La noche había llegado, Gabriela no dejaba de llorar, por más que intentaba olvidar la escena de su padre inerte sobre su escritorio con un tiro en las sienes, no la dejaba tranquila.
Él era el único que le había entregado su corazón, Jacob siempre se encargó que Gabriela creciera siendo una niña completamente feliz, sin importar el desprecio que su madre mostraba hacia ella.
Gabriela se colocó de pie, cerró la llave del grifo, tomó una toalla seca su cuerpo y salió del baño, necesitaba algo fuerte para calmar su dolor, sin dudarlo un segundo al estar completamente lista, Gabriela tomó las llaves de su auto y salió con rumbo al bar más cercano.
Gabriela condujo rápidamente, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas, pronto se detuvo en la zona de bares menos exclusiva de la ciudad, limpio sus lágrimas, bajó del auto y caminó hacia el bar.
La luz atenuante del bar impidió que Gabriela viera el lugar en donde se estaba metiendo, caminó por inercia propia hasta estar dentro de una pequeña habitación, en donde el ruido y el olor a cigarrillo era más profundo.
—¡Hola muñeca! —dijo un hombre calvo al ver a la joven entrar en el pequeño cubículo.
Gabriela abrió sus ojos de par en par, saliendo de su trance rápidamente, giró y vio como el hombre que hace unos segundos la había llamado muñequita, estaba justo detrás de ella.
—¡Lo siento mucho, creo que me equivoqué! —exclamó Gabriela retrocediendo dos pasos hacia atrás, golpeando su cuerpo con el hombre calvo, quien tenía una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Por qué te vas tan rápido?, si la fiesta apenas comienza —exclamó otro hombre gordo lamiendo sus labios.
—¡Suéltame señor!, ya le dije que me equivoqué! —vociferó Gabriela, al sentir como aquel hombre jalaba de su brazo.
—Lo siento mucho muñequita, pero de aquí vo te vas, creo que solo viniste a provocarnos, y no es justo con nosotros ¿Verdad muchachos? —dijo otro hombre con una enorme sonrisa dibujada en su rostro.
Gabriela entró en pánico, llevó sus manos rápidamente a su bolsa, y sacó el gas pimienta que su padre le había dado para usarlo en caso de emergencias.
—¡No sé atreven a tocarme!, o juro que se van arrepentir —exclamó totalmente aterrada, bueno Jacob le había dado clases de karate, incluso de defensa personal, solo que en ese momento estaba totalmente aterrada al medio de seis hombres que amenazaban con forzarla hacer cosas que ella no quería
—¡Señor!, ¿Va entrar en ese bar? —exclamó Ethan alzando una ceja, al ver que Alan abría la puerta del auto para bajarse, estaba realmente furioso, no entendía como Gabriela podía ser una mujer tan inconsciente.
Alan había seguido a Gabriela desde que salió de casa, hasta el bar de dudable categoría donde estaba.
—¡Si!, voy a entrar, ¿No sé en qué estaba pensando esa muchachita loca al entrar ahí?, definitivamente debe estar loca —vociferó Alan, bajó del auto, acomodó su saco y entró en busca de Gabriela.
Gabriela oprimía con fuerza el frasco de gas pimienta en uno de los hombres que la había tomado de la cintura, Gabriela ágilmente se había soltado, y desocupado casi todo el frasco en los ojos de aquel hombre que gritaba y maldecía a Gabriela.
—¿A dónde piensas que vas?, ¿Crees que lo que le hiciste a mi amigo se quedará así? —dijo otro hombre mirando fijamente a Gabriela mientras lamía sus labios.
—¡Suéltame viejo asqueroso! —exclamó Gabriela jalando su brazo fuertemente.
Alan corrió mucho más rápido, a pesar que había bastante ruido, escuchó perfectamente los gritos de una mujer, obviamente eran los de ella.
Alan intentó abrir la puerta, con tan mala suerte que estaba cerrada con seguro, así que sin importar absolutamente nada, levantó una de sus piernas y la empujó con gran fuerza logrando abrir la puerta.
Sus ojos se oscurecieron como el mar profundo en plena tormenta, al ver que varios hombres intentaban colocar sus manos encima de Gabriela .
Alan dió dos zancadas y quitó a uno de los hombres que intentaba besar a Gabriela, dobló sus nudillos y lo golpeó fuertemente en su nariz, los otros hombres al ver que Alan golpeaba a su amigo se abalanzaron encima de Alan, quien los esquivó uno por uno derribando los del y golpeandolos casi hasta dejarlos inconscientes.
Gabriela tenía sus ojos de par en par, al ver que al frente suyo estaba una máquina de guerra sin duda alguna.
Alan se quitó el saco, acomodo su camisa y se giró para encontrarse con los ojos color avellana más dulces que hubiera visto en su vida
—¿Estás bien? —preguntó Alan tomando a Gabriela de su muñeca.
Gabriela alzó su mirada y asintió, estaba realmente aterrada, se colocó de pie, y se hizo aún lado de la espalda de Alan al ver que dos de los hombres se colocaban de pie.
—¡Espérame afuera!, y no te atrevas a moverte —exclamó Alan mirando fijamente a Gabriela, quien asintió por inercia propia, dió dos pasos hacia atrás.
Alan dobló las mangas de su camisa y una leve sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro.
Siempre había sido un hombre pacífico, no le gustaba pelear ni mucho menos, solo que esta vez las circunstancias eran distintas.
Alan pudo controlar a los hombres rápidamente, tomó sacó y salió, su mirada viajó a Gabriela quien lucía confundida, asustada.
—¡Vamos!, te llevaré a casa —exclamó Alan tomando a Gabriela del brazo sin ni siquiera dirigirle la mirada.
—¡Que!, ¡No!, ni siquiera te conozco —exclamó Gabriela abriendo sus ojos como platos.
Alan llevó sus manos a la cabeza, en verdad Gabriela era un verdadero dolor de cabeza.
—¡Por supuesto que no me conoces!, pero te recuerdo que soy el que te acaba de salvar la vida —bufo Alan.
Alan empezó a caminar a la salida, Gabriela abrió sus ojos como platos al ver que Alan caminaba lejos de ella, sin dudarlo un segundo camino rápidamente detrás de Alan.
—¡No quiero ir a casa!, ¡Quiero tomar algo fuerte!, ¿Podrías llevarme a otro lugar? —pidió Gabriela.
Alan se detuvo, tomó su celular y texteo a Ethan. “Vete, me iré con Gabriela”
Alan al igual que Gabriela también quería tomar algo fuerte, algo que le hiciera olvidar, olvidar la muerte de su padre, olvidar que por culpa de esa mujer él tuvo que abandonar su casa, su hogar.
Alan llevó a Gabriela hasta su hotel, los dos caminaron en completo silencio hacia el bar, donde pidieron dos botellas de alcohol, el cual fue consumido como si hubiera sido agua.
Alan no podía dejar de mirar a Gabriela , en verdad era hermosa, sus ojos, su mirada eran realmente inquietantes, por su cabeza pasó el recuerdo de todo lo que tuvo que pasar cuando ella y su madre llegaron a su casa.
Sintió como la sangre subía a su cabeza, la ira lo estaba consumiendo por completo, ver a Gabriela justo enfrente de él era recordar a Amelia y todo lo que esa mujeres representaba.
Alan tomó a Gabriela de la mano e indicó que lo siguiera. Ella lo siguió, estaba agradecida por lo que él había hecho, pero no solo eso, si no que también estaba muy confundida.
Las puertas de la habitación se abrieron de par, en par. Alan tomó a Gabriela del cuello, la acercó a él y devoró sus labios como nunca.
Los dos caminaron torpemente hasta la cama, las prendas cayeron lentamente, haciendo que sus cuerpos se consumieran por el placer.
El dolor en su cabeza hizo que Gabriela abriera sus ojos, miró a todos lados. No conocía el lugar, aún no entendía como había bebido tanto si nunca en su vida se había tomado una sola copa de vino.Gabriela llevó sus manos a su boca, al ver a un hombre durmiendo a su lado completamente desnudo.Lo miró fijamente por unos segundos, era definitivamente el hombre más guapo que sus ojos hubieran visto, un completo Dios griego, tal como su amiga solía decir.Ella se bajó lentamente de la cama, con cuidado de no despertar al Dios griego que dormía a su lado, tomó su ropa y corrió hacia el baño.—¿Qué hiciste Gabriela?, acabas de perder tu virginidad con un completo desconocido —exclamó ella mirándose al espejo.Ella movió su cabeza rápidamente, se echó agua en la cara, y se vistió. Gabriela caminó de puntas y salió de la habitación como alma que lleva el diablo.Su corazón latía a mil por segundos, su cabeza estaba hecha un ocho, por un lado lo sucedido en ese bar, y después haber bebido c
Alan sonrió abiertamente, ahora podía girar todo a su favor, todo absolutamente todo estaría dispuesto solo para él.—¡Señor Evans! Solo debe firmar aquí y todo estará listo —habló el abogado.—Solo tengo una sola petición señor Rodríguez —exclamó Alan, alzando una ceja.—Por supuesto señor Evans, lo que usted diga, aunque creo que la señora Smith y su hija debieron estar presentes. No acostumbro hacer estos actos a solo horas del sepelio de su padre —dijo el abogado estirando sus manos pasando los documentos a Alan quien sonrió abiertamente.—Quiero que en la lectura del testamento no me nombre, o mejor dicho, no quiero que ellas sepan que mi padre dejó todo a mi nombre —exclamó Alan.Los ojos del abogado Rodríguez se abrieron ampliamente, no entendía la petición de Alan.—Señor, pero el testamento de su padre acaba de ser leído, yo no puedo mostrar documentos a la señora Amelia los cuales ya fueron abiertos, pensé que usted se encargaría de hacerles saber todo —inquirió el abogado,
Gabriela suspiro profundo y se dejó caer sobre la cama, mientras una lágrima resbalaba por sus mejillas.—¡Gabriela por favor!, ¿Me vas a decir quién es el padre de la criatura que estás esperando?, o debo adivinar por Dios —preguntó Laura, quien lucía bastante preocupada.Gabriela también se hacía la misma pregunta, apenas había visto a ese hombre una sola noche, ni siquiera sabía su nombre, mucho menos su apellido.—¡Eso no importa!, voy hacer lo que tenía planeado, me voy del país —exclamó Gabriela.—¿Y tú madre?, ¿Qué será de ella? —preguntó Laura.—Ella no me quiere, nunca lo hizo así que no creo que a ella le importe mucho —respondió Gabriela, se colocó de pie y fue directamente al closet donde empacó toda su ropa.Laura ayudó a Gabriela a bajar cada maleta y meter al auto, mientras Gabriela dejaba una carta de despedida para su madre, sabía que a su madre no le importaba, pero aún así quiso decirle a dónde iría.Alan alzó su mirada, ahí estaba Amelia, nuevamente en el mismo r
Alan dejó la copa a un lado del escritorio y giró la silla de su escritorio, pensó que era Amelia, lo último que quería ver en ese momento, quería estar solo, en el mismo lugar donde su padre se había quitado la vida, los recuerdos le invaden el corazón, ya había dado el segundo pasó, ahora solo faltaba destruirla completamente.—¿Se puede saber qué intentas hacer? —exclamó Gabriela, vio como la silla giró, apenas se había dado cuenta que no era su madre quien estaba detrás de la silla.Alan se paralizó por completo al escuchar aquella voz que reconocía perfectamente. Ella había vuelto, definitivamente si.Alan sintió su pecho estremecer, y sin dudarlo un segundo giro su silla y así constatar que era ella.—¿Qué haces aquí? —tartamudeo Gabriela al ver al hombre que acaba de girar la silla. Alan se colocó de pie, definitivamente Gabriela estaba más hermosa que nunca, sus pies se movieron por inercia propia, caminando hasta estar justo al frente de Gabriela.—¡Buenas tardes! —dijo Ala
Alan respiró profundo, tomó las fotos en sus manos y subió a la habitación. Tenía su cabeza hecha un ocho, no contaba con que Gabriela volviera de nuevo a la ciudad, al menos no ahora.Aunque debía seguir con sus planes, y Gabriela lo único que habría era hacérselo más fácil. Abrió la puerta de la habitación y vio como Amelia arreglaba el equipaje.—¡Amelia!, deja todo a un lado, es obvio que no vamos a ir de luna de miel —dijo llamando la atención de Amelia al entrar a la habitación.—¡Si amor!, lo sé, estás furioso por qué mi hija quiere meterse dónde no le importa. Puedes estar tranquilo, ella no hará absolutamente nada, así que no hay por qué suspender nuestra luna de miel —dijo Amelia sonriendo.—No me refiero a eso, me refiero a estás malditas fotos —exclamó tirando las fotos aun lado de la cama.Amelia abrió sus ojos, obviamente conocía esas fotos, aunque no recordaba absolutamente nada, conocía muy bien al hombre que aparecía en esas fotos.—¿Cómo?, ¿Cómo, conseguiste esas fot
Recuperar Gabriela volvió a su habitación, tomó su celular, y no pudo evitar sonreír, Maximiliano había llegado, no pensó que lo hiciera casi de detrás de ella, aún así una enorme sonrisa se dibujó en su rostroSin dudarlo un segundo Gabriela tomó a su pequeña en brazos y salió a encontrarse con Maximiliano, tal vez así tendría un poco de paz.Gabriela bajó las escaleras, el aroma a cigarrillo impregnó de inmediato sus fosas nasales haciendo que ella se girará a ver quién estaba en la sala de star.Alan estaba sentado en la sala de estar, estaba buscando la excusa perfecta para salir de ahí, no loco se quedaría una noche junto a Amelia.—¡Veo que volviste con una pequeña en brazos! —exclamó Alan llamando la atención de Gabriela.Gabriela suspiro profundo, se giró e hizo una mueca de desagrado.—Como haya vuelto o con quién, es algo que a mi madre y mucho menos a ti te interesa —dijo y salió de ahí. Gabriela no estaba dispuesta a darle explicaciones a él, y mucho menos iba a dejar qu
Gabriela llevó sus manos a la perilla y justo antes de girarla las manos de la morena se enredaron en sus brazos impidiendo su entrada.—¡Señora! ¿Acaso usted es sorda?, le dije muy claramente que el presidente no está, ¿Quién se cree para tomar tales atribuciones? —dijo la morena jalando del brazo de Gabriela.—Es mejor que me sueltes si no quieres perder tu trabajo ahora mismo —exclamó Gabriela con superioridad.La morena dejó salir una enorme sonrisa, de todas las locas que estaban detrás de su jefe, está era la peor definitivamente sí, pensó la pobre secretaria.—¿Usted me quiere echar? Jajaja —exclamó la secretaria.Gabriela rodó los ojos, jalo su brazo con fuerza, y suspiró, quería mantener la calma, por supuesto que ella tenía la culpa, ella no podía ingresar de esa manera a la oficina de presidencia y menos de esa manera, pero estaba segura que Alan no se lo iba a permitir.—¡Mira niñita! Para tu información soy dueña de absolutamente todo, y si sigue impidiendo mi paso le pro
Gabriela tomó el aire suficiente, miró a Alan y caminó de nuevo hacia el escritorio.—¡Citaré una reunión de emergencia!, así que prepárate porque vas a salir de aquí y ni creas que volverás a colocar un solo pie en las empresas —exclamó Gabriela, se giró y caminó hacia la salida.Estaba segura no poder quedarse más cerca de él, verlo y ver todo lo que él provocaba en ella la confundía aún más, aún así, aunque todo su cuerpo pareciera una completa gelatina decidió caminar por las instalaciones de la empresa.Aquellas que solía recorrer de la mano de su padre.Alan, se colocó de pie, caminó hasta su baño personal, abrió el grifo y llevó agua a su cuello, así, solo así tal vez podía bajar la calentura que Gabriela le había provocado con solo verla.Tan pronto su polla volvió a la normalidad, acomodó su cuello y marcó a Ethan, debía detener a Gabriela y cuanto antes mucho mejor.—¡Señor no creo que la señora Amelia y la señorita Gabriela crean que soy yo el hijo del señor Jacob! —exclamó