CLARIS:
Subí las escaleras despacio, sintiendo cómo cada escalón mordía la fragilidad de mi ánimo. Esa sensación de exclusión seguía apretándome el pecho, un peso frío y solitario; como si el mundo al que pertenecía de pronto me hubiera dado la espalda. A cada paso, el miedo se retorcía en mi interior, creciendo, susurrándome verdades incómodas que prefería ignorar. Estaba adentrándome en un lugar desconocido, donde las sombras tenían más ojos que secretos. Entonces, Lúmina me sacó de aquel vacío interno.
—Atenea ha despertado —dijo de repente, su asombro vibrando en mi mente, lleno de una emoción contenida que apenas lograba comprender—. ¡Ha vuelto! Me detuve en seco, clavada en medio de las escaleras, con el corazón latiéndome con fuerza, tanto por la noticia coCLARIS:Miré a mis hijos. Allí estaban, aún dormidos, ajenos a todo, pero su respiración entrecortada y el brillo residual en sus cuerpos me hablaban de una batalla que ni siquiera ellos parecían comprender. —No fuimos atacados —Farel se había puesto de pie, tambaleante, pero con esa dignidad que siempre lo sostenía—. Los pequeños, les pasa lo mismo que a ti cuando eras niño. El poder carmesí se adueña de ellos; les domina, los arrastra. Les hace hacer cosas dormidos, cosas que están fuera de su control. Había algo en lo que decía que no podía ignorar: una certeza amarga, mezclada con la impotencia de quien sabe que su época de fuerza ha quedado atrás. —Pude detenerlos —continuó, moviendo los hombros como si quisiera aliviar la presión que empezaba a devorarlo—. Pero fue m&a
KIERAN: Me quedé observándola, esa presencia que no era Elena, pero que, a la vez, parecía ser ella en todo lo que proyectaba. Atenea era imponente, una loba que inspiraba respeto; algo en su energía hacía que incluso mi instinto alfa se mantuviera alerta. Nadie había dado la voz de alarma, lo que hacía que sus palabras resonaran con un peso mayor. Rafe nunca ha sido uno para dormir despreocupado, y, aún así, el territorio parecía estar en calma hasta ese momento. Sin perder tiempo, lo llamé, pero el aire cargado de peligro me obligaba a observar cada detalle. Mientras me aseguraba de contactar a Rafe, le entregué mis cachorros a Farel, que los tomó y se los llevó de inmediato. Justo antes de llegar al segundo piso, notó la puerta de su habitación destrozada. Pude verlo tensarse y, sin pensarlo dos veces, desvió su camino con los pequeños hacia la suya propia. El tiempo parecía acelerar, porque, apenas colgué, la figura de Rafe entró como un ciclón en la residencia, seguido de o
CLARIS:Estaba asustada, muy asustada con todo lo que escuchaba. La humana en mí, la parte frágil que a veces olvidaba que era una loba poderosa, apretaba los papiros entre mis manos con fuerza, hasta que los nudillos se tornaron blancos. Mis piernas, tensas como si estuvieran preparadas para correr, se negaban a moverse, pero todo mi cuerpo respondía a una vulnerabilidad que no quería admitir. Mi mente me gritaba que era suficiente, que debía dejar los papiros y actuar, pero las emociones humanas en mí mantenían un férreo control, pegándome allí, inmóvil. Entonces, lo escuché. Un ronroneo bajo y suave, la vibración de una presencia familiar. Clara, mi hermana, en su forma de lobuna, se acercó. Sentí el calor de su cuerpo cerca del mío, su pelaje como un ancla en medio del torbellino de sensaciones que me atacaban. La loba que era ella me recordaba quién era yo. Por instinto, como quien busca un refugio cuando la tormenta arrecia, permití que mi forma se deshiciera. Lúmina, mi loba,
KIERAN:Mi Beta Fenris, al escuchar aquellas palabras de mi lobo, me observó fijamente. Nunca había hablado de eso con él. Aunque Atka y yo compartíamos memorias, a veces recordábamos las cosas por separado: yo como humano y él como la bestia interior que era parte de mí. Fenris entrecerró los ojos, fijando la mirada en un punto invisible en la oscuridad, como si buscara respuestas en el vacío, como si alguna sombra del pasado pudiera brindarle claridad. —Sí, lo recuerdo —musitó finalmente, con un tono grave, arrastrado por la melancolía—. Pero el tiempo ha vuelto confusas las imágenes; éramos unos niños. La forma en que Theron enfrentaba el peligro no era algo que cualquiera pudiera replicar. Él poseía algo más que aún no hemos logrado: el apoyo de su esposa. Tu madre, la loba lunar mística, había enc
CLARIS:Miré a mi Alfa, y fue en ese instante cuando me di cuenta del error que había cometido. Le había faltado el respeto, y ahora todos tenían sus miradas fijas en mí, cargadas de una mezcla de juicio y desconcierto. Entre el miedo y la agonía que me consumían, no fui consciente de que debía detenerme, de que necesitaba pedir su opinión antes de actuar impulsivamente. —¡No, esa mujer no va a venir aquí! ¡NO VA A VENIR Y PUNTO! —gruñí tan fuerte que mi voz, en forma de loba, resonó como un trueno rabioso y vibrante, haciendo que la estructura de la casa pareciera estremecerse bajo su influencia. Pero no tuve tiempo de mantener mi postura. Un rugido, más poderoso que cualquier sonido que hubiera escuchado en mi vida, llenó el aire como un estruendo implacable. Fue como si el mundo mismo estuviera reclamando el orden que yo h
CLARIS:Quería hablar, quería gritar cada palabra que reflejaba el horror que se desdoblaba frente a mis ojos. Pero no podía. Era como si mi mente hubiera quedado atrapada en aquella premonición, no solo observando, sino siendo parte de ella, incapaz de cambiar siquiera el más mínimo detalle. Todo estaba teñido por un aire oscuro y espeso, un halo de desesperación que me envolvía sin clemencia. El bosque, normalmente un santuario de vida y poder, ahora parecía un escenario desgarrador de pesadillas. Lo reconocí, mis pies habían tocado esas tierras innumerables veces, pero ahora todo lo que alguna vez representó calma y equilibrio estaba reducido a cenizas. Las llamas se alzaban altivas entre los árboles, devorando su majestuosidad con una furia insaciable.El aire era denso, saturado de humo y una calidez opresiva que se adherí
KIERAN: Estábamos desconcertados, sin saber cómo ayudar a mi Luna, que seguía gritando, desesperada, con los ojos en blanco y los brazos extendidos, como si intentara agarrar algo invisible o impedirlo. Sus movimientos eran erráticos, llenos de angustia, y nosotros no podíamos ver aquello que la aterrorizaba. Clara, en un intento desesperado por aliviar su sufrimiento, la abrazaba con fuerza, tratando de absorber algo de lo que ella estaba sintiendo, pero fue en vano. Pronto, los gritos de mi Luna se fundieron con los de Clara, quien comenzó a gritar al unísono, como si aquello que ocurría también la estuviera consumiendo. Elena las envolvió con energía divina en un intento de calmarlas o protegerlas. Sin embargo, ellas siguieron gritando, ahora unidas en una desesperación casi insoportable, hasta que, finalmente, sus cuerpos cedieron al agotamiento y cayeron desmayadas. Esa visión de verlas tan frágiles me produjo una punzada en el pecho que casi me paralizó, pero no podía rendirme
KIERAN:Con cuidado, me dejé caer en el sillón, sentándome con ambos niños en mis piernas. Sus fragilidades se sentían aún más evidentes, pero lo que me preocupaba eran sus palabras. Tenía que saber, aunque cada frase que pudieran compartir fuera como un puñal clavándose más profundamente. Con voz baja, intenté calmarlos mientras les preguntaba todo lo que habían visto. Una a una, sus pequeñas y confusas palabras comenzaron a trazar un cuadro aterrador.Me hablaron de todo, pero principalmente de un hombre alto y delgado, vestido de negro, con ojos brillantes como brasas, que movía las manos en círculos frente a Clara y a mi Luna, mientras ellas se retorcían como si lucharan contra algo invisible que las controlaba. Luego, ambos me describieron con detalle cómo aquel ser extendía sus manos y tomaba algo luminoso, arrancándolo de sus vientres. La delicadeza con la que lo narraban no hacía sino amplificar el horror al imaginarlo. —El brujo los miraba como si fueran joyas, papá —dijo mi