Largo

Amelia lo miró con superioridad, debía ser fuerte y más ahora que Maximiliano había disipado todas su dudas

—¡Que rápido aprendes, pero no puedes quitarme algo que nunca ha sido tuyo —dijo Alan con una sonrisa triunfal.

La cara de Amelia cambió de colores, al igual que sus piernas retrocedieron varios pasos hacia atrás.

—¿De qué demonios estás hablando? —titubeo Amelia.

—Lo que acabas de escuchar, nada de lo que dices que tienes es tuyo, todo absolutamente todo es del hijo de Jacob, y en estos documentos tengo las verdaderas pruebas. Ah, solo espero que ahora que sabes que nada te pertenece te largues de esta casa —exclamó Alan, estiró sus manos y entregó los documentos que guardaba en la mesa del estar.

—¿Esto es una broma verdad?, en primer lugar yo me case contigo, y en segundo lugar, Jacob dejó todo a mi hija y por supuesto a mi, a ese bastardo no le dejó absolutamente nada —dijo Amelia.

—¡Te equivocaste cariño!, yo no estoy casado con un ser tan despreciable como tú, y en cuanto
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