13. La culpa.
Las complicaciones en la compañía le impidieron regresar todo lo rápido que a Owen le hubiera gustado, eran pasadas las díez de la noche y apesar de que intentó mantenerse en contacto en los pocos ratos libres, no pudo quitarse la desazón de la boca del estómago.

La última llamada con Berta fue el detonante para dejar todo atrás y salir como alma que lleva el diablo.

—La señorita no quiso comer, dejó la bandeja intacta, y a la hora de la cena, igual señor, ni siquiera se movió de la cama.

Dejando el auto en la entrada, corrió escaleras arriba una vez que entró a su casa, Berta lo interceptó con un jugo esperanzada en que él sería capaz de hacerla ingerir algo. Con el vaso en la mano Owen abrió la puerta y noto que Gisselle apenas se movió del sitio donde la dejó esta tarde, tuvo que respirar profundo unos segundos antes de acercarse, ya que la rabia y las ganas de sarandearla para que se espabile y vuelta a ser ella, lo dominó.

Cuando ya se sintió más calmo pudo dar unos pasos hacia el
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