No pasó mucho tiempo desde que llegué a la habitación cuando alguien tocó a la puerta.
— Adelante. — dije incorporándome de la cama.
— Hola, Esteban. — me dijo Emily pasando a la habitación. — ¿Cómo te encuentras?
— Jodido, pero voy tirando.
Emily se acercó y se sentó en el borde de la cama, a mi lado.
— Entiendo. ¿Y cómo llevas lo de ser Alfa?
— Mal. ¿Yo, un Alfa? No sé quien en su sano juicio lo ve una buena idea.
— Creo que Alfred lo veía así. Y supongo que la Diosa también.
— Todos personas externas.
— Yo también te veo como un buen Alfa, sólo necesitas confiar un poco mas en ti mismo. — Emily me cogió con delicadeza la mano.
— Quizás tengas razón. O quizás tan sólo sea un fraude y una decepción.
— No digas tonterías, Esteban. Lideraste una aldea de pícaros durante diez años.
— Eso es totalmente diferente a lo de ahora.
— No tanto. ¿Qué es lo que cambia? ¿Que son bastantes mas lobos y son dos manadas?
— Sí, en parte.
— ¿Y cuál es la otra parte?
Liberé mi mano de la de Emily y me recosté en la cama.
— Que soy un jodido Bendito, no un Alfa al uso. Todos van a esperar mucho de mi.
— ¿Y tienes miedo de no estar a la altura?
— No es miedo, Emy, es una certeza. ¿Has visto a Mar, cómo maneja todo? Yo no soy capaz de hacer eso.
Emily se movió por la cama y se tumbó a mi lado, boca arriba.
— ¿Y por qué te fijas en ella?
— Ella y su hija son las dos únicas Benditas que quedan aparte de mi. ¿En quién mas voy a fijarme? No es que haya Alfas benditos en cualquier esquina para tomar ejemplo.
— En nadie, Esteban. No tienes que fijarte en nadie, sólo ser tu mismo.
Me reí con amargura.
— Ya. ¿Y a quién le va a gustar eso?
— A mucha gente. Mira como cuando fuisteis a la manada de Alfred, la gente te buscaba para escucharte, o como te hacían caso en la aldea de pícaros, aún sin ser un Alfa. No estaban obligados a ello.
— Sí, pero no era un Bendito. Los demás van a esperar que vuele, llame a los animales o haga mil cosas fabulosas, y no tengo nada de todo eso.
— Creo que estás equivocado, Esteban. Creo que sólo buscarán una manada dirigida con justicia e igualdad. Con firmeza y autoridad, pero también con cercanía y amabilidad.
— Claro, porque soy la persona mas amable y cariñosa del mundo. — le dije con ironía.
— Bueno, no tienes que hacerlo solo. Puedes tener una Luna que te ayude.
Un dolor cruzó mi corazón y vi durante unos momentos, la imagen de los cuerpos de mi mujer y mi hija.
— Lo siento, Emy, pero no puedo. Ya tuve una pareja y una hija y fueron asesinadas. Además, ¿qué mujer querría estar conmigo, sabiendo que mi corazón pertenece a otra? Sólo las interesadas en ser Lunas.
— Quizás el tiempo te ayude a sanar esa herida.
— Han pasado diez años. No hay tiempo que pueda curarme.
— Diez años que estuviste de luto. Pero, ¡mírate ahora! — dijo Emily incorporándose sobre las rodillas y señalándome entero con las manos — No eres el mismo de antes. Has cambiado.
— Sí, ahora soy un condenado Bendito.
Emily me golpeó con suavidad las rodillas.
— No eres sólo eso. Eres un general de guerra. Tu grupo fue el que tuvo menos bajas en la última batalla.
— Y el único que perdió a un Alfa. Sí, soy un maravilloso general. — dije con ironía. Emily puso cara de desesperación.
— Deja de compadecerte, Esteban. Todos cometemos errores.
— Ninguno tan grande como los míos.
Emily se acercó a mi y me dió un golpe suave en la cabeza.
— No digas tonterías. Los padres de Mar se equivocaron y casi matan a todos los Benditos. ¿Vas a decirme que en una batalla por la libertad, la muerte de un Alfa cuenta mas que todo eso?
— Pero...
— Ni peros ni nada, Esteban. Eres un Alfa hecho y derecho, con grandes capacidades de mando. La gente te sigue por cómo eres, no por ser un Bendito.
— ¿Y lo de tener una Luna..?
— Que esperen. Tendrán que entender que necesitas sanar aunque ahora mismo sea algo que ves imposible.
— ¿Y si no sano? ¿Y si... no puedo dar un descendiente o encontrar una Luna? — pregunté com temor.
— Entonces, háblalo con una chica en la que confíes, Esteban. Hazla tu Luna y ya se verá qué decís para que no haya descendientes. O podéis ir a una clínica humana de esas que se encargan de fecundar óvulos con semen: así ni siquiera es necesario que tengas sexo para dar un hijo.
— Nadie querrá hacer eso por mi.
— Te sorprenderías de lo que la gente está dispuesta a hacer por ti, Esteban.
Sentí la mirada intensa de Emily y la miré a los ojos durante unos segundos, antes de desviar la mirada, incómodo.
— Supongo que tienes razón, Emy. Pero, ¿quién podría sacrificar una vida junto a su pareja, por mi? Joselyn sé que aceptaría pero ella aún no ha encontrado a su pareja y me niego a quitarle esa posibilidad. Me quedáis Isa y tú, porque Elisa ya está con Yo. Y no quiero condicionaros.
— Yo tuve una pareja, Esteban y empezamos a salir. Me rechazó cuando descubrió que mis prioridades eran bastante distintas de las suyas. Murió en el ataque de hace quince años.
— Yo... lo siento mucho, Emy.
— No pasa nada. No sé la situación de Isa, pero yo no tengo ataduras. Y no quiero verte sufrir, Esteban: eres una gran persona. Si necesitas algo, llámame. Incluso si es para hacer un poco de teatro ante la manada. — dijo riéndose.
— Eres de lo que no hay.
— Eso ya lo sé. Soy la única herrera que ha conseguido hacer una armadura portátil.
Me reí y aquello alivió un poco mi tensión. Estuvimos hablando un par de horas mas, de temas aleatorios, antes de que se despidiese y marchase a su habitación.
"Es una buena amiga." — me dijo mi lobo mientras me acomodaba para dormir.
"Sí, lo es." — dije con una sonrisa en los labios y me dormí.
— Esteban, ¿te acuerdas de nosotras? — me dijo Evelyn sujetándome los brazos. — Papi, dijiste que me protegerías. — me dijo Lisa mientras me clavaba un cuchillo en las costillas — Prometiste que siempre estaríamos juntos, Papi. — Juraste amarme mas allá de la muerte, Esteban. ¿Acaso lo has olvidado? — me dijo Evelyn con los labios morados y la sangre corriendo por su cuello. Intenté moverme o decir algo pero estaba amordazado e inmovilizado. — ¿Dónde estás, Papi? No estás aquí. No has cumplido tu promesa. — Siempre dejas que otros mueran por ti, Esteban...*** Me desperté gritando y envuelto en sudor: la puerta de la habitación se abrió de golpe. — ¿Se encuentra bien, Bendito Alfa Esteban? — dijo una chica de mi nueva manada. — Sí, no te preocupes. Estoy bien. — Disculpe Bendito Alfa Esteban, pero no parece encontrarse bien. ¿Necesita algo? — No te preocupes, solo era una pesadilla. Estoy bien. Muchas gracias por la preocupación. — dije esbozando una sonrisa que estaba muy le
Bajé a desayunar en pantalones vaqueros y una camiseta ajustada de hacer deporte. — Buenos días a todos. — saludé mientras me sentaba y cogía un par de tostadas. — Buenos días. — me saludaron los demás Beta (excepto Julián, que seguía en el hospital atendiendo a los heridos: ese hombre en algún momento colapsaría, aunque decía que dormía a ratos en el hospital), Mar, Jake y Estrella que vigilaba de cerca a la princesa. Comimos con calma mientras hablábamos de temas variados: cosas de la manada, ocio etc. Era extraño hablar de estos temas porque durante muchos meses lo único de lo que se hablaba era de la guerra, pero no me quejaba del cambio, lo prefería mil veces. — Bueno Esteban, háblanos de SunLight. ¿Quedaron supervivientes del ataque? — me preguntó de forma repentina Joselyn. — Sí, algunos sobrevivieron. Aún no sé cómo, supongo que me lo dirán cuando lleguen. — ¿¡Cuándo lleguen!? — preguntó Jake sorprendido — ¿Cuándo pensabas decírnoslo? — Cuando saliese el tema, claro. Com
Me dirigí hacia el taller armamentístico para localizar a Emily y decirle que comeríamos juntos al día siguiente. — ¡Beta Emily! ¡Tiene visita! — gritó un lobo joven nada mas verme. — ¿¡Cuántas veces debo decirte que me llames por mi nombre!? — se quejó la voz de Emily. — Lo siento Beta Emily, pero no me siento cómodo haciendo eso. — Al menos podrías decirme quién es la visita. — la voz de Emily sonaba cada vez mas cerca. — Soy yo. — respondí antes de que el lobo dijese algo. — ¡Esteban! — dijo Emily entrando en mi rango de visión — ¿Buscas mas armas? — No. En realidad quería saldar mi deuda e invitarte a comer mañana. Todos en el taller me miraron sorprendidos. "Tampoco le estoy pidiendo una cita." Roy me gruñó enfadado. — ¡Lo había olvidado! Es verdad, te gané un día en un entrenamiento y esa fue mi recompensa. — Sí. La verdad es que no esperaba que me ganases. Emy sonrió con orgullo. — Serás letal en muchos aspectos, pero... yo soy rápida y muy flexible. — Sí, ganaste
Dejé unos segundos de expectación.— ¡Una sorpresa! — dije riéndome — Así será mas divertido, ¿no crees? Isa alzó una ceja.— ¿Divertido?— Sí. Ninguno de los dos lo sabemos así que... ¡vayamos a averiguarlo! — ¿Vas a... improvisar?— ¡Por supuesto que sí! Ahora, ¿me acompañarás al restaurante? — dije poniendo la sonrisa mas encantadora que pude.— Eres un caradura. — dijo riéndose — Está bien, veamos a dónde nos lleva la noche."Ha salido bien." — pensé mientras Isa me agarraba del brazo.— ¿Por qué me agarras? Ni que fuese una cita."ES una cita." — me dijo Roy."No."— No pero tal y como dijiste antes... no quieres que me rompa el tobillo, ¿verdad? — No.— Entonces sé mi caballero y no me dejes caer. — dijo con cierta picardía. Resoplé mientras mi lobo se reía."Esa bruja es astuta, me cae bien." — me dijo Roy.Nos dirigimos así al restaurante. No pude evitar los cuchicheos de la gente al vernos tan arreglados, con Isa de mi brazo."Y yo que quería evitar esto..." Roy tan solo
— Papi, ¿dónde estás? — Nos has abandonado, Esteban... Me desperté de nuevo gritando y empapado en sudor. ¿Por qué me atormentaban de esa manera? "Es porque te culpas de sus muertes." — me respondió Roy. "¿Y tú no? Las mataron por nuestra culpa." "No podemos cambiar lo que somos, Esteban. No lo elegimos pero tampoco podemos cambiarlo." "No, pero ellas seguirían vivas si no hubieran estado con nosotros." "¿Y qué hubieras hecho? ¿Esperar? No Esteban, no hubiera funcionado. Acepta la situación y avancemos." — ¡Bendito Alfa Esteban! ¿Se encuentra bien? — preguntó la misma chica de siempre. — Sí, más pesadillas. No te preocupes. — le dije forzando una sonrisa amable: la chica siempre venía rápido. — Entiendo, Bendito Alfa Esteban. ¿Está seguro de no querer unas pastillas? Creo que le ayudarían mucho. — Te lo agradezco mucho, eh... — Sophie. — Sophie. Pero no quiero utilizar químicos. Sólo necesito algo de tiempo. — Entiendo, Bendito Alfa Esteban. ¿Necesita algo
A la una me dirigí al taller de Emily.— ¡Bendito Alfa Esteban! ¿Qué te trae por aquí?— Vengo a buscar a Emily.— ¿A Beta Emily? No está aquí. No ha venido en todo el día.— ¿Qué Emily no ha venido a trabajar durante un día? — pregunté sorprendido.— Sí, Bendito. A todos nos sorprendió. Nos preocupamos mucho por si le había pasado algo grave, pero lo único que nos dijo fue que había decidido tomarse el día de vacaciones. — Entiendo. Entonces iré a buscarla a la Casa de la Manada. Muchas gracias. — y tras sonreir, me dirigí a la casa de la manada.— ¡Emy! ¿Estás lista? — pregunté después de tocar a la puerta: faltaban quince minutos para la hora de la reserva.— ¡Dame un minuto! — escuché decir al otro lado de la puerta.— De acuerdo. — y seguido solté un suspiro: ¿por qué las mujeres siempre tardaban en estar listas?"No siempre. Mira a Mar o Elisa: ellas siempre están listas para la hora.""Ya podían aprender las demás..."La puerta se abrió y me quedé estupefacto. Emily se había he
— Pero eso debería ser siempre así. Emy me miró. — Te sorprenderías la cantidad de hombres que no piensan así. La herrería, la forja... es un arte que consideran masculino. Muchos intentan apartarme solo porque creen que no es adecuado para mi. — ¡Tonterías! Eres una eminencia y un prodigio en tu campo. Los ojos de Emy se iluminaron. — ¿De verdad piensas eso? — Completamente. — le dije mirándola a los ojos — Cuando los antiguos Benditos de Luz de Luna dirigían la manada, se hablaban auténticas maravillas del joyero. ¡Esas joyas eran las mas apreciadas y valoradas! Y resulta que no sólo eres una maestra de la orfebrería, es que eres una maestra con cualquier metal: ya sea una joya delicada, una armadura o un arma, no hay nadie que supere tus conocimientos. Eres talento y maestría en tu campo. Si un hombre no es capaz de ver eso, entonces no te merece. — Eso... es lo mas bonito que me han dicho en años... — me dijo Emy con los ojos excesivamente brillantes. — ¿Bonito? Creo que es
"Mi Reina, los lobos de SunLight están a una hora." — la informé por privado. "¿Cuántas veces tengo que decirte que me llames por mi nombre? Dame media hora para estar allí." "De acuerdo." "María, ¿cómo te encuentras? — pregunté a la antigua miembro de SunLight. "Muy bien Bendito Esteban, gracias por preguntar. ¿Querías algo?" "Sí, dos cosas. La primera, ¡llámame por mi nombre! llevas haciéndolo desde que despertaste, no lo cambies ahora. "De acuerdo, Esteban." — escuché como su voz sonaba divertida — "¿Y qué era lo segundo?" "Que estés en la entrada de la manada dentro de una hora. Es el tiempo que tardarán los supervivientes de SunLight en llegar." "¿¡QUÉ!? ¿Algunos sobrevivieron al ataque?" "Sí, eso parece. Necesitamos que los veas y después nos cuentes lo que sabes de todos ellos." ¿Yo... entiendo. ¿Vienen todos los de SunLight?" "No, pero casi todos." "Es más de lo que esperaba." "Supongo que vienen a ver a este mono de feria. ¿Vendrás?" "Sí, claro. Ayu