El Alfa Olvidado
El Alfa Olvidado
Por: Ereith
Capítulo 1

* ¡AVISO de la Autora! *

Este libro es la continuación de La Loba Perdida (finalizado), con la historia de otro personaje. Este libro contiene spoilers importantes. El libro se puede leer y entender de forma independiente, pero recomiendo leer antes La Loba Perdida para comprender la totalidad de la historia, incluyendo sus matices.

***

— ¡Papi, papi! — me gritó una niña pelirroja de ojos azules, corriendo y saltando en mi cama, con una sonrisa adorable en la cara. Me reí.

— ¡Lisa! ¿No te he dicho muchas veces que debes dejar descansar a tu padre? — la regañó la mujer que había atrapado mi corazón: una mujer rubia, de ojos grises y una sonrisa tan luminosa como el mismo sol.

— ¡Pero mami! ¡Quiero estar con Papi! — hizo un puchero tan tierno que me ablandó el corazón.

— ¡Ven aquí, pequeña revoltosa! — dije incorporándome, cogiéndola entre los brazos y alzándola en el aire — ¡No te escaparás!

La niña soltó una risotada divertida mientras la balanceaba en el aire.

— Y ahora... ¡Un abrazo! — grité abalanzándome sobre ella y encerrándola entre mis brazos.

Noté un dolor profundo en el flanco izquierdo.

— ¡Cariño! Me estás haciendo daño.— dije soltándola, pero el dolor se volvió más fuerte. Miré hacia abajo y vi un cuchillo clavado.

Alcé la mirada y vi a la niña, con la tez pálida, los labios morados y con una mirada carente de vida. Tenía un agujero en el pecho, dónde le faltaba el corazón.

— Me mataste, papi. — me dijo con dolor — Tu sangre me mató. Morí por tu culpa y ahora ocupas mi lugar.

— ¡Evelyn! — grité aterrado mientras retrocedía en la cama y miraba hacia donde estaba mi mujer — ¡Evy! ¿Qué está pasando?

— Nos mataste, Esteban. Tu sangre nos mató. No me dijiste que tu familia pertenecía a los Benditos. — su rostro también había perdido todo el brillo, y sus labios amoratados me generaban terror. No pude evitar mirar el tajo de su cuello y cómo la sangre caía sin control.

— ¡NO! ¡YO NO OS MATÉ! ¡NO SABÍA NADA! — grité aterrado e intenté salir de la cama, sin éxito. Unas correas me ataban a la cama.

— Eso no importa. Tus manos están manchadas de sangre. Eres un asesino, Esteban. — me dijo mi mujer.

Miré mis manos y las vi repletas de sangre.

— ¡NO! ¡YO NO..! — grité.

— Es hora de reunirnos, Papi. Nosotras lo haremos. — dijo mi hija y de un salto, me apuñaló con el cuchillo.

Desperté gritando y con las sábanas totalmente pegadas a mi piel del sudor. Escuché pasos apresurados por el pasillo y la puerta se abrió con cierta violencia.

— ¡Bendito Alfa Esteban! ¿Se encuentra bien? — preguntó una chica que reconocí de la manada de Alfred.

— Yo... sí, estoy bien. Tan sólo era un mal sueño. No te preocupes. — le dije forzando una sonrisa. Ella asintió con la cabeza, no muy convencida — Entiendo. Si necesita cualquier cosa, por favor, llámenos.

Salió de la habitación cerrando con cuidado la puerta tras de sí. Me tumbé boca arriba y, por si acaso, me miré el flanco en el que me habían apuñalado: nada, no había nada. Era algo que ya sabía, pero la pesadilla habia sido tan vívida que no había podido evitarlo.

Me tumbé boca arriba con las manos detrás de mi cabeza.

¿Quién era yo? Aquello era lo que me preguntaba después de haber matado a Alfred. Su muerte había sido algo necesario: su manada no podía caer en manos de las brujas, pero ni en mis sueños más locos hubiera pensado que yo era... que yo era... un Bendito. ¿Cómo era posible que fuese también el Alfa de la teóricamente extinta SunLight?

Aunque habíamos ganado, las bajas habían sido demasiadas. Nadie tenía ganas de festejar, así que aquellos escasos compañeros que no habían perdido a nadie, decidieron irse a la cama. Algunos decidieron velar por sus fallecidos, otros acudieron al hospital a hacer guardia por si a sus heridos les pasaba algo. Aún no entendía cómo los médicos lograban aguantar de pie y atender a los cientos de heridos que habían regresado: era como si no hubieran estado en el campo de batalla. Estaba claro que era vocacional. También estaba por ahí la liebre de Mar, dando años de su propia vida por salvarlos.

"Tú también te habrías entregado por ellas." — me dijo mi lobo.

"¿Lo sabías?"

"No. Ni siquiera sé cómo es posible."

"¿Crees que... Lisa...?"

"¿Si era una Alfa por nuestra sangre? Es posible. Aunque creo que Alfred sabía algo."

"¿Por qué lo crees?"

"Bueno, últimamente estaba muy raro. Se pasaba todo el día encerrado con esos papeles. Además, en la batalla... bueno, te pidió expresamente que lo matases si su vida corría peligro. Y todo el tiempo que luchó... no sé, era raro. Me dió la sensación de que estaba centrado en protegernos."

"Eso es porque yo era mas hábil con las armas. O eso creo."

"Ese es el tema... que yo no lo creo. A Mar le dijo que encontraría una solución al problema del pago."

"Sí, pero no encontró nada..."

"O eso dijo. Unas horas antes de la batalla, le vi hablando con María. ¿De verdad crees que fue casualidad que su muerte, por algún motivo completamente desconocido, nos hiciese Alfas y fuese el pago de Jake? Es demasiada coincidencia."

"Visto así..." — dije con un suspiro — "De todas formas, pronto lo sabremos. Mar tampoco entiende lo que ha pasado y quiere dar un vistazo a los papeles de Alfred. Iré con ella."

"Sí, me parece bien. Porque estoy convencido de que Alfred sabía mucho mas de lo que creíamos."

Pasaron varios minutos en los que estuvimos en silencio.

"Tenemos que encontrar lo que queda de SunLight."

"Lo sé."

"¿Cuándo vamos a ir?"

"No lo sé. Algunos están de camino y otros... bueno, no se porqué pero no les parece bien que sea su Alfa."

"Quizás María pueda ayudarnos con esa parte. Ella perteneció a SunLight, es posible que sepa algo."

"Creo que ahora no importa si perteneció a SunLight o pertenece a Brisa Plateada. Ambas manadas están bajo nuestro mandato."

"Lo decía por las leyendas etc."

"Lo sé. Me pregunto qué hara ella..."

"No lo sé."

No supe el tiempo que había pasado, cuando unos golpes en la puerta me sacaron de mi ensimismamiento.

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