11. El miedo.
La noche se veía larga para Owen, al principio la rabia no le permitió entablar una conversación con Gisselle, además de que ella era un océano de lágrimas, lo único que se permitió hacer fue sentarse a su lado en la silla del tocador, dejarla llorar y estar ahí con ella.

—Vamos, gasela —Owen creyó oportuno que era suficiente de lamentos y al mermar la rabia su lógica predominó —, si no cenaste nada debes comer algo, los medicamentos son fuertes y no quiero que enfermes por eso.

—Tienes razón —con los ojos inflamados y rojos de tanto llorar Gisselle esboza un intento de sonrisa—, pero primero quiero bañarme.

—Ve, yo iré por algo ligero, ya Berta debe estar durmiendo.

Con la rapidez de un rayo, el pelinegro preparó unos sándwiches de jamón y queso y un baso de jugo de fresa, la otra noche que cenaron vió que ella disfrutaba de ese sabor. Preparó una bandeja de esas de estar en la cama y la llevó arriba, Gisselle todavía encontraba en el baño, mas, no se escuchaba nada. Al cabo de unos
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