41.  SOMOS LOBAS

CLARIS:

Miré a la anciana por un instante y juré que pude ver cómo trataba de ocultar el dorado y algo más en sus ojos. No sabía cómo lo hacía, pero estaba segura de que ella era una loba y que no buscaba ayudarnos a escapar, sino todo lo contrario. La voz en mi cabeza me ordenó:

—¡Ahora!

No dudé; no sabía si era mi inconsciente, mis cachorros, que eran tan poderosos como su padre, o tal vez era el propio Atka quien me hablaba. Giré justo a tiempo para enfilar hacia la carretera que me llevaba de nuevo a la ciudad.

—¿Qué haces, niña? —chilló la anciana y trató de agarrar el timón.

Pero no la dejé y se detuvo. Mi instinto me decía que no era una amiga. La voz en mi cabeza seguía advirtiéndome:

—Tenemos que deshacernos de la loba.

—¿Quién es usted realmente? —exigí sin apartar la vista del camino—. ¿Por qué apareció justo cuando Clara escapó?

Un gruñido gutural emergió de la garganta de la anciana, un sonido demasiado animal para provenir de una humana. Lanzó el frasco que
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