— ¿Esteban? — escuché la voz de Mar al otro lado de la puerta — ¿Puedo pasar?
— Sí, Mar. Adelante. — dije mientras me incorporaba y me dirigía al armario.
La puerta se abrió.
— Podías haberte puesto algo mas que unos calzoncillos.
— En eso estoy. — dije sacando unos pantalones de deporte y una camiseta. Vi que Mar miraba hacia otro lado.
— ¿Y qué querías? Has llegado antes de lo previsto. — le dije mientras me vestía.
— Ver cómo estabas y si tenías alguna pregunta.
— ¿Pregunta de qué tipo? Por cierto, ya puedes mirar.
— Preguntas acerca de los Benditos. — dijo ella mirándome con alivio — Pensaba que mi hija y yo éramos las últimas y algunas cosas las descubrí por mi cuenta.
— ¿En leyendas?
— Sí, por ejemplo.
Volví a tumbarme en la cama.
— No sé decirte, Mar. ¿Qué podría interesarme? Lo único que se me ocurre es saber porqué he terminado siendo... ésto.
— Bueno, no sé si sabes que todos los Benditos tienen algún tipo de poder... no es algo exclusivo de mi linaje.
Me reí.
— Si tuviera algún poder, habría salido en la batalla.
— Bueeenoo... en realidad... en la batalla sí que vi algo extraño.
— ¿Cómo qué?
— Laida no falló ningún hechizo: justo antes de que te llegasen, los hechizos se desviaban. Es como si tuvieras un repelente mágico.
Solté una carcajada.
— Qué bromista.
— En absoluto, Esteban. — me dijo mirándome con seriedad — Te lo digo completamente en serio. Creo que por eso Laida huía de ti.
— Bueno, eso ya da igual: está muerta. Quizás pueda repeler la magia pero nada mas.
— Eras el mejor usando armas, es posible que eso se haya convertido en un poder.
— Sin guerras no es algo útil.
— ¡YA BASTA, ESTEBAN! — me gritó Mar — No eres el único dolido por Alfred.
— A ti te ha venido bien.
Me lanzó una mirada dolida.
"Te has pasado, Esteban. Debes disculparte con ella." — me dijo mi lobo.
— Yo iba a suicidarme después de la batalla para salvar a Jake y proteger a mi hija.
— Yo... lo siento mucho, Mar. — dije arrepentido.
— No importa. — me dijo con pesar y se sentó a mi lado — En realidad, no es fácil. Te entiendo mejor de lo que crees.
— ¿Por eso estás aquí antes de tiempo?
— En parte.
— ¿Y la otra parte es..?
— No sabemos como o porqué, Esteban, pero ahora eres un Bendito y el Alfa de SunLight y eso significa...
— ¿Qué significa? — pregunté después de que ella hiciese una pausa.
— Significa que debes encontrar una Luna y dar un heredero. Tu manada lo exigirá.
El corazón se me paró durante unos segundos.
— ¡NO! ¡ESO NO ES POSIBLE! — grité incorporándome — Yo ya tuve una pareja predestinada y una hija y ambas fueron asesinadas. No puedo nombrar Luna a otra mujer.
— Justamente de eso quería hablarte... — lanzó un suspiro — Los Benditos, o al menos mi familia, tenemos la opción de elegir una pareja predestinada entre todas las posibles. No sé si la Diosa aplicó esa norma en SunLight porque ellos eran nuestros protectores, pero es posible...
— Si ese fuese el caso, Mar, yo ya hice mi elección hace mucho tiempo. No puedo elegir a otra.
— Debieras planteártelo. Siempre puedes elegir a alguien con quien tengas buena relación y dejarle claro que sólo es por el bien de la manada. Estoy segura de que habrá muchas chicas dispuestas a aceptar.
— No puedo hacer eso, Mar. No sé porqué soy un Bendito, pero no puedo continuar el linaje. Es pedirme demasiado.
— Quizás ahora, pero yo creo que con el tiempo...
— Nunca olvidaré a Lisa y Evy, Mar. Ellas son mi mundo aunque no se encuentren aquí.
"Aunque no te dejan dormir por las noches" — añadió mi lobo.
— Lo sé, yo también soy madre y cuando Jake me sugirió dejarle morir y aceptar a otra de mis posibles parejas... no pude.
"No sabía que Jake había hecho eso" — le dije a mi lobo.
— Y bueno... ¿querías contarme algo mas? Se me hace extraño que hayas venido antes de tiempo solo para hablarme de esto. — le dije nervioso.
— ¡Ah!, ya. Quería saber qué vas a hacer. Eres mi Beta, pero también eres un Bendito y lideras dos manadas: entendería que quisieras irte a otra zona y...
— Me voy a quedar aquí, Mar. — la interrumpí — A veces iré al territorio de Alfred, pero seguiré aquí, contigo.
— Muchas gracias. — me dijo aliviada — Supongo que no sabes que SunLight era la guardiana del secreto de mi familia, así como de las historias originales y también nuestros guerreros.
Abrí los ojos con sorpresa.
— No, no tenía ni idea.
— Quería saber si vas a seguir con ello.
— Bueno, no veo porqué no. Pero... ¿de qué secreto me hablas?
Mar lanzó un suspiro y miró hacia el techo.
— Bien... en las guerras Alfa, la loba de los mil nombres consiguió un acuerdo entre los Benditos y las demás manadas.
— Sí, eso ya lo sé.
— Lo que se perdió es que esa loba recibió ayuda directa de Selene.
— ¿Y..? — le pregunté sin saber a dónde quería llegar.
— Lo que recibió de nuestra Diosa, fue un trocito de su alma. Un trocito que se ha heredado de padres a hijos durante generaciones... hasta llegar a mi.
— ¿Me estás diciendo que tienes un trozo de Selene en tu interior? — le pregunté sorprendido.
— Sí. Por eso mis ojos de loba son de color rosa, por eso sobreviví con tres años y por eso puedo invocar a los animales.
Me quedé expectante y ella tan sólo suspiró.
— Cuando tenía tres años, la Diosa me dijo cómo ir a la aldea de los humanos. Me protegió mediante un hechizo y me borró la memoria. Así es como sobreviví.
— ¿Y qué tienen que ver los animales de la Diosa con todo esto?
— Según ellos, sólo un lobo con la suficiente afinidad con Selene puede invocarlos. Si a la cercanía innata de los Benditos le sumas un trocito de alma y una protección especial, entonces...
— Tienes lo suficiente para poder invocarlos. — finalicé sus palabras — ¿Mi familia sabía esto?
— Creo que lo sabía todo SunLight.
Lancé un suspiro.
— Supongo que me toca proteger el secreto y a Luz de Luna.
— Sólo si quieres hacerlo.
— Tampoco quiero que mueras o maten a un trozo de nuestra Diosa, aunque tu estuvieras dispuesta a sacrificarlo.
— Estaba mi hija, no iba a perderse.
— Ya. Es cierto. — miré el reloj y suspiré — Ya es la hora, Mar. Debemos reunirnos con María y que nos aclare algunas cosas.
Nos levantamos de la cama y salimos de la habitación.
Llegamos a la habitación de Alfred, el lugar en el que habíamos quedado con María. Mar y yo nos miramos con pesar: aunque la muerte de Alfred nos había dejado mas preguntas que respuestas (que esperábamos encontrar hoy) nos dolía en el alma su marcha.Alfred había cambiado mucho: pasó de ser un machista egocéntrico que pensaba que todo lo hacía bien y se negaba a escuchar o aceptar otras formas de mandato, a ver la realidad de su hijo, las cosas positivas de otras formas de liderazgo y esforzarse en arreglar y compensar todos sus errores pasados.Su cambio había sido tan real y sincero, que incluso yo había sido capaz de perdonarle el asesinato de mi mujer e hija, hacía tanto tiempo.— ¡Bendito Esteban! ¡Reina Mar! Lamento el atraso. — escuchamos la voz de María a nuestra espalda justo cuando íbamos a llamar a la puerta.Ambos nos giramos y la vimos llegar corriendo y muy apurada.— No te preocupes María. No pasa nada. — dijo Mar con una sonrisa amigable."Ha aprendido mucho en poco ti
Se me había pasado la hora y si no me daba prisa, llegaría tarde al funeral. Me di una ducha rápida, me arreglé la barba y elegí un traje elegante y negro. No sabía que había preparado Mar pero quería mostrar respeto a todos los caídos y en especial, a Alfred. Quizás no estuviera de acuerdo en la forma en la que tuvo de hacer las cosas, pero se había esforzado en compensar sus errores y terminó dando su vida por lo que consideraba correcto. Salí de la habitación y me encontré a Emily e Isa esperando en la puerta: ambas iban de luto y arregladas.— ¿Qué hacéis aquí, chicas? — les pregunté cerrando la puerta tras de mi.— Creí que te ayudaría tener un poco de compañía. — dijo Emily — Sé que tu historia con Alfred es complicada, pero también sé que su muerte te pesa mas de lo que das a entender.— Alfred murió porque no supe protegeros bien... supuse que al igual que yo, necesitarías algo de compañía. — me dijo Isa.Las sonreí y abracé a las dos.— Muchas gracias. Tenéis razón, me viene
No pasó mucho tiempo desde que llegué a la habitación cuando alguien tocó a la puerta.— Adelante. — dije incorporándome de la cama.— Hola, Esteban. — me dijo Emily pasando a la habitación. — ¿Cómo te encuentras?— Jodido, pero voy tirando. Emily se acercó y se sentó en el borde de la cama, a mi lado.— Entiendo. ¿Y cómo llevas lo de ser Alfa?— Mal. ¿Yo, un Alfa? No sé quien en su sano juicio lo ve una buena idea.— Creo que Alfred lo veía así. Y supongo que la Diosa también.— Todos personas externas. — Yo también te veo como un buen Alfa, sólo necesitas confiar un poco mas en ti mismo. — Emily me cogió con delicadeza la mano.— Quizás tengas razón. O quizás tan sólo sea un fraude y una decepción. — No digas tonterías, Esteban. Lideraste una aldea de pícaros durante diez años.— Eso es totalmente diferente a lo de ahora.— No tanto. ¿Qué es lo que cambia? ¿Que son bastantes mas lobos y son dos manadas?— Sí, en parte. — ¿Y cuál es la otra parte?Liberé mi mano de la de Emily y
— Esteban, ¿te acuerdas de nosotras? — me dijo Evelyn sujetándome los brazos. — Papi, dijiste que me protegerías. — me dijo Lisa mientras me clavaba un cuchillo en las costillas — Prometiste que siempre estaríamos juntos, Papi. — Juraste amarme mas allá de la muerte, Esteban. ¿Acaso lo has olvidado? — me dijo Evelyn con los labios morados y la sangre corriendo por su cuello. Intenté moverme o decir algo pero estaba amordazado e inmovilizado. — ¿Dónde estás, Papi? No estás aquí. No has cumplido tu promesa. — Siempre dejas que otros mueran por ti, Esteban...*** Me desperté gritando y envuelto en sudor: la puerta de la habitación se abrió de golpe. — ¿Se encuentra bien, Bendito Alfa Esteban? — dijo una chica de mi nueva manada. — Sí, no te preocupes. Estoy bien. — Disculpe Bendito Alfa Esteban, pero no parece encontrarse bien. ¿Necesita algo? — No te preocupes, solo era una pesadilla. Estoy bien. Muchas gracias por la preocupación. — dije esbozando una sonrisa que estaba muy le
Bajé a desayunar en pantalones vaqueros y una camiseta ajustada de hacer deporte. — Buenos días a todos. — saludé mientras me sentaba y cogía un par de tostadas. — Buenos días. — me saludaron los demás Beta (excepto Julián, que seguía en el hospital atendiendo a los heridos: ese hombre en algún momento colapsaría, aunque decía que dormía a ratos en el hospital), Mar, Jake y Estrella que vigilaba de cerca a la princesa. Comimos con calma mientras hablábamos de temas variados: cosas de la manada, ocio etc. Era extraño hablar de estos temas porque durante muchos meses lo único de lo que se hablaba era de la guerra, pero no me quejaba del cambio, lo prefería mil veces. — Bueno Esteban, háblanos de SunLight. ¿Quedaron supervivientes del ataque? — me preguntó de forma repentina Joselyn. — Sí, algunos sobrevivieron. Aún no sé cómo, supongo que me lo dirán cuando lleguen. — ¿¡Cuándo lleguen!? — preguntó Jake sorprendido — ¿Cuándo pensabas decírnoslo? — Cuando saliese el tema, claro. Com
Me dirigí hacia el taller armamentístico para localizar a Emily y decirle que comeríamos juntos al día siguiente. — ¡Beta Emily! ¡Tiene visita! — gritó un lobo joven nada mas verme. — ¿¡Cuántas veces debo decirte que me llames por mi nombre!? — se quejó la voz de Emily. — Lo siento Beta Emily, pero no me siento cómodo haciendo eso. — Al menos podrías decirme quién es la visita. — la voz de Emily sonaba cada vez mas cerca. — Soy yo. — respondí antes de que el lobo dijese algo. — ¡Esteban! — dijo Emily entrando en mi rango de visión — ¿Buscas mas armas? — No. En realidad quería saldar mi deuda e invitarte a comer mañana. Todos en el taller me miraron sorprendidos. "Tampoco le estoy pidiendo una cita." Roy me gruñó enfadado. — ¡Lo había olvidado! Es verdad, te gané un día en un entrenamiento y esa fue mi recompensa. — Sí. La verdad es que no esperaba que me ganases. Emy sonrió con orgullo. — Serás letal en muchos aspectos, pero... yo soy rápida y muy flexible. — Sí, ganaste
Dejé unos segundos de expectación.— ¡Una sorpresa! — dije riéndome — Así será mas divertido, ¿no crees? Isa alzó una ceja.— ¿Divertido?— Sí. Ninguno de los dos lo sabemos así que... ¡vayamos a averiguarlo! — ¿Vas a... improvisar?— ¡Por supuesto que sí! Ahora, ¿me acompañarás al restaurante? — dije poniendo la sonrisa mas encantadora que pude.— Eres un caradura. — dijo riéndose — Está bien, veamos a dónde nos lleva la noche."Ha salido bien." — pensé mientras Isa me agarraba del brazo.— ¿Por qué me agarras? Ni que fuese una cita."ES una cita." — me dijo Roy."No."— No pero tal y como dijiste antes... no quieres que me rompa el tobillo, ¿verdad? — No.— Entonces sé mi caballero y no me dejes caer. — dijo con cierta picardía. Resoplé mientras mi lobo se reía."Esa bruja es astuta, me cae bien." — me dijo Roy.Nos dirigimos así al restaurante. No pude evitar los cuchicheos de la gente al vernos tan arreglados, con Isa de mi brazo."Y yo que quería evitar esto..." Roy tan solo
— Papi, ¿dónde estás? — Nos has abandonado, Esteban... Me desperté de nuevo gritando y empapado en sudor. ¿Por qué me atormentaban de esa manera? "Es porque te culpas de sus muertes." — me respondió Roy. "¿Y tú no? Las mataron por nuestra culpa." "No podemos cambiar lo que somos, Esteban. No lo elegimos pero tampoco podemos cambiarlo." "No, pero ellas seguirían vivas si no hubieran estado con nosotros." "¿Y qué hubieras hecho? ¿Esperar? No Esteban, no hubiera funcionado. Acepta la situación y avancemos." — ¡Bendito Alfa Esteban! ¿Se encuentra bien? — preguntó la misma chica de siempre. — Sí, más pesadillas. No te preocupes. — le dije forzando una sonrisa amable: la chica siempre venía rápido. — Entiendo, Bendito Alfa Esteban. ¿Está seguro de no querer unas pastillas? Creo que le ayudarían mucho. — Te lo agradezco mucho, eh... — Sophie. — Sophie. Pero no quiero utilizar químicos. Sólo necesito algo de tiempo. — Entiendo, Bendito Alfa Esteban. ¿Necesita algo