17. El malestar.

Por fuera, tanto la madre como la hija, eran hermosas, ambas altas y de cabello negro largo, con la tez blanca y sus ojos verdes, parecían más hermanas que cualquier otro parentesco, aunque por dentro, eran un par de víboras disfrazadas, déspotas, sin sentimientos por cualquier cosa que no sea el dinero, incluso Owen pensaba que si en algún momento la vida las ponía en una situación de vida o muerte, una sería, con facilidad, capaz de sacrificar a la otra si de ello dependiese mantener su estatus de vida.

En un segundo la sangre le hirvio al CEO, al ver pasar a Ivonne y Sarah su hermanastra menor, pasar con la nariz en alto y como las dueñas y señoras de la casa.

—Chica —dijó la señora, refiriéndose a Gisselle de manera altiva y prepotente—, no te quedes ahí parada, ve rápido por las maletas.

—Ella no es tu empleada de servicio —la rabia emanaba del cuerpo de Owen a borbotones—, recuerda que estás en mi casa y cuando entras aquí, ni tu ni ella son nadie.

La mujer se giró en redondo of
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