Owen se encontraba sentado tomando su café sin azúcar y su típico ceño fruncido, dibujado en su perfecto rostro, señal inequívoca para cualquier mortal de que no se atrevan a acercarse a él, ya sabían que si estaba en la cafetería de Clark Comunication, no debían, ni por educación, darle los buenos días. Sus pensamientos eran todo un caos, a sus treinta y cinco años, siendo el CEO de la compañía de marketing más exitosa de California, heredada de su padre, haber vivido la mitad de toda su vida en opulencia, lujos y derroche, cualquiera pensaría que tiene el resto de su vida arreglada y feliz, solo a la espera de vivirla. Sin embargo, justo en este momento era todo lo contrario. Desde muy temprana edad supo lo que quería, dirigir la compañía, que todos lo respetaran y bajaran la cabeza mientras él pasaba, tal cual lo hacían con su padre, una familia y uno o dos hijos, eso era su meta, pero no sabía que lo único que le faltaría a esa ecuación bien calculada desde sus diecisiete años, s
La oficina se hizo pequeña para Gisselle, estar frente a ellos dos la hacía sentir diminuta y frágil, y no es que no lo fuese, pero nunca lo sintió tan fuerte.—Yo… no entiendo nada —fue lo que salió de la boca de la mujer que seguía aferrándose al asa de su bolso.—En primer lugar, necesito que me prometas que lo que se conversará aquí no será divulgado, necesito discreción de tu parte, tanto si aceptas como si no— ella subió y bajó la cabeza de manera apresurada confirmando su silencio—. Ahora. déjame te explico de una manera que no te sientas tan abrumada —Owen se sentó a su lado y tomándole una mano, la cual tenía fría como hielo procedió a calmarla para poder expresarse—. Sé que nos conocimos esta mañana, y a decir verdad, conozco un poco tu situación actual, más allá de tu hoja de vida —la chica lo miró extrañada y confundida—, sí, lo siento, pedí a Recursos Humanos tu información, y digamos que hice ciertas averiguaciones, leí que no eres casada, además vives sola sin compañeros
Al colgar la llamada que fue una sentencia para su vida, Gisselle se levantó del suelo donde estaba sentada, para reorganizar su pequeño departamento con las pocas cosas que le quedaron en pie. Fue tal el susto al llegar y ver la puerta abierta y las pocas pertenencias patas arriba y destrozadas que las piernas le fallaron, y desde ahí mismo leyó la nota que le dejó el responsable del desastre. “Hola preciosa, solo encontré doscientos dólares que se restarán a la deuda de tu amadísimo padre, así solo quedas debiendo cuatrocientos ochenta mil, espero recibirlos pronto; sino me cobraré contigo, tengo planes muy buenos para recuperar mi dinero.” El escalofrío que la recorrió solo al imaginar los distintos escenarios de cómo ese matón saldaría la deuda con ella, casi la hace vomitar, sin pensarlo dos veces tomó su celular y llamó a la única persona en la que pudo pensar, con él por lo menos entregaría su cuerpo por voluntad propia. —¿Gisselle? —Sí, soy yo... y sí, acepto… Después de e
Una vez aceptada la propuesta todo fue una vorágine de preparativos y locura. Roy se encargó de ir con Gisselle al médico para los exámenes de rigor y todo lo relacionado con la fertilidad y la posibilidad inmediata de un embarazo. Aquí fue donde el rubio supo el porqué de la reacción, un tanto exagerada para su gusto, de ese día, ¡ella era virgen!, al escuchar al médico decirlo se relamió por dentro, estaba seguro que a Owen también le agradaría esa noticia. Luego del médico regresaron al departamento de la chica, el edificio era un mugrero a la vista del Roy, mas, en su sitio personal, estaba bastante limpio a pesar de lo austero de todo, se veía el buen gusto para combinar lo poco que tenía, las fotos de ella con un señor mayor estaban dispersas por aquí y por allá, aunque sin marco, Roy pudo notar que la niña dejaba su inocencia a medida que pasaban los años en las últimas fotos se ve la rigidez en su rostro y por el parecido entre ellos dedujo que él era su padre. —Murió el año
El desasosiego alojado en su pecho era más grande que su orgullo y su necesidad más grande que su dignidad. Esa era su verdad, el dinero, o la falta de él, dominaba su vida, por deudas que en ningún caso fueron su culpa, mas, las ganas la de vivir la obligaban a cumplir. Lowell no era un tipo al cual podías deberle eternamente sin sufrir algún daño y ya estaba advertida. —¡Santos cielo! —exclamó llevándose sus manos al rostro y acostándose en la cama a la vez que contuvo sus lágrimas—. No puedo creer que mi vida se convirtió en esto. Unos toques en la puerta la hicieron levantar de un salto y despejar las nubes negras que se cernían sobre ella. —Pase. —Buenas tardes, señorita Monroe —una chica menuda y de uniforme de servicio le sonrió—, soy Berta, el señor Owen me envió a buscarla, la cena está lista. —De acuerdo, gracias. —También me indicó que le diera esto. —la chica le entregó un vaso con agua y unas medicinas. Extrañada leyó la caja de medicamentos que dice ser vitaminas p
Con las decisiones tomadas y aceptadas sin más remedio, esa noche se fueron a dormir cada uno con sus preocupaciones a resguardo en sus cabezas; la más mortificada y atormentada era la de Gisselle. Quien recostada en las finas sábanas durmió un sueño intranquilo plagado de doctores con la cara cubierta e instrumentos filoso en sus manos, haciéndole cosas dolorosas. Despertándose cada dos por tres, era de suponer que a la mañana siguiente las ojeras en el rostro de la chica superarían los sonrojos constantes que le cubrían las mejillas, solo de pensar en el CEO. Era domingo, el único día libre que tenía Owen en su laborioso trabajo, y le encantaba ir a la playa cada vez que podía, fue allí que conoció a Roy hacía más de cinco años. Él estaba grabando unas escenas para una película y Owen se encontraba paseando por la marina ese día; vio el alboroto y no pudo evitar acercarse, aunque el mundo del espectáculo nunca le llamó la atención, siempre le gustó ver películas y ver de primera man
Dentro del camarote Owen estaba que se lo llevaba el diablo, necesitaba un trago, un maldito trago, pero el idiota de Roy se encargó de alejar las bebidas de su presencia —"como si fuese un maldito alcohólico”—, pensó en ese momento Owen, aunque en el fondo le agradecía ya que al ingerir esa bebida las molestias en su cuerpo aumentaban. No podía creer lo que le acababa de pasar, la gente prejuciosa para él era más detestable que un ladrón, ya que el ladrón tiene sus motivos para hacer lo que hace; sin embargo, la persona prejuicioa no se mira ni la punta de la nariz, no tiene razones válidas para someter a alguien a sus pensamientos y escrutinios basándose solo en lo que se imagina.Mientras más le daba vueltas al asunto, más se molestaba, y la razón de su molestia no era tanto por la idea equivocada que las personas tuvieran de él, no, era más sobre lo que Gisselle pensara. Esa mujer comenzaba a afectarle de una manera que por esos momentos, Owen, no se permitía analizar.Su malestar
Pasaron la tarde juntos, hasta entrada la noche, disfrutando del mar y conociéndose entre ellos, y como todo lo bueno se termina, llegó la hora de regresar, el día siguiente era laborable y no se puede faltar por simple gusto. El único que estaba exento de sus obligaciones laborales era Roy, quien estuvo rechazando papeles desde que se enteraron de la enfermedad de Owen, para él, su más que amigo, su hermano, que estaba por encima de cualquier trabajo; sin embargo, a su puerta llegaría la propuesta que lo haría tambalear y pensar la decisión de rechazarla con tanta facilidad. Ese lunes por la mañana el futuro lo zarandeó casi al alba. —Es la secuela y tú eres el protagonista. ¡Vamos hombre! no puedes decir que no, además te darán un mes para iniciar las grabaciones, si no, le harán la proposición a otro ¿recuerdas a Steven Sanderson? Será él. Roy estaba contra la espada y la pared, por un lado, se había comprometido con su amigo a ayudarlo durante su proceso y por el otro, su pasión