Lucian observaba a Elena desde las sombras, asegurándose de que estuviera a salvo mientras ella exploraba el pueblo y la biblioteca. Aunque ella no lo sabía, sus pasos eran seguidos de cerca por unos ojos que brillaban con una mezcla de curiosidad y preocupación. Su misión de protegerla iba más allá del mero instinto; sentía una conexión inexplicable con ella, algo que la luna misma parecía haberle revelado.
Cerca de la entrada del pueblo, el oficial que había rescatado a Elena la noche anterior se acercó a Lucian. Con una expresión seria, le dijo en voz baja: —No deberías acercarte tanto a esa mujer, Lucian. Sabes que debemos escoger a alguien de la manada o al menos de nuestra especie. Esto puede traer problemas. Lucian, con la mirada fija en la figura de Elena a lo lejos, respondió sin vacilar: —La luna me ha indicado que debo protegerla. Hay algo especial en ella, algo que no puedo ignorar. El oficial, visiblemente preocupado, negó con la cabeza antes de marcharse, dejando a Lucian solo con sus pensamientos y su determinación renovada. No podía desobedecer lo que sentía en lo más profundo de su ser, aunque eso significara desafiar las normas de su manada. Más tarde, Lucian regresó al bosque, su refugio y su territorio. Mientras caminaba entre los árboles, se encontró con Marcus, el alfa de la manada rival. Marcus, con una mirada desafiante y una sonrisa sardónica, lo interceptó. —¿Así que has decidido proteger a una humana, Lucian? —dijo Marcus, su voz llena de desdén—. Atacaste a uno de los míos por esa mujer. ¿Qué tan bajo has caído? Lucian lo miró fijamente, sus ojos brillando con una luz feroz. —No te metas en mis asuntos, Marcus. Esa mujer no es tu problema. Marcus se rió con desprecio, dando un paso hacia adelante. —No siempre podrás protegerla, Lucian. Quizás deberías preocuparte más por los tuyos. Mi manada está dispuesta a tomar riesgos, y tú, distraído por una simple humana, pones a los tuyos en peligro. Lucian apretó los puños, conteniendo la ira que ardía en su interior. —Mi manada está segura —replicó, su voz firme—. No necesito consejos de alguien que ataca a los inocentes. Mantén a tus lobos lejos de ella y de mi territorio. Marcus lo observó con una mezcla de diversión y amenaza antes de girar sobre sus talones y desaparecer en la espesura del bosque. Lucian, aún furioso, sabía que las palabras de Marcus tenían algo de verdad. Debía encontrar una manera de proteger tanto a Elena como a su manada sin comprometer la seguridad de ninguno. Con una resolución renovada, Lucian se adentró más en el bosque, buscando el consejo de los antiguos espíritus que habitaban esos árboles, esperando que la luna le brindara la sabiduría necesaria para enfrentar los desafíos que se avecinaban. Sabía que proteger a Elena no sería fácil, pero también sabía que su destino estaba entrelazado con el de ella de una manera que aún no comprendía del todo. Y en esa oscuridad, se preparó para lo que fuera necesario, confiando en que su instinto y la guía de la luna lo llevarían por el camino correcto. Lucian regresó al corazón del bosque, donde su manada se había reunido. La tensión en el aire era palpable mientras caminaba hacia el claro central. Los lobos murmuraban entre ellos, sus miradas fijas en él con una mezcla de curiosidad y desaprobación. Al llegar, un beta de su manada, un lobo fuerte y leal llamado Garret, se adelantó con una expresión severa. —Lucian, ¿es cierto lo que dicen? —Garret preguntó, su voz resonando en el silencio del claro—. ¿Salvaste a una humana? ¿Rompiendo nuestras reglas de proteger únicamente a los nuestros? Lucian levantó la cabeza, su mirada firme y desafiante—. Sí, es cierto. La protegí. Pero hay más en esto de lo que pueden ver a simple vista. El murmullo entre la manada se intensificó. Algunos asintieron en aprobación, mientras que otros, como Garret, fruncieron el ceño en desaprobación. La tensión estaba a punto de estallar cuando el anciano de la manada, un lobo sabio llamado Eldric, se adelantó con paso lento pero seguro. Eldric, con su pelaje gris plateado y ojos llenos de la sabiduría de muchas lunas, levantó una mano en señal de silencio. La manada respetó su autoridad, y el murmullo cesó. —Escuchen, jóvenes lobos —dijo Eldric con voz grave pero serena—. La luna tiene sus propios caminos y misterios. No siempre comprendemos sus decisiones, pero debemos confiar en su guía. Lucian ha sido elegido por la luna para proteger a esa humana. No es nuestra tarea cuestionar, sino entender. Garret, aunque aún visiblemente molesto, bajó la cabeza en señal de respeto hacia Eldric—. Pero, Eldric, ¿cómo podemos confiar en que proteger a un humano no pondrá en peligro a nuestra manada? Eldric miró a Garret con paciencia antes de responder—. La luna une a aquellos que deben estar unidos. Lucian no actuó por capricho, sino por un llamado más grande que nosotros mismos. Debemos apoyarlo y confiar en que está siguiendo el camino que la luna ha trazado. Lucian asintió en agradecimiento a Eldric, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Sabía que la confianza de su manada no era fácil de ganar, pero también sabía que debía seguir su instinto y la guía de la luna. —Entiendo sus preocupaciones —dijo Lucian, dirigiéndose a su manada—. Pero les prometo que nunca haría nada que pusiera en peligro a nuestra familia. Elena es importante, y creo que su presencia aquí está destinada a algo más grande. Les pido que confíen en mí. Con las palabras de Eldric resonando en sus corazones, la manada comenzó a dispersarse, algunos aún escépticos, pero otros más dispuestos a darle a Lucian el beneficio de la duda. Lucian sabía que su desafío no solo era proteger a Elena, sino también mantener la confianza y la unidad de su manada. Esa noche, mientras la luna llena brillaba en lo alto, Lucian se sentó en el claro, meditando sobre los eventos recientes. Sabía que el camino por delante estaría lleno de obstáculos, pero estaba decidido a seguir adelante. La luna lo había guiado hasta aquí, y confiaría en ella para guiar sus próximos pasos.Elena despertó de un sueño profundo con una sensación de urgencia. La luna llena brillaba a través de su ventana, inundando la habitación con una luz plateada. Sus sueños habían sido vívidos y extraños, llenos de imágenes del bosque de Vailia y un claro al oeste. La voz suave y melodiosa de la luna le susurraba al oído, indicándole que debía volver al bosque y buscar ese claro.Decidida a seguir el mensaje, Elena se vistió rápidamente y salió del hotel, asegurándose de no ser vista. La noche estaba tranquila, pero sentía una energía palpable en el aire, como si todo el bosque estuviera esperando su llegada. Caminó con paso firme hacia el oeste, siguiendo el sendero que la luna parecía iluminar especialmente para ella.Mientras tanto, en lo profundo del bosque, Lucian se encontraba todavía con su manada, pero una inquietud crecía en su interior. Sentía una conexión con Elena, y algo le decía que ella estaba en peligro. Sin decir una palabra, salió rápidamente hacia el claro del oeste,
Elena y Lucian apenas habían tenido tiempo de procesar los eventos recientes cuando el cielo, despejado y sereno bajo la luz de la luna, comenzó a oscurecerse. Nubes negras se arremolinaron sobre el claro, y un viento gélido atravesó el bosque, haciendo que las hojas susurraran ominosamente. En cuestión de minutos, la primera gota de lluvia cayó al suelo, seguida por un torrente que empapó rápidamente todo a su alrededor.—Está lloviendo —dijo Elena, mirando al cielo con asombro—. No recuerdo la última vez que vi llover así.Lucian frunció el ceño, su expresión llena de preocupación—. Esto no es una simple lluvia, Elena. Algo ha sido desencadenado.Elena lo miró, perpleja—. ¿Qué quieres decir?—Hace más de cien años que no llueve en este bosque —respondió Lucian, su voz tensa—. Es una señal. Una maldición ha sido liberada.La lluvia se intensificó, convirtiéndose en una tormenta furiosa. Los truenos retumbaban y los relámpagos iluminaban el cielo, revelando figuras sombrías entre los
El viaje hacia la cueva al norte del bosque fue largo y agotador. La lluvia persistente había convertido los senderos en un lodazal resbaladizo, pero la determinación de Lucian y su grupo los mantuvo en marcha. Elena, aunque cansada, se mantenía cerca de Lucian, sintiendo una mezcla de ansiedad y anticipación por lo que encontrarían.Finalmente, llegaron a la entrada de la cueva. Era una abertura oscura y ominosa en la ladera de una colina, rodeada de árboles antiguos y cubiertos de musgo. La lluvia comenzó a disminuir justo cuando se acercaron, como si el bosque mismo estuviera conteniendo la respiración.—Esta es la entrada —dijo Eldric, su voz grave y llena de reverencia—. Aquí es donde los antiguos sellaron el mal.Lucian asintió, sus ojos brillando con determinación—. Entremos. Debemos encontrar el origen de la maldición y detenerlo.El grupo entró en la cueva, utilizando antorchas para iluminar el camino. El aire dentro era frío y denso, y un eco inquietante resonaba con cada pa
Lucian, Elena y el grupo avanzaron hacia el lugar donde los ancestros habían sellado el mal. La tensión era palpable, y el aire alrededor parecía cargado de una energía oscura. Mientras caminaban, la luna iluminaba su camino, guiándolos con su luz plateada.A medida que se acercaban a su destino, un sonido siniestro rompió el silencio del bosque. Un aullido gutural resonó en la noche, y de entre las sombras emergió Marcus. Su apariencia había cambiado drásticamente. Su figura era más sombría, sus ojos brillaban con una malicia intensa y su pelaje negro parecía absorber la luz de la luna.—Lucian —gruñó Marcus, su voz profunda y resonante—. ¿Sigues protegiendo a esta humana? No... ya no es una simple humana, ¿verdad?Elena, en su forma de loba, dio un paso adelante, su mirada fija en Marcus. Su presencia imponente y la fuerza que irradiaba eran innegables. Lucian notó cómo Marcus retrocedía ligeramente, mostrando por primera vez una chispa de temor.—Marcus —dijo Lucian, con voz firme—
Lucian emergió del portal y se encontró en un mundo que era a la vez familiar y completamente extraño. El bosque de Vailia, en su estado prístino, estaba lleno de vida y de criaturas mitológicas que él solo había escuchado en leyendas: faunos, dríades, y unicornios. El aire estaba impregnado de magia, y la luna brillaba más intensamente en el cielo nocturno.Lucian caminó cautelosamente, tratando de orientarse en este paisaje ancestral. Sabía que tenía que encontrar a los ancestros antes de que sellaran el mal, pero no tenía idea de por dónde empezar.De repente, una patrulla de hombres lobo apareció de entre los árboles, rodeándolo rápidamente. Sus ojos brillaban con desconfianza y hostilidad.—¡Alto! ¿Quién eres y qué haces en nuestro territorio? —gruñó uno de ellos, claramente el líder de la patrulla.Lucian levantó las manos en señal de rendición—. No quiero causar problemas. Solo estoy buscando a alguien.Los lobos se miraron entre ellos y luego al líder, quien dio un paso adelan
Mientras Lucian luchaba contra su propia naturaleza salvaje, en el presente, en algunaparte del bosque de Vailia, Marcus avanzaba hacia un destino igualmente oscuro. Los efectos de la lluvia maldita que había caído por primera vez en cien años comenzaban a manifestarse, desatando un poder antiguo y oscuro que se apoderaba de él cada vez más.Marcus, quien siempre había sido un líder formidable pero justo, ahora se sentía consumido por una oscuridad creciente. Su forma de lobo era más grande y su pelaje, antes majestuoso, se había vuelto opaco y áspero. Sus ojos, que antes reflejaban determinación, ahora mostraban una mezcla de furia y desesperación.Guiado por un instinto sombrío, Marcus llegó a la cueva de la Guardiana, una entidad mística que velaba por el equilibrio del bosque. La cueva era un lugar sagrado, lleno de energía antigua, y pocos se atrevían a acercarse sin una razón poderosa. Sin embargo, la presencia de Marcus traía consigo una sensación de perturbación.La Guardiana,
Mientras la voz oscura en la mente de Marcus lo empujaba hacia el conflicto, el alfa sabía que no podría llevar a cabo su plan solo. Necesitaba a su manada, y por eso convocó a sus subalternos a una reunión en el corazón del bosque, un lugar donde los árboles altos y antiguos silenciaban el mundo exterior, creando un espacio de privacidad y poder.La lluvia había cesado, pero una sensación de inquietud colgaba en el aire. Los subalternos de Marcus se reunieron en un claro, un grupo de lobos poderosos y respetados, quienes durante años habían seguido a su líder con lealtad. Sin embargo, ese día algo era diferente; el semblante de Marcus estaba oscurecido, y una energía inquietante emanaba de él.—He llamado a esta reunión porque es hora de actuar —dijo Marcus, su voz firme pero teñida con un matiz sombrío—. Lucian ha desafiado nuestro orden. Ha protegido a una humana y ha deshonrado la ley de la manada.Uno de los subalternos, un lobo de gran tamaño llamado Varek, dio un paso adelante.
En el pasado, el bosque de Vailia brillaba con una vitalidad que Lucian nunca había conocido. Las criaturas mágicas merodeaban libremente, y las vibrantes luces de los fuegos fatuos iluminaban la densa maleza, creando un paisaje casi irreal. Sin embargo, lo que realmente capturaba la atención de Lucian eran las poderosas energías mágicas que sentía fluir por el bosque. Esta era una época en la que la magia era fuerte y presente en todos los aspectos de la vida.Lucian había sido llevado a la aldea de los hechiceros, un lugar oculto y protegido por antiguos conjuros. Los habitantes de la aldea, incluidos los poderosos hechiceros y hechiceras, lo miraban con sospecha y curiosidad. Ellos, guiados por su líder Seraphina, eran los protectores de los secretos del tiempo y la naturaleza, y veían en Lucian un enigma que debía ser resuelto.Seraphina, una hechicera de inmensa sabiduría y poder, observaba a Lucian con una mezcla de preocupación y compasión. Sabía que su presencia allí no era un