La música que hasta ese momento retumbaba en el amplio salón parece haberse traspasado a otro plano muy lejano de aquel en el que me encuentro parada, pero Rafael sigue moviéndose, por lo que asumo que la canción no terminó.
A pesar de sentir la presencia de mis nervios, cuyo aumento es todo lo contrario a lo gradual, no muevo ni un músculo, sino que me quedo inmóvil, como si lo que mis ojos vieran hubiese logrado congelar mi cuerpo por completo. La seriedad de su mirada y la firmeza de los pasos de mi padre no parecen querer cesar al igual que mis ganas de soltar a Rafael en ese momento. Mi mente piensa en miles de cosas a la vez y aun así...no sé cómo actuar. ¿Debería irme? Si lo hiciera, ¿no sería un escape? ¿Desde cuándo escapo de mi padre en vez de provocarlo el triple? Pensar en eso me lleva a cuestionarme a mí misma: ¿Por qué tendría que escapar si no tengo la culpa de que el joven que me acompaña esté en mi casa? Aun si pudiera encontrar respuesta a todas esas preguntas, me faltaría una por completar: ¿A dónde se supone que vaya?
Justo cuando me encuentro entrometida en ese lío que armé en mi cabeza, mi padre detiene sus pasos, volteándose hacia atrás, donde otro hombre de su edad mantiene la mano levantada, haciéndole señas. De repente siento como alguien me toma del brazo derecho y tira de él, despegándome de Rafael como lo haría con dos amantes que buscan fuga. Llego a observarlo y noto una última mirada algo cómica y pícara de su parte con la cual logra incomodarme, mientras que la persona anónima que domina mis movimientos sigue con lo suyo.
- ¿Qué hacés?
Pregunto enojada al haberme alejado ya un par de metros.
Samira: Te salvo. Tu papá volvía y...
Emily: ...estaba muerta, ya sé. Gracias (digo apoyando uno de mis hombros en la pared).
Samira: ¿Qué hace él acá? Creí que no tenías ni cara para verlo.
Emily: No sé, no entiendo nada.
Comento mirando a mi alrededor.
Samira: ¿Te dijo algo?
Vuelvo a fijar la mirada sobre mi amiga para contestarle cuando una grave voz me lo impide. Entrecierro los ojos y doy unos pasos hacia la zona de la cual acabo de ser rescatada, donde ahora se amontonan decenas de personas vistiendo sus trajes y vestidos elegantes. Aquella voz vuelve a aparecer, esta vez junto a su dueño, que es un chico joven. En su mano derecha resalta un micrófono cuyo color coincide con el de su traje negro. Camina hacia la pista, presentándose como lo hace cualquier conductor de eventos: de forma simpática y agradable. Doy unos pasos hacia atrás, alejándome del centro y veo a Rafael cerca de la entrada, viendo el espectáculo al igual que todos los que nos rodean. El joven desconocido agrega un par de palabras más y finalmente sube el volumen de su voz, anunciando: "Recibamos a Carolina con un fuerte aplauso".
Como si fuera una orden, todos comienzan a chocar sus palmas al igual que robots con programación asignada. Las luces se apagan, haciendo que todo lo que tuviera a la vista se vuelva negro. Un reflector se enciende, cientos de rostros apuntan hacia la cima de las escaleras, donde aparece la pequeña figura de mi prima luciendo un recargado vestido rosado.
Sonrío y ella comienza a bajar, mientras que varios chicos de su edad se pelean por quién va a pararse delante de las escaleras para saludarla primero. Finalmente, el afortunado resulta ser un adolescente rubio que la recibe con un cálido abrazo y la levanta, haciéndola girar. Es en el momento en el que las vueltas se detienen cuando lo reconozco. Esa mirada traviesa que ambos hermanos comparten sin importar la lejana diferencia de edad. Esa carita simpática que viste un traje elegante en el que se refugia un diablito encubierto, famoso por escapar de sus clases y luego ser castigado por su hermano mayor.
Joaquín.
Fijo mi vista en Rafael, quien observa esa escena con una tierna sonrisa formada en sus labios y vuelvo a apuntar mis ojos hacia adelante, donde el chico abraza cariñosamente a mi prima como si la conociera de toda su vida, como si esa fiesta solo fuera la de ellos dos y Rafael y yo solo resultáramos ser conocidos es común.
Unos suaves golpes en el hombro me hacen volver a la realidad. Me doy vuelta encontrándome con...
- ¡Emily! ¿Todo bien?
Emily (levanto las cejas): ¿Agustín?
Reacciono sorprendida sin entender la razón de la presencia del chico nerd en mi casa.
Agus: Sí.
Emily: ¿Qué...
Agus (me interrumpe): Mi papá trabaja con el tuyo.
Dice señalando hacia la cocina y me volteo, viendo a mi padre hablando con ese hombre que hace rato "me salvó".
Emily: Ah mirá (miro a mi alrededor en busca de Samira, ignorándolo). No sabía que se conocían.
Agus: Yo tampoco en realidad.
Lo escucho cuando la verdad es que mis ojos se centran en Rafael que se acerca desde el otro extremo al que Agustín se encuentra de espaldas. Trago saliva imaginando el momento incómodo que me espera y suelto una palabrota por no saber que hacer.
Agus: ¿Qué pasa?
Pregunta, volviendo a recordarme sobre su presencia.
"Toda la facultad sabe que el nerdito está enamorado de vos". Las palabras de Samira se repiten en mi cabeza con cada paso que Rafael da. No sé si lo hago por impulso o solo con el objetivo de escapar de Rafael, pero...cuando él ya se encuentra a una insignificante distancia, tomo el cuello de la camisa de Agustín y lo atraigo hacia mi pegando mis labios a los de él, sin dejar que llegue a hacer algo para impedírmelo.
A pesar de estar teóricamente besando a alguien, la verdad es que no siento absolutamente nada. Lo único que me hace percibir la realidad en la que me encuentro es la brusca separación de nuestros labios.Lo primero que se me viene a la mente en ese momento son todas las veces en las que lo besé. No a Agustín, ni a ningún otro, sino justamente a la persona de la cual "escapaba" y que me obligó a actuar de esta manera. La sensación de desprender mis labios de los suyos cuando lo besaba era como si me arrebataran algo fundamental para poder respirar, quitándome una parte mía sin tener piedad de lo que eso podría ocasionarme. No existen palabras que me permitan comparar aquello con lo que siento ahora, que podría definirse como la nada misma o tan solo la falta de una leve presión en los labios.Extrañada, aunque sin importarme mucho, abro los ojos esperando ver el rostro de
Sigo atontada mirando al frente como si él siguiera ahí aunque desapareció de mi campo visual ya desde hace rato. No sé si habrá doblado al llegar al extremo de los arbustos, dirigiéndose nuevamente al interior de la casa o simplemente la habrá abandonado atravesando el portón abierto como lo hizo hace unas semanas. Tampoco sé porque me estoy preguntando esto si podría entrar y corroborarlo por mí misma. Por más que tenga mil dudas en mi mente, la verdad es que no quiero verlo ahora y confundirme otra vez.Pierdo el tiempo caminando en el jardín con la tela negra del vestido cayendo bajo mis pies hasta que la voz de una gran multitud de gente llega a mis oídos y es cuando me doy vuelta, visualizando a un grupo grande de hombres formalmente vestidos que dan una pequeña caminata en la cual sus zapatos solo se encargan de pisar todo lo que tienen por delante. Su ignoran
Esa noche es la primera vez que duermo con facilidad en varias semanas y quizás sea la razón más lógica por la cual, en la próxima mañana, despierto una hora antes de que mi celular comience a aturdirme. Cuando finalmente la alarma suena, ya me encuentro saliendo del baño con una toalla oscura que rodea mi cuerpo húmedo y mi pelo cayéndome en la espalda sin dejar de derramar gotas que producen un breve clic al tocar el suelo.Luego de arreglarme y vestir un pantalón negro con roturas en las rodillas, remera blanca estampada y botas negras, abandono la habitación llevándome también una campera de cuero negro colgando de mi brazo.De camino hacia las escaleras, visualizo el reloj ubicado en una de las paredes del pasillo y sus manijas clavadas en el número 8. Maldigo por dentro y me odio a mí misma por haber tardado tanto y la imagen de Rafael esperándome impac
El tono irónico de su voz y su mirada, en la cual la picardía parece ocupar el papel principal me confunden a tal punto de querer hablar, pero no lograrlo por haberme perdido entre mis pensamientos.Ya ni sé si la poca distancia que hay entre los dos debería considerarse como ventaja o todo lo contrario.Él, al no recibir ninguna reacción ni respuesta de mi parte, frunce el ceño, desentendido.Rafael: ¿Te pasa algo? Parece que viste un fantasma.Pregunta aun sosteniéndome por los hombros.Emily: No...bah, si...Rafael (interrumpe, soltándome bruscamente): Bueno che, capaz estoy un poco despeinado pero...(gira y se mira en la cafetera enorme que refleja su rostro y comienza a tocarse el pelo perfectamente arreglado)...¿tan directa ibas a ser?Emily (me muerdo el labio): ¿Tu sarcasmo no tiene frenos no?Al escucharme, deja de mirarse y se voltea.<
Rafael: Emily.Insiste, retomando su tono preocupado.Rafael: ¿Qué te pasa?Emily: Nada.Rafael: ¿Querés salir afuera o algo?Me ahorro la respuesta cuando una muchacha de baja estatura se aproxima a la mesa con un pequeño anotador en mano y una bandeja negra bajo el brazo. Escucho a Rafael hablando con ella, pero no presto atención. Cuando levanto la vista y no visualizo más a la joven desconocida, supongo que él habrá pedido algo por los dos.Rafael: Veo que se te fueron los nervios.Emily: No estaba nerviosa.Rafael (ríe): Si, claro.Levanto las cejas.Rafael: Cuando estás nerviosa te ponés pálida y no podés hablar.Exclama sin mirarme, mientras toquetea los sobres de azúcar que se encuentran en un pequeño canasto de paja sobre la mesa, como si lo que dijera fuese un poema estudiado de memoria.
El cambia la dirección de sus ojos, apuntándolos al lado contrario del pasillo donde una familia de muchos integrantes sigue los pasos acelerados de un médico, insistiéndole algo que no se llega a escuchar con claridad. Tras varios metros sin ceder, finalmente el hombre de bata blanca detiene su caminata rápida y se voltea hacia la muchedumbre. Suspira y parece estar comunicándoles algo. En solo instantes, la expresión de la chica (que parecía ser la que dirigía al grupo) cambia y aquel rostro preocupado se transforma en el marco de un llanto desgarrador.- Es el mismo doctor que trataba a mi mamá.La voz de Rafael me hace retomar la situación, recordándome que el aún permanece sentado a mi lado, que no soy la única que observa esa espantosa escena. Me asombra la coincidencia de que, según él, sea el mismo médico y estoy a punto
Y aquí vamos otra vez.Todo mi alrededor se diluye, pasando a un tercer plano, como si nos encontráramos en el interior de una burbuja trazada al contorno de nuestros cuerpos, similar a un escudo que los aparta de hasta la más mínima corriente de aire que corre afuera. Ya no escucho el ruido de las olas y la marea, toda mi consciencia se centra en él, solo él y el movimiento suave y lento de sus tibios labios.Jugar con su pelo se ha convertido en una costumbre que nunca me aburrirá por más que lo haga un millón de veces. Por otra parte, la presencia de sus manos en mi cintura me reconforta, haciéndome sentir...no sé si "protegida" sería la palabra adecuada, es algo indescriptible.Se me eriza la piel al sentir la presencia de algo frío que toca mis pies, por lo que me veo obligada a abrazar más a Rafael, con la esperanza de lograr dejar de tiritar gracias a eso, pe
Se me hace extraño poner un pie fuera de ese ascensor otra vez, al igual que me pasó un par de minutos antes cuando cruzaba la calle y visualicé aquel balcón (esta vez no tan iluminado por los rayos del sol). Todas esas sensaciones las cuales estoy forzada a transitar involuntariamente se deben a que la última ocasión en la que estuve en este lugar me marcó...y lo hizo de una forma imborrable. Haber venido con Samira y Analía (a la que conocía personalmente por primera y única vez), enterarme de que ella no solo se hospedaba aquí sino que también dormía en la habitación de Rafael y finalmente haberme topado con él con los ojos llenos de lágrimas, quién, sin siquiera tener la necesidad de usar palabra alguna me destrozó solo observándome (primero en el interior del departamento, luego en el ascensor y más tarde desde el mismísimo balc&oacu