Lucian emergió del portal y se encontró en un mundo que era a la vez familiar y completamente extraño. El bosque de Vailia, en su estado prístino, estaba lleno de vida y de criaturas mitológicas que él solo había escuchado en leyendas: faunos, dríades, y unicornios. El aire estaba impregnado de magia, y la luna brillaba más intensamente en el cielo nocturno.Lucian caminó cautelosamente, tratando de orientarse en este paisaje ancestral. Sabía que tenía que encontrar a los ancestros antes de que sellaran el mal, pero no tenía idea de por dónde empezar.De repente, una patrulla de hombres lobo apareció de entre los árboles, rodeándolo rápidamente. Sus ojos brillaban con desconfianza y hostilidad.—¡Alto! ¿Quién eres y qué haces en nuestro territorio? —gruñó uno de ellos, claramente el líder de la patrulla.Lucian levantó las manos en señal de rendición—. No quiero causar problemas. Solo estoy buscando a alguien.Los lobos se miraron entre ellos y luego al líder, quien dio un paso adelan
Mientras Lucian luchaba contra su propia naturaleza salvaje, en el presente, en algunaparte del bosque de Vailia, Marcus avanzaba hacia un destino igualmente oscuro. Los efectos de la lluvia maldita que había caído por primera vez en cien años comenzaban a manifestarse, desatando un poder antiguo y oscuro que se apoderaba de él cada vez más.Marcus, quien siempre había sido un líder formidable pero justo, ahora se sentía consumido por una oscuridad creciente. Su forma de lobo era más grande y su pelaje, antes majestuoso, se había vuelto opaco y áspero. Sus ojos, que antes reflejaban determinación, ahora mostraban una mezcla de furia y desesperación.Guiado por un instinto sombrío, Marcus llegó a la cueva de la Guardiana, una entidad mística que velaba por el equilibrio del bosque. La cueva era un lugar sagrado, lleno de energía antigua, y pocos se atrevían a acercarse sin una razón poderosa. Sin embargo, la presencia de Marcus traía consigo una sensación de perturbación.La Guardiana,
Mientras la voz oscura en la mente de Marcus lo empujaba hacia el conflicto, el alfa sabía que no podría llevar a cabo su plan solo. Necesitaba a su manada, y por eso convocó a sus subalternos a una reunión en el corazón del bosque, un lugar donde los árboles altos y antiguos silenciaban el mundo exterior, creando un espacio de privacidad y poder.La lluvia había cesado, pero una sensación de inquietud colgaba en el aire. Los subalternos de Marcus se reunieron en un claro, un grupo de lobos poderosos y respetados, quienes durante años habían seguido a su líder con lealtad. Sin embargo, ese día algo era diferente; el semblante de Marcus estaba oscurecido, y una energía inquietante emanaba de él.—He llamado a esta reunión porque es hora de actuar —dijo Marcus, su voz firme pero teñida con un matiz sombrío—. Lucian ha desafiado nuestro orden. Ha protegido a una humana y ha deshonrado la ley de la manada.Uno de los subalternos, un lobo de gran tamaño llamado Varek, dio un paso adelante.
En el pasado, el bosque de Vailia brillaba con una vitalidad que Lucian nunca había conocido. Las criaturas mágicas merodeaban libremente, y las vibrantes luces de los fuegos fatuos iluminaban la densa maleza, creando un paisaje casi irreal. Sin embargo, lo que realmente capturaba la atención de Lucian eran las poderosas energías mágicas que sentía fluir por el bosque. Esta era una época en la que la magia era fuerte y presente en todos los aspectos de la vida.Lucian había sido llevado a la aldea de los hechiceros, un lugar oculto y protegido por antiguos conjuros. Los habitantes de la aldea, incluidos los poderosos hechiceros y hechiceras, lo miraban con sospecha y curiosidad. Ellos, guiados por su líder Seraphina, eran los protectores de los secretos del tiempo y la naturaleza, y veían en Lucian un enigma que debía ser resuelto.Seraphina, una hechicera de inmensa sabiduría y poder, observaba a Lucian con una mezcla de preocupación y compasión. Sabía que su presencia allí no era un
Lucian estaba sentado en la aldea de los hechiceros, rodeado por el susurro constante de los árboles y la energía vibrante de la magia antigua. Aunque su cuerpo había sido transformado de nuevo en humano, su mente estaba llena de preocupación. Pensaba en su manada, en Eldric, en Elena, y en todos aquellos que había dejado atrás. La posibilidad de que estuvieran en peligro debido a Marcus y su creciente oscuridad lo angustiaba profundamente.—No puedo evitar pensar en ellos, en cómo estarán. Mi manada... Elena... ¿Estarán bien sin mí? —dijo Lucian en voz alta, sin esperar respuesta, más bien dejándose llevar por la inquietud. Miraba al suelo, incapaz de encontrar consuelo en la serenidad del lugar.Seraphina, percibiendo su lucha interna, se acercó a él con una expresión comprensiva.—Es natural que te preocupes, Lucian. Pero esa preocupación te está frenando. No puedes cumplir tu propósito si estás dividido entre el pasado y el presente. Necesitas centrarte en lo que tienes que hacer
Lucian se adentró en los territorios de los lobos, moviéndose con cautela a través del bosque denso. A pesar de su nuevo atuendo de hechicero, no podía evitar sentir el aire pesado con una mezcla de magia y tensión latente. Los árboles susurraban a su alrededor, como si quisieran advertirle de los peligros que acechaban en ese tiempo y lugar. Aunque su misión principal era encontrar la Montaña de Hielo, no podía ignorar la sensación de familiaridad que sentía al estar nuevamente en el territorio de los lobos.De repente, sus agudos sentidos percibieron un sonido distante, un grito ahogado que le hizo detenerse en seco. El grito pertenecía a una voz joven y desesperada. Agudizó el oído y, con un sobresalto, reconoció la voz de Elena, pero mucho más joven. Sin pensarlo dos veces, se lanzó a correr a través del bosque, sus pies golpeando el suelo cubierto de hojas mientras el sonido de su respiración se mezclaba con el susurro del viento.Mientras corría, el atuendo de hechicero ondeaba
En el presente, Marcus avanzaba con pasos firmes hacia el territorio de la manada de Lucian. La oscuridad que emanaba de él era palpable, como una sombra pesada que se extendía a su alrededor. Sus ojos, ahora teñidos de un brillo siniestro, estaban fijos en un solo objetivo: destruir a la manada y, especialmente, a Elena. Sentía el poder oscuro burbujeando dentro de él, susurrándole promesas de victoria y destrucción. Sabía que Elena estaba débil, pues podía percibirlo a través del vínculo roto que alguna vez los unió como seres de la misma especie.Con cada paso que daba, el aire se volvía más pesado, y las criaturas del bosque huían, sintiendo el peligro inminente. Detrás de él, sus subalternos, igualmente envueltos en esa aura de oscuridad, lo seguían con lealtad ciega. La influencia corruptora del poder que Marcus había abrazado era evidente en sus ojos vacíos y movimientos rígidos. No había dudas ni remordimientos en ellos, solo una voluntad unificada de cumplir la voluntad del l
Mientras tanto, Lucian continuaba su viaje a través del espeso bosque, guiado por las instrucciones de Seraphina. Tras días de caminar, llegó a una pequeña aldea escondida entre los árboles, una visión inesperada en medio de la vasta naturaleza salvaje. Las casas, construidas con madera y piedra, eran sorprendentemente pequeñas, ninguna superando el metro y medio de altura. Se veían rústicas pero acogedoras, con tejados de paja y ventanas diminutas.Lucian se detuvo, intrigado. Observó a los habitantes de la aldea, pequeños seres cuya estatura máxima apenas alcanzaba un metro. A pesar de su tamaño, se movían con rapidez y agilidad, y había una energía vibrante en el aire. Lucian notó que llevaban ropas de colores vivos y se comunicaban entre ellos en un lenguaje que le era desconocido.De repente, uno de los aldeanos, un hombre de apariencia anciana con una larga barba gris y ojos brillantes, se acercó a Lucian. Aunque era pequeño, su presencia imponía respeto.—¿Quién eres, forastero