4. El recibimiento.

Una vez aceptada la propuesta todo fue una vorágine de preparativos y locura. Roy se encargó de ir con Gisselle al médico para los exámenes de rigor y todo lo relacionado con la fertilidad y la posibilidad inmediata de un embarazo. Aquí fue donde el rubio supo el porqué de la reacción, un tanto exagerada para su gusto, de ese día, ¡ella era virgen!, al escuchar al médico decirlo se relamió por dentro, estaba seguro que a Owen también le agradaría esa noticia.

Luego del médico regresaron al departamento de la chica, el edificio era un mugrero a la vista del Roy, mas, en su sitio personal, estaba bastante limpio a pesar de lo austero de todo, se veía el buen gusto para combinar lo poco que tenía, las fotos de ella con un señor mayor estaban dispersas por aquí y por allá, aunque sin marco, Roy pudo notar que la niña dejaba su inocencia a medida que pasaban los años en las últimas fotos se ve la rigidez en su rostro y por el parecido entre ellos dedujo que él era su padre.

—Murió el año pasado, después de una larga enfermedad renal —la explicación de la chica fue aunada a la acción de guardar en una caja la foto que el rubio miraba.

—Lo siento mucho, dime en qué puedo ayudarte…

—Solo me llevaré mi ropa y esto —le hizo seña a la pequeña caja entre sus manos con algunas cosas personales que fue recogiendo.

—Creo que deberías dejar tu ropa, no la vas a usar mucho de todas maneras, además, recuerda que Owen prometió hacerse cargo de ti y si él no cumple, también estoy yo.

La rubia se sonroja hasta más no poder y la entrepierna de Roy le hace saber que ese color es su favorito.

—P-Prefiero llevarme mis cosas. —el rubio sonrió ante el intento de la chica de ocultar su vergüenza.

—Esto será lo único divertido de estos meses. —pensó él al recordar su inocencia y sentir que llevaba una virgen al sacrificio del dios Owen, caprichoso, impredecible, y malhumorado como ninguno, sin embargo, Roy quería al bastardo ese y sabe que en el fondo es puro ladrido. Además, puede ser que ella sí sea la indicada, y no solo un vientre de alquiler—. Pero me estoy adelantando mucho, vamos un día a la vez. —se dijo a si mismo.

Con sus pocas pertenencias a resguardo llegaron a la casa Clark sin contratiempos, siendo fin de semana tanto Owen como Roy tenían todo el tiempo del mundo para instalar a Gisselle y comenzar a conocerse. El rubio, también tenía una habitación en la casa de Owen, sin embargo, nunca perdió su independencia y mantiene su propio departamento, que se encuentra a diez minutos de distancia, en los momentos en los cuales uno de los dos necesita tiempo fuera, es ahí donde se refugian, es más como que, la casa de Owen es su casa permanente y el departamento de Roy es su piso de soltero.

—Bienvenida, luego te hago un recorrido mucho más detallado de todo, por ahora ven, te muestro tu habitación. —Owen, la guió escaleras arriba, seguidos por un Roy sonriente y emocionado.

Gisselle se encontró abrumada por todo lo que sucedió desde el año pasado, un cúmulo de emociones y situaciones en su vida que daría para una película digna de Spielberg. En ese momento, recorriendo los pasillos de lo que más bien parece un palacio real, a su pensar, es cuando se sentía más surrealista, sobre todo por los motivos que la llevó a estar ahí.

—Es aquí —le señala al tiempo que abrió la puerta para dejar ver un habitación sobria pero delicada, con tonos blancos y salmón en su paredes—, mi habitación está al lado y se conecta con esta puerta. —Owen abre una segunda puerta de las cuatro que hay dentro de la recámara, mostrándole su alcoba, con decoración muy masculina con tonalidades azules y celestes—. Aquí está el baño, el cuarto de Roy está al final de pasillo y esta otra puerta, el armario.

Dentro, el dichoso closet estaba a reventar con ropa, zapatos, e incluso accesorios de mujer, con las etiquetas aun pegadas. La chica no podía creérselo, el tamaño de toda la habitación superaba con creces al de su humilde departamento y ver todas esas cosas que compraron para ella era sobrecogedor. No quizo tocar nada no fuese a romperlo y después… ¿con qué dinero lo pagaría?

—Bueno, cariño te dejamos un rato para que te refresques y te instales. —Roy siempre con la mayor amabilidad del mundo para tratarla, ya que, la veía como una hoja frágil al viento que le estaba soplando la vida.

***

—Ya te lo dije por teléfono, el doctor me aseguró que además de sana, también es virgen, aunque lo de fértil debemos esperar para la semana que viene que estén los resultados hormonales.

—¡¡Maldita sea, Roy!! —el golpe en el escritorio de su despacho resonó con estruendo como el cerebro de Owen, tras confirmar lo que el rubio le dijo con anterioridad— ¿En serio crees que tengo tan poco corazón para hacerle algo así a una chica que ni siquiera tuvo su primera vez? —Ofuscado, Owen pasó su mano desde el nacimiento de su cabello hasta atrás alborotándolo todo con exasperación.

—No es cuestión de que tengas o no corazón —Roy se acercó a él, giró alrededor de su escritorio para quedar frente a frente—, sino ganas de tener ese hijo que tanto anhelas —Roy pudo ver desde su perspectiva que se dejaría marcas en las palmas con lo fuerte que apretaba sus puños—, en todo caso si ya no quieres hacerlo, podemos buscar otra persona, de seguro hay más…

—No —lo cortó de manera tajante—, solo… déjame pensar esto un poco, dame unos minutos… a solas, por favor, quiero, no, necesito estar solo.

Roy comprendió su necesidad y sin decir nada se giró aceptando su deseo, él sabía que no ganaría esa batalla, desde que lo conoce ese fue su método para resolver los nudos de su cabeza y que por más que deseo ayudarlo no lo lograría, es un cabeza dura e inflexible con sus decisiones, por eso necesitaba meditarlo a solas.

Por su parte Owen se encontraba en una disyuntiva, quería con toda su alma ese hijo, y desde que la conoció, quiso que Gisselle fuese la que gestara a su primogénito, sin embargo, a la luz de la gran verdad, la conciencia no le iba a permitir semejante atrocidad.

Estaba tan atónito y extrañado de que todavía a estas alturas de la vida hubiese alguien que a sus veintitantos conservara su virginidad, que no podía ni pensar bien. Aunque Owen desde su adolescencia fue un jugador, sus encuentros amorosos con mujeres siempre fueron claros, cada quien sabía a lo que iba, en toda su vida solo estuvo con una chica virgen y en ese caso él también lo era...

Sus pensamientos se arremolinaron en torno al recuerdo de ella, Lilith; su primer amor, era su vecina, la hija de la mejor amiga de su madre, por lo que tenían un contacto casi a diario, él era feliz en esa época, ingenuos e inseguros los dos; para el Owen de diecisiete años ella era el sol y la luna, sus sentimientos eran tan fuertes que llegó a pensar que irían a la universidad y vivirían juntos el resto de sus vidas, sin embargo...

—¡No! —exclamó disgustado el pelinegro, por la vía que tomaron sus pensamientos— No voy a ir allí, eso fue... Otra cosa.

Se levantó de su silla, caminó hasta la mesita auxiliar para servirse un Jack Daniel's seco y de un solo tirón se lo acomodó entre pecho y espalda. Lo necesitaba, con el trago ardiendo desde la boca hasta el estómago soltó una maldición en voz alta, odiando su suerte.

***

Unos minutos después de que el par de hombretones, que la intimidaban hasta decir basta, salieron de su ahora habitación, Gisselle decidió hacer caso y acomodó sus pocas pertenencias sintiéndose aliviada por primera vez en muchos meses, desde que era niña las cosas siempre fueron cuesta arriba para ella. Comenzando con el hecho del abandono de su madre, tuvo que lidiar con el vicio a los juegos y el alcoholismo de su padre, ella sola, maduró a la fuerza trabajando desde que tenía recuerdos, primero vendiendo latas y cartones que recogía en los supermercados, esa fue la única manera de obtener algo de dinero para comprar un lápiz, cuadernos o algún material que le pidieran en el cole, siendo ella tan pequeña, por fortuna en la institución era gratis la comida, aunque a veces le hacía daño en el estómago, por lo menos comía con regularidad.

Luego de hacerse con las mejores calificaciones durante la preparatoria, pudo optar por una beca casi completa, lo que la salvó de dejar los estudios universitarios estancados, pero para ese entonces, la vida con un alcohólico adicto al juego le pasaba facturas, y las de su padre eran constantes, idas al hospital y visitas de los matones a los él debía dinero la atormentaban día a día, aunado a los préstamos tras préstamos; iba de manera paulatina endeudándose hasta casi ahogarse. Los dos trabajos que tenía más las horas de estudio que necesitó para mantener la beca no le eran suficientes; motivo por el cuál llegó a pensar de forma seria en el suicidio, dicen que las personas que recurren a ese método para aliviar las cargas de su vida son unos cobardes, pero Gisselle, más que nadie sabe, el coraje que se necesita para atentar contra tu propia vida por encima del instinto básico de supervivencia.

Sin embargo, ese día cuando ya no veía otro remedio y con las pastillas para el dolor de su padre en mano, sintió que algo o alguien, quizás un ser supremo del cual ella no tenía conocimiento ni fe, le envío un aviso; un mensaje, había sido seleccionada por su calificaciones para dictar el discurso final en su graduación. A pesar de las deudas adquiridas, la universidad no podía cerrar los ojos ante el hecho de que Gisselle era su mejor estudiante en el área de idiomas modernos, su título de intérprete le permitiría escalar de forma rápida en cualquier empresa —o eso quiso creer ella—, con manejar a la perfección tres idiomas, solo era cuestión de tiempo.

Sentada es esta inmensa cama, en comparación al catre donde dormía, se sintió como entre nubes, y pudo ver que sus planes nunca salían como ella lo necesitaba.

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