Elena y Lucian apenas habían tenido tiempo de procesar los eventos recientes cuando el cielo, despejado y sereno bajo la luz de la luna, comenzó a oscurecerse. Nubes negras se arremolinaron sobre el claro, y un viento gélido atravesó el bosque, haciendo que las hojas susurraran ominosamente. En cuestión de minutos, la primera gota de lluvia cayó al suelo, seguida por un torrente que empapó rápidamente todo a su alrededor.
—Está lloviendo —dijo Elena, mirando al cielo con asombro—. No recuerdo la última vez que vi llover así. Lucian frunció el ceño, su expresión llena de preocupación—. Esto no es una simple lluvia, Elena. Algo ha sido desencadenado. Elena lo miró, perpleja—. ¿Qué quieres decir? —Hace más de cien años que no llueve en este bosque —respondió Lucian, su voz tensa—. Es una señal. Una maldición ha sido liberada. La lluvia se intensificó, convirtiéndose en una tormenta furiosa. Los truenos retumbaban y los relámpagos iluminaban el cielo, revelando figuras sombrías entre los árboles. Lucian tomó la mano de Elena y la llevó rápidamente a un refugio improvisado bajo un grupo de árboles grandes que proporcionaban algo de protección contra el aguacero. —Debemos salir de aquí —dijo Lucian—. Esto es solo el comienzo. —¿Qué maldición? —preguntó Elena, su voz apenas audible sobre el rugido de la tormenta. Lucian la miró con seriedad—. Hace mucho tiempo, este bosque fue el hogar de muchos seres mitológicos, incluidos los hombres lobo y otras criaturas. Hubo una gran batalla, y para evitar más derramamiento de sangre, los antiguos sellaron el poder de las criaturas más oscuras. Esa lluvia significa que el sello ha sido roto. Elena sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, no solo por el frío de la lluvia, sino por el miedo a lo desconocido. —¿Qué vamos a hacer? —preguntó, sintiendo la urgencia de la situación. Lucian la miró con determinación—. Debemos encontrar el origen de esta maldición y detenerlo antes de que sea demasiado tarde. Y debemos hacerlo juntos. Mientras la tormenta rugía a su alrededor, Lucian y Elena se prepararon para enfrentar una nueva amenaza. Sabían que el camino sería peligroso, pero también sabían que la luna y su destino compartido les habían dado una oportunidad única para proteger no solo a ellos mismos, sino también al bosque y a todos los que dependían de su equilibrio. La lluvia no cesaba, y con cada gota que caía, el bosque parecía despertar a algo antiguo y poderoso. Lucian sabía que debía contactar a Eldric, el anciano de la manada, para buscar su consejo y guía. Juntos, con la sabiduría de Eldric y la determinación de Elena, podrían tener una oportunidad de enfrentar la maldición que se avecinaba. —Debemos regresar a la manada —dijo Lucian, tomando la mano de Elena con firmeza—. Eldric sabrá qué hacer. Elena asintió, confiando en Lucian más que nunca. Con la tormenta rugiendo a su alrededor, los dos se adentraron más en el bosque, cada paso llevado con la esperanza de desentrañar los misterios y enfrentar la maldición que ahora pendía sobre ellos. En el campamento de la manada, la lluvia caía sin cesar, empapando todo a su alrededor. Los lobos se habían reunido en el claro central, sus miradas llenas de temor y confusión. Nunca antes habían visto llover en sus vidas, y la repentina tormenta parecía anunciar un presagio oscuro. Eldric, el anciano sabio de la manada, permanecía sereno en medio del caos. Su experiencia y sabiduría le decían que esto no era una simple coincidencia. La presencia de Elena y su conexión con Lucian eran señales de que algo grande y posiblemente peligroso estaba a punto de suceder. —Manténganse tranquilos —dijo Eldric, su voz calmada pero firme resonando por encima del rugido de la tormenta—. Esta lluvia es una señal, y debemos prepararnos para lo que viene. Los betas de la manada, liderados por Garret, trabajaban incansablemente para mantener el orden y proteger a los miembros más jóvenes y vulnerables. Garret, aunque todavía receloso de la decisión de Lucian de proteger a una humana, sabía que en tiempos de crisis, la unidad de la manada era crucial. —Asegúrense de que todos estén bajo refugio —ordenó Garret a los otros betas—. Necesitamos mantener a todos seguros hasta que Lucian regrese. Eldric se acercó a Garret, colocando una mano tranquilizadora en su hombro—. Confía en Lucian. La luna lo ha guiado hasta aquí por una razón. Él sabrá qué hacer. Garret asintió, aunque la preocupación aún nublaba su mirada. Sabía que Eldric tenía razón, pero la incertidumbre sobre lo que estaba por venir lo mantenía en vilo. Justo cuando terminaban de organizar a la manada, un aullido familiar resonó a través del bosque. —¡Lucian! —exclamó Garret, mirando hacia el sendero. Lucian emergió de entre los árboles, empapado pero con una expresión decidida. A su lado, Elena se veía agotada pero igualmente determinada. La manada los miró con una mezcla de alivio y curiosidad. —Eldric, Garret —dijo Lucian al acercarse—. Algo ha sido desencadenado en el bosque. Esta lluvia es una señal de que una antigua maldición ha sido liberada. Eldric asintió solemnemente—. Lo sospechaba. Debemos actuar rápidamente antes de que el mal se propague. Pero primero, cuéntanos qué ocurrió. Lucian explicó brevemente su encuentro con Marcus y la lucha que había tenido lugar. También describió la transformación de la tormenta y la urgencia con la que habían sentido el llamado de la luna. —Necesitamos encontrar el origen de esta maldición —dijo Lucian—. Eldric, tus conocimientos sobre las antiguas leyendas y maldiciones del bosque son vitales. ¿Sabes dónde debemos buscar? Eldric meditó por un momento, su mirada perdida en el horizonte. —Hace muchos años, los antiguos sellaron el poder de las criaturas más oscuras en una cueva al norte del bosque. Si la maldición ha sido liberada, es probable que ese sello haya sido roto. Debemos ir allí y averiguar cómo restaurarlo. Garret se acercó, su expresión resuelta—. Iremos contigo, Lucian. No enfrentarás esto solo. Lucian asintió agradecido—. Gracias, Garret. Pero Elena también debe venir. Ella es parte de esto ahora. Eldric levantó una mano para silenciar cualquier objeción—. La luna ha guiado a Elena hasta aquí por una razón. Debemos confiar en su papel en este desafío. La manada comenzó a prepararse para el viaje al norte, conscientes de los peligros que podrían enfrentar. Mientras la lluvia seguía cayendo, Lucian, Elena y un grupo selecto de lobos se dirigieron hacia la cueva al norte del bosque, con la esperanza de encontrar una manera de detener la maldición y restaurar la paz en el bosque de Vailia. El camino sería arduo y lleno de incertidumbre, pero la determinación en los corazones de Lucian y Elena era inquebrantable. Juntos, se adentraron en la oscuridad, listos para enfrentar cualquier desafío que el destino les pusiera delante.El viaje hacia la cueva al norte del bosque fue largo y agotador. La lluvia persistente había convertido los senderos en un lodazal resbaladizo, pero la determinación de Lucian y su grupo los mantuvo en marcha. Elena, aunque cansada, se mantenía cerca de Lucian, sintiendo una mezcla de ansiedad y anticipación por lo que encontrarían.Finalmente, llegaron a la entrada de la cueva. Era una abertura oscura y ominosa en la ladera de una colina, rodeada de árboles antiguos y cubiertos de musgo. La lluvia comenzó a disminuir justo cuando se acercaron, como si el bosque mismo estuviera conteniendo la respiración.—Esta es la entrada —dijo Eldric, su voz grave y llena de reverencia—. Aquí es donde los antiguos sellaron el mal.Lucian asintió, sus ojos brillando con determinación—. Entremos. Debemos encontrar el origen de la maldición y detenerlo.El grupo entró en la cueva, utilizando antorchas para iluminar el camino. El aire dentro era frío y denso, y un eco inquietante resonaba con cada pa
Lucian, Elena y el grupo avanzaron hacia el lugar donde los ancestros habían sellado el mal. La tensión era palpable, y el aire alrededor parecía cargado de una energía oscura. Mientras caminaban, la luna iluminaba su camino, guiándolos con su luz plateada.A medida que se acercaban a su destino, un sonido siniestro rompió el silencio del bosque. Un aullido gutural resonó en la noche, y de entre las sombras emergió Marcus. Su apariencia había cambiado drásticamente. Su figura era más sombría, sus ojos brillaban con una malicia intensa y su pelaje negro parecía absorber la luz de la luna.—Lucian —gruñó Marcus, su voz profunda y resonante—. ¿Sigues protegiendo a esta humana? No... ya no es una simple humana, ¿verdad?Elena, en su forma de loba, dio un paso adelante, su mirada fija en Marcus. Su presencia imponente y la fuerza que irradiaba eran innegables. Lucian notó cómo Marcus retrocedía ligeramente, mostrando por primera vez una chispa de temor.—Marcus —dijo Lucian, con voz firme—
Lucian emergió del portal y se encontró en un mundo que era a la vez familiar y completamente extraño. El bosque de Vailia, en su estado prístino, estaba lleno de vida y de criaturas mitológicas que él solo había escuchado en leyendas: faunos, dríades, y unicornios. El aire estaba impregnado de magia, y la luna brillaba más intensamente en el cielo nocturno.Lucian caminó cautelosamente, tratando de orientarse en este paisaje ancestral. Sabía que tenía que encontrar a los ancestros antes de que sellaran el mal, pero no tenía idea de por dónde empezar.De repente, una patrulla de hombres lobo apareció de entre los árboles, rodeándolo rápidamente. Sus ojos brillaban con desconfianza y hostilidad.—¡Alto! ¿Quién eres y qué haces en nuestro territorio? —gruñó uno de ellos, claramente el líder de la patrulla.Lucian levantó las manos en señal de rendición—. No quiero causar problemas. Solo estoy buscando a alguien.Los lobos se miraron entre ellos y luego al líder, quien dio un paso adelan
Mientras Lucian luchaba contra su propia naturaleza salvaje, en el presente, en algunaparte del bosque de Vailia, Marcus avanzaba hacia un destino igualmente oscuro. Los efectos de la lluvia maldita que había caído por primera vez en cien años comenzaban a manifestarse, desatando un poder antiguo y oscuro que se apoderaba de él cada vez más.Marcus, quien siempre había sido un líder formidable pero justo, ahora se sentía consumido por una oscuridad creciente. Su forma de lobo era más grande y su pelaje, antes majestuoso, se había vuelto opaco y áspero. Sus ojos, que antes reflejaban determinación, ahora mostraban una mezcla de furia y desesperación.Guiado por un instinto sombrío, Marcus llegó a la cueva de la Guardiana, una entidad mística que velaba por el equilibrio del bosque. La cueva era un lugar sagrado, lleno de energía antigua, y pocos se atrevían a acercarse sin una razón poderosa. Sin embargo, la presencia de Marcus traía consigo una sensación de perturbación.La Guardiana,
Mientras la voz oscura en la mente de Marcus lo empujaba hacia el conflicto, el alfa sabía que no podría llevar a cabo su plan solo. Necesitaba a su manada, y por eso convocó a sus subalternos a una reunión en el corazón del bosque, un lugar donde los árboles altos y antiguos silenciaban el mundo exterior, creando un espacio de privacidad y poder.La lluvia había cesado, pero una sensación de inquietud colgaba en el aire. Los subalternos de Marcus se reunieron en un claro, un grupo de lobos poderosos y respetados, quienes durante años habían seguido a su líder con lealtad. Sin embargo, ese día algo era diferente; el semblante de Marcus estaba oscurecido, y una energía inquietante emanaba de él.—He llamado a esta reunión porque es hora de actuar —dijo Marcus, su voz firme pero teñida con un matiz sombrío—. Lucian ha desafiado nuestro orden. Ha protegido a una humana y ha deshonrado la ley de la manada.Uno de los subalternos, un lobo de gran tamaño llamado Varek, dio un paso adelante.
En el pasado, el bosque de Vailia brillaba con una vitalidad que Lucian nunca había conocido. Las criaturas mágicas merodeaban libremente, y las vibrantes luces de los fuegos fatuos iluminaban la densa maleza, creando un paisaje casi irreal. Sin embargo, lo que realmente capturaba la atención de Lucian eran las poderosas energías mágicas que sentía fluir por el bosque. Esta era una época en la que la magia era fuerte y presente en todos los aspectos de la vida.Lucian había sido llevado a la aldea de los hechiceros, un lugar oculto y protegido por antiguos conjuros. Los habitantes de la aldea, incluidos los poderosos hechiceros y hechiceras, lo miraban con sospecha y curiosidad. Ellos, guiados por su líder Seraphina, eran los protectores de los secretos del tiempo y la naturaleza, y veían en Lucian un enigma que debía ser resuelto.Seraphina, una hechicera de inmensa sabiduría y poder, observaba a Lucian con una mezcla de preocupación y compasión. Sabía que su presencia allí no era un
Lucian estaba sentado en la aldea de los hechiceros, rodeado por el susurro constante de los árboles y la energía vibrante de la magia antigua. Aunque su cuerpo había sido transformado de nuevo en humano, su mente estaba llena de preocupación. Pensaba en su manada, en Eldric, en Elena, y en todos aquellos que había dejado atrás. La posibilidad de que estuvieran en peligro debido a Marcus y su creciente oscuridad lo angustiaba profundamente.—No puedo evitar pensar en ellos, en cómo estarán. Mi manada... Elena... ¿Estarán bien sin mí? —dijo Lucian en voz alta, sin esperar respuesta, más bien dejándose llevar por la inquietud. Miraba al suelo, incapaz de encontrar consuelo en la serenidad del lugar.Seraphina, percibiendo su lucha interna, se acercó a él con una expresión comprensiva.—Es natural que te preocupes, Lucian. Pero esa preocupación te está frenando. No puedes cumplir tu propósito si estás dividido entre el pasado y el presente. Necesitas centrarte en lo que tienes que hacer
Lucian se adentró en los territorios de los lobos, moviéndose con cautela a través del bosque denso. A pesar de su nuevo atuendo de hechicero, no podía evitar sentir el aire pesado con una mezcla de magia y tensión latente. Los árboles susurraban a su alrededor, como si quisieran advertirle de los peligros que acechaban en ese tiempo y lugar. Aunque su misión principal era encontrar la Montaña de Hielo, no podía ignorar la sensación de familiaridad que sentía al estar nuevamente en el territorio de los lobos.De repente, sus agudos sentidos percibieron un sonido distante, un grito ahogado que le hizo detenerse en seco. El grito pertenecía a una voz joven y desesperada. Agudizó el oído y, con un sobresalto, reconoció la voz de Elena, pero mucho más joven. Sin pensarlo dos veces, se lanzó a correr a través del bosque, sus pies golpeando el suelo cubierto de hojas mientras el sonido de su respiración se mezclaba con el susurro del viento.Mientras corría, el atuendo de hechicero ondeaba