se atrevía a coquetear en el sepelio de su padre, del hombre que ella decía amar hasta la eternidad.—¡No tienes vergüenza! Al menos respecta el sepelio de mi padre, ya suficiente tuvo con darse de cuenta la clase de mujer que eres —vociferó Gabriela fulminado con la mira
La noche había llegado, Gabriela no dejaba de llorar, por más que intentaba olvidar la escena de su padre inerte sobre su escritorio con un tiro en las sienes, no la dejaba tranquila.Él era el único que le había entregado su corazón, Jacob siempre se encargó que Gabriela creciera siendo una niña completamente feliz, sin importar el desprecio que su madre mostraba hacia ella.Gabriela se colocó de pie, cerró la llave del grifo, tomó una toalla seca su cuerpo y salió del baño, necesitaba algo fuerte para calmar su dolor, sin dudarlo un segundo al estar completamente lista, Gabriela tomó las llaves de su auto y salió con rumbo al bar más cercano.Gabriela condujo rápidamente, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas, pronto se detuvo en la zona de bares menos exclusiva de la ciudad, limpio sus lágrimas, bajó del auto y caminó hacia el bar. La luz atenuante del bar impidió que Gabriela viera el lugar en donde se estaba metiendo, caminó por inercia propia hasta estar dentro de
El dolor en su cabeza hizo que Gabriela abriera sus ojos, miró a todos lados. No conocía el lugar, aún no entendía como había bebido tanto si nunca en su vida se había tomado una sola copa de vino.Gabriela llevó sus manos a su boca, al ver a un hombre durmiendo a su lado completamente desnudo.Lo miró fijamente por unos segundos, era definitivamente el hombre más guapo que sus ojos hubieran visto, un completo Dios griego, tal como su amiga solía decir.Ella se bajó lentamente de la cama, con cuidado de no despertar al Dios griego que dormía a su lado, tomó su ropa y corrió hacia el baño.—¿Qué hiciste Gabriela?, acabas de perder tu virginidad con un completo desconocido —exclamó ella mirándose al espejo.Ella movió su cabeza rápidamente, se echó agua en la cara, y se vistió. Gabriela caminó de puntas y salió de la habitación como alma que lleva el diablo.Su corazón latía a mil por segundos, su cabeza estaba hecha un ocho, por un lado lo sucedido en ese bar, y después haber bebido c
Alan sonrió abiertamente, ahora podía girar todo a su favor, todo absolutamente todo estaría dispuesto solo para él.—¡Señor Evans! Solo debe firmar aquí y todo estará listo —habló el abogado.—Solo tengo una sola petición señor Rodríguez —exclamó Alan, alzando una ceja.—Por supuesto señor Evans, lo que usted diga, aunque creo que la señora Smith y su hija debieron estar presentes. No acostumbro hacer estos actos a solo horas del sepelio de su padre —dijo el abogado estirando sus manos pasando los documentos a Alan quien sonrió abiertamente.—Quiero que en la lectura del testamento no me nombre, o mejor dicho, no quiero que ellas sepan que mi padre dejó todo a mi nombre —exclamó Alan.Los ojos del abogado Rodríguez se abrieron ampliamente, no entendía la petición de Alan.—Señor, pero el testamento de su padre acaba de ser leído, yo no puedo mostrar documentos a la señora Amelia los cuales ya fueron abiertos, pensé que usted se encargaría de hacerles saber todo —inquirió el abogado,
Gabriela suspiro profundo y se dejó caer sobre la cama, mientras una lágrima resbalaba por sus mejillas.—¡Gabriela por favor!, ¿Me vas a decir quién es el padre de la criatura que estás esperando?, o debo adivinar por Dios —preguntó Laura, quien lucía bastante preocupada.Gabriela también se hacía la misma pregunta, apenas había visto a ese hombre una sola noche, ni siquiera sabía su nombre, mucho menos su apellido.—¡Eso no importa!, voy hacer lo que tenía planeado, me voy del país —exclamó Gabriela.—¿Y tú madre?, ¿Qué será de ella? —preguntó Laura.—Ella no me quiere, nunca lo hizo así que no creo que a ella le importe mucho —respondió Gabriela, se colocó de pie y fue directamente al closet donde empacó toda su ropa.Laura ayudó a Gabriela a bajar cada maleta y meter al auto, mientras Gabriela dejaba una carta de despedida para su madre, sabía que a su madre no le importaba, pero aún así quiso decirle a dónde iría.Alan alzó su mirada, ahí estaba Amelia, nuevamente en el mismo r
Alan dejó la copa a un lado del escritorio y giró la silla de su escritorio, pensó que era Amelia, lo último que quería ver en ese momento, quería estar solo, en el mismo lugar donde su padre se había quitado la vida, los recuerdos le invaden el corazón, ya había dado el segundo pasó, ahora solo faltaba destruirla completamente.—¿Se puede saber qué intentas hacer? —exclamó Gabriela, vio como la silla giró, apenas se había dado cuenta que no era su madre quien estaba detrás de la silla.Alan se paralizó por completo al escuchar aquella voz que reconocía perfectamente. Ella había vuelto, definitivamente si.Alan sintió su pecho estremecer, y sin dudarlo un segundo giro su silla y así constatar que era ella.—¿Qué haces aquí? —tartamudeo Gabriela al ver al hombre que acaba de girar la silla. Alan se colocó de pie, definitivamente Gabriela estaba más hermosa que nunca, sus pies se movieron por inercia propia, caminando hasta estar justo al frente de Gabriela.—¡Buenas tardes! —dijo Ala
Alan respiró profundo, tomó las fotos en sus manos y subió a la habitación. Tenía su cabeza hecha un ocho, no contaba con que Gabriela volviera de nuevo a la ciudad, al menos no ahora.Aunque debía seguir con sus planes, y Gabriela lo único que habría era hacérselo más fácil. Abrió la puerta de la habitación y vio como Amelia arreglaba el equipaje.—¡Amelia!, deja todo a un lado, es obvio que no vamos a ir de luna de miel —dijo llamando la atención de Amelia al entrar a la habitación.—¡Si amor!, lo sé, estás furioso por qué mi hija quiere meterse dónde no le importa. Puedes estar tranquilo, ella no hará absolutamente nada, así que no hay por qué suspender nuestra luna de miel —dijo Amelia sonriendo.—No me refiero a eso, me refiero a estás malditas fotos —exclamó tirando las fotos aun lado de la cama.Amelia abrió sus ojos, obviamente conocía esas fotos, aunque no recordaba absolutamente nada, conocía muy bien al hombre que aparecía en esas fotos.—¿Cómo?, ¿Cómo, conseguiste esas fot