El viaje hacia la cueva al norte del bosque fue largo y agotador. La lluvia persistente había convertido los senderos en un lodazal resbaladizo, pero la determinación de Lucian y su grupo los mantuvo en marcha. Elena, aunque cansada, se mantenía cerca de Lucian, sintiendo una mezcla de ansiedad y anticipación por lo que encontrarían.
Finalmente, llegaron a la entrada de la cueva. Era una abertura oscura y ominosa en la ladera de una colina, rodeada de árboles antiguos y cubiertos de musgo. La lluvia comenzó a disminuir justo cuando se acercaron, como si el bosque mismo estuviera conteniendo la respiración. —Esta es la entrada —dijo Eldric, su voz grave y llena de reverencia—. Aquí es donde los antiguos sellaron el mal. Lucian asintió, sus ojos brillando con determinación—. Entremos. Debemos encontrar el origen de la maldición y detenerlo. El grupo entró en la cueva, utilizando antorchas para iluminar el camino. El aire dentro era frío y denso, y un eco inquietante resonaba con cada paso que daban. La cueva parecía más un laberinto de túneles y cámaras, y a medida que avanzaban, el ambiente se volvía más opresivo. De repente, Elena sintió un tirón extraño, como si una fuerza invisible la estuviera jalando hacia adelante. Antes de que pudiera gritar o resistirse, fue arrastrada por un pasaje lateral y desapareció en la oscuridad. —¡Elena! —gritó Lucian, girándose rápidamente hacia donde ella había estado. El grupo se detuvo en seco, buscando frenéticamente a Elena. Lucian corrió hacia el pasaje lateral, pero era como si ella se hubiera desvanecido en el aire. No había rastro de ella, ni siquiera su olor que Lucian normalmente podía seguir con facilidad. —¿Dónde está? —preguntó Garret, su voz llena de preocupación. Lucian cerró los ojos, concentrándose intensamente, tratando de sentir cualquier indicio de Elena, pero no había nada. Era como si la cueva la hubiera tragado por completo. —No puedo sentirla —dijo Lucian, su voz rota por la desesperación—. Es como si hubiera desaparecido del todo. Eldric se acercó, su rostro lleno de preocupación y sabiduría—. Esta cueva está llena de antiguos encantamientos y trampas. Debemos tener cuidado. Pero no podemos dejar a Elena atrás. La luna la trajo aquí por una razón. Lucian asintió, luchando por mantener la calma. Sabía que Eldric tenía razón, pero la desesperación de no poder encontrar a Elena lo consumía. —Nos dividiremos en grupos pequeños —decidió Garret—. Exploraremos cada túnel y cada cámara. No dejaremos ninguna piedra sin voltear. El grupo se organizó rápidamente, cada uno tomando un pasaje diferente. Lucian, decidido a no rendirse, se adentró más en la cueva, sus sentidos agudizados al máximo, esperando cualquier señal de Elena. Mientras tanto, Elena se encontraba en un lugar diferente dentro de la cueva, una cámara oculta que no parecía estar conectada a los túneles principales. La cámara estaba iluminada por una luz tenue y sobrenatural, y en el centro había un altar antiguo cubierto de runas brillantes. Elena se acercó al altar, sintiendo una atracción irresistible hacia él. Las runas parecían vibrar con energía, y a medida que se acercaba, empezó a escuchar susurros en un idioma que no podía comprender pero que de alguna manera sentía que entendía. —¿Qué es este lugar? —se preguntó en voz alta, su voz resonando suavemente en la cámara. De repente, una figura apareció ante ella, una mujer de aspecto etéreo con ojos brillantes y una presencia poderosa. —Elena —dijo la figura, su voz suave pero firme—. Has sido traída aquí por una razón. Eres la clave para romper la maldición. Elena la miró, sintiendo una mezcla de temor y reverencia—. ¿Quién eres? —Soy la guardiana de este lugar —respondió la figura—. Los antiguos sellaron el mal aquí, pero ahora la maldición ha sido liberada. Solo tú, con la ayuda de Lucian, puedes restaurar el equilibrio. Mientras tanto, Lucian y su grupo continuaban su búsqueda desesperada. La calma de la lluvia fuera de la cueva solo aumentaba la sensación de urgencia dentro de ellos. Lucian sabía que debían encontrar a Elena, no solo por su bienestar, sino porque sentía en lo profundo de su ser que ella era crucial para detener la maldición. La búsqueda continuó, cada vez más desesperada, mientras la cueva se revelaba como un lugar lleno de secretos y peligros antiguos. Pero Lucian no se daría por vencido. Sabía que la luna los había unido por una razón, y haría lo que fuera necesario para proteger a Elena y desentrañar los misterios que los rodeaban. Elena miró a la guardiana con una mezcla de asombro y temor. La figura etérea se acercó, sus ojos brillando con una luz antigua y profunda. —Elena —dijo la guardiana—. Hay mucho que debes saber sobre ti misma. No eres una simple humana. Eres una licántropa, destinada a un propósito mayor. Tu verdadera identidad ha estado oculta, incluso para ti, debido a una maldición que llevas desde hace más de cien años. Elena sintió que el mundo giraba a su alrededor. Las palabras de la guardiana resonaban en su mente, cada vez más confusas y reveladoras a la vez. —No entiendo —dijo Elena, su voz temblando—. ¿Qué quieres decir? La guardiana extendió una mano hacia Elena, y una suave luz comenzó a envolverla. —Hace más de un siglo, tus ancestros sellaron un poder oscuro en esta cueva. Para protegerte y asegurarte de que pudieras cumplir tu destino, te pusieron bajo una maldición que te hacía olvidar tu verdadera naturaleza y tus recuerdos cada cierto tiempo. Solo cuando encontraras al elegido, la persona que la luna había destinado para ti, tu verdadera identidad se revelaría. Elena sintió una corriente de energía recorrer su cuerpo. Su piel comenzó a arder y cambiar, y una fuerza desconocida se apoderó de ella. Se dio cuenta de que estaba transformándose, de que estaba recuperando su forma natural. Su cuerpo se contorsionó, sus huesos crujieron y se alargaron. Su piel se cubrió de un pelaje dorado y sus ojos brillaron con una luz intensa. En cuestión de segundos, Elena se había transformado en una loba majestuosa, mucho más grande y fuerte que cualquier lobo ordinario. —Eres especial, Elena —dijo la guardiana—. Eres la clave para romper la maldición. Debes ir al lugar donde tus ancestros sellaron el mal y usar tu poder para restaurar el equilibrio. Pero no puedes hacerlo sola. Necesitas a Lucian, el elegido de la luna. Mientras tanto, Lucian y su grupo seguían buscando a Elena en la cueva, cada vez más desesperados. La calma en el exterior de la cueva solo aumentaba la sensación de urgencia dentro de ellos. De repente, Lucian sintió una conexión, un tirón en su interior que lo guiaba hacia un pasaje oculto. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia la fuente de esa sensación, seguido de cerca por Garret y los demás. Llegaron a una cámara oculta donde encontraron a Elena en su forma de loba. Lucian se detuvo en seco, asombrado por lo que veía. —Elena —susurró, acercándose lentamente—. ¿Eres tú? Elena se giró hacia Lucian, sus ojos brillando con reconocimiento y comprensión. Asintió con su cabeza lupina, sabiendo que Lucian finalmente entendía su verdadera naturaleza. Eldric, que había seguido al grupo, se adelantó—. La luna nos ha guiado hasta aquí por una razón. Ahora todo tiene sentido. Elena, tu transformación es la clave para romper la maldición. Debemos ir al lugar donde tus ancestros sellaron el mal. Elena, en su forma de loba, se acercó a Lucian y rozó su hocico contra su mano, una muestra de confianza y gratitud. Lucian, sintiendo la conexión más fuerte que nunca, asintió con determinación. —Vamos —dijo—. Terminemos esto juntos. El grupo se preparó para salir de la cueva, dirigidos por Eldric y la nueva y poderosa forma de Elena. Sabían que el camino por delante sería peligroso, pero también sabían que estaban destinados a enfrentarlo juntos. Elena, ahora consciente de su verdadero ser, sentía una fuerza y una claridad que nunca había experimentado antes. Su maldición de olvidar había sido rota, y con ello, su propósito se había revelado. Con Lucian a su lado, se dirigió hacia el lugar donde todo había comenzado, lista para enfrentar cualquier desafío que se les presentara y restaurar el equilibrio en el bosque de Vailia.Lucian, Elena y el grupo avanzaron hacia el lugar donde los ancestros habían sellado el mal. La tensión era palpable, y el aire alrededor parecía cargado de una energía oscura. Mientras caminaban, la luna iluminaba su camino, guiándolos con su luz plateada.A medida que se acercaban a su destino, un sonido siniestro rompió el silencio del bosque. Un aullido gutural resonó en la noche, y de entre las sombras emergió Marcus. Su apariencia había cambiado drásticamente. Su figura era más sombría, sus ojos brillaban con una malicia intensa y su pelaje negro parecía absorber la luz de la luna.—Lucian —gruñó Marcus, su voz profunda y resonante—. ¿Sigues protegiendo a esta humana? No... ya no es una simple humana, ¿verdad?Elena, en su forma de loba, dio un paso adelante, su mirada fija en Marcus. Su presencia imponente y la fuerza que irradiaba eran innegables. Lucian notó cómo Marcus retrocedía ligeramente, mostrando por primera vez una chispa de temor.—Marcus —dijo Lucian, con voz firme—
Lucian emergió del portal y se encontró en un mundo que era a la vez familiar y completamente extraño. El bosque de Vailia, en su estado prístino, estaba lleno de vida y de criaturas mitológicas que él solo había escuchado en leyendas: faunos, dríades, y unicornios. El aire estaba impregnado de magia, y la luna brillaba más intensamente en el cielo nocturno.Lucian caminó cautelosamente, tratando de orientarse en este paisaje ancestral. Sabía que tenía que encontrar a los ancestros antes de que sellaran el mal, pero no tenía idea de por dónde empezar.De repente, una patrulla de hombres lobo apareció de entre los árboles, rodeándolo rápidamente. Sus ojos brillaban con desconfianza y hostilidad.—¡Alto! ¿Quién eres y qué haces en nuestro territorio? —gruñó uno de ellos, claramente el líder de la patrulla.Lucian levantó las manos en señal de rendición—. No quiero causar problemas. Solo estoy buscando a alguien.Los lobos se miraron entre ellos y luego al líder, quien dio un paso adelan
Mientras Lucian luchaba contra su propia naturaleza salvaje, en el presente, en algunaparte del bosque de Vailia, Marcus avanzaba hacia un destino igualmente oscuro. Los efectos de la lluvia maldita que había caído por primera vez en cien años comenzaban a manifestarse, desatando un poder antiguo y oscuro que se apoderaba de él cada vez más.Marcus, quien siempre había sido un líder formidable pero justo, ahora se sentía consumido por una oscuridad creciente. Su forma de lobo era más grande y su pelaje, antes majestuoso, se había vuelto opaco y áspero. Sus ojos, que antes reflejaban determinación, ahora mostraban una mezcla de furia y desesperación.Guiado por un instinto sombrío, Marcus llegó a la cueva de la Guardiana, una entidad mística que velaba por el equilibrio del bosque. La cueva era un lugar sagrado, lleno de energía antigua, y pocos se atrevían a acercarse sin una razón poderosa. Sin embargo, la presencia de Marcus traía consigo una sensación de perturbación.La Guardiana,
Mientras la voz oscura en la mente de Marcus lo empujaba hacia el conflicto, el alfa sabía que no podría llevar a cabo su plan solo. Necesitaba a su manada, y por eso convocó a sus subalternos a una reunión en el corazón del bosque, un lugar donde los árboles altos y antiguos silenciaban el mundo exterior, creando un espacio de privacidad y poder.La lluvia había cesado, pero una sensación de inquietud colgaba en el aire. Los subalternos de Marcus se reunieron en un claro, un grupo de lobos poderosos y respetados, quienes durante años habían seguido a su líder con lealtad. Sin embargo, ese día algo era diferente; el semblante de Marcus estaba oscurecido, y una energía inquietante emanaba de él.—He llamado a esta reunión porque es hora de actuar —dijo Marcus, su voz firme pero teñida con un matiz sombrío—. Lucian ha desafiado nuestro orden. Ha protegido a una humana y ha deshonrado la ley de la manada.Uno de los subalternos, un lobo de gran tamaño llamado Varek, dio un paso adelante.
En el pasado, el bosque de Vailia brillaba con una vitalidad que Lucian nunca había conocido. Las criaturas mágicas merodeaban libremente, y las vibrantes luces de los fuegos fatuos iluminaban la densa maleza, creando un paisaje casi irreal. Sin embargo, lo que realmente capturaba la atención de Lucian eran las poderosas energías mágicas que sentía fluir por el bosque. Esta era una época en la que la magia era fuerte y presente en todos los aspectos de la vida.Lucian había sido llevado a la aldea de los hechiceros, un lugar oculto y protegido por antiguos conjuros. Los habitantes de la aldea, incluidos los poderosos hechiceros y hechiceras, lo miraban con sospecha y curiosidad. Ellos, guiados por su líder Seraphina, eran los protectores de los secretos del tiempo y la naturaleza, y veían en Lucian un enigma que debía ser resuelto.Seraphina, una hechicera de inmensa sabiduría y poder, observaba a Lucian con una mezcla de preocupación y compasión. Sabía que su presencia allí no era un
Lucian estaba sentado en la aldea de los hechiceros, rodeado por el susurro constante de los árboles y la energía vibrante de la magia antigua. Aunque su cuerpo había sido transformado de nuevo en humano, su mente estaba llena de preocupación. Pensaba en su manada, en Eldric, en Elena, y en todos aquellos que había dejado atrás. La posibilidad de que estuvieran en peligro debido a Marcus y su creciente oscuridad lo angustiaba profundamente.—No puedo evitar pensar en ellos, en cómo estarán. Mi manada... Elena... ¿Estarán bien sin mí? —dijo Lucian en voz alta, sin esperar respuesta, más bien dejándose llevar por la inquietud. Miraba al suelo, incapaz de encontrar consuelo en la serenidad del lugar.Seraphina, percibiendo su lucha interna, se acercó a él con una expresión comprensiva.—Es natural que te preocupes, Lucian. Pero esa preocupación te está frenando. No puedes cumplir tu propósito si estás dividido entre el pasado y el presente. Necesitas centrarte en lo que tienes que hacer
Lucian se adentró en los territorios de los lobos, moviéndose con cautela a través del bosque denso. A pesar de su nuevo atuendo de hechicero, no podía evitar sentir el aire pesado con una mezcla de magia y tensión latente. Los árboles susurraban a su alrededor, como si quisieran advertirle de los peligros que acechaban en ese tiempo y lugar. Aunque su misión principal era encontrar la Montaña de Hielo, no podía ignorar la sensación de familiaridad que sentía al estar nuevamente en el territorio de los lobos.De repente, sus agudos sentidos percibieron un sonido distante, un grito ahogado que le hizo detenerse en seco. El grito pertenecía a una voz joven y desesperada. Agudizó el oído y, con un sobresalto, reconoció la voz de Elena, pero mucho más joven. Sin pensarlo dos veces, se lanzó a correr a través del bosque, sus pies golpeando el suelo cubierto de hojas mientras el sonido de su respiración se mezclaba con el susurro del viento.Mientras corría, el atuendo de hechicero ondeaba
En el presente, Marcus avanzaba con pasos firmes hacia el territorio de la manada de Lucian. La oscuridad que emanaba de él era palpable, como una sombra pesada que se extendía a su alrededor. Sus ojos, ahora teñidos de un brillo siniestro, estaban fijos en un solo objetivo: destruir a la manada y, especialmente, a Elena. Sentía el poder oscuro burbujeando dentro de él, susurrándole promesas de victoria y destrucción. Sabía que Elena estaba débil, pues podía percibirlo a través del vínculo roto que alguna vez los unió como seres de la misma especie.Con cada paso que daba, el aire se volvía más pesado, y las criaturas del bosque huían, sintiendo el peligro inminente. Detrás de él, sus subalternos, igualmente envueltos en esa aura de oscuridad, lo seguían con lealtad ciega. La influencia corruptora del poder que Marcus había abrazado era evidente en sus ojos vacíos y movimientos rígidos. No había dudas ni remordimientos en ellos, solo una voluntad unificada de cumplir la voluntad del l