El tono irónico de su voz y su mirada, en la cual la picardía parece ocupar el papel principal me confunden a tal punto de querer hablar, pero no lograrlo por haberme perdido entre mis pensamientos.
Ya ni sé si la poca distancia que hay entre los dos debería considerarse como ventaja o todo lo contrario.
Él, al no recibir ninguna reacción ni respuesta de mi parte, frunce el ceño, desentendido.
Rafael: ¿Te pasa algo? Parece que viste un fantasma.
Pregunta aun sosteniéndome por los hombros.
Emily: No...bah, si...
Rafael (interrumpe, soltándome bruscamente): Bueno che, capaz estoy un poco despeinado pero...(gira y se mira en la cafetera enorme que refleja su rostro y comienza a tocarse el pelo perfectamente arreglado)...¿tan directa ibas a ser?
Emily (me muerdo el labio): ¿Tu sarcasmo no tiene frenos no?
Al escucharme, deja de mirarse y se voltea.
Rafael: ¿Sarcasmo? (Levanta las cejas). No estaba siendo sarcástico. (Me observa de una manera incomodante). Ahora, si esta obra de arte se te hace irresistible es otra cosa.
Dice señalándose a si mismo y bufo, rodando los ojos.
Emily: Si si Don Juan, como digas. ¿Podemos hablar?
Rafael: Creí que con lo que hablamos ayer no hacía falta.
Emily: Justamente hace falta, porque no te entendí nada.
Rafael: Mirá, ya te dije que no voy a...
Emily (lo interrumpo): No, no quiero que vos hables ni me cuentes nada. Solo escuchame a mi.
Me mira algo extrañado y creo haber sonado muy inentendible hasta que finalmente asiente y señala la zona de mesas vacías ubicada a mis espaldas. Me doy la vuelta, comenzando a caminar hacia una de las más lejanas, como si esos pocos segundos pudieran ayudarme.
Por más que no lo veo, logro imaginarlo caminando detrás de mi con las manos en los bolsillos y los botones de su camisa arremangada chocando contra la cadena plateada que cuelga de su pecho. Corro un poco la silla en la cual planeo sentarme y emito una pequeña sonrisa disimulada al ver que su aspecto es idéntico a la imagen que mi mente había creado. Me sorprende el nivel de obsesión que debo tener para conocer perfectamente cada detalle de los gestos que identifican su personalidad.
Lo primero que hago al sentarme es sacar mi celular y avisarle al chofer que puede irse, puesto que ya no sé cuánto tiempo permaneceré aquí dentro, aunque asumo que Rafael no dispondrá de mucho tampoco.
Calculo no haber tardado casi nada, pero al levantar la vista y verlo observándome fijamente, dudo de mi misma. Ya no es la primera vez en el día que no capto la razón de aquella mirada tan extraña, lo cual honestamente comienza a inquietarme a niveles indescriptibles.
Él solo permanece sentado, con el codo derecho sobre la mesa y su mentón apoyado en el, acto que provoca que su cabeza se incline un poco. No es una posición muy fuera de lo normal, pero dadas las circunstancias de nuestra "relación" reciente, da miedo verlo esbozando una sonrisa.
Rafael (tose): Bueno.
Emily: Bueno (repito, tragando saliva).
Rafael: ¿Y?
Pregunta entrecerrando los ojos con una chispa de curiosidad en ellos.
Trato de formular algo en mi cabeza, pero, por más que lo intento varias veces, no me surgen las palabras. Todo el detallado y extenso discurso que había pensado y planificado desde la noche anterior parece haberse desvanecido de mi memoria al tener a Rafael delante de mí. Creí que nunca volvería a experimentar esta sensación desde las primeras lecciones orales de la escuela, cuando trabarme entre mis palabras y olvidarme lo estudiado me provocaba intolerables ganas de romper en llanto o solo esconderme de todo el mundo.
Un contacto cálido sobre mi mano izquierda me despierta, generando algo similar a destellos de luz que viajan desde allí hasta cada rincón de mi cuerpo.
Alzo la vista lentamente, encontrándome con él, mirándome con una expresión un tanto diferente a la última que llevaba. La profundidad de sus ojos, sumada a su mano tibia que presiona la mía en un gesto de ternura y preocupación, hacen que tenga que hacer un máximo esfuerzo por no derramar lágrimas o saltar a sus brazos.
Rafael: Eu (dice llevando a cabo suaves caricias con su dedo pulgar), ¿qué pasa?
La idea de no ver a un Rafael cínico (como lo era últimamente), sino al mismo de siempre me relaja y...se podría decir que es lo que me da fuerzas para no salir escapando de ese lugar.
Suspiro y vuelvo a tomar aire, tratando de ordenar mis ideas y, por sobre todo, dispuesta a contarle cada detalle de lo sucedido.
Rafael: Emily.Insiste, retomando su tono preocupado.Rafael: ¿Qué te pasa?Emily: Nada.Rafael: ¿Querés salir afuera o algo?Me ahorro la respuesta cuando una muchacha de baja estatura se aproxima a la mesa con un pequeño anotador en mano y una bandeja negra bajo el brazo. Escucho a Rafael hablando con ella, pero no presto atención. Cuando levanto la vista y no visualizo más a la joven desconocida, supongo que él habrá pedido algo por los dos.Rafael: Veo que se te fueron los nervios.Emily: No estaba nerviosa.Rafael (ríe): Si, claro.Levanto las cejas.Rafael: Cuando estás nerviosa te ponés pálida y no podés hablar.Exclama sin mirarme, mientras toquetea los sobres de azúcar que se encuentran en un pequeño canasto de paja sobre la mesa, como si lo que dijera fuese un poema estudiado de memoria.
El cambia la dirección de sus ojos, apuntándolos al lado contrario del pasillo donde una familia de muchos integrantes sigue los pasos acelerados de un médico, insistiéndole algo que no se llega a escuchar con claridad. Tras varios metros sin ceder, finalmente el hombre de bata blanca detiene su caminata rápida y se voltea hacia la muchedumbre. Suspira y parece estar comunicándoles algo. En solo instantes, la expresión de la chica (que parecía ser la que dirigía al grupo) cambia y aquel rostro preocupado se transforma en el marco de un llanto desgarrador.- Es el mismo doctor que trataba a mi mamá.La voz de Rafael me hace retomar la situación, recordándome que el aún permanece sentado a mi lado, que no soy la única que observa esa espantosa escena. Me asombra la coincidencia de que, según él, sea el mismo médico y estoy a punto
Y aquí vamos otra vez.Todo mi alrededor se diluye, pasando a un tercer plano, como si nos encontráramos en el interior de una burbuja trazada al contorno de nuestros cuerpos, similar a un escudo que los aparta de hasta la más mínima corriente de aire que corre afuera. Ya no escucho el ruido de las olas y la marea, toda mi consciencia se centra en él, solo él y el movimiento suave y lento de sus tibios labios.Jugar con su pelo se ha convertido en una costumbre que nunca me aburrirá por más que lo haga un millón de veces. Por otra parte, la presencia de sus manos en mi cintura me reconforta, haciéndome sentir...no sé si "protegida" sería la palabra adecuada, es algo indescriptible.Se me eriza la piel al sentir la presencia de algo frío que toca mis pies, por lo que me veo obligada a abrazar más a Rafael, con la esperanza de lograr dejar de tiritar gracias a eso, pe
Se me hace extraño poner un pie fuera de ese ascensor otra vez, al igual que me pasó un par de minutos antes cuando cruzaba la calle y visualicé aquel balcón (esta vez no tan iluminado por los rayos del sol). Todas esas sensaciones las cuales estoy forzada a transitar involuntariamente se deben a que la última ocasión en la que estuve en este lugar me marcó...y lo hizo de una forma imborrable. Haber venido con Samira y Analía (a la que conocía personalmente por primera y única vez), enterarme de que ella no solo se hospedaba aquí sino que también dormía en la habitación de Rafael y finalmente haberme topado con él con los ojos llenos de lágrimas, quién, sin siquiera tener la necesidad de usar palabra alguna me destrozó solo observándome (primero en el interior del departamento, luego en el ascensor y más tarde desde el mismísimo balc&oacu
Tardo varios segundos en procesar el sentido de sus palabras, rato durante el cual permanezco quieta, con los ojos fijos en el espejo, en cuyo interior mi reflejo me observa, repitiendo hasta el más mínimo e insignificante gesto que me propongo hacer.Entrecierro los ojos, como si eso hiciera que la comprensión de lo último que escuché lograra ser menos dificultosa o llevarme menos tiempo.Finalmente, cuando advierto que mi actitud no solo es inútil sino que también debe verse algo ridícula, desplego la mirada de aquella superficie de cristal y la apunto a Rafael, quien me mira luciendo una cara divertida.Imágenes de hechos anteriores se me vienen a la cabeza, pasando como un remolino por delante de mis ojos: muestras de cariño de parte de Analía, como lo acompañaba en el hospital, esa extraña relación familiar con la madre de él (que ya no es tan extra&ntil
Me veo obligada a abrir los ojos con extrema flojera cuando el irritante sonido de mi celular invade la habitación donde hasta ese momento reinaba la oscuridad y el silencio. Miro a mis lados, llegando a la conclusión de que no veré ni encontraré absolutamente nada en estas condiciones. Extiendo mi brazo hacia la mesa de luz y, tras varios intentos fallidos, finalmente enciendo la lámpara que yace allí, iluminando aunque sea un poco el lugar con una luz cálida y amarillenta.Diviso mi bolso sobre la silla que se encuentra a unos metros y abandono la cama evitando hacer ruido, acción cuyo logro me sorprende con lo torpe que soy. El excesivo brillo que emite la pantalla casi me deja ciega, obligándome a cerrar los ojos, para luego abrirlos uno por uno con desconfianza, como si esa luz me fuese a quemar al tener contacto con mi rostro."Samira: 3 llamadas perdidas, 5 mensajes no leídos." Leo en silencio
Aquella sonrisa cínica con la que me observaba mientras bailábamos en la fiesta de mi prima se me viene a la mente, seguida del odio que se reflejaba en sus ojos y parecía querer estallar hacia afuera cuando me miraba apoyado en el marco de la puerta de su casa, viendo como yo lloraba contando los segundos para que las puertas del ascensor se cerraran y se llevaran esa imagen de él, reemplazándola por una textura oscura y gris, que no generaba nada más que apatía.Recordar esa escena y observar la expresión actual de su rostro hace que me cuestione sobre si acaso estoy viendo a la misma persona. ¿Quién es el real? ¿El Rafael superado que mostraba desinterés por mi llanto o aquel que me mira ahora con los ojos llenos de lágrimas al confesar que sus actitudes pasadas habían sido solo actuación? No tengo idea y lo que más duele es que s&e
- Te pregunté dónde estabas.Emily: En el bar con los chicos, ¿dónde voy a estar?Tomás: Ah, ¿sí? ¿Y por qué no viniste con el chofer?Emily: ME TRAJO FABIÁN PAPÁ.Exclamo elevando el tono de voz, harta de la forma en la que me trata. Pero al parecer mis palabras no lo convencen del todo, porque su expresión no cambia en absoluto y sigue observándome como un sheriff que tiene delante al sospechoso más buscado del barrio, pero no sabe cómo desenmascararlo.Emily: Llamalo y preguntale si no me crees.Digo para finalizar y subir, sabiendo que basta con enviarle solo un mensaje a Fabián para que finja haberme traído.…El lunes, mi celular suena antes de lo habitual y eso se explica con que no es la alarma lo que provoca el ruido, sino algo totalmente diferente.CHATS – Rafael."Emily".-