El nivel de hipnosis que me genera el simple hecho de que me esté observando fijamente a los ojos, sonriendo y tomando mi mano es inmedible. Si ya me siento así por dentro, no quiero ni imaginar cómo debo verme por fuera, obviamente acompañada de un notable rubor en mis mejillas que me pone evidencia.
El contacto con su cálida mano me incomoda y el travieso movimiento de sus dedos sobre la palma de mi mano me estremece, dando origen a un extraño cosquilleo en mi estómago y despertando un inmenso odio hacia su persona por confundirme de esa manera.
Comienza a bajar los últimos escalones y me lleva con él, dándome la espalda. Al contemplarlo con mayor atención veo que viste una camisa roja en cuyo cuello y puños se fragmentan delicadas líneas oscuras. Los zapatos y el pantalón que lleva pertenecen al mismo tono: negro grisáceo.
Una canción melosa da su inicio y la voz ronca de un cantante masculino invade el lugar mientras él me conduce al centro del salón, que ahora simula ser una pista de baile ocupada por otras dos parejas adultas.
De un segundo a otro, se voltea de un tirón haciendo que mi cuerpo choque con el suyo a causa de semejante movimiento repentino de su parte, luego del cual solo hace una mueca graciosa como si se lo esperara y recorre con sus ojos todo el contorno de mi figura tapada con la tela negra del vestido. Trago saliva y él da un paso hacia mí. Lleva su mano izquierda a la parte trasera de mi espalda hasta bajarla a mi cintura y posicionarla allí. Por instinto, me sostengo de su hombro y él aprovecha ese momento para unir ambas manos libres entre sí, pegándome más a su cuerpo y comenzando a moverse bajo el ritmo de la música.
Tomo una bocanada de aire y apoyo mi cabeza en su hombro, notando cómo las otras dos parejas que nos acompañaban desaparecieron de mi vista y ahora somos el único punto de atención de todas las personas que llenan esa amplia sala, que casualmente pertenece a la casa en la que vivo. Esos cientos de invitados, en su gran parte familiares y otros desconocidos nos rodean, formando un enorme círculo a nuestro alrededor, dedicándonos miradas fijas de las cuales algunas reflejan ternura y sonrisas amables, mientras que otras desentendimiento y ojos entrecerrados, que esperan una explicación razonable de parte de la única pareja que baila bajo un ritmo lento delante de sus ojos, como si esa fiesta fuera su boda y ellos sus invitados de honor.
Emily: ¿Por qué hacés esto?
Susurro y lo siento reír en mi oído, gesto que me enfurece. Para empeorar las cosas y, como si disfrutara de mi estado, acerca su rostro aún más hasta pegar su mejilla a la mía y obligarme a sentir su respiración sobre mi cuello, logrando que la típica brisa fría aparezca nuevamente en mi espalda, al igual que sucede cada vez que estoy nerviosa.
Miro una por una las apariencias de toda esa gente, tratando de encontrar un rostro conocido y creo haber perdido las esperanzas cuando finalmente reconozco a Samira al costado de las escaleras. Al notar la dirección de mi mirada, sonríe y me dedica un guiño. Me muerdo el labio, rodando los ojos mientras la imagen que aparece ante ellos cambia debido al breve giro con el que Julián me lleva. Parpadeo con fuerza y suelto un breve suspiro esperando aliviarme un poco, intentando pensar que quizás me tomo todo demasiado en serio y exagero las cosas cuando en realidad no son tan complicadas como parecen cuando la figura de mi padre se dibuja delante de mí. Permanece de pie a pocos metros, con el brazo apoyado en una de las columnas llegan hasta el hecho, formando un puño irrompible cuya imagen da terror y hace que los extremos de sus dedos se vuelvan blancos por aplicar tanta fuerza. La expresión de sus ojos y la ira que estos transmiten me impone a tragar saliva otra vez. Aunque, de todas formas, algo me relaja y es el estar prácticamente "pegada" a Rafael y no sola. Ese pequeño alivio se desvanece cuando veo a mi padre despegándose de la columna y comenzando a caminar hacia mí a pasos decididos que inmediatamente borran todas las ilusiones proyectadas.
La música que hasta ese momento retumbaba en el amplio salón parece haberse traspasado a otro plano muy lejano de aquel en el que me encuentro parada, pero Rafael sigue moviéndose, por lo que asumo que la canción no terminó.A pesar de sentir la presencia de mis nervios, cuyo aumento es todo lo contrario a lo gradual, no muevo ni un músculo, sino que me quedo inmóvil, como si lo que mis ojos vieran hubiese logrado congelar mi cuerpo por completo. La seriedad de su mirada y la firmeza de los pasos de mi padre no parecen querer cesar al igual que mis ganas de soltar a Rafael en ese momento. Mi mente piensa en miles de cosas a la vez y aun así...no sé cómo actuar. ¿Debería irme? Si lo hiciera, ¿no sería un escape? ¿Desde cuándo escapo de mi padre en vez de provocarlo el triple? Pensar en eso me lleva a cuestionarme a mí misma: ¿Por qué tendrí
A pesar de estar teóricamente besando a alguien, la verdad es que no siento absolutamente nada. Lo único que me hace percibir la realidad en la que me encuentro es la brusca separación de nuestros labios.Lo primero que se me viene a la mente en ese momento son todas las veces en las que lo besé. No a Agustín, ni a ningún otro, sino justamente a la persona de la cual "escapaba" y que me obligó a actuar de esta manera. La sensación de desprender mis labios de los suyos cuando lo besaba era como si me arrebataran algo fundamental para poder respirar, quitándome una parte mía sin tener piedad de lo que eso podría ocasionarme. No existen palabras que me permitan comparar aquello con lo que siento ahora, que podría definirse como la nada misma o tan solo la falta de una leve presión en los labios.Extrañada, aunque sin importarme mucho, abro los ojos esperando ver el rostro de
Sigo atontada mirando al frente como si él siguiera ahí aunque desapareció de mi campo visual ya desde hace rato. No sé si habrá doblado al llegar al extremo de los arbustos, dirigiéndose nuevamente al interior de la casa o simplemente la habrá abandonado atravesando el portón abierto como lo hizo hace unas semanas. Tampoco sé porque me estoy preguntando esto si podría entrar y corroborarlo por mí misma. Por más que tenga mil dudas en mi mente, la verdad es que no quiero verlo ahora y confundirme otra vez.Pierdo el tiempo caminando en el jardín con la tela negra del vestido cayendo bajo mis pies hasta que la voz de una gran multitud de gente llega a mis oídos y es cuando me doy vuelta, visualizando a un grupo grande de hombres formalmente vestidos que dan una pequeña caminata en la cual sus zapatos solo se encargan de pisar todo lo que tienen por delante. Su ignoran
Esa noche es la primera vez que duermo con facilidad en varias semanas y quizás sea la razón más lógica por la cual, en la próxima mañana, despierto una hora antes de que mi celular comience a aturdirme. Cuando finalmente la alarma suena, ya me encuentro saliendo del baño con una toalla oscura que rodea mi cuerpo húmedo y mi pelo cayéndome en la espalda sin dejar de derramar gotas que producen un breve clic al tocar el suelo.Luego de arreglarme y vestir un pantalón negro con roturas en las rodillas, remera blanca estampada y botas negras, abandono la habitación llevándome también una campera de cuero negro colgando de mi brazo.De camino hacia las escaleras, visualizo el reloj ubicado en una de las paredes del pasillo y sus manijas clavadas en el número 8. Maldigo por dentro y me odio a mí misma por haber tardado tanto y la imagen de Rafael esperándome impac
El tono irónico de su voz y su mirada, en la cual la picardía parece ocupar el papel principal me confunden a tal punto de querer hablar, pero no lograrlo por haberme perdido entre mis pensamientos.Ya ni sé si la poca distancia que hay entre los dos debería considerarse como ventaja o todo lo contrario.Él, al no recibir ninguna reacción ni respuesta de mi parte, frunce el ceño, desentendido.Rafael: ¿Te pasa algo? Parece que viste un fantasma.Pregunta aun sosteniéndome por los hombros.Emily: No...bah, si...Rafael (interrumpe, soltándome bruscamente): Bueno che, capaz estoy un poco despeinado pero...(gira y se mira en la cafetera enorme que refleja su rostro y comienza a tocarse el pelo perfectamente arreglado)...¿tan directa ibas a ser?Emily (me muerdo el labio): ¿Tu sarcasmo no tiene frenos no?Al escucharme, deja de mirarse y se voltea.<
Rafael: Emily.Insiste, retomando su tono preocupado.Rafael: ¿Qué te pasa?Emily: Nada.Rafael: ¿Querés salir afuera o algo?Me ahorro la respuesta cuando una muchacha de baja estatura se aproxima a la mesa con un pequeño anotador en mano y una bandeja negra bajo el brazo. Escucho a Rafael hablando con ella, pero no presto atención. Cuando levanto la vista y no visualizo más a la joven desconocida, supongo que él habrá pedido algo por los dos.Rafael: Veo que se te fueron los nervios.Emily: No estaba nerviosa.Rafael (ríe): Si, claro.Levanto las cejas.Rafael: Cuando estás nerviosa te ponés pálida y no podés hablar.Exclama sin mirarme, mientras toquetea los sobres de azúcar que se encuentran en un pequeño canasto de paja sobre la mesa, como si lo que dijera fuese un poema estudiado de memoria.
El cambia la dirección de sus ojos, apuntándolos al lado contrario del pasillo donde una familia de muchos integrantes sigue los pasos acelerados de un médico, insistiéndole algo que no se llega a escuchar con claridad. Tras varios metros sin ceder, finalmente el hombre de bata blanca detiene su caminata rápida y se voltea hacia la muchedumbre. Suspira y parece estar comunicándoles algo. En solo instantes, la expresión de la chica (que parecía ser la que dirigía al grupo) cambia y aquel rostro preocupado se transforma en el marco de un llanto desgarrador.- Es el mismo doctor que trataba a mi mamá.La voz de Rafael me hace retomar la situación, recordándome que el aún permanece sentado a mi lado, que no soy la única que observa esa espantosa escena. Me asombra la coincidencia de que, según él, sea el mismo médico y estoy a punto
Y aquí vamos otra vez.Todo mi alrededor se diluye, pasando a un tercer plano, como si nos encontráramos en el interior de una burbuja trazada al contorno de nuestros cuerpos, similar a un escudo que los aparta de hasta la más mínima corriente de aire que corre afuera. Ya no escucho el ruido de las olas y la marea, toda mi consciencia se centra en él, solo él y el movimiento suave y lento de sus tibios labios.Jugar con su pelo se ha convertido en una costumbre que nunca me aburrirá por más que lo haga un millón de veces. Por otra parte, la presencia de sus manos en mi cintura me reconforta, haciéndome sentir...no sé si "protegida" sería la palabra adecuada, es algo indescriptible.Se me eriza la piel al sentir la presencia de algo frío que toca mis pies, por lo que me veo obligada a abrazar más a Rafael, con la esperanza de lograr dejar de tiritar gracias a eso, pe