Mientras Lucian continuaba explorando las ruinas del santuario, algo le llamó la atención en una de las paredes casi derrumbadas. Las inscripciones, casi borradas por el tiempo, parecían resistir la erosión con un brillo tenue. Se acercó, intentando descifrar las palabras antiguas. Era una lengua olvidada, pero algo en él parecía reconocerla.—Elanil, ven aquí —llamó Lucian, sus ojos fijos en las inscripciones—. Creo que he encontrado algo.Elanil se acercó, y juntos intentaron leer las palabras grabadas en la piedra. Tras unos momentos de silencio, Lucian comenzó a murmurar en voz baja, casi como si las palabras fluyeran por su mente de manera instintiva:—Lux evanescit, tenebrae praevalet, sed tenebrae sine lumine esse non possunt... Custodes semper pugnant, donec custos tenebrarum suum portatorem devoret.A medida que pronunciaba las palabras, una sensación de inquietud se apoderó de ellos. La luz que había iluminado tenuemente el santuario comenzó a desvanecerse, sumiendo el lugar
Marcus avanzaba con confianza, rodeado por la oscura energía que emanaba del dragón y los hechiceros oscuros. Sentía la oscuridad como una armadura impenetrable, una fuente de poder que lo hacía invencible. Sin embargo, en medio de esa negrura sofocante, un rayo de luz inesperado irrumpió desde lo alto del cielo, golpeando a Marcus directamente.El impacto lo detuvo en seco. El rayo de luz no era simplemente un destello cualquiera; era una energía pura, brillante, que se sentía cálida y reconfortante, pero al mismo tiempo intensa y abrumadora. Marcus sintió un dolor agudo en su pecho, como si algo en su interior se quebrara bajo la presión de esa luz.Los hechiceros oscuros retrocedieron, alarmados, mientras el dragón oscuro lanzaba un rugido de furia, intentando deshacerse de la molesta luz que parecía debilitar su control sobre Marcus. Pero el rayo persistió, perforando la oscuridad, envolviendo a Marcus en un resplandor que comenzaba a contrarrestar la maldad que lo había consumido
Los hechiceros oscuros, al percibir el cambio en la energía que los rodeaba, se miraron entre sí con inquietud. Sentían que algo en su plan había sido alterado, como si una fuerza desconocida hubiera interferido en el proceso que habían orquestado. Decididos a descubrir la causa, comenzaron a conjurar un poderoso hechizo conjunto, uno diseñado para aprisionar a Marcus y obligarlo a revelar lo que había sucedido dentro de él.En una cámara oculta, oculta por la oscuridad más profunda, Marcus fue envuelto en sombras. Su cuerpo, aún recuperándose de la lucha interna, se sintió atrapado por cadenas invisibles que lo sujetaron con fuerza, inmovilizando su cuerpo y mente. Los hechiceros lo rodearon, sus ojos brillando con una malevolencia intensa mientras comenzaban a susurrar en lenguas antiguas, intentando acceder a los secretos que Marcus ahora albergaba.Mientras tanto, lejos de allí, Lucian y su manada desconocían la batalla que se libraba en las profundidades del mundo oscuro. Sin emb
—No podemos rendirnos ahora —dijo finalmente Lucian, aunque su voz no tenía la fuerza de antes—. Aunque la oscuridad haya ganado esta batalla, debemos seguir adelante.Eldric asintió.Un resplandor cegador atravesó el cielo, iluminando todo el horizonte como si el mismo sol hubiera descendido a la Tierra. Los lobos de todas las manadas, desde los más jóvenes hasta los ancianos, se vieron obligados a cerrar los ojos, incapaces de soportar la intensidad de la luz. A medida que el destello disminuía, una densa nube oscura comenzó a cubrir el cielo, extendiéndose con rapidez hasta oscurecer el mundo en un ominoso velo.El silencio reinaba mientras la nube oscura se asentaba sobre ellos, sumiendo a todos en una inquietante penumbra. Finalmente, cuando la luz dejó de quemar sus párpados cerrados, los lobos abrieron los ojos. Sin embargo, lo que encontraron no fue lo que esperaban.Lucian miró a su alrededor, sintiendo el suelo frío bajo sus pies en lugar de bajo sus patas. Instintivamente,
Los hechiceros oscuros se movían inquietos, susurrando entre ellos, tratando de encontrar alguna explicación para lo que había ocurrido. La atmósfera en la caverna era tensa, cargada con la energía residual de los eventos recientes. Marcus, ahora completamente humano, se tambaleaba en el centro de la cámara, confundido y desorientado.—¿Qué es lo que ha pasado? —preguntó uno de los hechiceros, su voz llena de frustración.—Primero, un rayo de luz... —murmuró otro, repasando los hechos en su mente—. Y luego, el dragón desaparece. Y ahora... hemos perdido nuestra magia.Marcus levantó la cabeza, mirando a los hechiceros oscuros con una mezcla de furia y desconcierto. Él también sentía la ausencia de poder, la desconexión con la oscuridad que una vez lo había consumido. Estaba débil, vulnerable, y lo peor de todo, no tenía respuestas.—Esto no tiene sentido —espetó Marcus, su voz quebrada por la desesperación—. ¿Cómo puede un simple rayo de luz deshacer todo? ¿Dónde está el dragón oscuro
Elena siempre había tenido una curiosidad insaciable por los temas sobrenaturales. Historias de fantasmas, vampiros y criaturas de la noche llenaban sus noches de lectura, pero ninguna había capturado tanto su imaginación como los rumores de extraños sucesos en el bosque de Vailia. Decidida a descubrir la verdad por sí misma, se embarcó en un viaje al pequeño y misterioso pueblo.El denso bosque que rodeaba Vailia tenía una atmósfera inquietante. Al cruzar la línea de árboles, Elena sintió un escalofrío recorrer su espalda, como si su propio cuerpo le advirtiera que no debía adentrarse en ese lugar. Sin embargo, su determinación era más fuerte que cualquier temor. Avanzó con paso firme, absorbiendo cada susurro del viento y cada crujido de las ramas bajo sus pies.Tras solo diez minutos en el bosque, la sensación de ser observada se hizo imposible de ignorar. Un par de ojos invisibles seguían cada uno de sus movimientos. Elena aceleró el paso, su corazón latiendo con fuerza. Lo que no
Lucian observaba a Elena desde las sombras, asegurándose de que estuviera a salvo mientras ella exploraba el pueblo y la biblioteca. Aunque ella no lo sabía, sus pasos eran seguidos de cerca por unos ojos que brillaban con una mezcla de curiosidad y preocupación. Su misión de protegerla iba más allá del mero instinto; sentía una conexión inexplicable con ella, algo que la luna misma parecía haberle revelado.Cerca de la entrada del pueblo, el oficial que había rescatado a Elena la noche anterior se acercó a Lucian. Con una expresión seria, le dijo en voz baja:—No deberías acercarte tanto a esa mujer, Lucian. Sabes que debemos escoger a alguien de la manada o al menos de nuestra especie. Esto puede traer problemas.Lucian, con la mirada fija en la figura de Elena a lo lejos, respondió sin vacilar:—La luna me ha indicado que debo protegerla. Hay algo especial en ella, algo que no puedo ignorar.El oficial, visiblemente preocupado, negó con la cabeza antes de marcharse, dejando a Lucia
Elena despertó de un sueño profundo con una sensación de urgencia. La luna llena brillaba a través de su ventana, inundando la habitación con una luz plateada. Sus sueños habían sido vívidos y extraños, llenos de imágenes del bosque de Vailia y un claro al oeste. La voz suave y melodiosa de la luna le susurraba al oído, indicándole que debía volver al bosque y buscar ese claro.Decidida a seguir el mensaje, Elena se vistió rápidamente y salió del hotel, asegurándose de no ser vista. La noche estaba tranquila, pero sentía una energía palpable en el aire, como si todo el bosque estuviera esperando su llegada. Caminó con paso firme hacia el oeste, siguiendo el sendero que la luna parecía iluminar especialmente para ella.Mientras tanto, en lo profundo del bosque, Lucian se encontraba todavía con su manada, pero una inquietud crecía en su interior. Sentía una conexión con Elena, y algo le decía que ella estaba en peligro. Sin decir una palabra, salió rápidamente hacia el claro del oeste,