Embarazada

Alan sonrió abiertamente, ahora podía girar todo a su favor, todo absolutamente todo estaría dispuesto solo para él.

—¡Señor Evans! Solo debe firmar aquí y todo estará listo —habló el abogado.

—Solo tengo una sola petición señor Rodríguez —exclamó Alan, alzando una ceja.

—Por supuesto señor Evans, lo que usted diga, aunque creo que la señora Smith y su hija debieron estar presentes. No acostumbro hacer estos actos a solo horas del sepelio de su padre —dijo el abogado estirando sus manos pasando los documentos a Alan quien sonrió abiertamente.

—Quiero que en la lectura del testamento no me nombre, o mejor dicho, no quiero que ellas sepan que mi padre dejó todo a mi nombre —exclamó  Alan.

Los ojos del abogado Rodríguez se abrieron ampliamente, no entendía la petición de Alan.

—Señor, pero el testamento de su padre acaba de ser leído, yo no puedo mostrar documentos a la señora Amelia los cuales ya fueron abiertos, pensé que usted se encargaría de hacerles saber todo —inquirió el abogado, llevando un pañuelo a su frente para secar el sudor que caía rápidamente por su cabeza.

—Es simple, yo no quiero que ellas sepan absolutamente nada, para ellas mi padre dejó todo a Gabriela, y a Amelia, esos son mis deseos —vociferó Alan terminado de firmar los documentos 

—Pero señor, usted acaba de firmar absolutamente todo, y por lo tanto la herencia ya pasa a su nombre —dijo el abogado.

—Nada, son mis deseos. Ah, tampoco quiero que sepan que estoy devuelta y mucho menos que llevo el apellido de mi madre, para ellas estoy muerto igual que mi padre —exclamó Alan. 

—Está bien señor, sus deseos son órdenes, la señora Amelia se pondrá muy feliz al saber que será dueña del conglomerado y todo el resto de la herencia —dijo el abogado con evidente fastidio.

—Estos son los documentos que le mostrará a mi madrastra, también le dirá que tiene prohibido casarse al meno hasta dentro de un año —dijo Alan, sacó los documentos que tenía en su maletín y pasó al abogado, quien abrió sus ojos de par en par de nuevo.

—¿Y Gabriela, su hermana? —preguntó  el abogado llevando sus dedos a la sien.

Alan tensó su mandíbula, ella no era su hermana, aún tenía el aroma de ella impregnado en todo su cuerpo, como podía ser su hermana si no la veía de tal manera.

—En cuanto a ella, solo dígale lo que mi padre dejó escrito para ella. ¡Ah! Y la cuenta a su favor solo la debe saber ella, Amelia no debe saberlo.

—Alan es mejor que nos vayamos, acaba de llegar Amelia junto con Gabriela, y no creo que te convenga mucho que ellas te vean aquí, y mucho menos Gabriela —exclamó Ethan haciendo referencia a lo último.

Alan estiró sus manos y se despidió del abogado. Los dos salieron por las escaleras, no sin antes ver al par de mujeres que caminaban directamente hacia la oficina del abogado Rodríguez.

Alan suspiro profundo, Gabriela lucía hermosa, solo que el brillo en su mirada se había perdido, ese brillo que él recordaba cuando llegaron por primera vez a su casa.

Por lo visto las dos estaban ahí por la lectura del testamento, las dos eran unas interesadas, a las dos solo les importaba el dinero.

—¡Vamos Alan!, ella te puede ver —dijo Ethan sacando a Alan de sus pensamientos.

—Quiero que vigiles a Gabriela, no quiero perderla de vista —dijo Alan.

—En cuanto a Gabriela está bien, ¿Solo quiero saber si un año es suficiente para acercarte  a Amellia hasta hacerla perder la cabeza por ti? ¿crees qué ese tiempo es suficiente para que se enamore de ti? —preguntó Ethan mirando fijamente a Alan.

—Por supuesto, haré que Amelia se arrepienta de todo, la haré llorar lágrimas de sangre por haber traicionado el amor que mi padre le dio —dijo empuñando su manos.

Amelia se sentó justo la frente del abogado, quien lucía realmente confundido, al ver al par de mujeres frente a él.

—Señor Rodríguez, quiero que en este momento habrá el testamento de mi esposo —dijo Amelia imponente.

—Lo siento mucho señora Smith, pero creo que no va ser posible, al menos debe esperar la fecha estipulada por la ley —aseveró el abogado.

Amelia frunció el ceño y golpeó fuertemente el escritorio del abogado, haciendo que Gabriela y desde luego el abogado dieran un brinco 

—¡No!, no pienso esperar ocho malditos días, quiero saber que dice el testamento. Usted como el abogado de la familia debe cumplir con nuestras peticiones —dijo Amelia firmemente.

—Lo siento mucho abogado, mi madre y yo esperaremos la fecha estipulada —vociferó Gabriela.

—¿Que te sucede niña?, ¿Acaso te volviste loca?, no voy a esperar ocho malditos días y esperar que el hijo de tu padre venga y nos deje en la m*****a calle —exclamó Amelia jalando del brazo a Gabriela, quien dejó salir un grito ahogado.

—Está bien señora Amelia, leeré el testamento en este mismo momento —dijo el abogado tan pronto llegó un mensaje de Alan.

Una sonrisa enorme se dibujó en el rostro de Amelia al escuchar que prácticamente todo había quedado al nombre de su hija, claro está y por supuesto de ella.

—Muchas gracias abogado, fue un placer hacer negocios con usted, ¿Cuando puedo tomar posesión de todo? —preguntó Amelia, su felicidad era evidente, ahora no tenía porqué volver a preocuparse por dinero por el resto de su vida.

Gabriela solo negó repetidas veces, no entendía porqué su padre había dejado a su hijo por fuera de su testamento, aún así le restó importancia y firmó lo que él papel que el abogado le indicaba.

—Señorita Smith, su padre dejó esta carta para usted, solo pidió que la lea cuando esté a solas —dijo el abogado. Gabriela tomó la carta y la llevó a su pecho.

Amelia se colocó de pie, y sonrió antes de salir de la oficina, no quiso esperar a Gabriela, ahora tenía todo lo que quería ya no había razón para vivir detrás de su hija, bueno tendría que hacerlo para que ella le firmara los documentos si quería que ella tuviera el control total.

Gabriela suspiro profundo, al leer atentamente la carta que su padre había dejado para ella, era imposible no llorar, él la había amado hasta el último suspiro de su vida.

Dos semanas habían pasado, dos semanas en donde Gabriela había estado de mal en peor.

Salió del baño después de vomitar hasta más no poder, Laura frunció el ceño al ver a su amiga totalmente pálida como una hoja de papel.

—Por Dios Gabriela, ya dime ¿qué dice la prueba de embarazo?, ¿Es positivo, o negativo?, ¡Ya dime por Dios! —exclamó Laura evidentemente desesperada por saber el resultado.

Gabriela suspiro profundo antes de mirar la barra de la prueba, bajó su mirada, y una vez sintió como todo su mundo se venía abajo.

—¡Estoy embarazada!...

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