64. LOS VERDADEROS ENEMIGOS

EL DOCTOR GAEL:

Nadie se había acordado de mí, oculto en mi clínica. No podía creer que me hubiera dejado convencer por Sarah. Ella era mi pareja destinada, pero no me había dejado declararlo, y tampoco me rechazaba abiertamente. La amaba en silencio, como un cobarde.

¿Cómo pude traicionar a mi primo de esa manera? Durante años lo persuadí para que me entregara sus muestras de esperma con la excusa de analizarlas, pero la verdad era otra, mucho más oscura. Sarah, obsesionada con tener un hijo de Kieran para reclamar el puesto de Luna, me convenció para crear embriones con sus óvulos. Lo intentamos incontables veces, sin éxito.

Por eso, cuando vi a esa humana tan saludable, tan vital, tomé una decisión desesperada. Le implanté los últimos embriones que había logrado crear y, en un acto de desesperación, utilicé el resto de las muestras que me quedaban. Para mi asombro, la humana había quedado embarazada.

Ahora, sentado en la penumbra de mi consultorio, el peso de mis acciones me apl
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