Cuando salgo al pasillo, ella ya ha desaparecido y este se encuentra completamente vacío, casi en la penumbra, con tan solo la presencia de una tenue luz que siempre dejamos encendida para evitar torpezas que teníamos de pequeños con Marco.
Cayendo algo tarde quizás y agradeciendo encontrarme en uno de los pocos rincones de la casa sin cámaras de seguridad, me meto el teléfono detrás del cinturón del pantalón y bajo mi remera sobre este. Los bolsillos de unos vaqueros serían muy obvios y visibles, más con el tamaño minúsculo de los mismos en los pantalones femeninos. La temperatura fría del artefacto me estremece al tocarme la piel de la cintura, por lo que me apresuro a meterme en mi propio cuarto y sacarlo de allí.
Ya encontrándome dentro, cierro la puerta con llave y dejo únicamente encendida la luz del baño, cuya puerta está abierta.
La llamada con Analía no dura mucho más. Lo último que se asegura de hacer es decirme los detalles del vuelo de Rafael, tal como la fecha exacta, la hora, aeropuerto y sección de este por el que abordará. Se irá el domingo por el mediodía y hoy ya es viernes.Ser consciente de ello me genera una ansiedad que sé con certeza que no me permitirá conciliar el sueño mucho más. Y lo peor es que ahora en plena madrugada no puedo hablarle. Duerme como un oso, tal como dijo Analía.Lamentablemente el que no duerme como un oso es mi estómago, el cual no para de producir ruidos extraños y embarazosos, retorciéndose de hambre. Con lo cual decido bajar a comer algo, esperando que la casa se haya convertido en un desierto a causa de la hora.Tras esconder el teléfono nuevamente, abro la puerta de mi cuarto y antes de que me voltee para cerrarla me topo con una sombr
Envío a Luisa a dormir, casi ordenándoselo, ya que, conociéndola, sé que en caso contrario no lo hará sin antes preparar algo para comer o inventarse alguna labor para hacer. Es de aquellas personas que no puede quedarse quieta y que todo el rato necesita estar realizando algo.Una vez ella sube a dormir (supuestamente), me preparo yo misma una tortilla de huevo como desayuno, aunque no haya amanecido aún, y regreso a mi cuarto.Comer en la cama ya se ha vuelto costumbre con los últimos acontecimientos y la comida me ha salido ciertamente rica para alguien que cocina poco o nada por vivir en una casa donde la misma simplemente se sirve, viniendo de la mano de gente que ha estudiado tal arte por años, volviendo sus platos prácticamente imposibles de superar.Ya he comido la mitad de mi intento de comida cuando noto que no despego la vista del teléfono de Samira, cuya pantalla cada tanto parpade
El ritmo de mi corazón ya de por sí era acelerado, pero aquella pregunta suya en tono pícaro hace que sienta que se me va a salir del pecho, a la vez que mi garganta se cierra, dejándome muda e incapaz de emitir sonido alguno.—¿Emily?Junto las fuerzas para responder, aunque aterrorizada de lo que dirá a continuación.—¿Sí?Ríe y eso me genera otra ola de estremecimientos.—Puedes venir a dejarme las llaves si quieres, como prefieras tu. Estaré en casa hasta las diez de la mañana del domingo y luego me iré al aeropuerto. Te espero una hora antes más o menos.—Bueno.¿Y ahora cómo demonios se supone que llegue ahí si mi actualidad es ser una versión bizarra de Rapunzel, pero con un pelo espantoso?—Descansa, Emily.Lo dudo mucho.—Igualmente, costillas.
Marco hace caso, tomando asiento en la cama y evitando tener contacto visual con nuestra madre, no sé si por orgullo o incomodidad.Yo sigo de pie, cerca de la puerta transparente del balcón, aunque obviamente ya no hay nadie afuera para observar que no sean los guardias de turno. Nuestros padres habían desaparecido de nuestra vista hace menos de dos o tres minutos, que supongo que fue el tiempo que necesitó ella para subir aquí y el para…vete a saber qué.—Bien —murmura ella luego de una prolongada exhalación—. Entonces, ¿podemos hablar como gente civilizada?—Últimamente no hay ni un comportamiento civilizado en esta familia.—Quizá. Pero no me cambies de tema ahora. Yo me encargaré del conflicto entre ustedes y su padre. En dos o tres días estará olvidado.No tengo tres días, ese vuelo sale en apenas dos.
El nivel de hipnosis que me genera el simple hecho de que me esté observando fijamente a los ojos, sonriendo y tomando mi mano es inmedible. Si ya me siento así por dentro, no quiero ni imaginar cómo debo verme por fuera, obviamente acompañada de un notable rubor en mis mejillas que me pone evidencia.El contacto con su cálida mano me incomoda y el travieso movimiento de sus dedos sobre la palma de mi mano me estremece, dando origen a un extraño cosquilleo en mi estómago y despertando un inmenso odio hacia su persona por confundirme de esa manera.Comienza a bajar los últimos escalones y me lleva con él, dándome la espalda. Al contemplarlo con mayor atención veo que viste una camisa roja en cuyo cuello y puños se fragmentan delicadas líneas oscuras. Los zapatos y el pantalón que lleva pertenecen al mismo tono: negro grisáceo.Una canción melosa da su i
La música que hasta ese momento retumbaba en el amplio salón parece haberse traspasado a otro plano muy lejano de aquel en el que me encuentro parada, pero Rafael sigue moviéndose, por lo que asumo que la canción no terminó.A pesar de sentir la presencia de mis nervios, cuyo aumento es todo lo contrario a lo gradual, no muevo ni un músculo, sino que me quedo inmóvil, como si lo que mis ojos vieran hubiese logrado congelar mi cuerpo por completo. La seriedad de su mirada y la firmeza de los pasos de mi padre no parecen querer cesar al igual que mis ganas de soltar a Rafael en ese momento. Mi mente piensa en miles de cosas a la vez y aun así...no sé cómo actuar. ¿Debería irme? Si lo hiciera, ¿no sería un escape? ¿Desde cuándo escapo de mi padre en vez de provocarlo el triple? Pensar en eso me lleva a cuestionarme a mí misma: ¿Por qué tendrí
A pesar de estar teóricamente besando a alguien, la verdad es que no siento absolutamente nada. Lo único que me hace percibir la realidad en la que me encuentro es la brusca separación de nuestros labios.Lo primero que se me viene a la mente en ese momento son todas las veces en las que lo besé. No a Agustín, ni a ningún otro, sino justamente a la persona de la cual "escapaba" y que me obligó a actuar de esta manera. La sensación de desprender mis labios de los suyos cuando lo besaba era como si me arrebataran algo fundamental para poder respirar, quitándome una parte mía sin tener piedad de lo que eso podría ocasionarme. No existen palabras que me permitan comparar aquello con lo que siento ahora, que podría definirse como la nada misma o tan solo la falta de una leve presión en los labios.Extrañada, aunque sin importarme mucho, abro los ojos esperando ver el rostro de
Sigo atontada mirando al frente como si él siguiera ahí aunque desapareció de mi campo visual ya desde hace rato. No sé si habrá doblado al llegar al extremo de los arbustos, dirigiéndose nuevamente al interior de la casa o simplemente la habrá abandonado atravesando el portón abierto como lo hizo hace unas semanas. Tampoco sé porque me estoy preguntando esto si podría entrar y corroborarlo por mí misma. Por más que tenga mil dudas en mi mente, la verdad es que no quiero verlo ahora y confundirme otra vez.Pierdo el tiempo caminando en el jardín con la tela negra del vestido cayendo bajo mis pies hasta que la voz de una gran multitud de gente llega a mis oídos y es cuando me doy vuelta, visualizando a un grupo grande de hombres formalmente vestidos que dan una pequeña caminata en la cual sus zapatos solo se encargan de pisar todo lo que tienen por delante. Su ignoran