Rafael: Emily.
Insiste, retomando su tono preocupado.
Rafael: ¿Qué te pasa?
Emily: Nada.
Rafael: ¿Querés salir afuera o algo?
Me ahorro la respuesta cuando una muchacha de baja estatura se aproxima a la mesa con un pequeño anotador en mano y una bandeja negra bajo el brazo. Escucho a Rafael hablando con ella, pero no presto atención. Cuando levanto la vista y no visualizo más a la joven desconocida, supongo que él habrá pedido algo por los dos.
Rafael: Veo que se te fueron los nervios.
Emily: No estaba nerviosa.
Rafael (ríe): Si, claro.
Levanto las cejas.
Rafael: Cuando estás nerviosa te ponés pálida y no podés hablar.
Exclama sin mirarme, mientras toquetea los sobres de azúcar que se encuentran en un pequeño canasto de paja sobre la mesa, como si lo que dijera fuese un poema estudiado de memoria. Levanta la vista y su mirada choca con la mía, la cual en ningún momento dejó de apuntar su perfecto rostro.
Rafael: Te conozco más de lo que pensás, aunque no lo creas (dice orgulloso de sí mismo).
Emily: No creo en cosas absurdas.
Rafael: Yo no podría decir lo mismo después de que mandaras un guardia para echarme de tu cuarto cuando habías pasado la noche conmigo.
Comenta con total tranquilidad, sin entender que sus palabras me duelen más a mí que a él mismo.
Rafael: Y la palidez volvió.
Emily: Vine a explicarte eso, no me la hagas más difícil de lo que ya es.
Rafael: Si y hace media que no...
Emily (lo interrumpo, harta de su tono irónico): ¡Rafael!
Rafael: Está bien, te escucho. Hablá.
Trago saliva, recapitulando en mi cabeza lo ocurrido hace un par de semanas.
Emily: Esa mañana cuando llegué a casa me crucé con...
El hecho de finalmente haber tenido el coraje de estar frente a él, dispuesta a confesarle todo y que mi estúpido celular en ese preciso momento comience a sonar provoca que alcance el mayor grado de indignación de toda mi vida.
Opto por no prestarle atención y seguir, pero...
Rafael: ¿No vas a contestar?
Emily: No creo que sea importante.
Rafael: Pero podría.
"No la compliques más, idiota", digo en mi mente pero me ahorro las palabras.
Rafael: Atendé, estoy libre hasta las 10, tengo tiempo para escucharte.
Suspiro, sacando el celular de alguna parte de la mochila y suelto un bufido al escuchar que deja de sonar cuando ya lo tengo en mis manos. Decido apagarlo y seguir con mi confesión pero la notificación de un mensaje reciente aparece en la pantalla. Samira.
"No sé por qué se te dio por faltar justo hoy pero Agustín se desmayó en el medio de la clase y lo tuvimos que llevar al hospital. Lo más seguro es que sea por haberse golpeado la cabeza ayer cuando Rafael lo agarró. Lo peor es que los padres viajaron a la noche después de la fiesta y no hay nadie acá. Venite cuando puedas. Yo tengo parcial en un rato".
Emily: Me tengo que ir.
Anuncio mientras mis dedos buscan rápidamente el número del chofer.
Rafael: ¿Qué pasó?
Emily: Vos pasaste.
Rafael: ¿Eh?
Emily: Agustín está grave.
Rafael (suelta una risita): ¿Ni una piña se bancaba?
Emily: Es en serio estúpido. Está internado.
Rafael: Auch.
Encuentro el contacto y apoyo el teléfono en mi mejilla.
Rafael: ¿A quién llamás?
Emily: Al chofer.
Rafael: Te llevo yo.
Emily: No hace falta.
Rafael: A mí me hace falta. Por mi culpa él está así.
Dejo el celular en la mesa y lo miro.
Emily: ¿Hablás en serio?
…
Creo que ya leí más de veinte veces el cartel que se encuentra en la pared delantera de mi asiento: "10 razones por las cuales hacer deporte es saludable para los niños". No cabe duda alguna de que el aburrimiento me está consumiendo y la vaciedad de este pasillo no me ayuda en absoluto.
Hace media hora Rafael entró por esa puerta blanca y todavía no hay rastros de él. Samira corrió a la facultad apenas llegamos y ya debe estar en examen. Luego de que se fuera, apareció el doctor de Agustín y comentó lo grave que este se encontraba, mencionando también que necesitaba sangre.
Rafael, por su parte, todo ese rato permanecía mudo, con una expresión indescifrable y cuando el médico terminó de hablar, rompió el breve silencio generado diciendo que él daría la sangre necesaria. Me quedé perpleja, mientras que él no movió ni un músculo y solo pidió que lo esperara.
Desde ese momento aquella puerta no volvió a abrirse y nadie ingresó ni salió por ella. Quizás esa sea la razón de que cuando veo como la manija se mueve hasta apuntar hacia abajo, pienso que esa imagen debe ser parte de mi imaginación y no abandono el asiento hasta que la puerta se abre por completo y Rafael cruza su marco.
Me hace señas, indicándome que me siente y se acerca, ocupando un lugar a mi derecha.
Emily: ¿Ya está?
Asiente en silencio y apoya su cabeza en la pared, frotándose los ojos.
Rafael: Me siento como débil.
Emily: Es normal. Hasta podrías estar peor si es tu primera donación.
Me observa extrañado, frunciendo el ceño.
Emily: Estudio medicina por si te olvidaste.
Rueda los ojos y desvía la mirada.
Emily: Sos el chico más bipolar que conocí en mi vida.
Rafael: Se me parte la cabeza, no empieces (se acomoda en el asiento). Encima estoy faltando al trabajo por el pendejo este que...
Emily (lo interrumpo): ¿Y por qué faltás? (Me mira). ¿Por qué hiciste lo de recién si no es nadie tuyo?
Mis últimas palabras le transforman la cara y al ver que noté el cambio desvía la mirada.
Rafael: Ojalá no lo fuera (dice soltando un suspiro).
Emily: ¿Qué?
Rafael: Ye te dije que hay cosas...
Emily:...que yo no sé (termino su oración y entrecierra los ojos). ¿No te cansás de repetir lo mismo 80 veces?
Rafael: Pensé que te darías cuenta antes y resultaste lenta.
Emily: ¿Y cómo se supone que me tengo que dar cuenta?
Rafael (me mira harto): Porque ya te conté la historia, solo que no dije quién era él o como se llamaba.
Emily: ¿Y quién es "él"?
Pregunto en un tono de burla, siguiéndole el juego y haciendo un gesto con las manos como si "él" estuviera en un cartel flotante.
Rafael: Es el hijo de la mujer por la que mi viejo nos dejó y se fue.
Emily: Osea que Agustín es...
Rafael:...mi hermano.
Pronuncia esa última palabra dejando a la vista el dolor que se refleja en sus ojos y me pregunto cómo fui tan estúpida para no descubrir antes algo tan obvio.
El cambia la dirección de sus ojos, apuntándolos al lado contrario del pasillo donde una familia de muchos integrantes sigue los pasos acelerados de un médico, insistiéndole algo que no se llega a escuchar con claridad. Tras varios metros sin ceder, finalmente el hombre de bata blanca detiene su caminata rápida y se voltea hacia la muchedumbre. Suspira y parece estar comunicándoles algo. En solo instantes, la expresión de la chica (que parecía ser la que dirigía al grupo) cambia y aquel rostro preocupado se transforma en el marco de un llanto desgarrador.- Es el mismo doctor que trataba a mi mamá.La voz de Rafael me hace retomar la situación, recordándome que el aún permanece sentado a mi lado, que no soy la única que observa esa espantosa escena. Me asombra la coincidencia de que, según él, sea el mismo médico y estoy a punto
Y aquí vamos otra vez.Todo mi alrededor se diluye, pasando a un tercer plano, como si nos encontráramos en el interior de una burbuja trazada al contorno de nuestros cuerpos, similar a un escudo que los aparta de hasta la más mínima corriente de aire que corre afuera. Ya no escucho el ruido de las olas y la marea, toda mi consciencia se centra en él, solo él y el movimiento suave y lento de sus tibios labios.Jugar con su pelo se ha convertido en una costumbre que nunca me aburrirá por más que lo haga un millón de veces. Por otra parte, la presencia de sus manos en mi cintura me reconforta, haciéndome sentir...no sé si "protegida" sería la palabra adecuada, es algo indescriptible.Se me eriza la piel al sentir la presencia de algo frío que toca mis pies, por lo que me veo obligada a abrazar más a Rafael, con la esperanza de lograr dejar de tiritar gracias a eso, pe
Se me hace extraño poner un pie fuera de ese ascensor otra vez, al igual que me pasó un par de minutos antes cuando cruzaba la calle y visualicé aquel balcón (esta vez no tan iluminado por los rayos del sol). Todas esas sensaciones las cuales estoy forzada a transitar involuntariamente se deben a que la última ocasión en la que estuve en este lugar me marcó...y lo hizo de una forma imborrable. Haber venido con Samira y Analía (a la que conocía personalmente por primera y única vez), enterarme de que ella no solo se hospedaba aquí sino que también dormía en la habitación de Rafael y finalmente haberme topado con él con los ojos llenos de lágrimas, quién, sin siquiera tener la necesidad de usar palabra alguna me destrozó solo observándome (primero en el interior del departamento, luego en el ascensor y más tarde desde el mismísimo balc&oacu
Tardo varios segundos en procesar el sentido de sus palabras, rato durante el cual permanezco quieta, con los ojos fijos en el espejo, en cuyo interior mi reflejo me observa, repitiendo hasta el más mínimo e insignificante gesto que me propongo hacer.Entrecierro los ojos, como si eso hiciera que la comprensión de lo último que escuché lograra ser menos dificultosa o llevarme menos tiempo.Finalmente, cuando advierto que mi actitud no solo es inútil sino que también debe verse algo ridícula, desplego la mirada de aquella superficie de cristal y la apunto a Rafael, quien me mira luciendo una cara divertida.Imágenes de hechos anteriores se me vienen a la cabeza, pasando como un remolino por delante de mis ojos: muestras de cariño de parte de Analía, como lo acompañaba en el hospital, esa extraña relación familiar con la madre de él (que ya no es tan extra&ntil
Me veo obligada a abrir los ojos con extrema flojera cuando el irritante sonido de mi celular invade la habitación donde hasta ese momento reinaba la oscuridad y el silencio. Miro a mis lados, llegando a la conclusión de que no veré ni encontraré absolutamente nada en estas condiciones. Extiendo mi brazo hacia la mesa de luz y, tras varios intentos fallidos, finalmente enciendo la lámpara que yace allí, iluminando aunque sea un poco el lugar con una luz cálida y amarillenta.Diviso mi bolso sobre la silla que se encuentra a unos metros y abandono la cama evitando hacer ruido, acción cuyo logro me sorprende con lo torpe que soy. El excesivo brillo que emite la pantalla casi me deja ciega, obligándome a cerrar los ojos, para luego abrirlos uno por uno con desconfianza, como si esa luz me fuese a quemar al tener contacto con mi rostro."Samira: 3 llamadas perdidas, 5 mensajes no leídos." Leo en silencio
Aquella sonrisa cínica con la que me observaba mientras bailábamos en la fiesta de mi prima se me viene a la mente, seguida del odio que se reflejaba en sus ojos y parecía querer estallar hacia afuera cuando me miraba apoyado en el marco de la puerta de su casa, viendo como yo lloraba contando los segundos para que las puertas del ascensor se cerraran y se llevaran esa imagen de él, reemplazándola por una textura oscura y gris, que no generaba nada más que apatía.Recordar esa escena y observar la expresión actual de su rostro hace que me cuestione sobre si acaso estoy viendo a la misma persona. ¿Quién es el real? ¿El Rafael superado que mostraba desinterés por mi llanto o aquel que me mira ahora con los ojos llenos de lágrimas al confesar que sus actitudes pasadas habían sido solo actuación? No tengo idea y lo que más duele es que s&e
- Te pregunté dónde estabas.Emily: En el bar con los chicos, ¿dónde voy a estar?Tomás: Ah, ¿sí? ¿Y por qué no viniste con el chofer?Emily: ME TRAJO FABIÁN PAPÁ.Exclamo elevando el tono de voz, harta de la forma en la que me trata. Pero al parecer mis palabras no lo convencen del todo, porque su expresión no cambia en absoluto y sigue observándome como un sheriff que tiene delante al sospechoso más buscado del barrio, pero no sabe cómo desenmascararlo.Emily: Llamalo y preguntale si no me crees.Digo para finalizar y subir, sabiendo que basta con enviarle solo un mensaje a Fabián para que finja haberme traído.…El lunes, mi celular suena antes de lo habitual y eso se explica con que no es la alarma lo que provoca el ruido, sino algo totalmente diferente.CHATS – Rafael."Emily".-
La vista que tengo ante mis ojos logra dejarme completamente muda y atontada, de modo que lo único que puedo hacer es mirar. Haber pronunciado mi nombre varias veces y no haber obtenido reacción alguna de mi parte, hace que él suelte una pequeña risa, gesto que me obliga a acomodar un par de palabras y formar una oración, aunque esta no sea de mucho aporte.Emily: No...no sé qué decir.Rafael (vuelve a reír): No te pedí que dijeras algo, dije que vengas.Frunzo el ceño, aun algo perdida en la situación y lo sigo. Tras dar varios pasos confirmo lo que sospechaba haber visto: un lago abandonado. Se me hace extraño ver un lugar así, de un entorno tan "salvaje" y descuidado, estando solo a unos minutos de la ciudad. Los ruidos de bocinas, autos acelerando sobre el asfalto seco y gritos humanos, ese mundo urbano y artificial parece ni conocerse en el espacio cuyos suelos blando