Elena despertó de un sueño profundo con una sensación de urgencia. La luna llena brillaba a través de su ventana, inundando la habitación con una luz plateada. Sus sueños habían sido vívidos y extraños, llenos de imágenes del bosque de Vailia y un claro al oeste. La voz suave y melodiosa de la luna le susurraba al oído, indicándole que debía volver al bosque y buscar ese claro.
Decidida a seguir el mensaje, Elena se vistió rápidamente y salió del hotel, asegurándose de no ser vista. La noche estaba tranquila, pero sentía una energía palpable en el aire, como si todo el bosque estuviera esperando su llegada. Caminó con paso firme hacia el oeste, siguiendo el sendero que la luna parecía iluminar especialmente para ella. Mientras tanto, en lo profundo del bosque, Lucian se encontraba todavía con su manada, pero una inquietud crecía en su interior. Sentía una conexión con Elena, y algo le decía que ella estaba en peligro. Sin decir una palabra, salió rápidamente hacia el claro del oeste, guiado por un instinto que no podía ignorar. Elena avanzaba entre los árboles, su corazón latiendo con fuerza. Cada paso que daba la acercaba más al claro que había visto en sus sueños. Finalmente, los árboles se abrieron y llegó al claro. La luna estaba directamente sobre ella, su luz bañando el lugar con un resplandor místico. En el centro del claro, se sintió a la vez asombrada y vulnerable. De repente, un crujido en la maleza alertó a Elena. Se giró rápidamente, su respiración acelerada. Del otro lado del claro, emergió Lucian, su figura imponente y protectora. Elena lo reconoció de inmediato, aunque su memoria de él era borrosa y fragmentada. —¿Qué haces aquí? —preguntó Lucian, su voz llena de preocupación y algo de alivio al verla ilesa. —No lo sé —respondió Elena, aún desconcertada—. La luna... me dijo que viniera aquí. Soñé con este lugar y sentí que debía venir. Lucian se acercó lentamente, sus ojos brillando con una mezcla de emociones. Sabía que la luna tenía un propósito mayor y que Elena estaba destinada a jugar un papel importante en el destino de ambos. —Estás a salvo ahora —dijo Lucian, acercándose lo suficiente para tomar su mano—. Este claro es especial. Aquí, la luna nos guía y protege. Pero también es un lugar de gran poder y peligro. Elena sintió una extraña paz al estar cerca de Lucian, como si estuviera exactamente donde debía estar. La conexión entre ellos era innegable, y aunque todavía no comprendía todo, sabía que debía confiar en él. —Hay mucho que no entiendo —dijo Elena, mirando a Lucian a los ojos—. Pero siento que tú puedes ayudarme a encontrar respuestas. Lucian asintió, decidido a protegerla y desentrañar los misterios que los rodeaban. —Lo haremos juntos —prometió—. La luna nos ha unido por una razón. Y juntos descubriremos cuál es ese propósito. En ese momento, una brisa suave sopló a través del claro, como una bendición de la luna misma. Lucian y Elena, ahora unidos por un destino compartido, se prepararon para enfrentar los desafíos que el bosque de Vailia y sus secretos les deparaban. El aire en el claro se volvió tenso de repente, como si una sombra oscura hubiera caído sobre ellos. Elena sintió un escalofrío recorrer su espalda y se volvió hacia la oscuridad de la cual Lucian había emergido. De entre los árboles, una figura imponente y aterradora apareció: Marcus, el alfa de la manada rival, con una expresión de furia indomable. —¡Lucian! —rugió Marcus, su voz reverberando por todo el claro—. ¿Así que has decidido traicionar a tu especie por proteger a una simple humana? Antes de que Lucian pudiera responder, Marcus se transformó. Sus huesos crujieron y su piel se rasgó, convirtiéndose en una bestia enorme y temible. Su pelaje era oscuro como la noche, sus ojos brillaban con un destello rojo, y sus colmillos eran afilados como cuchillas. La transformación fue rápida, y pronto, un lobo gigantesco y amenazador ocupaba el lugar donde había estado Marcus. Lucian, con los ojos fijos en Marcus, se volvió hacia Elena y le susurró—. Quédate atrás. Esto es entre él y yo. Elena, paralizada por el miedo y la sorpresa, asintió. Observó con asombro y temor mientras Lucian también comenzaba a transformarse. Su cuerpo se contorsionó y cambió, pero su proceso parecía menos violento, más fluido. En cuestión de segundos, Lucian se convirtió en un lobo impresionante. Lucian en su forma de lobo era una visión majestuosa. Su pelaje era de un gris plateado brillante, casi resplandeciente bajo la luz de la luna. Era más grande y musculoso que cualquier lobo normal, pero había una gracia innata en su postura. Sus ojos, ahora de un azul intenso y luminoso, mantenían la misma mirada protectora y sabia que Elena había visto en su forma humana. Sus colmillos eran largos y afilados, pero su expresión mostraba control y determinación, no solo ferocidad. Los dos lobos se enfrentaron en el centro del claro, gruñendo y mostrando sus colmillos. La tensión era palpable, y Elena, a pesar del miedo, no podía apartar la vista. —Estás rompiendo nuestras leyes, Lucian —gruñó Marcus, sus palabras transformadas en sonidos guturales—. Proteger a los humanos nos debilita, nos pone en peligro. —No entiendes, Marcus —respondió Lucian, su voz resonando con una mezcla de autoridad y convicción—. Esta humana es especial. La luna nos ha unido por una razón. —¡Mentiras! —aulló Marcus, lanzándose hacia Lucian con una velocidad sorprendente. El choque fue brutal. Los dos lobos se enredaron en una lucha feroz, mordiendo y golpeando con una fuerza tremenda. Lucian, a pesar de su tamaño, mostraba una agilidad impresionante, esquivando los ataques más feroces de Marcus y contraatacando con precisión. Elena, viendo la batalla desarrollarse ante sus ojos, sintió una mezcla de horror y fascinación. La fuerza y la ferocidad de los lobos eran impresionantes, pero también vio la nobleza y el sacrificio en los ojos de Lucian. Él estaba luchando no solo por ella, sino por algo mucho más grande. La batalla continuó, con ambos lobos mostrando signos de agotamiento y heridas. Sin embargo, Lucian, alimentado por su convicción y la protección que sentía hacia Elena, finalmente logró dominar a Marcus, empujándolo contra el suelo y colocando sus colmillos cerca del cuello de su rival. —Esto no ha terminado, Lucian —gruñó Marcus, su voz llena de veneno—. Volveré, y traeré a mi manada. No puedes protegerla para siempre. Lucian retrocedió lentamente, permitiendo que Marcus se levantara y se retirara con una mirada de odio y promesas de venganza. Cuando Marcus desapareció entre los árboles, Lucian volvió a su forma humana, sus ojos aún brillando con intensidad. Elena corrió hacia él, sus ojos llenos de preocupación—. ¿Estás bien? Lucian asintió, aunque visiblemente agotado—. Estoy bien. Pero esto es solo el comienzo. Tenemos que estar preparados para lo que venga. Elena, viendo las heridas en el cuerpo de Lucian, sintió una mezcla de gratitud y determinación. Sabía que su destino estaba entrelazado con el de él, y juntos enfrentarían cualquier desafío que el bosque de Vailia y sus enemigos les lanzaran.Elena y Lucian apenas habían tenido tiempo de procesar los eventos recientes cuando el cielo, despejado y sereno bajo la luz de la luna, comenzó a oscurecerse. Nubes negras se arremolinaron sobre el claro, y un viento gélido atravesó el bosque, haciendo que las hojas susurraran ominosamente. En cuestión de minutos, la primera gota de lluvia cayó al suelo, seguida por un torrente que empapó rápidamente todo a su alrededor.—Está lloviendo —dijo Elena, mirando al cielo con asombro—. No recuerdo la última vez que vi llover así.Lucian frunció el ceño, su expresión llena de preocupación—. Esto no es una simple lluvia, Elena. Algo ha sido desencadenado.Elena lo miró, perpleja—. ¿Qué quieres decir?—Hace más de cien años que no llueve en este bosque —respondió Lucian, su voz tensa—. Es una señal. Una maldición ha sido liberada.La lluvia se intensificó, convirtiéndose en una tormenta furiosa. Los truenos retumbaban y los relámpagos iluminaban el cielo, revelando figuras sombrías entre los
El viaje hacia la cueva al norte del bosque fue largo y agotador. La lluvia persistente había convertido los senderos en un lodazal resbaladizo, pero la determinación de Lucian y su grupo los mantuvo en marcha. Elena, aunque cansada, se mantenía cerca de Lucian, sintiendo una mezcla de ansiedad y anticipación por lo que encontrarían.Finalmente, llegaron a la entrada de la cueva. Era una abertura oscura y ominosa en la ladera de una colina, rodeada de árboles antiguos y cubiertos de musgo. La lluvia comenzó a disminuir justo cuando se acercaron, como si el bosque mismo estuviera conteniendo la respiración.—Esta es la entrada —dijo Eldric, su voz grave y llena de reverencia—. Aquí es donde los antiguos sellaron el mal.Lucian asintió, sus ojos brillando con determinación—. Entremos. Debemos encontrar el origen de la maldición y detenerlo.El grupo entró en la cueva, utilizando antorchas para iluminar el camino. El aire dentro era frío y denso, y un eco inquietante resonaba con cada pa
Lucian, Elena y el grupo avanzaron hacia el lugar donde los ancestros habían sellado el mal. La tensión era palpable, y el aire alrededor parecía cargado de una energía oscura. Mientras caminaban, la luna iluminaba su camino, guiándolos con su luz plateada.A medida que se acercaban a su destino, un sonido siniestro rompió el silencio del bosque. Un aullido gutural resonó en la noche, y de entre las sombras emergió Marcus. Su apariencia había cambiado drásticamente. Su figura era más sombría, sus ojos brillaban con una malicia intensa y su pelaje negro parecía absorber la luz de la luna.—Lucian —gruñó Marcus, su voz profunda y resonante—. ¿Sigues protegiendo a esta humana? No... ya no es una simple humana, ¿verdad?Elena, en su forma de loba, dio un paso adelante, su mirada fija en Marcus. Su presencia imponente y la fuerza que irradiaba eran innegables. Lucian notó cómo Marcus retrocedía ligeramente, mostrando por primera vez una chispa de temor.—Marcus —dijo Lucian, con voz firme—
Lucian emergió del portal y se encontró en un mundo que era a la vez familiar y completamente extraño. El bosque de Vailia, en su estado prístino, estaba lleno de vida y de criaturas mitológicas que él solo había escuchado en leyendas: faunos, dríades, y unicornios. El aire estaba impregnado de magia, y la luna brillaba más intensamente en el cielo nocturno.Lucian caminó cautelosamente, tratando de orientarse en este paisaje ancestral. Sabía que tenía que encontrar a los ancestros antes de que sellaran el mal, pero no tenía idea de por dónde empezar.De repente, una patrulla de hombres lobo apareció de entre los árboles, rodeándolo rápidamente. Sus ojos brillaban con desconfianza y hostilidad.—¡Alto! ¿Quién eres y qué haces en nuestro territorio? —gruñó uno de ellos, claramente el líder de la patrulla.Lucian levantó las manos en señal de rendición—. No quiero causar problemas. Solo estoy buscando a alguien.Los lobos se miraron entre ellos y luego al líder, quien dio un paso adelan
Mientras Lucian luchaba contra su propia naturaleza salvaje, en el presente, en algunaparte del bosque de Vailia, Marcus avanzaba hacia un destino igualmente oscuro. Los efectos de la lluvia maldita que había caído por primera vez en cien años comenzaban a manifestarse, desatando un poder antiguo y oscuro que se apoderaba de él cada vez más.Marcus, quien siempre había sido un líder formidable pero justo, ahora se sentía consumido por una oscuridad creciente. Su forma de lobo era más grande y su pelaje, antes majestuoso, se había vuelto opaco y áspero. Sus ojos, que antes reflejaban determinación, ahora mostraban una mezcla de furia y desesperación.Guiado por un instinto sombrío, Marcus llegó a la cueva de la Guardiana, una entidad mística que velaba por el equilibrio del bosque. La cueva era un lugar sagrado, lleno de energía antigua, y pocos se atrevían a acercarse sin una razón poderosa. Sin embargo, la presencia de Marcus traía consigo una sensación de perturbación.La Guardiana,
Mientras la voz oscura en la mente de Marcus lo empujaba hacia el conflicto, el alfa sabía que no podría llevar a cabo su plan solo. Necesitaba a su manada, y por eso convocó a sus subalternos a una reunión en el corazón del bosque, un lugar donde los árboles altos y antiguos silenciaban el mundo exterior, creando un espacio de privacidad y poder.La lluvia había cesado, pero una sensación de inquietud colgaba en el aire. Los subalternos de Marcus se reunieron en un claro, un grupo de lobos poderosos y respetados, quienes durante años habían seguido a su líder con lealtad. Sin embargo, ese día algo era diferente; el semblante de Marcus estaba oscurecido, y una energía inquietante emanaba de él.—He llamado a esta reunión porque es hora de actuar —dijo Marcus, su voz firme pero teñida con un matiz sombrío—. Lucian ha desafiado nuestro orden. Ha protegido a una humana y ha deshonrado la ley de la manada.Uno de los subalternos, un lobo de gran tamaño llamado Varek, dio un paso adelante.
En el pasado, el bosque de Vailia brillaba con una vitalidad que Lucian nunca había conocido. Las criaturas mágicas merodeaban libremente, y las vibrantes luces de los fuegos fatuos iluminaban la densa maleza, creando un paisaje casi irreal. Sin embargo, lo que realmente capturaba la atención de Lucian eran las poderosas energías mágicas que sentía fluir por el bosque. Esta era una época en la que la magia era fuerte y presente en todos los aspectos de la vida.Lucian había sido llevado a la aldea de los hechiceros, un lugar oculto y protegido por antiguos conjuros. Los habitantes de la aldea, incluidos los poderosos hechiceros y hechiceras, lo miraban con sospecha y curiosidad. Ellos, guiados por su líder Seraphina, eran los protectores de los secretos del tiempo y la naturaleza, y veían en Lucian un enigma que debía ser resuelto.Seraphina, una hechicera de inmensa sabiduría y poder, observaba a Lucian con una mezcla de preocupación y compasión. Sabía que su presencia allí no era un
Lucian estaba sentado en la aldea de los hechiceros, rodeado por el susurro constante de los árboles y la energía vibrante de la magia antigua. Aunque su cuerpo había sido transformado de nuevo en humano, su mente estaba llena de preocupación. Pensaba en su manada, en Eldric, en Elena, y en todos aquellos que había dejado atrás. La posibilidad de que estuvieran en peligro debido a Marcus y su creciente oscuridad lo angustiaba profundamente.—No puedo evitar pensar en ellos, en cómo estarán. Mi manada... Elena... ¿Estarán bien sin mí? —dijo Lucian en voz alta, sin esperar respuesta, más bien dejándose llevar por la inquietud. Miraba al suelo, incapaz de encontrar consuelo en la serenidad del lugar.Seraphina, percibiendo su lucha interna, se acercó a él con una expresión comprensiva.—Es natural que te preocupes, Lucian. Pero esa preocupación te está frenando. No puedes cumplir tu propósito si estás dividido entre el pasado y el presente. Necesitas centrarte en lo que tienes que hacer