CLARIS: Desde que nos quedamos en la cueva, mi corazón latía desbocado, temerosa de que le sucediera algo a Kieran. No sabía explicarlo; mi loba se movía inquieta en mi interior y era una sensación a la que no estaba acostumbrada. Mamá también se comportaba de forma extraña; a cada rato me miraba y se inclinaba delante de mí.—¡Mamá, deja de hacer eso! —la regañé, incómoda. Me miró y se alejó sin decir nada. Me sentía molesta porque, por mucho que le preguntamos Clara y yo sobre lo que significaba ser Lobas Lunares y el motivo por el que nos había ocultado toda la vida esa verdad, ella se negaba a contestar. Solo decía que no era el momento para que nosotras despertáramos, y se empeñaba en que regresáramos a la ciudad a vivir como humana cuando pasara el peligro. No quería discutir, así que salí y me escondí detrás de una roca desde donde podía distinguir a todos los que venían, hasta que lo vi regresar. El Alfa más poderoso de todos corría hacia mí. Fui a su encuentro de inmediato
KIERAN:Observé a Claris mientras despotricaba sobre Chandra; sus celos eran evidentes y, aunque una parte de mí se regocijaba al verla así, mi lado Alfa se impacientaba. Miles de años de existencia me habían enseñado a mantener el control, pero esta loba estaba poniendo a prueba mi paciencia. —¿Acaso te importa cómo huela? —repitió la pregunta. Ella, que ni siquiera sabía cómo despedir su propio olor. Un gruñido profundo emergió de mi pecho. Ninguna loba, ni siquiera una Lunar, se había atrevido a hablarme así en siglos. Me acerqué a ella, imponente, dejando que mi presencia de Alfa llenara el espacio entre nosotros. —¡Cuida tu tono, pequeña loba! No sabes cómo serlo, ni siquiera puedes oler mi olor de Alfa —advertí, utilizando mi voz de Alfa, cargada de autoridad, a la cua
CLARIS:Me quedé inmóvil por un momento, observando cómo mi odioso y huraño jefe, el gran Alfa Kieran Theron, temblaba ante el solo pensamiento de que lo rechazara. Lo disfrutaba, mientras escuchaba a mi loba Lúmina protestar en mi mente. —No lo humilles así, es nuestra pareja destinada. Leímos su alma, no mintió; jamás ha mirado a Chandra Selene con esos ojos con los que nos mira ahora. No le contesté, a pesar de que tenía razón. No sabía cómo, pero reconocí la verdad en las palabras de Atka; el cobarde humano se había escondido detrás de su lobo y lo había hecho disculparse primero. Quería saber hasta dónde era capaz de aguantar el engreído y prepotente Alfa Kieran Theron por el miedo a que yo, su Luna, lo rechazara. —Somos su Luna, no debemos exigirle eso —protest&oacut
KIERAN:Me quedé inmóvil, la orden de mi Luna atravesándome como un puñal helado. La miré una última vez, guardando en mi memoria esos ojos verdes que tanto amaba, ahora brillantes por la furia deseosa de venganza. Me lo merecía por cómo la había tratado. Cerré los ojos y me rendí ante su voluntad.El cambio fue brutal. Sentí cómo Atka emergía, tomando el control por primera vez en milenios, y lo hacía por mi propia voluntad. Mi cuerpo se estremeció mientras mi lobo asumía el dominio; cada músculo temblaba, no por la transformación, sino por la agonía de tener que abandonarlo. La sensación era extraña, casi aterradora: yo, el poderoso Kieran Theron, reducido a un mero espectador en mi propia piel.Atka, ahora en control, se postró ante ella con una sumisión que me resultaba dol
CLARIS:Sujeté mi vientre asustada, sin que el dolor cediera, mientras veía al gran lobo negro aullar con todas sus fuerzas llamando a mi loba, pero Lúmina no aparecía. Observé cómo mamá se acercaba a mí, transformada en humana, moviendo la cabeza en señal de negación.—Lúmina no va a aparecer, es una bebé todavía; no debía despertar aún, le falta mucho por desarrollar. En mi miedo, la hice despertar, y tú te comportaste de manera contraria a como debe hacerlo una correcta Loba Lunar. Eso la hizo dormirse de nuevo. No la escuchaste, Claris, ella intentó educarte con las pocas energías que le quedaban —mamá hablaba de una forma que dejaba entrever su arrepentimiento y dolor—. Yo he fallado en cuidarte y enseñarte, que es mi obligación. Tampoco me di cuenta de que estabas embarazada, y eso es imperdonable
KIERAN:Atka llora en mi interior al sentir el odio y rechazo de nuestra bella Luna. Aunque no ha pronunciado las palabras que nos rechazan oficialmente, percibimos el sentimiento y nos está destrozando. Permanezco en silencio, consciente de que todo es mi culpa por no haber estado atento a las acciones de mi primo Gael con mi esperma. Aunque no lo permití, Claris tiene razón: soy culpable de haberla embarazado.—Alfa Kieran —me detiene Elena, la madre de Claris—. No creo que sea buena idea que regresemos a su casa. Vikra, el hijo del alfa Aleph, continuará reclamando a Claris como su pareja destinada, y dado que usted no puede anunciar que ella es su Luna, esto se convertirá en un serio problema político.—Mi Luna tiene que permanecer a mi lado —contesté, notando la mirada de odio que me dirigía.—No soy tu Luna, llámame Claris. Y en cuanto a Vikra... &mdas
CLARIS:Avanzaba alejándome del Alfa con toda la rapidez que mis débiles piernas humanas permitían. La rabia y la impotencia ardían en mi interior como un fuego abrasador, necesitaba descargar esta ira contra alguien, y ¿quién mejor que el verdadero culpable de mi situación? Kieran Theron, el hombre que la Diosa Luna había elegido como mi compañero destinado.—Señorita Claris, espere —me detuve y giré para ver a Fenris, el Beta de la manada que corría hacia mí. La preocupación sincera en aquellos ojos amables me hizo detener mis pasos. Él siempre había sido diferente, tratándome con un respeto y una gentileza que pocos me habían mostrado—. ¿Me permite acompañarla? El bosque es muy peligroso para una humana en su estado.—Por qué no —respondí, agradecida por la compañía&md
KIERAN: La noche envolvía la casa de mi Luna, creando sombras danzantes entre los árboles. Claris estaba sentada en el porche, con la mirada fija en el bosque. Me preguntaba si podría sentir mi presencia mientras la observaba desde mi escondite entre los árboles, viéndola juguetear distraídamente con el teléfono. Le había dado autorización a mi Beta, Fenris, para compartir el número de Vikra, ese cachorro alfa que ingenuamente creía que podía engañarme. Los celos me carcomían por dentro; cada fibra de mi ser ardía al imaginarla hablando con él, pero me contuve. Mi Luna necesitaba este momento de venganza; necesitaba sentir que tenía el control de algo en medio de tanto caos.—Kieran, cometiste un error al permitir que Fenris le entregara el número de ese cachorro arrogante e irrespetuoso —mi lobo, Atka, habló en mi mente, cargada de desaprobación y preocupación. La rabia bullía en mi interior mientras observaba a Claris sonreír al teléfono. Mis garras se clavaron en la corteza del