Lucian, Elena y el grupo avanzaron hacia el lugar donde los ancestros habían sellado el mal. La tensión era palpable, y el aire alrededor parecía cargado de una energía oscura. Mientras caminaban, la luna iluminaba su camino, guiándolos con su luz plateada.
A medida que se acercaban a su destino, un sonido siniestro rompió el silencio del bosque. Un aullido gutural resonó en la noche, y de entre las sombras emergió Marcus. Su apariencia había cambiado drásticamente. Su figura era más sombría, sus ojos brillaban con una malicia intensa y su pelaje negro parecía absorber la luz de la luna.
—Lucian —gruñó Marcus, su voz profunda y resonante—. ¿Sigues protegiendo a esta humana? No... ya no es una simple humana, ¿verdad?
Elena, en su forma de loba, dio un paso adelante, su mirada fija en Marcus. Su presencia imponente y la fuerza que irradiaba eran innegables. Lucian notó cómo Marcus retrocedía ligeramente, mostrando por primera vez una chispa de temor.
—Marcus —dijo Lucian, con voz firme—