KIERAN:
Recorrí todo mi territorio a máxima velocidad, buscando con desesperación el más mínimo rastro de las tres lobas lunares. Cada rincón fue revisado; cada sombra, interrogada por mis instintos de lobo, pero tanto la noche como el destino parecían decididos a ocultarlas de mi alcance. Cuando regresé a la plaza de la manada, frente a mi casa, los rostros tensos de mis guerreros me dijeron todo lo que necesitaba saber antes de hablar. Se habían reunido allí, con los mismos resultados frustrantes que yo había obtenido.
—Mi Alfa —dijo, esforzándose por mantener su voz firme y clara—. Demetrios, el guardián del puesto del norte, informó que Chandra quiso entrar. Ese fue el permiso que mandó a pedir antes. Mi mirada se afiló al escuchar su nombre y me acerqué un paso más, exigiendo con mi sola prCLARIS:Abrí los ojos esperando ver a mi alfa junto a mí, pero, en su lugar, me encontré en medio de Clara y Elena. Mi corazón latió desorientado, como si el tiempo hubiera jugado conmigo, arrancándome de la realidad que conocía. ¿Qué había pasado? En mi mente, los fragmentos de una visión borrosa me guiaban, como destellos perdidos entre la oscuridad que luego me engulló. La sensación era tan confusa como inquietante. Sin pensar demasiado, tomé una mano de cada una y cerré los ojos nuevamente, buscando consuelo en el silencio, en el deseo de dormir un poco más, aunque la inquietud permanecía viva en mi pecho.Mientras intentaba hundirme en el sueño, mi alma clamaba con profunda desesperación. Deseé con todo mi ser que la manada estuviera protegida, fuera cual fuera la amenaza que acechaba desde las sombras. Había
CHANDRA:Vi cómo Sarah se retiraba junto al brujo y las brujas. Mi instinto, más afinado que nunca, me llevó a enviar a algunos de mis guerreros a seguirlos con suma discreción. Había algo en ellos, un aire inquietante, que dejaba claro que no debíamos perderlos de vista. Sin embargo, mi mente tenía otros asuntos apremiantes. Regresé a los límites del territorio de la manada Nox Venators para analizar lo que realmente sucedía allí.Cuando llegué a donde deberían estar los guardianes, lo que me recibió fue la soledad. No estaban, y el aire se sentía pesado, cargado de un silencio opresivo que me erizó la piel. Miré a mi alrededor, buscando alguna señal de vida. Pero no la había. Algo insólito estaba ocurriendo con la manada de Kieran que desafiaba toda lógica conocida. Entonces, dirigí mis pasos hacia la barr
CLARIS:Atenea me miraba con desconcierto, su mirada dorada escrutando todo a nuestro alrededor como si cada parte de la escena fuera un fragmento que necesitaba descifrar. Su resplandor lunar iluminaba la superficie sobre la que flotábamos, haciendo que la barrera vibrara en tonos aún más intensos. La tensión en su mirada inquisitiva no soltaba la mía, y el vacío de respuestas era como una sombra que no podía evitar.Ella era la loba lunar guardiana, la que debía saberlo todo, pero lo había olvidado. Ese hecho me inquietaba; Atenea estaba perdida, entonces realmente estaba sola en esto. Tantas preguntas vibraban en el aire alrededor de nosotras que apenas podía respirar. El miedo crecía como un fuego en mi interior al ver su reacción, y no podía negarlo. Era el caos que yo misma había desatado: divino, temible e irreversible.—No sé qu&ea
KIERAN:Después de dejar a mis hijos en compañía de Farel y Gael, me aseguré de que ambos quedaran tranquilos. Gael estaba inquieto. Su rango de omega lo llevaba a buscar refugio constante junto a mí, su alfa. A pesar de ser un médico excepcional, sus emociones solían desbordarse, y la traición de Sarah, su destinada, aún cargaba su espíritu con un peso indescriptible.Acepté su presencia porque, de alguna manera, su compañía me aportaba equilibrio; me hacía reflexionar con claridad cuando todo parecía derrumbarse a mi alrededor. La visión de Gael, pequeño y vulnerable, jugando con mis hijos como uno más de ellos, llenaba el hogar de una calma ilusoria, de una normalidad aparente que me ayudaba a seguir adelante.Los dejé con su risa fundida en el aire y me dirigí al despacho, seguido por Fenris. Ambos co
SARAH:Esto no me podía estar pasando. Llevaba tantos años planeando convertirme en la Luna de Kieran Theron, sacrificando más de lo que nadie podría imaginar, y ahora me encontraba atrapada en las garras de las brujas, envuelta en el horror de haber sido entregada al infame brujo infernal, Crimsonox. Nadie en su sano juicio pedía ayuda a ese lunático ni osaba enfrentarse a él. Todos sabían que aquel ser sombrío se apoderaba de las almas de los brujos que se vinculaban con la magia negra, absorbiendo sus vidas en un remolino de energía roja como una vorágine sangrienta.La misma energía carmesí que poseía Kieran, que pulsaba con fuerza cuando su aliento atravesaba el aire, como si luchara contra algo que nadie podía ver, ahora estaba bajo la mirada codiciosa de la bruja superior, Induaran, que, cegada por su avaricia, había decidido actuar. Yo habí
KIERAN:Salí junto a ellos para observar desde lejos lo que sucedía. Era cierto, estábamos completamente rodeados. Todos los seres sobrenaturales que coexistían con nosotros se habían reunido; sus figuras se amontonaban más allá de los límites de mi territorio, lanzando ramas y energías contra la barrera que nos protegía. Por un momento, vi cómo la barrera se expandía, engullendo cada intento hostil y obligándolos a retroceder. Tomó un color casi rojo, vibrante y furioso, pero después volvió a replegarse justo sobre los límites que demarcaban nuestra manada, recuperando su tono plateado antes de desaparecer de la vista.—Mi Alfa, ¿te fijaste? Creo que las tres lobas lunares están dirigiendo la barrera desde algún lugar —dijo Fenris, llamando mi atención.Ya había detectado aquel fenómeno: p
CLARIS:La exclamación salió desde lo más profundo de mi ser, era un grito que reflejaba todo el terror acumulado en mi pecho. Mi alma se había inundado de incertidumbre y arrepentimiento, de un pesado recordatorio de que, una vez más, mis impulsos me habían gobernado. Era lo que siempre hacía, lo que había marcado mi vida entera: actuar sin pensar, huir cuando las cosas se tornaban demasiado aterradoras. Aunque esta vez no había escapado voluntariamente, el poder que emanaba de mi interior había actuado por mí, reproduciendo mis antiguos patrones, mi eterna inclinación por alejarme de los problemas. Clara permanecía acostada en silencio, boca abajo, inmóvil, mirando fijamente la tierra desde nuestra posición elevada. Su quietud contrastaba con mi agitación interna y me llenaba de temores nuevos. —¿Estarán bien
KIERAN:Escuché una luz ancestral despertar dentro de mí. La voz de mamá no era solo un recuerdo que se hilvanaba con mi memoria, era una guía, una fuerza que me devolvía el control. Dejé ir el último vestigio de tensión, cada miedo y cada duda, con una exhalación que se llevó consigo las sombras que se agolpaban en mi mente. Al vaciar mis pulmones, dejé que aquellas palabras me envolvieran por completo, como un mantra que resonaba en cada rincón de mi ser, guiándome hacia algo más profundo, más esencial. Concentrándome en cada una de sus sílabas, sentí cómo la barrera entre mi voluntad y el poder divino comenzaba a desvanecerse. Era como si estuviera rompiendo un muro invisible pero imponente, desnudando las raíces de mi existencia para dejar que aquel hilo inquebrantable fluyera desde las profundidades de mi alma