50. EL ODIO DE LA LUNA

CLARIS:

 Sujeté mi vientre asustada, sin que el dolor cediera, mientras veía al gran lobo negro aullar con todas sus fuerzas llamando a mi loba, pero Lúmina no aparecía. Observé cómo mamá se acercaba a mí, transformada en humana, moviendo la cabeza en señal de negación.

—Lúmina no va a aparecer, es una bebé todavía; no debía despertar aún, le falta mucho por desarrollar. En mi miedo, la hice despertar, y tú te comportaste de manera contraria a como debe hacerlo una correcta Loba Lunar. Eso la hizo dormirse de nuevo. No la escuchaste, Claris, ella intentó educarte con las pocas energías que le quedaban —mamá hablaba de una forma que dejaba entrever su arrepentimiento y dolor—. Yo he fallado en cuidarte y enseñarte, que es mi obligación. Tampoco me di cuenta de que estabas embarazada, y eso es imperdonable
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