Al colgar la llamada que fue una sentencia para su vida, Gisselle se levantó del suelo donde estaba sentada, para reorganizar su pequeño departamento con las pocas cosas que le quedaron en pie. Fue tal el susto al llegar y ver la puerta abierta y las pocas pertenencias patas arriba y destrozadas que las piernas le fallaron, y desde ahí mismo leyó la nota que le dejó el responsable del desastre.
“Hola preciosa, solo encontré doscientos dólares que se restarán a la deuda de tu amadísimo padre, así solo quedas debiendo cuatrocientos ochenta mil, espero recibirlos pronto; sino me cobraré contigo, tengo planes muy buenos para recuperar mi dinero.”El escalofrío que la recorrió solo al imaginar los distintos escenarios de cómo ese matón saldaría la deuda con ella, casi la hace vomitar, sin pensarlo dos veces tomó su celular y llamó a la única persona en la que pudo pensar, con él por lo menos entregaría su cuerpo por voluntad propia.—¿Gisselle?—Sí, soy yo... y sí, acepto…Después de eso, ya todo estaba dicho, Owen organizó su mente para poner en marcha su plan.—De acuerdo, ahora mismo envío a Roy por ti, para que vengas y conversemos bien el tema.—No —exclamó la chica, casi a voz de grito—, por favor, hoy no, necesito hasta mañana pa-para arreglar mis cosas aquí.Gisselle no podía permitir que ninguno de los dos amigos viera en las condiciones en la que estaba, ella podía ser pobre y estar necesitada, pero la vergüenza de que Roy u Owen confirmaran todo, la ponía contra la espada y la pared.—Te daré dos horas —siempre ordenando sin pedir opiniones de nadie—, es tiempo más que suficiente para que resuelvas todos tus asuntos pendientes, voy a llamar al doctor O’Conner para que te atienda hoy mismo y así por la mañana tendremos todo el panorama resuelto. —Sin esperar respuesta colgó el todo poderoso CEO para poner manos a la obra.Para Gisselle, que una persona le ordenara hacer algún trabajo era normal, desde niña se acostumbró a acatar órdenes de sus superiores para cumplir con sus tareas, a menos que esas órdenes fueran para dirigir su vida, ese motivo siempre la llevó a tener problemas dentro de algunos empleos. Y claro, esa no fue la excepción, solo que esta vez, como de seguro en un futuro no muy lejano, debería acostumbrarse al carácter dominante de Owen Clark, y rápido.Terminada con la labor de recoger el desastre apenas le quedó tiempo para darse una ducha, enrollada en su toalla se paseó por el pequeño departamento con unas inmensas ganas de llorar, tan grandes que le oprimían el pecho hasta dejarla casi sin aliento, pero retuvo las lágrimas, sabía que, si comenzaba a llorar el Diluvio Universal descrito en la Biblia, parecería una lluvia veraniega en comparación.Terminó de vestirse y unos toques en su puerta la pusieron en alerta, al salir de la alcoba, se dió cuenta de que el rubio de ojos azules estaba parado abarcando todo el dintel de la puerta con una cara de disgusto.—Sé que no es mucho, y quizá no estas acostumbrado a estar en sitios así, me disculpo por eso, pasa por favor. Ya casi estoy lista.—Discúlpame si te di la impresión de prejuicioso o algo, pero es mas bien de extrañeza, ¿sueles dejar tu puerta abierta para que cualquier extraño pase sin más?—No, claro que no, es que… esta tarde al llegar no-no pude abrir y rompí el cerrojo, luego lo arreglo; de todas formas, no hay nada que robar aquí.—De acuerdo, vamos, que se nos hace tarde con el doctor.—Dime una cosa, ¿por qué viniste tú…? —Roy dejó salir su expresión pícara como si atrapara a la chica con las manos en la masa, pensando que ella quería que fuese Owen quien estuviera ahí y no él—; es decir, ¿pudo enviar a cualquiera de sus empleados o incluso enviar un taxi para ir por mi cuenta a la clínica? sería normal en todo caso.—Owen es muy reservado, creo que debiste darte cuenta y solo confía en mí para sus asuntos más importantes y tú niña, te convertiste de la noche a la mañana en un asunto DEFCOM 1.En el camino de ida a la clínica todo era silencio y los pensamientos de la chica estuvieron rebotando por todo el auto sin parar. Para ella, no fue fácil aceptar tal propuesta de un perfecto extraño, de no ser por Lowell y sus matones, su respuesta hubiese sido un “no” rotundo, aunque la situación se puso difícil durante mucho tiempo; la posibilidad de prostituirse nunca fue una opción, le costó arreglar el pago de la deuda con la universidad; mas, con sus dos trabajos le alcanzaría para entregar las cuotas a cancelar, en un periodo largo eso sí. Solo le quedaba la cuenta en el hospital y Lowell.Este último era quien más le preocupaba y la mayor razón por la cual estaba allí en ese auto dispuesta a entregar su virginidad, alquilar su vientre para gestar al hijo del CEO de la compañía en la cual trabajaba y entregárselo como si no fuese más que un paquete, y ella sabía que la carga emocional de su decisión repercutiría por el resto de su vida.Una vez aceptada la propuesta todo fue una vorágine de preparativos y locura. Roy se encargó de ir con Gisselle al médico para los exámenes de rigor y todo lo relacionado con la fertilidad y la posibilidad inmediata de un embarazo. Aquí fue donde el rubio supo el porqué de la reacción, un tanto exagerada para su gusto, de ese día, ¡ella era virgen!, al escuchar al médico decirlo se relamió por dentro, estaba seguro que a Owen también le agradaría esa noticia. Luego del médico regresaron al departamento de la chica, el edificio era un mugrero a la vista del Roy, mas, en su sitio personal, estaba bastante limpio a pesar de lo austero de todo, se veía el buen gusto para combinar lo poco que tenía, las fotos de ella con un señor mayor estaban dispersas por aquí y por allá, aunque sin marco, Roy pudo notar que la niña dejaba su inocencia a medida que pasaban los años en las últimas fotos se ve la rigidez en su rostro y por el parecido entre ellos dedujo que él era su padre. —Murió el año
El desasosiego alojado en su pecho era más grande que su orgullo y su necesidad más grande que su dignidad. Esa era su verdad, el dinero, o la falta de él, dominaba su vida, por deudas que en ningún caso fueron su culpa, mas, las ganas la de vivir la obligaban a cumplir. Lowell no era un tipo al cual podías deberle eternamente sin sufrir algún daño y ya estaba advertida. —¡Santos cielo! —exclamó llevándose sus manos al rostro y acostándose en la cama a la vez que contuvo sus lágrimas—. No puedo creer que mi vida se convirtió en esto. Unos toques en la puerta la hicieron levantar de un salto y despejar las nubes negras que se cernían sobre ella. —Pase. —Buenas tardes, señorita Monroe —una chica menuda y de uniforme de servicio le sonrió—, soy Berta, el señor Owen me envió a buscarla, la cena está lista. —De acuerdo, gracias. —También me indicó que le diera esto. —la chica le entregó un vaso con agua y unas medicinas. Extrañada leyó la caja de medicamentos que dice ser vitaminas p
Con las decisiones tomadas y aceptadas sin más remedio, esa noche se fueron a dormir cada uno con sus preocupaciones a resguardo en sus cabezas; la más mortificada y atormentada era la de Gisselle. Quien recostada en las finas sábanas durmió un sueño intranquilo plagado de doctores con la cara cubierta e instrumentos filoso en sus manos, haciéndole cosas dolorosas. Despertándose cada dos por tres, era de suponer que a la mañana siguiente las ojeras en el rostro de la chica superarían los sonrojos constantes que le cubrían las mejillas, solo de pensar en el CEO. Era domingo, el único día libre que tenía Owen en su laborioso trabajo, y le encantaba ir a la playa cada vez que podía, fue allí que conoció a Roy hacía más de cinco años. Él estaba grabando unas escenas para una película y Owen se encontraba paseando por la marina ese día; vio el alboroto y no pudo evitar acercarse, aunque el mundo del espectáculo nunca le llamó la atención, siempre le gustó ver películas y ver de primera man
Dentro del camarote Owen estaba que se lo llevaba el diablo, necesitaba un trago, un maldito trago, pero el idiota de Roy se encargó de alejar las bebidas de su presencia —"como si fuese un maldito alcohólico”—, pensó en ese momento Owen, aunque en el fondo le agradecía ya que al ingerir esa bebida las molestias en su cuerpo aumentaban. No podía creer lo que le acababa de pasar, la gente prejuciosa para él era más detestable que un ladrón, ya que el ladrón tiene sus motivos para hacer lo que hace; sin embargo, la persona prejuicioa no se mira ni la punta de la nariz, no tiene razones válidas para someter a alguien a sus pensamientos y escrutinios basándose solo en lo que se imagina.Mientras más le daba vueltas al asunto, más se molestaba, y la razón de su molestia no era tanto por la idea equivocada que las personas tuvieran de él, no, era más sobre lo que Gisselle pensara. Esa mujer comenzaba a afectarle de una manera que por esos momentos, Owen, no se permitía analizar.Su malestar
Pasaron la tarde juntos, hasta entrada la noche, disfrutando del mar y conociéndose entre ellos, y como todo lo bueno se termina, llegó la hora de regresar, el día siguiente era laborable y no se puede faltar por simple gusto. El único que estaba exento de sus obligaciones laborales era Roy, quien estuvo rechazando papeles desde que se enteraron de la enfermedad de Owen, para él, su más que amigo, su hermano, que estaba por encima de cualquier trabajo; sin embargo, a su puerta llegaría la propuesta que lo haría tambalear y pensar la decisión de rechazarla con tanta facilidad. Ese lunes por la mañana el futuro lo zarandeó casi al alba. —Es la secuela y tú eres el protagonista. ¡Vamos hombre! no puedes decir que no, además te darán un mes para iniciar las grabaciones, si no, le harán la proposición a otro ¿recuerdas a Steven Sanderson? Será él. Roy estaba contra la espada y la pared, por un lado, se había comprometido con su amigo a ayudarlo durante su proceso y por el otro, su pasión
Los siguientes días pasaron en un abrir y cerrar de ojos, el incidente del beso fue olvidado o ignorado por los dos, o eso quisieron creer; sin embargo, no volvió a repetirse y la tensión entre ambos era palpable, por lo que continuaron tratándose como lo venían haciendo aunque se podía ver a leguas lo rígidos que estaban el uno con el otro. Cosa que no le pasó desapercibida a Roy, mas, hoy era su último día en casa, debía ir a Texas para grabar unas promociones antes de iniciar el rodaje de la película, él quería acompañarlos para saber los resultados de las exámenes que se le practicaron a Gisselle y lamentablemente no estaría presente.—Bueno familia, me voy, no hagan nada que yo no haría y llámenme para saber cómo les fue.Le da un fuerte abrazo a su hermano del alma y otro a Gisselle con un beso en la coronilla de su cabeza, ella no está acostumbrada a las muestras de cariño por lo que no supo qué hacer en esos segundos y prefirió quedarse estática.—Deberas acostumbrarte a eso, R
Para el jueves de esa misma semana, temprano por la mañana, el doctor Monroe llamó a Owen con las buenas noticias de que la fecundación fue efectiva y que los blastocistos están listos para ser implantados al día siguiente. La emoción amarga que recorrió a Owen no fue nada normal, si bien él deseaba con toda su alma un hijo, el hacerlo así, venía viendo como sin gracia; en todo caso ya el procedimiento estaba sobre la marcha y ese mismo día por la tarde le avisó a Gisselle por mensaje, ya que se encontraban trabajando. Owen le dijo que la recogería a la salida de su turno en el restaurante para hablar y así quedaron. Por otro lado el pelinegro también llamó a Roy para darle la noticia. —Me sigue pareciendo una pérdida de dinero y tiempo, estoy seguro de que si otras fuesen las circunstancias, ya tendrías a Gisselle llevándote ofrendas a tu altar. —No seas exagerado... —¿Que no sea qué...? ¿Te olvidas con quién hablas? Lo he visto hermano, estos ojos que se van de comer los gusanos,
La noche se veía larga para Owen, al principio la rabia no le permitió entablar una conversación con Gisselle, además de que ella era un océano de lágrimas, lo único que se permitió hacer fue sentarse a su lado en la silla del tocador, dejarla llorar y estar ahí con ella. —Vamos, gasela —Owen creyó oportuno que era suficiente de lamentos y al mermar la rabia su lógica predominó —, si no cenaste nada debes comer algo, los medicamentos son fuertes y no quiero que enfermes por eso.—Tienes razón —con los ojos inflamados y rojos de tanto llorar Gisselle esboza un intento de sonrisa—, pero primero quiero bañarme. —Ve, yo iré por algo ligero, ya Berta debe estar durmiendo.Con la rapidez de un rayo, el pelinegro preparó unos sándwiches de jamón y queso y un baso de jugo de fresa, la otra noche que cenaron vió que ella disfrutaba de ese sabor. Preparó una bandeja de esas de estar en la cama y la llevó arriba, Gisselle todavía encontraba en el baño, mas, no se escuchaba nada. Al cabo de unos