KIERAN:
Los tres lobos se retiraron con la dignidad que pudieron mantener, aunque sus posturas rígidas y pasos tensos revelaban, al menos para nosotros, su frustración. Claris siguió con la mirada a Vikra, lo que hizo que mi lobo Atka se agitara inquieto. Los celos me llevaron a formular una pregunta que apenas pude contener.
—¿Son...? —me detuve a tiempo, consciente de que no tenía derecho a interrogarla. —No, no —negó rápidamente Claris, quizás demasiado deprisa—. Solo nos conocemos desde ayer y, cuando veníamos hacia acá, me propuso ir a bailar. Somos nuevas en la ciudad, no vi por qué no podía acompañarlo. Se detuvo abruptamente, como si acabara de percatarse de que me había dado una explicación que no me debía, y se sonrojó, bajando la mirada ante mí. El gesto sumiso de su parte hizKIERAN:Las palabras se me atoraban en la garganta. ¿Cómo explicar algo que ni yo mismo terminaba de comprender? ¿Cómo decirle que era idéntica a mi esposa, que cada vez que la miraba veía a mi Luna? ¿Cómo confesarle que quizás no era casualidad que se llamara igual, que tuviera los mismos gestos, la misma forma de moverse? El peso de las preguntas sin respuesta me aplastaba mientras buscaba las palabras adecuadas para no asustarla, para no perderla antes de descubrir qué significaba esta inexplicable conexión.—Oh, esa es una imagen que creamos para un anuncio —intervino Fenris con naturalidad. Evaluó la situación antes de continuar—. ¿No es increíble la coincidencia? ¿Has trabajado como modelo alguna vez, Claris?Claris negó con la cabeza y le dio la espalda al cuadro. Agradecí silenciosamente la oportuna intervenció
KIERAN:Miré a mi beta Fenris, que estaba emocionado con la posibilidad de que Clara fuera realmente su compañera destinada. Las tres humanas eran muy bellas y llamaban la atención de hombres de cualquier naturaleza, pero Claris era la más hermosa de todas para mí. Tenía una seguridad y firmeza en su mirada que me recordaba la primera vez que llegó a mi oficina solicitando el puesto de asistente. Ahora mostraba más madurez y sabía exactamente lo que quería. No veía en ella las inseguridades que siempre envolvían a mi Luna en el pasado.—¿Qué hacemos, mi alfa? ¿Crees que sean ellas las tres lobas lunares que mencionas del pasado? —preguntó Fenris—. Porque si es ella, seré el lobo más feliz de la tierra. Me encanta, sin importar que sea humana.—Debemos ir con cuidado —dije, observando detenidamente a Claris, que s
CLARIS:Todo había sucedido de repente: la llamada del amigo de mamá al llegar a este país, pidiendo nuestra ayuda para firmar un contrato con el gran empresario Kieran Theron, quien aseguraba que podría ayudarnos a establecernos aquí, y la firma para trabajar para él, todo en un día.—Si él se fija en ti, Claris, todas las puertas se te abrirán —había dicho él, y era cierto. Ese contrato que firmó sin apenas mirarlo decía mucho sobre un hombre con tanto poder, y me hacía acelerar el corazón.Nunca antes un hombre me había hecho sentir así. Por eso, al mismo tiempo, me sentía confundida y halagada. Había algo salvaje en él que me atraía y me asustaba a partes iguales.—Es como si no fueran completamente humanos —susurré para mí misma, y un escalofrío recorrió
CLARIS:Lo miré, desconcertada, ante la pregunta que me había hecho, ya que apenas nos conocíamos y no tendría que hacérmela. Miré hacia la carretera oscura, preguntándome a dónde me llevaba. No le respondí; me mantuve en silencio hasta que llegamos a un hermoso mirador. En la cima había una increíble casa de cristal, que se alzaba majestuosa contra el cielo nocturno. Desde cualquier ángulo de la casa, la ciudad se extendía como un mar de luces titilantes bajo nosotros, mientras el firmamento desplegaba su manto de estrellas brillantes, tan cercanas que parecían al alcance de la mano. El aire de montaña, limpio y fresco, transportaba el sutil aroma de los pinos que rodeaban la propiedad, creando una atmósfera casi mágica, donde el límite entre el cielo y la tierra parecía difuminarse en el horizonte. —¿De quién es este lugar? —pregunté mientras observaba la moderna estructura de cristal. —Es mía —respondió Kieran con una sonrisa enigmática, mientras
ALFA KIERAN THERON:El olor me golpeó como una descarga eléctrica, enviando escalofríos por mi columna vertebral. Mi piel se erizó al reconocerlo: era mi propia esencia, pero más dulce, más intensa, entrelazada con algo más que no podía identificar. Imposible. Esto solo ocurría cuando... ¡No! Después de cientos de años esperando, ¿por qué ahora? Mis músculos se tensaron por instinto y, antes de poder procesarlo conscientemente, ya estaba corriendo. El aroma me guió más allá de los límites de la manada, hacia una vieja casa de piedra y madera en las afueras del pueblo. El edificio, rodeado de pinos centenarios, había sido ocupado recientemente por tres humanas. Podía oler sus esencias entremezcladas con el aroma a pintura fresca y cajas de cartón. Mi lobo Atka se agitaba en mi interior, desesperado por irrumpir en la casa, pero tres siglos de control me mantuvieron anclado al suelo. No podía simplemente entrar y asustar a los humanos. ¿Cómo era posible que mi esencia estuviera allí?
CLARIS: Las náuseas me asaltaron de nuevo mientras organizaba los documentos en mi escritorio. Era la tercera vez en la mañana y ya no podía disimular. Corrí hacia el baño, sintiendo la penetrante mirada de mi jefe siguiendo cada uno de mis movimientos. Al pasar junto a él, pude ver cómo arrugaba su nariz con ese gesto de disgusto que tanto lo caracterizaba.Después de tres meses trabajando en este pueblo perdido, conocía bien esa expresión. El señor Kieran Thorne, un hombre huraño de rutinas y cualquier alteración lo perturbaba visiblemente.—Necesito salir temprano hoy —anuncié cuando regresé, limpiándome discretamente el sudor de mi frente—. Tengo una cita médica. Él apenas levantó la vista de sus papeles, pero pude notar cómo sus hombros se tensaban. Después de un silencio que pareció eterno, asintió secamente. Caminé presurosa mirando mi reloj con miedo de demorarme demasiado. Mientras esperaba, suspiré pensando en que no era tiempo para enfermarme ahora. Mi madre y mi pobre h
KIERAN THORNE:Observé cómo mi asistente tomaba sus cosas y se alejaba rumbo a su vieja camioneta. La contemplé desde mi ventana, admirando su extraordinaria belleza y el aura de vitalidad que emanaba. Mi lobo Atka gruñía en mi interior, todavía sin querer aceptar que esa humana hubiera rechazado nuestro ofrecimiento de llevarla a su casa. Soy el Alfa, nadie me rechaza jamás. Pero había algo en ella que me inquietaba. Mientras su destartalado vehículo se alejaba, hice una nota mental: debía proporcionarle un auto mejor y más seguro.El sonido de la puerta interrumpió mis pensamientos. Me giré después de dar una última mirada a la camioneta que desaparecía en la distancia.—Mi Alfa, tu primo Gael está afuera, bastante alterado —informó Fenris, mi Beta, con expresión preocupada—. Me pidió estar presente en lo que describe como una reunión de la más alta importancia y confidencialidad. ¿Tienes idea de qué se trata?—Hazlo pasar y cierra la puerta —respondí, dejándome caer en el sillón tr
CLARIS:Salí de la oficina casi corriendo, no sé. Había algo en la mirada de mi jefe que me hizo temer. Ahora entendía porque nadie quería trabajar con él y como muchas mujeres antes de mí habían renunciado a ese puesto. Kieran Thorne era, sin duda, un hombre extraordinariamente atractivo, el tipo de ejemplar que raramente se encuentra en la vida. Alto, probablemente rozando el metro noventa, con un físico que parecía esculpido por los dioses: hombros anchos, cintura estrecha y músculos definidos que se marcaban incluso bajo sus impecables trajes de diseñador. Su rostro lo enmarcaba una mandíbula fuerte y definida, labios carnosos que rara vez sonreían, y una nariz recta que le daba un aire aristocrático. El cabello negro que llebaba siempre perfectamente peinado hacia atrás, dejaba al descubierto una frente amplia y unas cejas expresivas que acentuaban la intensidad de su mirada. Pero eran sus ojos los que verdaderamente me perturbaban. De un gris acerado que parecía cambiar de to