Verdades

Maximiliano arqueo una ceja, y sonrió, estaba tan herido que no le importaba absolutamente nada.

—Te advierto que si intentas meterme ideas en mi cabeza lamento decirte que no pienso escuchar lo que dices. Alan me ama, siempre me lo ha demostrado, y mi hija siempre ha sido un estorbo en mi vida, desde pequeña me ha hecho la vida imposible, así que no confundas las cosas —exclamó Amelia.

—¡Hay Amelita!, que equivocada estás, definitivamente eres un ilusa, ¿Me imagino que no sabías que tú hijita y tu esposo siempre te vieron la cara?, das lastima —dijo Maximiliano caminando de nuevo hacia el auto.

—¿A qué te refieres? —vociferó ella caminando detrás de Maximiliano.

—Que hace falta tener dedos en la frente para no darse cuenta que tú hija y tu esposo siempre te vieron la cara, ¿Acaso no te has preguntado quien es el padre de Sofía? —exclamó Maximiliano.

—¡Tu, desde luego que eres tu! —musito Amelia.

—¡No, querida!, yo no soy el padre de tu adorada nieta, escasamente soy el mejor amigo de
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