213. EL CAOS REINANTE

KIERAN:

Estábamos desconcertados, sin saber cómo ayudar a mi Luna, que seguía gritando, desesperada, con los ojos en blanco y los brazos extendidos, como si intentara agarrar algo invisible o impedirlo. Sus movimientos eran erráticos, llenos de angustia, y nosotros no podíamos ver aquello que la aterrorizaba. Clara, en un intento desesperado por aliviar su sufrimiento, la abrazaba con fuerza, tratando de absorber algo de lo que ella estaba sintiendo, pero fue en vano. Pronto, los gritos de mi Luna se fundieron con los de Clara, quien comenzó a gritar al unísono, como si aquello que ocurría también la estuviera consumiendo.

Elena las envolvió con energía divina en un intento de calmarlas o protegerlas. Sin embargo, ellas siguieron gritando, ahora unidas en una desesperación casi insoportable, hasta que, finalmente, sus cuerpos cedieron al agotamiento y cayeron desmayadas. Esa visión de verlas tan frágiles me produjo una punzada en el pecho que casi me paralizó, pero no podía rendirme
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